En México, patio trasero y fosa común del capital trasnacional, las coyunturas electorales destapan y crean viejas disputas, nuevas alianzas
Las coyunturas electorales despiertan fantasías y desempolvan proyectos añejos. Aunque, quizás, y con mayor exactitud, también nos permiten tomar el pulso de la conciencia política de una sociedad. En todas partes en donde impera la «democracia», las coyunturas electorales revelan el conflicto entre los diversos proyectos políticos que disputan los espacios estatales para su realización.
En México, patio trasero y fosa común del capital trasnacional (legal e ilegal), las coyunturas electorales destapan y crean viejas disputas, nuevas alianzas, sorpresas surreales y, además, ejecuciones extrajudiciales o desapariciones forzadas. Basta con hacer un recuento de las últimas tres elecciones en México para percatarse cómo la izquierda, tanto institucional como aquella «revolucionaria», se define a partir de dichas coyunturas. No hay grupo, colectivo, «partido», liga, organización o grupo armado que defina sus estrategias, a corto o mediano plazo, sin considerar que aproximadamente 83 millones de mexicanos están llamados a votar cada seis años en las elecciones presidenciales.
Pero ¿qué se juega en las elecciones en general? Frente a esta pregunta se definen los horizontes en los que se mueven las izquierdas en México. Veamos.
El sector antielectoral
Para cierto sector, afín a las posturas «anticapitalistas» y autodenominado «socialista», «comunista» o «anarquista», las elecciones no son más que un ejercicio en donde se legitiman las instituciones burguesas, se convalida al régimen, sea cual sea el proyecto político que esté en juego, y el «pueblo» nunca queda representado. Para este sector, las elecciones y los proyectos que representan los diferentes partidos políticos no tienen relevancia, pues, a su juicio, «todos son lo mismo». Implícitamente sostienen que, por ejemplo, el proyecto de Felipe Calderón de militarización de la vida civil en todo el país, que comenzó en 2006 y que se extiende temporalmente hasta nuestros días, era lo mismo que la apuesta de AMLO por una soberanía mínima en los sectores estratégicos que, dicho sea de paso, terminaron por ser privatizados en su totalidad y entregados al capital norteamericano y europeo.
Visto de esta manera, para el sector antielectoral, los ejecutados extrajudicialmente, las víctimas de desplazamiento forzoso, los presos políticos y la represión al movimiento social, los periodistas ejecutados, el aumento al precio de los combustibles y su reflejo en el aumento generalizado de los precios y, con ello, la precarización del salario de la clase trabajadora son el resultado inexorable de cualquiera de las propuestas en turno, incluida la de la así llamada oposición, es decir, estaríamos igual con cualquier presidente. Pues, finalmente, en la abstracción que todo comprende, pero nada especifica, todos son personeros del capital… incluida la clase obrera y los pueblos indígenas.
Esto se debe a que cualquier análisis, incluso el más sencillo, hecho desde la abstracción que identifica en el capitalismo, y más concretamente en las condiciones y relaciones sociales que produce la forma valor, el problema fundamental que genera la barbarie que impera, es acertado. Sin embargo, al mantenerse en ese plano tan general y abstracto no logran captar de qué manera se particularizan esas relaciones, redes, intereses, actores y, en última instancia, la «personificación» geopolítica misma del capital y, por ello, el planteamiento de sus estrategias frente a cualquier coyuntura carece de mediaciones que puedan articular, ya no sólo en el análisis teórico, sino en el plano práctico, procesos organizativos y acciones reales y efectivas.
Ejemplo de ese sector, que gusta de hacer análisis y propuestas desde la abstracción, es el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) el cual, paradójicamente, después de poco más de doce años de intensa estrategia antielectoral y antiinstitucional, se ha dado a la tarea de intentar «usar» dichos espacios a través de la postulación de María de Jesús Patricio, «Marichuy», como candidata del Concejo Indígena de Gobierno (CIG). Dicha propuesta existe como resultado de las discusiones que el EZLN y el Congreso Nacional Indígena (CNI) sostuvieron a lo largo del año 2016.[1]
Sin embargo, desde estas líneas pensamos que el zapatismo, al igual que lo hará el capitalismo, se está autodestruyendo, pues, su «radicalización» trajo de la mano la eliminación de la base social y de las simpatías que le sostuvieron durante la década de los noventa y los primeros años del presente siglo. Ahora intentaremos esclarecer someramente por qué.
Ningún estudioso del zapatismo (¡y vaya que hay muchos!) podría desmentir que si en 1997 o, incluso todavía, en 2001, el EZLN se hubiese propuesto reunir las 850 mil firmas que exige el INE para que Marichuy quede registrada como candidata independiente las hubiesen conseguido en dos semanas. El día de hoy es una incógnita, aunque se antoja algo improbable, si para la fecha límite la candidatura indígena habrá conseguido reunir las firmas necesarias para que su registro proceda. Echar la culpa al sistema electrónico de recolección de firmas habilitado por el Instituto Nacional Electoral (INE)[2] es evadir la realidad y, sobre todo, evadir la responsabilidad de las consecuencias que tiene haberse peleado con todo aquél (incluida aquí la izquierda electoral y el grueso de la izquierda antielectoral) que mostrara la más mínima duda sobre la viabilidad del proyecto zapatista y/o de su alcance nacional.
Por ejemplo, Marcos, el Delegado Zero, en un discurso en la UNAM, en mayo 2006, como parte del recorrido de La Otra Campaña (LOC), afirmó que:
En el momento que acaben las elecciones del 2 de julio, empieza para ellos allá arriba la carrera presidencial para el 2012, sea por la Secretaría de Gobernación, sea por cualquier otro puesto. Este señor, conocido por ustedes como el porro perfumado, pretende ser candidato en el 2012. No sabe, no sabe que no va a haber sistema político en ese año.[3]
Curiosamente, el sistema político no fue suprimido por LOC y ahora los promotores de dicho recorrido están buscando un huequito en las boletas para «visibilizar» a aquellos que, sostienen desde hace décadas, serán los sepultureros del sistema político mexicano: los pueblos indígenas.
No es que los indígenas sufran más o sufran menos, es que todos los habitantes de este país llevamos sufriendo una guerra que no pedimos desde hace casi 12 años y es ahora, por una parte, que la guerra toca con mayor insistencia a las puertas de las comunidades indígenas, cuando el zapatismo pretende voltear a vernos, decirnos que tenemos la culpa y que ellos son los únicos con legitimidad para proponer algo. Por otra parte, resulta interesante observar que, en los últimos 12 años, el EZLN le ha apostado a la estrategia de aparecer, con bombo y platillo, ya sea al inicio o al final de las coyunturas electorales, para así buscar cobertura mediática y figurar como única propuesta «pura», «radical» y «anticapitalista». Lo anterior parece contradictorio con sus propias formulaciones, pues, como bien decían hace tiempo, el tiempo y los calendarios del poder y sus elecciones no son los tiempos del movimiento social independiente y de izquierda cuando éste se organiza y plantea programas de acción viables, efectivos y coherentes.
El trabajo cotidiano de organización y formación de conciencia crítica y revolucionaria no nace ni se agota en la espontaneidad de la coyuntura electoral. Por ello, podría pensarse que la incapacidad de conseguir las firmas para que el INE reconozca a Marichuy como candidata independiente es el resultado del poco o nulo trabajo político que han tenido con la gente de «abajo y a la izquierda» a la que dicen representar y con la que pretenden organizarse.
Según la explicación dada por el Subcomandante Marcos-Galeano, la dirigencia zapatista, Marcos y/o Moisés, en un ejercicio de retórica o de convencimiento genuino, le propusieron en un primer momento al CNI irse con el partido Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA).[4] Lo cual, de ser una propuesta no meramente retórica, no resultaría raro, pues antes han propuesto, veladamente al menos, al grueso del movimiento popular sumarse a diferentes candidaturas perredistas, para muestra basta un botón: la candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas en el año 2000.[5]
Si se analiza la propuesta del EZLN-CNI nos encontramos con una contradictoria sorpresa: eligen a una candidata que representa la voz del CIG, movilizan a sus bases y llaman a sus simpatizantes a firmar para que el Estado reconozca la candidatura independiente de Marichuy. Sin embargo, hacen todo esto no para figurar realmente como una alternativa en el espectro político electoral que, en caso de ser votada y ganar, podría impulsar una serie de reformas o medidas que no sólo frenara el tren desbocado del neoliberalismo, sino que podría emprender medidas inmediatas de corte anticapitalista a lo largo y ancho del país. Antes bien, como señala el EZLN-CNI, su lucha no es por ganar la presidencia de la república o algún espacio de «poder» en la estructura estatal, sino, en palabras de Marichuy, «la lucha no es por el poder o los votos, sino por algo más grande»[6], pues, al igual que intentó hacer LOC, lo que buscan es organizarse y articularse con la gente de «abajo y a la izquierda».
Aunque, si observamos bien, por ejemplo, LOC terminó por reducir las redes de apoyo y simpatizantes del EZLN, no importa que pirueta intelectual se avienten Moisés o Marcos-Galeano para justificar dicho hecho. No es extraño para casi nadie que la dirigencia zapatista no ha llevado a cabo ningún ejercicio de autocrítica respecto a sus anteriores fracasos políticos y las consecuencias de sus posicionamientos anteriores. Lo acepten o no, la situación actual de fragmentación y de enorme dispersión organizativa y política de la izquierda en México, sobre todo el de aquellas jóvenes generaciones huérfanas de referentes teórico-políticos que fueron lanzadas al ruedo posmoderno del relativismo, el fragmento desgarrado, las genealogías inesenciales y las deconstrucciones rizomáticas, también es su responsabilidad.
Por un lado, La Otra Campaña (LOC) y el Frente Zapatista de Liberación Nacional (FZLN) son proyectos fracasados de los que ni el EZLN ni sus ya mencionados subcomandantes más mediáticos han aceptado responsabilidad alguna, ¿es que acaso creen que no la tienen?, ¿de quién es la responsabilidad de esos fracasos?, ¿la responsabilidad es sólo de la gente que pretendió apoyarlos y no «aplicó bien» la receta zapatista?, ¿cuándo leeremos un balance no autocomplaciente de estos procesos? Para el EZLN, es muy fácil y muy cómodo decir que no dirigen y que no quieren dirigir a nadie, cuando saben bien que sus palabras, sus poemas, sus cuentos y sus posicionamientos duríticos o gatopérricos, lo quieran o no, tienen incidencia en sus seguidores y simpatizantes.
Les guste más o les guste menos, los dirigentes zapatistas son referentes políticos, como Althusser lo era para Rafael Sebastián Guillén Vicente, quien sabía muy bien que la ideología subjetiva formando sujetos (o sujetados), y que el lenguaje y la retórica nunca son ingenuos. Sus planteamientos llevados a la práctica tienen consecuencias… y a veces son muy duras, como en San Salvador Atenco. Es fácil decir, por ejemplo, «nosotros lo que le decimos a la gente es que se organice, como quiera, pero que se organice…» y no asumir ninguna responsabilidad concreta, ni siquiera moral. El análisis abstracto de la coyuntura concreta también conlleva abstracción y desespecificidad en las propuestas organizativas, aunque los buenos deseos perduran y alimentan la esperanza.
Por otro lado, es absolutamente cierto que el despojo contra los indígenas mexicanos se ha desarrollado desde hace más de cinco siglos. Lo cual, por sí misma, ya es una buena razón para luchar por su justa reivindicación. Pero la realidad impone que es necesario reconocer que los indígenas no son las únicas comunidades violentadas y perseguidas en México y en todo el continente. Algunas veces pareciera desprenderse de los legítimos reclamos indígenas, que sus comunidades únicamente luchan por ellas mismas, no importándoles la suerte de los demás explotados, oprimidos, desposeídos y perseguidos. Ciertas propuestas basadas en la reivindicación única de los problemas de las comunidades indígenas terminan por ocultar las problemáticas de otros sectores que son igualmente aplastados sin ningún miramiento por las ruedas de Zhaganat del capital.
Por ello, la barbarie que sufrimos los mexicanos no puede solucionarse sólo para los indígenas, por el simple hecho de que ellos son parte de México, viven, habitan y se reproducen socialmente en territorios codiciados por los mismos inversionistas que despojan al resto de la población explotada.
Otro ejemplo de organización, que se define por su rotunda oposición a las elecciones, es el Partido Democrático Popular Revolucionario-Ejército Popular Revolucionario (PDPR-EPR). En su periódico El Insurgente no. 181, de diciembre de 2017, sostienen que:
Los procesos electorales en esencia son elitistas e ilegítimos con respecto a los intereses y voluntad del pueblo, por lo que la participación del pueblo bajo la circunstancia, justificación y forma que lo haga es convalidar al Estado y régimen.
Participar personalmente o en grupo, de forma espontánea u organizada en los procesos electorales es seguir alimentando a la democracia burguesa; votar es aceptar de forma expresa el fortalecimiento del Estado policíaco militar; acudir a las urnas es dar nuestro visto bueno al terrorismo de Estado; ser un protagonista, sin importar el nivel, antes, durante y después de las elecciones, dicha actividad se revela en los hechos como un aporte desde la «ciudadanía» para la contrainsurgencia.[7]
Esta postura, sostenida antaño por el mismo EZLN y algunos otros grupos de esa pretendida izquierda «radical», es enunciada desde un proyecto político y una práctica radicalmente diferente a la de los zapatistas y/u organizaciones legales que, a diferencia de estas, sí contempla tomar el poder mediante la violencia y servirse de las estructuras estatales para realizar su proyecto político. Sin embargo, consideran, así como los trotskistas y antiautoritarios, que las elecciones «convalidan» y «alimentan» al Estado y a la «democracia burguesa» sin percatarse que no sólo las elecciones, sino toda la cotidianidad (desde las actividades más insignificantes hasta las más excepcionales) se basan y despliegan en, y desde, la constante reproducción de un modo de vida cuyo núcleo se encuentra estructurado por aquello que Marx denominara la valorización del valor.
Vivir en la sociedad burguesa es, de suyo, «legitimar», «afirmar» y «reproducir» al capitalismo; y no precisamente por gusto o por falta de crítica. Producir, consumir y habitar cotidianamente este mundo es reproducir y afirmar la dinámica del capital, a pesar de no quererlo. Pues, en el mundo en donde domina la forma valor, nos explica Marx, todo funciona bajo el imperio de su lógica.
Este sector olvida, también, que aquellos que impugnan la dictadura del capital son producto e hijos de esas mismas relaciones sociales que pretenden subvertir y que la revolución, si ese es el fin que se proponen realizar, no surge de algún lugar fuera del capitalismo ni es llevado a cabo por ángeles inmaculados, libres de «pecado», sino que surge en su seno y bajo las condiciones y contradicciones que la sociedad burguesa ha generado. De ahí que la «tarea» del revolucionario no sea la de salirse mágicamente de la realidad, encontrarse con otros sujetos «puros» y volver a la tierra sin «mancharse» del lodo de la cotidianidad.
En este sentido, llamar al voto nulo o a la abstención sólo beneficia, como puede observarse en los diferentes países del mundo en donde la derecha ha conseguido mayor representación y puestos en las estructuras estatales, a los sectores más regresivos y retrógradas de la sociedad, generando con ello un clima más difícil no sólo para la organización revolucionaria, sino para la misma sobrevivencia del proletariado y las clases subalternas, sobre todo en los países marcados por el coloniaje y la dependencia.
Notas:
[1] Es el mismo EZLN, en voz del finado y resucitado Subcomandante Marcos-Galeano, quien en su comunicado «Una historia para tratar de entender», del 17 de noviembre del 2016, explica que la propuesta de participar en la contienda electoral fue una idea fraguada durante dos o tres años por parte de la dirigencia del EZLN, o sea, por el Subcomandante Moises y él mismo. Y como en la izquierda somos afectos a los mártires y a los chivos expiatorios, al Subcomandante Marcos-Galeano le fue encomendada la tarea de ser el «pagador» de los platos rotos y sucios.
[2] Con esto no liberamos de ninguna responsabilidad al INE ni al sistema político mexicano, simplemente señalamos que partir de este supuesto se evade el problema real: no hay quien junte firmas, no hay quien sistematice información, no existe una estructura organizativa que lleve a cabo dicha tarea, el EZLN con su sectarismo destruyó a su base social y alejó a sus potenciales simpatizantes.
[3] Véase «Ciudad Universitaria, Distrito Federal. Mitin con la comunidad universitaria de la UNAM, 2 de mayo del 2006» en: http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2006/05/03/con-los-estudiantes-en-el-df-2-de-mayo/
[4] Véase «Una historia para tratar de entender», 17 de noviembre de 2016, en: http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2016/11/17/una-historia-para-tratar-de-entender/
[5] Véase «Sobre el próximo proceso electoral», 19 de junio de 2000, comunicado del CCRI-CG del EZLN, en: http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2000/06/19/sobre-el-proximo-proceso-electoral/ en el cual se señala, por ejemplo, que: «No ignoramos que hay un debate sobre si Cárdenas y el PRD son de izquierda. Nosotros pensamos que aún son parte de la izquierda, con todos los matices y críticas que se puedan proponer […]. Es evidente que los señores Vicente Fox y Cuauhtémoc Cárdenas representan dos proyectos diferentes de país. […] La campaña del Ingeniero Cárdenas es algo más que una campaña por la silla presidencial. Es, para millones de mexicanos y mexicanas, el argumento de que se puede ser de izquierda y luchar por los cambios sin tener que irse a la clandestinidad, a la ilegalidad, a la lucha armada.»
[6] Véase el discurso pronunciado por Marichuy en Las Islas de Ciudad Universitaria, UNAM, el día 28 de noviembre de 2017.
[7] Véase «Meade, la carta neoliberal», PDPR-EPR, El Insurgente no. 181, en: http://www.cedema.org/uploads/El_Insurgente-181.pdf
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