En el pensamiento de las izquierdas en México, se coincide en que el sistema está podrido y en que se debe remplazar. En la estrategia de cómo realizar dicha tarea son pocos los que tienen propuestas, visiones o proyectos de tal tamaño. Al mismo tiempo, los compatriotas de acero, padres y madres de los desaparecidos […]
En el pensamiento de las izquierdas en México, se coincide en que el sistema está podrido y en que se debe remplazar. En la estrategia de cómo realizar dicha tarea son pocos los que tienen propuestas, visiones o proyectos de tal tamaño. Al mismo tiempo, los compatriotas de acero, padres y madres de los desaparecidos de Ayotzinapa, junto a los compañeros de estudio de sus hijos, han hecho un trabajo sin descanso, han despertado conciencias en todo el país y han politizado a buen número de aquellos que suelen ser indecisos o reaccionarios, fuera de México también han sido escuchados.
Las gentes de Ayotzinapa han demostrado que están dispuestas a todo. Ideológicamente son gente a la que se le puede aprender. Son gentes admirables y ejemplos a seguir que, al haber vivido en carne propia el infierno mexicano, no dejan de luchar, como ellos dicen, buscando salir de ese infierno. Ayotzinapa es esperanzadora por eso y porque la movilización de campesinos e indígenas, que son la raíz de nuestro México, históricamente ha sido la flama iniciadora de las grandes transformaciones, como la Independencia, la Reforma y la Revolución. Y, sin duda volverán a ser la vanguardia de la cuarta gran transformación.
Los familiares y compañeros de los 43 desaparecidos, por ahora, están trazando el rumbo de la actual izquierda mexicana, por lo que en ellos recae una gran responsabilidad doble, no sólo la de encontrar a sus hijos y de procurar justicia, sino la tarea de la búsqueda y práctica de la mejor de las estrategias a seguir, para que la izquierda se fortalezca y se logre de una vez por todas enderezar el país. A las personas de acero no les podría quedar grande la encomienda.
De 43 a miles y luego a millones, surge hoy el reclamo de una justicia verdadera por los desaparecidos de ayer y los del presente, y por todos los buenos mexicanos que han sido víctimas del Estado Criminal. Se dice que si deseas ver una transformación en el mundo nadie la hará por ti, sino que la tienes que lograr tú mismo. En nuestro país los afectados directos del crimen de lesa humanidad, ocurrido en Iguala entre el 26 y 27 de septiembre del 2014, se han dedicado a buscar a los muchachos ellos mismos, y, si pudieran ajusticiarían a los asesinos ellos mismos.
Mientras tanto el gobierno mexicano, vándalo y violento, no es la primera vez que golpea, tortura, secuestra, mata, desaparece a ciudadanos mexicanos. No es la primera vez que el «sistema de justicia» hace un trabajo sucio, mostrando un enorme desprecio por la humanidad. No es la primera vez que mueren injustamente decenas de buenos mexicanos por armas europeas o norteamericanas. No es la primera vez que gentes adoctrinadas por EEUU asesinan (física o intelectualmente) como cobardes a ciudadanos mexicanos. No es la primera vez que el mal gobierno mete cizaña para confundir a la gente que resiste, para crear violencia y que se mate el pueblo solito.
El caso Iguala/Ayotzinapa es un golpe contra las escuelas normales, contra el pueblo de Ayotzinapa, contra el estado de Guerrero, contra México, contra América Latina y contra la humanidad. Con Iguala/Ayotzinapa nos queda claro que este gobierno no gobierna, en cambio sí seguirá persiguiendo y oprimiendo a la gente consciente. Ayotzinapa nos enseña que, para que no siga imperando la barbarie, una obra por realizar es la de llegar a ser arquitectos de nuestro propio destino, y enterrar al sistema putrefacto.
En conclusión, regeneración, refundación y revolución son lo mismo. La desunión de las izquierdas sólo servirá para alargarle la respiración al moribundo Estado y desalentar el decidido avance hacia la inminente y necesaria libertad de nuestro pueblo. Ayotzinapa tiene la palabra.
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