Una tras otra las promesas que se hicieron en campaña pueden esperar a dormir el sueño de los justos. Las reformas estructurales que se iban a revertir o cancelar (eufemísticamente tratadas eso sí, con nuevos discursos para justificar políticas viejas que jamás se fueron y que continuarán en la 4T), enfrentan la real politik, las […]
Una tras otra las promesas que se hicieron en campaña pueden esperar a dormir el sueño de los justos. Las reformas estructurales que se iban a revertir o cancelar (eufemísticamente tratadas eso sí, con nuevos discursos para justificar políticas viejas que jamás se fueron y que continuarán en la 4T), enfrentan la real politik, las razones de Estado y los equilibrios macroeconómicos siempre intocables o los poderes fácticos.
Tiempo de festejos y conmemoraciones centenarias falsas. De reescribir la historia con esa tinta que sólo se obtiene en el poder, como todos los vencedores. Tiempo de memorándums que glorifican la burocracia. Tiempo de bonapartismo, de gatopardismo, o de cambios para que todo siga igual: lo mismo la política de medios, que las polémicas reformas educativa o laboral.
Tiempo de perdón y olvido a los «potentados» aquellos a los que tanto se atacó durante esos días de búsqueda del voto, pero que ahora se reconoce indispensables para el engrandecimiento de la Nación. Tiempo de presidentes amigos que criminalizan a los mensajeros allá y aquí.
Tiempo de censura y escarnio a los que no se alinean. El que se mueve no sale en la foto decía desde el siglo pasado Fidel Velázquez, aunque ahora se sabe que la frase tiene origen español, como el actual presidente.
Tiempo de inversiones en megaproyectos. De orden y progreso, desarrollo y seguridad. Tiempo de firmar la pipa de la paz con el vecino del norte. Para qué hacer enojar al Hitler actual, si podría reelegirse utilizando a nuestro país y a su presidente como sparrings. No le demos ese gusto (justifica el estratega), después de todo no fue tan mala la decisión de EPN de invitarlo cuando era candidato, el pueblo bueno e inteligente ya decidió a mano alzada en un mitin (en este caso no se requería una consulta ciudadana), la misma política del último mandatario (y de todos los anteriores). Así que fue el pueblo y no el presidente, que sólo obedece mandando (o cómo era, se pregunta él mismo), quien decidió la política exterior frente a EUA (pero no frente al estado español o Vaticano).
Tiempo de intelectuales críticos devenidos en aduladores, funcionarios públicos ahora halagadores inscritos en la nómina gubernamental. Convertidos en lo que tanto atacaron cuando fueron de oposición. Tiempo de reactivar los boots en las redes sociales para ponerlos ahora al servicio de los intereses de la 4T. Tiempo de ignorar huelgas y campamentos instalados a las puertas de Palacio Nacional.
Tiempo de apología de las inercias (Roma no se construyó en un sexenio). De chantajes retrógradas (quieres entonces que regrese el PRIAN). Tiempo de apelar al menos peor, al menos corrupto, invitación al conformismo, a la claudicación de la resistencia, a la rendición de la lucha por el futuro.
Sin embargo, no todo está perdido, la Patria esa abstracción masculina «que en el cielo tu eterno destino, por el dedo de Dios se escribió», no es homogénea y acepta matices; también reflexiones, se organiza y comenzará a articularse no contra el presidente (como muchos de sus fans interpretan ante la mínima disidencia a sus políticas contradictorias), sino en la defensa de la madre tierra, del agua y de la vida.
Uno de los caminos puede ser la autonomía, pero no es el único. La creatividad de los movimientos sociales esta hoy más que nunca poniéndose a prueba. Los campesinos también saben que es tiempo de preparar la tierra, de voltearla y aflojarla para sembrar las semillas. Tiempo del ceremonial para pedir la lluvia, de comunalidad, de recordar que somos una y uno con la tierra.
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