Introducción Los países imperialistas occidentales, cuando no se encontraban compitiendo en una dura y estrecha lucha con otras potencias, se encontrarían denodadamente dedicados a asentar, vigilar, estudiar y, por supuesto, gobernar los territorios que colonizaron y por ende se encontraban bajo su jurisdicción [1]. Resultado de lo cual, el mundo colonizado sería un mundo cortado […]
Introducción
Los países imperialistas occidentales, cuando no se encontraban compitiendo en una dura y estrecha lucha con otras potencias, se encontrarían denodadamente dedicados a asentar, vigilar, estudiar y, por supuesto, gobernar los territorios que colonizaron y por ende se encontraban bajo su jurisdicción [1].
Resultado de lo cual, el mundo colonizado sería un mundo cortado en dos. Mediante una frontera que se haría evidente en los cuarteles y las delegaciones de policía, así que, el interlocutor válido e institucional del colonizado, el vocero del colono y del régimen de opresión sería el gendarme o el soldado.
Así como, respecto a las zonas donde habitaran los colonizados, estas no serían complementarias de las zonas donde habitaran los colonos. Sino que, muy por el contrario, estarían regidas por una lógica puramente aristotélica, obedeciendo al principio de exclusión recíproca.
Motivos por los que, la ciudad del colono será una ciudad dura, toda de piedra y hierro, una ciudad iluminada, asfaltada, donde los cubos de basura estarán siempre llenos de restos desconocidos, nunca vistos, ni siquiera soñados. En adición a lo cual, los pies del colono estarán protegidos por zapatos fuertes, y en correspondencia con ellos, las calles de su ciudad estarán limpias, serán lisas, sin hoyos, sin piedras. Siendo entonces, una ciudad de blancos, de extranjeros.
Y, muy por el contrario, las ciudades del colonizado, o al menos las ciudades indígenas, las ciudades negras, la «medina» o los barrios árabes, las reservas, serán lugares de mala fama. Naciéndose allí en cualquier parte, de cualquier manera, y muriendo de igual forma en cualquier parte, de cualquier cosa.
De forma que, las ciudades de los colonizados serán un mundo sin intervalos, los hombres estarán unos sobre otros, y en correspondencia con ellos, sus casuchas unas sobre otras. Y a lo cual se añadirá, que la ciudad del los colonizados serán una ciudad hambrienta, hambrienta de pan, de carne, de zapatos, de carbón, de luz.
Pero para que tales hechos se hayan asentado, ha sido necesario que, ni el imperialismo ni el colonialismo sean simples actos de acumulación y adquisición, sino que, de acuerdo con Edward Said, para cualquier sociedad no totalitaria es indispensable que ciertas formas culturales predominen sobre otras, así como determinadas ideas sean más influyentes que otras.
En tal sentido, muchos trabajos académicos o literarios explicaron en su momento que, tales diferencias en la sociedad se debían a que el rico es rico porque es blanco, y se es blanco porque se es rico. Y más todavía, dichas explicaciones aún persisten para dar cuenta de nuestra realidad, aunque matizadas.
De forma que, no le basto al colono limitar físicamente al colonizado con ayuda de su policía y de sus gendarmes. Sino que, para ilustrar el carácter totalitario de la explotación colonial, el colono hizo del colonizado una especie de quinta esencia del mal [2] .
Y para lo cual el colono adopto una supremacía cultural, dentro de lo que Gramsci llamo «hegemonía», concepto indispensable para comprender, de un modo u otro, la vida cultural en el Occidente, así como los efectos que tal hegemonía cultural ha tenido y sigue teniendo sobre países como el nuestro.
Resultando así que, se puede decir que el componente principal de la cultura europea ha sido precisamente aquella que ha contribuido a que su cultura sea hegemónica tanto dentro como fuera de Europa: la idea de una identidad europea superior a todos los pueblos y culturas no europeas [3].
Expresión de lo cual, ha sido que en contra parte, a la sociedad colonizada se le señalo como un lugar en el cual los valores nunca han habitado, declarándose al indígena como alguien impermeable a la ética y que además de carecer de valores, también los niega, siendo enemigo de los mismos. Así es colocado como el mal absoluto, un elemento corrosivo, destructor de todo lo que le está cerca, elemento deformador, capaz de desfigurar todo lo referente a la estética o lo moral, depositario de fuerzas maléficas, así como instrumento inconsciente e irrecuperable de fuerzas ciegas [4].
Características y persistencia de la visión colonial en México.
Tal como indicará Guillermo Bonfil Batalla, los pueblos portadores de culturas originalmente mesoamericanas hemos sido colonizados por los españoles. Es decir, fueron sometidos con el argumento último de la fuerza y la violencia a una forma de organización social en la que estarían globalmente destinados a ocupar la posición subordinada. Posición que también sería compartida por los contingentes de negros que fueron traídos de África.
Y tras dicha colonización, al colonizado se le definirá como inferior frente al colonizador en todos los aspectos posibles de comparación. Premisa mediante la cual se justificará la explotación colonial, así como se considerará como una empresa de salvación del infiel y civilización del bárbaro.
Escenario dentro del cual, la categoría de indio, que se empleará para designar a todos los pueblos aborígenes colonizados o por colonizar, tendrá simultáneamente connotaciones biológicas (raciales y racistas) y culturales (en el sentido amplio del término): colocándose, así como un concepto total.
Es decir, a partir de esas dos connotaciones se pretenderá definir con una sola palabra una lista interminable de inferioridades que le fueron atribuidas al pueblo «indio» o al individuo «indio», frente a los españoles que definieron al indio. Punto de partida desde el cual explicaran y justificaran los colonizadores, la supuesta imposibilidad de tener un futuro propio los indios, y distinto del que le asignarán dentro de su proyecto colonizador.
Así como llevaría a que se desmontarán las formas de organización social y política de los nativos, lo cual, a su vez, unían orgánicamente a la población de vastos territorios. Reordenándose la ocupación y explotación del espacio, desplazando, concentrando, dispersando o expulsando a la población india en función de los intereses económicos y estratégicos de la empresa colonizadora.
Y para lo cual, se pondría en marcha un intenso programa etnocida, el cual estaría estructurado en torno a la evangelización; la guerra de ocupación, las enfermedades traídas por los españoles, los trabajos forzados y la desorganización inicial de la cultura y la forma de vida precolonial. Todo lo que tendría como consecuencia una de las catástrofes demográficas más terribles en la historia de la humanidad.
Proceso ante el cual, las culturas de estirpe mesoamericana se verían compelidas a reorganizarse a la defensiva, como culturas de resistencia, restringidas a sobrevivir casi exclusivamente en el ámbito estrecho de la comunidad local, encubiertas en la clandestinidad, cerradas en sí mismas, expoliadas, por lo que se vería paralizado en muchos órdenes su desarrollo histórico [5].
Estructura de dominación que no sería derribada cuando México alcanzará la independencia política. Sino que, por el contrario, las transformaciones liberales del siglo XIX acentuarían de una nueva manera la misma agresión contra los pueblos mesoamericanos y sus culturas.
Así como se pretendieron y lograron en muchos casos, destruir las bases territoriales de las comunidades, al mismo tiempo que, en aras de una igualdad que la realidad social no respaldaba, se eliminaron los restos de la legislación proteccionista con que la Corona había intentado sustraer a «los más humildes de sus vasallos» de la voracidad de encomenderos, funcionarios y terratenientes, así como del riesgo que implicaba el crecimiento de esos grupos como poderes autónomos dentro del imperio.
De tal forma, los primeros intentos de «modernización» económica y política del nuevo Estado independiente serían, para la población india, para los campesinos «mestizos» desindianizados [6] y para los obreros y los sectores populares urbanos, una renovada agresión, tan violenta como las peores que ocurrieran durante la existencia de la Nueva España [7].
Así como será el carácter que adquirirá finalmente el proyecto triunfante de la revolución mexicana, aspecto que se definirá con toda nitidez durante el gobierno de Miguel Alemán, aunque ya estaba esbozado en sus rasgos principales desde el régimen de Plutarco Elías Calles.
En tanto que, la derrota de la revolución del Sur que fuera encabezada por Emiliano Zapata cancelaría la única alternativa que se sustentaba en la realidad del México profundo. Así como, el reparto agrario, la política obrerista, la acción educativa y la recuperación del petróleo para la nación, durante el sexenio cardenista, serian el último intento de echar a andar al país por senderos más acordes con su compleja realidad.
Y una vez derrotadas ambas experiencias, sólo se cambiaría de nombres, así como los estilos personales de gobernar, hasta lanzar al país por una pendiente en bajada que ha significado el ascenso del «México imaginario«. Es decir, por el camino de un proyecto occidental de desarrollo, imitativo, dependiente, periférico y tenazmente empecinado en apegarse a la visión colonizada según la cual la civilización mesoamericana y el México profundo que la encarna sólo representan un lastre, así como son el obstáculo a remover para llegar, aunque sea a los postres, al «banquete de la civilización».
Escenario dentro del que, los planes de desarrollo económico, por más que éstos hayan venido siendo centrales, sólo representan una parte. Y de lo que se trata es de la conformación de un proyecto de nación, de un modelo de sociedad a la que se aspira y que está implícito o se delinea explícitamente.
Concibiéndose a una nación «mestiza» como la afirmaron con énfasis Andrés Molina Enríquez, Manuel Gamio y José Vasconcelos. Y de acuerdo con ellos, se tenía que maridar «lo mejor» de nuestra herencia india y española para dar a luz una nueva cultura y un hombre nuevo (cósmico, dijo el Maestro de América).
Pero estando de trasfondo en realidad, tanto para liberales y conservadores el «problema del indio» consistente en la existencia del indio, así como los rasgos culturales y demás persistentes en el mestizo desindianizado.
Por lo que se debe excluir a todos los portadores de lo indio, globalmente en el caso de algunos sectores (los indios identificados como tales; los «nacos» -el antiguo lépero de la plebe- en las ciudades) o selectivamente en cualquier situación concreta en que se manifieste su orientación cultural diferente de la dominante.
Perspectiva occidental (España, Inglaterra, Francia y hoy los Estados Unidos), y de los sectores occidentales nacionales, que perciben a México como una circunstancia (territorial, histórica, social) con la que no es posible establecer una adhesión profunda, total.
No obstante, se haya nacido en México y se vive él, empero la realidad nacional la transforman y la perciben como una serie de limitaciones, carencias, inferioridades y frustraciones (que se verbalizan en términos como «mexiquito», «nacotitlán» y otros usuales entre nuestra gente linda) que expresan, en su causalidad más profunda, la conciencia de vivir en un país que todavía es colonia porque persiste la «otra» civilización: la civilización colonizada.
Y de lo cual se deriva la falta de compromiso real con la totalidad del conjunto social, así como existe una incapacidad para aceptar que se tiene un destino común que no sea el planteado desde la perspectiva occidental, e implicando la negación de lo mesoamericano.
Así como de ahí emana el desinterés generalizado de los empresarios para trazar estrategias a largo plazo y su concomitante tendencia a obtener el máximo de ganancias en el menor tiempo, sin que importen los costos sociales ni el futuro de la economía del país.
Persistiendo en los empresarios, una visión del país como una colonia, ante la presencia de la «otra» civilización frente a la que no encuentran otro parámetro cultural para entenderla que no sea el de percibirla como inferior y colonizada y con la que no pueden mantener otra relación que no sea la de asumirse y actuar como colonizadores.
Y siendo que, quienes han asumido la dirección del Estado, cuando no han sido miembros originales de las oligarquías o las burguesías, han compartido con éstas muchos intereses a partir de una identificación profunda en el mismo horizonte civilizatorio.
En tal sentido, para ambos grupos, la única opción en el caso de la agricultura (¡en un país donde se inventó la agricultura, con campesinos que tienen detrás milenios de experiencia acumulada!) ha sido la introducción de sistemas de cultivo y tecnologías «modernas», completamente ajenas a las prácticas y los conocimientos de los campesinos reales [8].
Esquema de pensamiento sustitutivo que también a ignorado y combatido las sabidurías médicas, los conocimientos y las habilidades artesanales, las formas de organización familiar y comunal, las instituciones de gobierno tradicional, los idiomas, las expresiones de religiosidad propias de cada pueblo, sus tendencias igualitarias y hacia la autosubsistencia, sus ritmos de vida, sus modos de producción, distribución y consumo, su sentido del tiempo y del espacio, así como su concepción de la naturaleza y del hombre.
Algunos datos actuales sobre el racismo y la exclusión del indígena y del mestizo desindianizado.
De acuerdo con el más reciente estudio de OXFAM México, en el caso de la discriminación [9] étnico-racial en México, tales prácticas tienen un fundamento objetivo en relaciones históricas de poder y dominación sobre los pueblos indígenas y afrodescendientes, así como una legitimación subjetiva en el racismo; es decir, en la creencia errónea de que esta dominación se justifica por la presencia de rasgos esenciales, biológicos, genéticos, o culturales.
Y por lo que, se ha colocado a los grupos dominados en situación de inferioridad en relación a los grupos dominantes. Sin embargo, para comprender mejor la desigualdad de oportunidades actuales, es importante tomar en cuenta que esta tiene una doble vida.
Ya que, por un lado, se expresa, en la acumulación histórica de privaciones y desventajas sociales. En el caso de México, tal «acumulación originaria de desventajas» es resultado de un proceso multisecular de dominación política, social y cultural de las élites blancas y mestizas hacia los pueblos indígenas y afrodescendientes, que se inauguró en la sociedad colonial, pero que se ha mantenido a lo largo de más de dos siglos de vida independiente.
E implicando que, la discriminación del pasado mantiene sus efectos en el presente, lo cual guarda una estrecha relación con el hecho de que, quienes hablan lenguas indígenas, afrodescendientes, o tenemos tonos de piel más oscuros, solemos también provenir de familias con mayores carencias sociales y de territorios con menores niveles de desarrollo socioeconómico.
Y para lo cual, basta con no revertir los efectos de las discriminaciones del pasado para que las desventajas acumuladas operen en el presente contra los grupos discriminados [10].
En tal sentido, Oxfam presento los siguientes datos, como expresión de lo anterior:
Contexto dentro del cual, escritores mexicanos que realizan su producción en idiomas originarios señalan que en el país las instituciones gubernamentales, como el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali) y la Secretaría de Educación Pública (SEP), realizan una labor mínima para difundir su obra, razón por la cual ellos mismos deben publicitarse [11].
De modo que, para autores como Aura Acumes, el presente año, considerado como el año Internacional de las Lenguas Indígenas ha resucitado con fuerza la famosa «interculturalidad», entendida como neofolclor. Pero que, en realidad es un mecanismo usado cómodamente desde el poder para pacificar a los pueblos indígenas, así como a afrodescendientes, generando la percepción de que se nos está «incluyendo» en un mundo hecho a su medida [12].
Y siendo que, dicha pacificación es crucial en nuestro país en momentos que, por ser mujer es muy probable que una persona viva en situación de pobreza en México. Pero tal condición se acentúa si es indígena, habitante de una zona rural y menor de edad. Toda vez que, dicha población, es la población mexicana con las peores condiciones económicas y sociales en México, de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) [13].
Pero aun peor, tal pacificación tiene relevancia cuando en el país, el 80 % de los activistas ambientales asesinados en México resultan ser indígenas. Así como, en Oaxaca, Puebla y Michoacán el 100 % de los agredidos han resultado ser indígenas. Lo cual ha asegurado Gustavo Sánchez, como director de la Red Mexicana de Organizaciones Campesinas Forestales (MOCAF).
Bibliografía.
Said W. Edward. Cultura e imperialismo. Anagrama colección argumentos, cuarta edición 2012.
Fanón Franz. Los condenados de la tierra. Fondo de Cultura Económica, tercera reimpresión, 1972.
Bacon David. Hijos del libre comercio. Deslocalizaciones y precariedad. El Viejo Topo, 2003.
Bonfil Batalla Guillermo. México profundo. Una civilización negada. Grijalbo, 1994.
Hemerografía.
Contralínea. Jornaleros de San Quintín: entre la explotación moderna y la resistencia social . Por: Guillermo Castillo Ramírez. Abril 12, 2015.
Contralínea. San Quintín a 1 año, entre la resistencia y la coacción. Guillermo Castillo Ramírez. Mayo 29, 2016.
Contralínea. Jornaleros de San Quintín sufren las represalias del sector patronal. Guillermo Castillo Ramírez. Octubre 4, 2015.
Contralínea. San Quintín: el Estado se alía con los empresarios y somete a los jornaleros. Guillermo Castillo Ramírez. Junio 28, 2015.
Contralínea. San Quintín: patrones voraces, gobiernos cómplices. Guillermo Castillo Ramírez. Junio 7, 2015.
Rebelión. Mujeres indígenas de India luchan por sus derechos sobre la tierra. Por: Stella Paul. IPS. 14-08-2019.
La Jornada. Despliega el Estado una política de sustitución lingüística masiva. 02-08-2019
La Jornada. Hay que replantear la educación indígena. 05-08-2019
[1] Said W. Edward. Cultura e imperialismo. Anagrama colección argumentos, cuarta edición 2012. Introducción.
[2] Fanón Franz. Los condenados de la tierra. Fondo de Cultura Económica, tercera reimpresión, 1972. Pp. 35-36.
[3] Said Edward. Orientalismo. Texto en PDF.
[4] Fanón Franz. Los condenados de la tierra. Fondo de Cultura Económica, tercera reimpresión, 1972. Pág. 36.
[5] Cuadernos Políticos, número 52, México, D.F., editorial Era, octubre-diciembre de 1987, pp. 21-31. Notas sobre civilización y proyecto nacional. Guillermo Bonfil Batalla
[6] Así nombro Guillermo Bonfil Batalla a la pérdida de identidad colectiva original como resultado del proceso de dominación colonial. E indico que, el cambio de identidad, sin embargo, no implico necesariamente la pérdida de la cultura india, como lo prueba la realidad de las comunidades campesinas tradicionales que se identifican como mestizas. Hecho que se ve aun en las ciudades, bastión histórico del poder colonizador, pudiéndose encontrar la presencia de la cultura india, manifiesta en diversas formas, unas provenientes de procesos antiguos (la existencia de los barrios indios), y otras resultantes de fenómenos sociales más recientes (la inmigración del campo a la ciudad). Bonfil Batalla Guillermo. México profundo. Una civilización negada. Grijalbo, 1994. Pág. 13.
[7] Por supuesto, los proyectos nacionales que las élites criollas y mestizas pusieron en marcha o trataron de impulsar, fueron todos, sin excepción, planteados al margen y en contra de la civilización mesoamericana. Ni una generación de políticos e intelectuales tan indiscutiblemente brillante como la de la Reforma fue capaz de considerar siquiera la posibilidad de que los valores, las instituciones y las maneras de pensar y actuar de los países más desarrollados de occidente tuvieran que someterse a una crítica radical a partir de la presencia abrumadora de los pueblos con culturas mesoamericanas.
La querella por la nación ocurría al margen de la mayoría de los supuestos ciudadanos, que permanecían como el escenario ignorado que sólo ponía una incómoda interrogación a los anhelos de «progreso» y «civilización». Cuadernos Políticos, número 52, México, D.F., editorial Era, octubre-diciembre de 1987, pp. 21-31. Notas sobre civilización y proyecto nacional. Guillermo Bonfil Batalla
[8] E «incrementar la productividad del campo» se ha asumido como un imperativo que está por encima y al margen de la realidad campesina: los únicos cuya opinión no cuenta son los que trabajan y hacen producir la tierra. Su experiencia ha sido inservible porque los proyectos no se han elaborado a partir de ella, a partir de ellos. Y su renuencia se ha entendido como una prueba más de «atraso», nunca como una actitud que expresa la resistencia, la decisión profundamente vital de mantener en pie su propio proyecto civilizatorio. Cuadernos Políticos, número 52, México, D.F., editorial Era, octubre-diciembre de 1987, pp. 21-31. Notas sobre civilización y proyecto nacional. Guillermo Bonfil Batalla
[9] La discriminación es un mecanismo clave para explicar la desigualdad de oportunidades. Entendemos la discriminación como «el conjunto de prácticas, informales o institucionalizadas, que niegan el trato igualitario o producen resultados desiguales para ciertos grupos sociales y que tienen como consecuencia la privación o el menoscabo en el acceso a los derechos y la reproducción de la desigualdad social».
Patricio Solís. Braulio Güémez Graniel. Virginia Lorenzo Holm. Por mi raza la desigualdad. Efectos de las características étnico-raciales en la desigualdad de oportunidades en México. OXFAM MÉXICO, JULIO DE 2019.
[10] Patricio Solís. Braulio Güémez Graniel. Virginia Lorenzo Holm. Por mi raza la desigualdad. Efectos de las características étnico-raciales en la desigualdad de oportunidades en México. OXFAM MÉXICO, JULIO DE 2019.
[11] La Razón. Literatura indígena: segregada, sin apoyos ni difusión. Por: Raúl Campos. 12 agosto, 2019
[12] «Lo indígena» como circo en el regreso de la interculturalidad. Por: Aura Cumes. 07-18-2019.
[13] Expansión. La pobreza en México daña más a las mujeres y los indígenas. Por: Alejandro Rosas. Mar 06 agosto 2019.
Ramón César González Ortiz es Licenciado en Sociología y Maestro en Estudios Políticos por la UNAM. Actualmente está realizando el Doctorado en Ciencias Sociales, impartido por la UAM-Xochimilco.
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