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Bolivia demanda su derecho de que le devuelvan su departamento del litoral

Fuentes: Rebelión

El reloj de la Plaza Murillo de La Paz, con numeración y manecillas que giran al revés, está en un mapa que incorpora el territorio del Departamento del Litoral, arrebatado, ocupado y usurpado de facto por Chile en la invasión militar y posterior guerra del Pacífico en 1879. El presidente de Bolivia, Evo Morales, afirmó […]


El reloj de la Plaza Murillo de La Paz, con numeración y manecillas que giran al revés, está en un mapa que incorpora el territorio del Departamento del Litoral, arrebatado, ocupado y usurpado de facto por Chile en la invasión militar y posterior guerra del Pacífico en 1879.

El presidente de Bolivia, Evo Morales, afirmó hoy que el llamado «reloj del sur», con la forma del mapa boliviano que incorpora el territorio costero perdido en una guerra ante Chile, recuerda que su país sufrió una «invasión» en 1879.

«Nosotros refrescamos la memoria mediante un pequeño regalo que hicimos a quienes nos visitaron con motivo de la Cumbre G77 más China. Recordamos que ésto es lo que nos han usurpado (…), el litoral boliviano dentro del mapa», dijo Morales en un discurso al mostrar uno de esos relojes, que marcan las horas a la inversa.

El Gobierno obsequió esos relojes de mesa a las delegaciones que asistieron recientemente a la Cumbre del G77 más China en Bolivia, como un símbolo de la reivindicación marítima de Bolivia.

Según Morales, en Chile se ha generado un debate, no tanto por el reloj que gira a la izquierda sino porque se añade el territorio que Bolivia perdió en la guerra del Pacífico, lo cual ha provocado reacciones de enojo y remordimiento por parte de las autoridades chilenas.

El mandatario agregó que no se puede «ocultar la historia» y que no fue el pueblo chileno, sino su «clase dominante y oligarquías coludadas con trasnacionales», las que causaron la invasión del territorio costero boliviano para provocar un enclaustramiento que lleva 136 años.

«Mientras no hayan soluciones sobre el derecho que tienen los bolivianos a retornar a sus puertos ancestrales en el Pacífico, con soberanía, con seguridad seguirá habiendo un tema pendiente durante esta generación y las futuras generaciones», sostuvo el gobernante.

Este reloj tiene un mapa con nuestro mar, nuestro Litoral. Nos tiene que recordar que nuestro derecho al mar es irrenunciable. Tenemos que recordar éso todos los días, todas las horas, todos los minutos.

Llegará la alborada en que desde las playas del Océano Pacífico Sur vaya a todos los mares el rumor gozoso del pueblo boliviano que va a recuperar sus puertos soberanos, después de vivir injustamente enclaustrado.

Se debe hacer un llamado a la niñez y la juventud en no claudicar el retorno de Bolivia al mar y que se identifiquen mucho con nuestro litoral cautivo, con nuestros héroes que han sido grandes y valerosos hombres y mujeres quienes sacrificaron sus vidas por la patria en una guerra desigual trás una cobarde invasión donde nos han usurpado nuestro mar en un latrocinio fratricida.

El dominio actual que Chile ejerce sobre el litoral ocupado, es un dominio de fuerza, impuesto sin respeto al derecho. Es un despojo que se ha originado después de firmado el fraudulento tratado de 1904, el cual equipara los derechos legítimos de propiedad boliviana con el dominio ilegal chileno sobre un territorio ocupado durante la invasión y la guerra.

La invasión de 1879, la ocupación de 1884 y el despojo de 1904 son los antecedentes de fuerza militar, nó de derecho, con los que Chile ha despojado y detenta hoy el Departamento del Litoral.

Está reconocido a nivel mundial hoy, el derecho de Bolivia a reivindicar y recuperar su Departamento del Litoral, y nó a negociar un callejón de salida al mar sin puerto propio ni soberano.

El tratado de 1904 debe terminar como un instrumento de dominio colonizador, y Bolivia debe acabar con ese fraude.

Dicho tratado, que Chile ha llamado de «amistad» y el gobierno de Montes lo ha aceptado, es un documento mediante el cual se ha enclaustrado al pueblo boliviano, cercenando su soberanía, convirtiéndonos en Estado tributario y que soporta actualmente la nueva agresión masiva y organizada del contrabando chileno, mientras Chile insiste en su intangibilidad con amenazas militares. Esa es la naturaleza de la «paz» del tratado en que se hallan actualmente las relaciones de vecindad.

Pedir a Chile cumplimiento del «tratado de paz» y la mejora del «libre tránsito», tal como lo hacen los chilenófilos, es como pedir soga para ahorcarse.

Bolivia reclama lo que es suyo propio, a pesar del dominio «absoluto y perpetuo» que Chile le impone con un despojo armado. El Departamento del Litoral, por derecho y por ley es territorio del Estado Boliviano, aunque hoy bajo dominación ilegítima y de facto.

No existe hoy la intangibilidad de los tratados en el derecho internacional público; tampoco la eternidad del despojo impuesto por un país sobre otro.

La defensa chilena de su tratado de 1904, como un «derecho de victoria» ganado por las armas, no es propio de un tratado de Amistad; es un despojo insano contra la democracia, contra la soberanía y la libertad. La fuerza de la causa boliviana de reivindicación tiene en estos fundamentos la justicia que debe primar.

Bolivia debe ser reintegrada al Océano Pacífico, porque es su derecho, ya que su enclaustramiento ha sido resultado de una invasión militar con la fuerza de las armas y de la injusticia. Por éso, la demanda marítima boliviana debe ser categórica y debe pedir la devolución de su costa marítima con puerto y en territorio que ha sido suyo propio.

No queremos que nos vuelvan a tomar el pelo con el callejón inservible al norte de Arica.

No hay razón para que Bolivia acepte el callejón como una dádiva graciosa de parte de Chile. En cambio, debemos demandar la reivindicación de nuestro mar y territorio sin condicionamientos ni compensaciones de ningún género. No estamos pidiendo que nos concedan ni un centímetro de su territorio. Lo que clamamos es la devolución justa de lo mal habido. Tampoco estamos pidiendo lo que Melgarejo y Frias les regalaron, desde el río Salado hasta el paralelo 24° . Vergüenza debería dar a quienes quieren trocar mar por recursos naturales o por mayores enajenaciones territoriales, satisfaciendo la eterna codicia del usurpador de siempre.

La fuerza militar no da derechos. Chile se ampara en su poder bélico y económico, alcanzados con la riqueza usurpada a Bolivia, para manejar la cantaleta de que Bolivia solo tiene «aspiración» y no derecho al mar. Ello no es ético ni razonable. Chile ha obtenido nuestra riqueza mediante el despojo y la ley filibustera de que la agresión y la victoria da derechos, y los bolivianos seguimos embaucados con la fraseología de la confianza mutua y esperando la limosna de la «cualidad marítima» que el soberbio agresor tenga a bien concedernos en una negociación por un corredor sin puerto al norte de Arica, lo cual es la aspiración de los demandantes ante La Haya, contrariando los derechos del pueblo boliviano .  

La actual demanda marítima ante la Haya, se basa en compromisos y ofrecimientos unilaterales de Chile, limosnas retaceadas al botin usurpado al Perú. Pero, habida cuenta de lo debido por el usurpador, tenemos fundamentos de mucha fuerza para plantear una negociación que persiga la reparación de todo el latrocinio inferido a Bolivia. Lo robado no se puede convertir en soberanía intangible. Las apropiaciones chilenas han sido completamente gratuitas, aprovechando la traición de tantos coludados con la oligarquía chilena.

En lugar de cambiar el sentido de las horas del reloj, al revés, el gobierno boliviano debería impugnar la política de la Corte de La Haya y del Pacto de Bogotá, impuesta por las grandes potencias a su conveniencia, donde impiden que la Corte de Justicia pueda revisar tratados internacionales impuestos a la fuerza, como el de 1904, lo cual va en contra de los derechos del pueblo de Bolivia. La demanda marítima presentada ante La Haya está pidiendo obligar a Chile a negociar con Bolivia en base al callejón sin puerto al norte de Arica, lo que va en desmedro de nuestros legítimos derechos en el Departamento del Litoral. La política internacional de «papelitos cantan» debería ser cambiada por «derechos valen y no caducan».

Basta de entreguismos, como el regalo de Melgarejo en 1866 cuando obsequió a Chile un grado y medio geográficos; como el intento del gobierno de Bánzer de mutilar otra vez a la Patria a cambio del callejón sin puerto al norte de Arica; como el mutismo gubernamental y periodístico cuando los cónsules chilenos en La Paz expresan que «Bolivia no tiene derecho al mar».

La demanda ante La Haya debe urgentemente ser complementada con una comunicación gubernamental oficial expresando que Bolivia no renuncia a su derecho de que le devuelvan sus cuatro puertos ancestrales legítimos invadidos y ocupados de facto por el ejército chileno.

Las embajadas bolivianas deben publicar por todos los medios la escandalosa usurpación de 1879, y Bolivia debe proceder a buscar aliados en su justa demanda, ya que cualquier negociación con Chile siempre será un fracaso, porque debemos darnos cuenta que el trato bilateral nunca ha encontrado ni la más remota intención de reparación por parte de Chile al daño causado con su asalto invasor.

Los alcances de un fallo de la Corte de La Haya, para una obligación a negociar, seguramente no serán bien establecidos, y menos esa negociación será necesariamente favorable a la parte demandante.

Biliografía :

  • «La dominación perpetua de Bolivia» del Dr. Juan Albarracín Millán

  • «El fraude de la guerra y de la paz» del Dr. Rodolfo Becerra de la Roca

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.