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Aaron Swartz

Fuentes: El Telégrafo

Porque hemos perdido el sentido de la importancia. (No es la actitud, son las lecciones que parece dejarnos. Nuestros nuevos estándares en la ética periodística los impuso un comediante. Por eso estamos jodidos, si no pregunten a John Stewart. Si El Comercio le dedicara tanto tiempo a HSBC como a John Oliver, entonces tendríamos periodismo. […]

Porque hemos perdido el sentido de la importancia. (No es la actitud, son las lecciones que parece dejarnos. Nuestros nuevos estándares en la ética periodística los impuso un comediante. Por eso estamos jodidos, si no pregunten a John Stewart. Si El Comercio le dedicara tanto tiempo a HSBC como a John Oliver, entonces tendríamos periodismo. Nos tendremos que contentar con un medio más. El frenesí mediático de lo irrelevante, que le dicen).

Porque hace un año se suicidó el último prócer de la libertad. Aaron Swartz fue el hijo pródigo de internet. Desarrolló RSS (y con este el boom del feed noticioso), cofundó Reddit, ayudó tanto a desarrollar el código para Creative Commons como el fundamento filosófico detrás de esta utopía del internet libre. Tenía catorce años. Después de Tim Berners-Lee, fue el arquitecto del libre flujo de información.

Tenía la posibilidad de serlo todo. Vivía en el país de las oportunidades y del Silicon Valley. Decepcionó a la modernidad hegemónica. Vio las fallas en un sistema perverso. Criticó al sistema. Y actuó de acuerdo a esto.

Su activismo político estaba en sus acciones. Buscaba redefinir el sistema de poder a partir de una reorganización del flujo de la información. Su objetivo era cambiar el poder de los medios de comunicación a partir de un cambio en la arquitectura del control. Trascender las limitaciones que impone la propiedad sobre las frecuencias a través de un servidor capaz de distribuir y democratizar el flujo de información, como internet. Todos podemos dar información, todos podemos recibir información; solo es cuestión de saber quién está dispuesto a escucharla.

Aaron creía en eso. Creía en que todos tenemos derecho a acceder a las transcripciones de casos de la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos, no solo aquellos que lo puedan pagar. Entonces las hizo públicas. Creyó que todos debíamos tener acceso a las bibliotecas. Entonces creó «Open Library». Creía que todos teníamos derecho a material académico, tanto si estudias en MIT como en la Universidad de Loja o en un tecnológico en Nueva Delhi. En 2010, Aaron descargó 3 millones de artículos académicos de la base de datos JSTOR utilizando una computadora escondida en un armario del MIT.

Fue un crimen sin víctimas. No hubo daños materiales ni económicos, ni de ningún otro tipo. Eran, al final del día, artículos académicos. JSTOR no presentó cargos. La pena por traspaso cibernético en EE.UU. es una multa de $ 150 y 30 días de cárcel. Pero el castigo del sistema a sus hijos descarriados es implacable.

Aaron terminó enredado en un proceso donde enfrentaba 35 años de prisión y una multa de un millón de dólares. Esto en un país que tuvo en la misma administración a Bush, Cheney y Rice liderando la sangrienta y cuasilegal ‘democratización’ de Medio Oriente.

Hay una profunda contradicción en una modernidad que nos ha convencido de que la clave del desarrollo se encuentra en el capital humano, en la transferencia de la tecnología y la educación, pero hace todo para que esto no suceda. Un ‘estado de las cosas’ donde cuestionar la injusticia y el statu quo te convierte en criminal. Un capitalismo salvaje donde desnudar sus miserias es peligroso. Aaron Swartz lo hizo.

Se ahorcó (se suicidó o lo suicidaron, según la fuente) en su departamento en enero de 2013, meses antes de su juicio. Tenía 26 años.

Fuente: http://www.telegrafo.com.ec/opinion/columnistas/item/aaron-swartz.html