1.- México vive un proceso de ocupación integral de sus territorios, un proceso de anexión neocolonial pactado entre las elites estadounidenses, la clase política mexicana y la oligarquía local. Las estrategias neoliberales con sus reformas estructurales, sus tratados comérciales y político militares (TLC-ASPAN- Plan Mérida) han sido el vehículo del proceso de recolonización del país, […]
1.- México vive un proceso de ocupación integral de sus territorios, un proceso de anexión neocolonial pactado entre las elites estadounidenses, la clase política mexicana y la oligarquía local. Las estrategias neoliberales con sus reformas estructurales, sus tratados comérciales y político militares (TLC-ASPAN- Plan Mérida) han sido el vehículo del proceso de recolonización del país, del desmantelamiento de las bases materiales e intelectuales de la nación.
2.-La crisis que vive nuestro país es similar a las que dieron origen a las guerras de Independencia, Reforma y Revolución; un largo proceso de decenas de años donde se conjugan crisis económicas locales e internacionales, pugnas entre grandes potencias e intervencionismo extranjero, además de contradicciones y divisiones entre las diversas facciones dominantes; momentos donde las luchas campesinas, indígenas, obreras, de mujeres y capas medias abrieron causes a las reformas progresistas y a las revoluciones, que estamparon su huella en la fisonomía del Estado Nacional, a pesar de que las burguesías resultaron triunfantes. Momentos de regresiones, pero también de posibles reformas y revoluciones.
3.- El eje en que se anudan todos los procesos de la crisis general, políticos, económicos y culturales, es la crisis del Estado Nacional. Por la naturaleza del momento histórico al que arribamos producto del proceso de implantación del capitalismo neoliberal, casi 50 años si reparamos en la introducción del régimen laboral maquilador, la única manera de evitar el desmantelamiento del país, de superar la crisis en un sentido progresivo, a favor de las clases y mayorías nacionales, es la refundación del Estado mexicano. Cualquier otra alternativa cancela nuestro futuro como pueblo y nación, como pueblos y naciones originarias.
4.- La ocupación neocolonial de México y la desarticulación del Estado Nacional es una condición primordial para mantener el sistema de dominación hemisférico encabezado por Estados Unidos. Para el Estado y la burguesía estadounidense, el hemisferio americano es su retaguardia, su reserva estratégica en la lucha por el control del mundo; en ella México ocupa un lugar primordial, no sólo por los bienes naturales y humanos que aún le quedan sino porque como parte de Mesoamérica, es un corredor muy importante para la circulación de mercancías y para cerrarle el paso a cualquier tentación independentista del resto de Latinoamérica y el Caribe.
5.- Hoy, este sistema de dominación regional que integra a las oligarquías criollas del hemisferio también está en crisis, la hegemonía de los Estados Unidos y la de sus aliados locales ésta severamente cuestionada, la implantación del caos, los golpes de Estado «blandos» y duros, la dictadura mediática, y el estado de guerra permanente en varios países como México y otros de América Latina, no han logrado contener el ascenso de la lucha por la democracia, la soberanía y la justicia social, convirtiéndose en su «Talón de Aquiles». La naturaleza depredadora del capitalismo neoliberal, su «carácter salvaje» deterioró su capacidad de representación ética y política; hoy tienen mayores dificultades para respetar sus propias leyes, sus procesos electorales y todo el entramado de derechos sociales y nacionales conquistados por nuestros pueblos.
6.- No es accidental que en nuestro país las insurgencias civiles electorales y sociales no hayan logrado sacar del gobierno a la clase política abiertamente neoliberal a pesar de las derrotas electorales de sus principales partidos y de diversos levantamientos civil-pacíficos e incluso armados. Los aparatos de seguridad estadounidense y las trasnacionales son corresponsables de los fraudes electorales, los magnicidios, el desmantelamiento de la Constitución, la implantación del estado fallido y el terrorismo de estado con su secuela de cientos de miles de víctimas entre asesinad@s, torturad@s, desaparecid@s, además de los millones de desplazados por la guerra contra la delincuencia; sin contar a los millones de opositor@s criminalizad@s, a los masacrad@s, torturad@s y prisioner@s polític@s por no aceptar el quebranto de sus derechos. El pueblo mexicano ha enfrentado simultáneamente a la clase política, a la oligarquía «mexicana», a los cuerpos represivos y al imperialismo. Eso explica, además de las incongruencias, vacilaciones y errores de las direcciones políticas de las resistencias ciudadanas y populares, muchos de los fracasos en los momentos de insurgencia en que el cambio de gobierno era factible.
7.- La solución de la crisis del Estado-Nación, la superación del proceso de neocolonización capitalista, no puede venir de quienes son los promotores de la ocupación integral de nuestro país, de quienes la provocaron. Tampoco será resultado del accionar político de quienes ocultan la naturaleza de la crisis que estamos viviendo; de quienes confunden por ingenuidad o por mala intención el fondo del problema con sus derivaciones. De quienes suponen que la corrupción es el problema fundamental y no un asunto derivado de un tipo de capitalismo dependiente y neocolonial; que todo se puede arreglar con la buena disposición de funcionarios, sin proceder con el desmantelamiento del régimen político partidocrático y a la recuperación de las fuerzas productivas nacionales. No podrá venir de quienes procuran una alianza con grupos de la clase política y sectores empresariales oligárquicos vinculados a intereses de empresas trasnacionales y grupos de la clase política estadounidense.
8.- No se pueden revertir las reformas neoliberales, el proceso de neocolonización de México sin tomar el gobierno, sin luchar por el gobierno y el poder, sin refundar la nación y los procesos de gobierno sobre nuevas bases comunitarias y ciudadanas. Lo cual únicamente puede lograrse con la unidad de los opositores al régimen y al proceso de desmantelamiento del Estado nacional. Pero está unidad de la nación no puede entenderse más que como lucha por frenar y revertir el proceso de su disolución. Como el desarrollo de nuevo protagonismo social que convierte a las clases trabajadoras, a las mujeres, a las y los indígenas, a las y los indígenas-mestizos y a las clases medias en el eje de la representación y la conducción del país; en la nueva coalición hegemónica antimperialista y anti oligárquica.
9.- La unidad de nación en aras de superar la crisis, la recolonización y desmantelamiento del país, es viable si los procesos de resistencia civiles y pacíficos confluyen en un proceso de levantamiento civil que logre articular la mayoría de los procesos de resistencia gremial, comunitarios, ciudadanos, electorales y no electorales, en una o varias propuestas y proyectos que persigan la refundación del Estado y la nación sobre bases comunitarias y ciudadanas. Y que, además, logren trazar un plan de acción política concreta, una ruta para disputar el gobierno y el poder; que rebase las declaraciones programáticas y las consignas. Sin menosprecio a la acción gremial y a la acción puramente electoral, se precisa la configuración de uno o varios movimientos que den pasos concretos en el establecimiento de nuevos gobiernos de base comunitaria, por medio de la acción directa combinada, si fuera el caso, con la lucha electoral. El gremialismo, el sectorialismo y el electoralismo son las caras de un solo proceso, el que lleva a la postración de las clases trabajadoras y de las mayorías nacionales. A convertirse en comparsas, en simples aditamentos del régimen político, meras clientelas a las que se les mantiene en la subalternidad, atrapadas en disputas menores, por demandas de poca monta que revitalizan al sistema e impiden que las y los trabajadores, los pueblos originarios y las clases medias, luchen por lo que les pertenece, la tierra y el fruto de su trabajo.
10.- Los próximos dos o tres años serán especialmente severos para las mayorías nacionales, los escenarios son de recrudecimiento de la crisis social; pobreza, desempleo, caída de los salarios, despojo de bienes naturales y violencia que se corresponden con las expectativas de un débil o nulo crecimiento económico a nivel nacional y la inestabilidad de la economía mundial. Todo esto, en medio de señales de guerra en varias partes del mundo incluida Venezuela. La militarización del país, el intervencionismo estadounidense son el complemento del despliegue de las trasnacionales mineras, energéticas, financieras y delincuenciales que van por lo que nos resta de país.
11.- Quien piense que el resultado de las elecciones presidenciales está resuelto a favor de uno de los candidatos de la oposición ajeno al PRI y el PAN se equivoca. El grueso de los grupos de poder estadounidenses, incluido Donald Trump, no muestran disposición a tolerar a ningún opositor sospechoso de «populismo» por más moderado que se muestre. En la misma línea se mantiene la mayoría de los grupos que integran a la «oligarquía mexicana», tal vez a la espera de mayores seguridades, o de un as bajo la manga. Entienden el desgaste de los partidos y la partidocracia y están buscando salidas de coalición a través de figuras que se ostenten como representantes de la sociedad civil, pero conectadas con la clase política. La determinación de «La Casa Blanca» de proseguir con su plan de revertir los procesos antineoliberales y de democracia popular y comunitaria en el Caribe, Meso y Sudamérica, que avanza en los preparativos de invasión a Venezuela, dificultan la llegada a la presidencia de México de alguien que no sea completamente aceptable. A pesar de que en este momento dentro del campo abiertamente neoliberal carecen de una posible figura presidencial confiable y con la legitimidad suficiente, que pueda ser aceptado por buena parte de la población en un escenario de nuevo fraude electoral, no han dado su visto bueno al principal candidato opositor, por más señales que ha dado y sigue dando de que su propuesta no va a tocar los intereses fundamentales del capital trasnacional y de los Estados Unidos.
12.- El deterioro político del régimen, del Estado y del gobierno, amenaza con recrudecerse en pleno proceso electoral. Cuando menos tres sucesos ocurridos en los últimos años confirman la existencia y desarrollo de una tendencia social a la ruptura con el régimen y al levantamiento civil pacifico: las movilizaciones y las muestras de rechazo de amplios sectores de la población incluidos sectores burgueses a la «Masacre de Iguala» y a la desaparición de los 43; las jornadas de lucha magisterial dirigidas por la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación contra la reforma educativa de 2016, que desencadenaron una especie de levantamiento civil pacífico en varias zonas del país; y las protestas contra el gasolinazo que cimbraron a buena parte del territorio nacional. (1) Estos acontecimientos apresuraron a la clase política y a la burguesía para hacer los arreglos del caso con la finalidad de que la conflictividad social se canalice dentro de las inercias del proceso electoral y el sistema de partidos. En eso todos han coincidido; no obstante, algunos de los más distinguidos servidores del régimen alertan de la posibilidad de que en 2018 esta tendencia al levantamiento civil pueda convertirse en un problema mayor. (2) Conscientes de eso toda la clase política, opositora y no opositora, han cerrado filas ante esa eventualidad, sacando a relucir que todo candidato opositor asume que la única manera de llegar a la presidencia dependerá del respaldo de la oligarquía mexicana, de los demás capitales trasnacionales y de la venía de Washington. Que en ningún momento le apuestan a un levantamiento civil pacifico, a la movilización generalizada de la población, de ahí su insistencia en quedarse en el ámbito del cuidado de las urnas y de todo tipo de alianzas con viejos actores del régimen y de la oligarquía mexicana.
13.- Sin embargo, la crisis política sigue su curso, las contradicciones interburguesas no amainan, en diversas latitudes de la geografía nacional emergen con más fuerza procesos de gobierno comunitario y popular no sancionados por el sistema electoral. En Chiapas, la crisis política sigue su caminar; cada vez es más evidente el desarrollo de una conflictividad que nos remonta a los escenarios que precedieron al levantamiento zapatista, con otras características más civiles y pacíficas, aunque con movilizaciones más extendidas y diversas, mientras tanto el ambiente internacional se enrarece y aumentan las probabilidades de una intervención militar en Venezuela que sacudiría a toda la región.
14.- La incertidumbre es un dato duro y permanente en la coyuntura; su temporalidad va más allá del 2018; si triunfa Andrés Manuel López Obrador (AMLO), los compromisos contraídos por éste con diversos sectores de la «mafia del poder» son tan numerosos como los derivados de la previsible agudización de los problemas económicos, que neutralizara toda mejora para revertir la crisis social que ya ha tomado las dimensiones de crisis humanitaria. No por nada somos el segundo país en el mundo si de violencia se trata. Si no gana y las elecciones no son creíbles, amplios sectores de la población tenderán a levantarse más allá de los curses electorales previsibles; si AMLO repite la inercia que lo ha caracterizado, abortará todo intento de resistencia y levantamiento civil pacífico no simulado. Las posibilidades del establecimiento de un golpe de Estado es una eventualidad que no debe descartarse. De repetir los neoliberales, ya sea bajo la forma descarnada de un presidente priista o panista, o bajo la sombra bienhechora de un personaje del régimen que se ostente como de la sociedad civil, el futuro no es nada halagüeño.
15.- La estrategia del levantamiento civil pacifico es una vía que asume la lucha desde la legalidad constitucional, el articulo 39 en particular y desde los usos y costumbres que se aplican en una buena cantidad de municipios. Le apuesta a un sujeto constituyente que ha venido emergiendo desde 1988 a raíz del fraude electoral o «Golpe de Estado Técnico» como se le conoció. Dicho sujeto es diverso socialmente hablando, fuertemente antineoliberal. Igual ha nutrido las movilizaciones sociales en contra de las reformas estructurales o privatizaciones, que algunas de las acciones convocadas por el Ejército de Liberación Nacional, además de las jornadas electorales opositoras. El problema de la unidad para la refundación nacional estriba en cómo desbrozar caminos de convergencia de dicho sujeto, más allá de las inercias políticamente dominantes, es decir, de las conducciones de tipo liberal, bajo sus formas tradicionales o progresistas. Esto no se resuelve exclusivamente con un programa, sino con un plan político concreto, con una ruta de disputa de la hegemonía desde las mayorías nacionales. La única forma de hacerlo, aprovechando todo lo recorrido y todas las expresiones de la resistencia popular, es apostándole a la potencialidad contenida en la crisis, a los sectores dispuestos a romper con las inercias del régimen político. Aquí, en esta dimensión, los actores que pueden y que en los hechos ya desarrollan un proceso de ocupación política de sus territorios, son las comunidades indígenas y campesinas mayormente. Sus posibilidades de impactar a la sociedad, de convertirse en millones, radica en la crisis misma y en su capacidad de maniobra, en sus programas y en su capacidad de no perder de vista al enemigo principal, en no perderse en disputas menores, por ejemplo, contra el principal candidato opositor, lo que no excluye la denuncia y la lucha contra la partidocracia que está profundamente desprestigiada, además de los tres poderes.
16.- El levantamiento civil pacífico puede y debe combinar diversos escenarios y planes de acción específica, dentro de un plan general o ruta de lucha por el gobierno. Los puntos más avanzados de dicho proceso lo constituyen las resoluciones de organizaciones sociales y comunidades para implantar Concejos de Gobierno Popular, gobiernos municipales o locales que incluyen a toda o casi toda la población del lugar, hay que huir de la idea de estructurar gobiernos con los puros simpatizantes. Aquí se deben apoyar resueltamente a quienes se están pronunciando por impedir la realización de campañas electorales por los partidos, la instalación de explotaciones mineras y otros emprendimientos de las transnacionales; además de proponerse la organización de sistemas de seguridad comunitarios, y lanzar en los casos que lo vean adecuado candidaturas independientes como parte del proceso de crear gobiernos alternos; como ya se lo están planteando algunos movimientos sociales y civiles en Chiapas, recuperando la figura del Gobierno en Rebeldía de Amado Avendaño en 1994 . Además de exigir que los militares se regresen a sus cuarteles y retiren las bases militares construidas recientemente, con la clara intención de respaldar a las trasnacionales mineras.
17.- El levantamiento civil pacifico es el proceso de transformación de luchas y movimientos muchas veces gremiales y electorales en un proceso de ocupación política de los territorios y territorialidades, en la idea de adelantar posiciones frente a un eventual recrudecimiento de la crisis social y de la violencia estatal y, sobre todo, en aras de establecer una ruta de unidad popular desde procesos de lucha por el gobierno y el poder. Cada cual, desde su trinchera grande o pequeña, aún electoral o gremial, apostándole a sumar fuerzas en la ruta de la Refundación del Estado y la Nación y en la ruta de una Constituyente Ciudadana Popular para la descolonización y liberación del país. En esa ruta es crucial sumar los apoyos internacionales posibles, en particular de los pueblos mesoamericanos y de sus comunidades nacionales en los Estados Unidos. En nuestro caso, la solución al problema nacional depende en gran medida de cómo nos conectamos con el sur del continente.
Notas:
(1) Flores Olea, Víctor, «¿Insurrección o apaciguamiento en el país?», en La jornada, 12 de julio de 2016.
(2) Ugalde, Luis Carlos, » La democracia estancada (México 2006-2016)», en Letras Libres, 1 de agosto de 2016.
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