El Partido Revolucionario de las y los Trabajadores (PRT) saluda y celebra el anuncio del Congreso Nacional Indígena (CNI) y del EZLN de iniciar una consulta para una eventual participación en la elección presidencial de 2018 con una mujer indígena, vocera del CNI. Para el PRT esta iniciativa política puede ofrecer una alternativa de lucha […]
El Partido Revolucionario de las y los Trabajadores (PRT) saluda y celebra el anuncio del Congreso Nacional Indígena (CNI) y del EZLN de iniciar una consulta para una eventual participación en la elección presidencial de 2018 con una mujer indígena, vocera del CNI.
Para el PRT esta iniciativa política puede ofrecer una alternativa de lucha y organización para los que, desde abajo, resisten la dinámica capitalista que se expresa en contrarreformas estructurales que enajenan lo común y lo público así como los derechos del pueblo trabajador, en megaproyectos ecocidas que pretenden terminar con la riqueza biocultural de nuestro país, en violencias sistémicas y terrorismo de Estado que buscan saquear maximizando ganancias y minimizando costos, de acuerdo a la lógica capitalista.
En un país donde la espiral de violencia es incontenible, donde las castas en el poder alcanzan niveles de desprecio y cinismo hacia el pueblo cada vez más alarmantes y en donde los megaproyectos de despojo de recursos y territorios en beneficio de intereses imperialistas son impulsados y sostenidos desde el poder estatal, sea el gobierno y/o el legislativo, (un Estado ajeno al control social y vuelto contra la sociedad) las resistencias que contra éstos se levantan adquieren una mayor relevancia nacional, como denuncia el comunicado del CNI. Ante todo ello es urgente ya no solo organizarse para resistir, sino luchar para vencer y la posibilidad de hacerlo lo ofrece el contar con una fuerza política organizada nacionalmente. Más allá del balance sobre si hay o no un giro político, la iniciativa zapatista cambia las coordenadas políticas de cara al recambio presidencial. El tablero político se desacomoda al abrirse la posibilidad de la irrupción, en este terreno, de una fuerza ausente, no representada por ningún partido y no invitada como sería no sólo la fuerza del movimiento indígena contestario del sistema, sino la propia izquierda anticapitalista
Con esta importante iniciativa política se asoma la posibilidad de una amplia convergencia anticapitalista que, dialogando, pueda construir unidad en la diversidad. La profunda transformación que necesita el país requiere sumar esfuerzos así como dialogar franca y abiertamente las hipótesis estratégicas para cambiarlo todo de base, desde abajo. La iniciativa, de aprobarse en la consulta del CNI, necesitaría por tanto completarse con un llamado unitario al conjunto de la izquierda anticapitalista también presente en infinidad de luchas tanto en el campo pero también en la ciudad. Entre los pueblos originarios pero también entre la clase trabajadora y sus organizaciones de lucha, incluidas sindicales, como el movimiento magisterial o como los electricistas del SME y su propuesta de Organización Política del Pueblo y los Trabajadores (OPT). En el movimiento de los trabajadores pero también en otros movimientos resistiendo a la barbarie capitalista, como es la lucha contra el feminicidio, la lucha de las mujeres por sus derechos (que podrían estar muy bien representadas con una candidata mujer indígena) y en general contra la violencia del Estado, con su terrible secuela de ejecuciones y desaparecidos. Obviamente, también el movimiento solidario con los estudiantes de Ayotzinapa y la lucha por los 43, «vivos los llevaron, vivos los queremos».
Conseguir la más amplia unidad anticapitalista requerirá ciertamente diálogo y debate fraternal. Pero el debate que se ha abierto en torno a la iniciativa no quiere decir descalificación y calumnia. Eso es lo que significa decir que una candidatura independiente de la izquierda anticapitalista le hace juego a la derecha (¿a los partidos del Pacto por México?) o que divide el voto de la izquierda y que es una maniobra contra Morena. Este insulto no es nuevo. Especialmente desde voceros de la izquierda institucional que han pretendido ser ellos lsupuestamente os únicos representantes de la izquierda. Antes, el PRD pretendía que ellos eran «la izquierda». Ahora Morena dice que el PRD no es la izquierda sino que ellos son la única y verdadera izquierda. En el 2006, el propio López Obrador, candidato del PRD, acusaba a «la otra campaña» de estar aliada con la derecha. En el 2015, si sectores del movimiento en lucha contra el poder neoliberal y las reformas estructurales del Pacto por México, no votaban por Morena, sino llamaban a la abstención o al boicot como hizo el magisterio, López Obrador también insultaba al movimiento magisterial acusándolo de aliado con el PRI, al momento en que éste iniciaba la brutal represión contra el movimiento. Debe entenderse que la izquierda anticapitalista y en general los movimientos de lucha contra el neoliberalismo no están representados por la izquierda institucional. López Obrador se ha opuesto incluso en estas semanas, alrededor de las protestas del 15 de septiembre, a la consigna de «Fuera Peña» diciendo que no quiere un gobierno de escombros y propone subordinar toda lucha a la elección del 2018. Por el contrario, entendemos la propuesta de una candidatura independiente del CNI para organizar un movimiento en lucha contra el poder de la oligarquía neoliberal, una campaña de lucha y organización, no para subordinar la lucha a los comicios del 2018. La propuesta de AMLO y de Morena es distinta. Propone incluso un gabinete de transición con Peña Nieto para asegurar una transición «pacífica» y por ello ofrece desde ahora amnistía a los criminales del poder. Propone posponer la lucha hasta las votaciones del 2018 con un gabinete de transición, es decir un gobierno de conciliación. En realidad no es el momento de definir una fórmula de votación, sino de continuar las luchas contra el poder oligárquico y su programa neoliberal, incluso en la lógica de «Fuera Peña». Pero al mismo tiempo es posible discutir la perspectiva estratégica como sería con una campaña independiente, con registro o sin registro legal (como fue la de Campa en 1976). En cambio la propuesta de AMLO propone mantener intocada la lógica capitalista, como mostró recientemente en Sonora donde planteó que su propuesta ante el despojo extractivista que representan las compañías mineras extranjeras es simplemente que paguen impuestos.
Una candidatura de este tipo, como la que sostuvimos hace años con Rosario Ibarra -la primera mujer candidata presidencial en la historia del país- (cuyo lema en 1982 era precisamente «arriba los de abajo»), es un llamado a la organización y a la lucha desde abajo, pero también debe ser una convocatoria a la unidad de los que hoy luchan por cambiar nuestro país para hacerlo independiente, justo, igualitario, multicultural, y libre de explotación, dominio y opresión, es decir en una lógica anticapitalista.
Especial importancia nos merece que el anuncio del CNI y del EZLN haga énfasis en que la candidatura sea encabezada por una mujer indígena. Ello cuestiona un poder levantado sobre una base autoritaria, patriarcal y homófoba, pero también racista y homogenizador. Y este cuestionamiento es todavía más significativo cuando las mujeres no sólo sufren una opresión patriarcal en la familia, en el trabajo y en la sociedad, sino un atentado contra sus derechos así como una gravísima oleada de violencia cuyo extremo más inhumano son los feminicidios.
Para el PRT una candidatura de ese tipo se volvería un símbolo para las importantes luchas de los pueblos originarios que no sólo siguen luchando por su derecho a la autonomía sino que enfrentan todos los proyectos de despojo de recursos, territorios y cultura que se pretenden imponer en todo el territorio nacional. También sería un símbolo para las mujeres que hoy gritan su «¡ya basta!» contra el desprecio patriarcal y la violencia. Cuando la política está construida sobre la base autoritaria, patriarcal y homófoba, visibilizar a quienes soportan lo peor de la crisis, es también una forma de cuestionar las bases de un régimen que además de autoritario es patriarcal. Sería un símbolo de unidad con las luchas del magisterio así como un símbolo de lucha y dignidad para el conjunto de trabajadores. La candidatura de una mujer indígena se volvería un símbolo para los jóvenes y para todos aquellos negados, oprimidos, despreciados y excluidos por un sistema en el que solo importa el hacer más dinero pero no la vida ni la dignidad.
Decimos que se ha abierto la posibilidad de una amplia convergencia anticapitalista que, dialogando, puede construir unidad en la diversidad. Incluso entre el anticapitalismo que se propone la lucha por el poder y quien no se lo propone. La profunda transformación que necesita el país requiere sumar esfuerzos así como dialogar franca y abiertamente las hipótesis estratégicas para cambiarlo todo de base, desde abajo.
Ciudad de México a 18 de octubre de 2016.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.