La derrota del Frente para la Victoria en la segunda vuelta electoral es un indiscutible batacazo a las fuerzas auténticamente transformadoras de Argentina y un golpe considerable al proceso emancipador iniciado en 1998 en América Latina y el Caribe (ALC) con la elección de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela. No pretendo en un […]
La derrota del Frente para la Victoria en la segunda vuelta electoral es un indiscutible batacazo a las fuerzas auténticamente transformadoras de Argentina y un golpe considerable al proceso emancipador iniciado en 1998 en América Latina y el Caribe (ALC) con la elección de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela.
No pretendo en un artículo y sin haber compartido en primera línea con los sectores populares del país del Plata realizar el balance de errores y aciertos que solo a ellos corresponde hacer. Intentaré humildemente hacer algunas consideraciones que acaso sirvan para estimular el debate en el seno de la izquierda argentina, latino-caribeña y de los gobiernos posneoliberales de nuestra América sobre las lecciones que podemos derivar de este acontecimiento.
Además de reconocer que estamos en presencia de una derrota en el plano nacional, no podemos obviar las repercusiones que ella tendrá a escala continental, dado el enorme peso geopolítico del país austral y la importancia de la alianza que ha sostenido desde hace doce años con las fuerzas revolucionarias y populares en nuestra área geográfica.
Un gobierno neoliberal como el que inicia el 10 de diciembre hará exactamente lo contrario, no solo en Argentina, donde ahora el Frente para la Victoria y cuantos aliados pueda allegarse en el campo popular tienen ante sí la decisiva misión de defender las grandes realizaciones sociales, culturales, científicas, de justicia ante los crímenes de la dictadura conseguidos en la década pasada, y reconquistar el gobierno para que el proceso emancipador avance más lejos de donde había llegado. También en su política hacia ALC, pues ya el inminente ocupante de la Casa Rosada embiste a la Venezuela bolivariana y pide su exclusión de la OEA y del MERCOSUR. Según él en defensa de la democracia. Qué querrá decir con la palabra democracia un millonario enriquecido, como su familia, al amparo de la dictadura militar argentina, que además carga deudas con la justicia.
No podrá consumar la fanfarronada contra Venezuela pues no se lo permitirán los otros gobiernos y no cabe en las normas del MERCOSUR y ni siquiera en las de la OEA. Pero por primera vez en la última década y con la excepción de su estrecho e impresentable aliado Álvaro Uribe, un jefe de Estado electo lanza un ataque de esa virulencia contra otro gobierno de la región. Con ello estimula el golpismo ya crónico en las fuerzas de derecha de ALC, eufóricas y desmelenada con el triunfo conseguido contra el pueblo argentino. Escribo pueblo con plena deliberación pues la mayoría de la mitad del electorado que votó por Macri y de los siete millones que no ejercieron el sufragio, será duramente afectada por el regreso al neoliberalismo.
La derrota, como la victoria, es inherente a la lucha social y revolucionaria. Más aún, no hay revoluciones ni procesos de cambio social irreversibles. Cuidar el factor subjetivo es esencial para sostenerlos sanos y hacerlos triunfar en la batalla de ideas.
Se ha llegado a suponer que con solo proporcionar bienestar a la población, esta nos otorgará su respaldo automáticamente y, por lo tanto, tenemos su voto asegurado.
No hemos dado la extraordinaria importancia que tiene al legado de Fidel y del Che en cuanto a que, además de mejorar el bienestar del pueblo todo lo que permitan las circunstancias, debemos forjar conciencia política sin pausa. Esa es una gran lección de Cuba. Si agredida y bloqueada, con los dañinos efectos que ello ha ocasionado en la vida material, no hubiese dado prioridad a crear cultura y conciencia política, su pueblo no habría podido hacer una resistencia tan prolongada.
Argentina es un caso de estudio de cómo el oligopolio mediático enajena las mentes. Pero las fuerzas populares de ALC no hemos sido capaces de diseñar una estrategia de comunicación que contrarreste esa canallada.
El kirchnerismo es mayoría en el Senado y primera minoría en diputados, tiene unas juventudes admirables. La mitad del país lo votó. Puede hacer una oposición inteligente que convierta el revés en una victoria mayor que las anteriores si analiza fraternamente dónde estuvieron los errores, se mantiene estrechamente unido y conquista los sectores populares a los que no logró llegar.
Es imperioso para las fuerzas populares de la región repensar la década pasada para poner de nuevo a la defensiva al imperialismo y a la derecha como hicimos en Mar del Plata. Lograr la victoria electoral en las parlamentarias de Venezuela el 6 de diciembre.
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