Si bien la batería discursiva a la hora de captar votos en el 2015 fue más que osada, hay algunas promesas que fueron mansamente olvidadas como cuando se perdona una mentira piadosa. Se dijo claramente, incluso en el debate presidencial, que no se iba a devaluar la moneda. El presidente se equivoco o mintió. En […]
Si bien la batería discursiva a la hora de captar votos en el 2015 fue más que osada, hay algunas promesas que fueron mansamente olvidadas como cuando se perdona una mentira piadosa. Se dijo claramente, incluso en el debate presidencial, que no se iba a devaluar la moneda. El presidente se equivoco o mintió. En otras ocasiones se sostuvo que no había motivo para temer por la inflación ya que ese es un síntoma de ineptitud en la gestión y el mejor equipo de los últimos 50 años estaba inmunizado a ese tipo de nimiedades.
A pesar de haberse prometido que nadie perdería nada de lo que tenia muchos perdieron la tranquilidad que otorga un empleo. Fue cuando la sociedad aceptó grandes volúmenes de despidos en la repartición pública bajo el pretexto de asegurar que se trataban de puestos de origen político o ñoquis o grasa militante. A esa ola de despidos se la acompañó con una incursión privatizadora de funciones críticas del Estado pero también con un crecimiento exorbitante en la estructura de la burocracia administrativa y los sueldos asignados a parientes, amigos y militantes oficialistas. A pesar de ser una señal contradictoria con los principios que pregonan y contraria a las metas fiscales todo fue aceptado y perdonado.
De las promesas de campaña incumplidas se perdonó con facilidad la eliminación del programa Fútbol Para Todos y el Plan Conectar Igualdad como así también la reducción presupuestaria en ciencia, tecnología, cultura, educación y salud. Todos temas muy sensibles al grueso de la sociedad que parece dormida. Hoy el aumento de los servicios públicos pone en jaque a empresas y casas de familia. A pesar que ahora se sabe que hasta fines del 2015 la Argentina subsidiaba la energía en muy baja medida respecto a otros países del mundo se aceptan los aumentos de más del mil por ciento a tal punto de pagar los servicios en cuotas o a crédito.
Se perdonaron todos los errores de carga, marchas atrás y contradicciones del gobierno con respecto a las declaraciones tributarias, vínculos offshore y casos de nepotismo. Se perdonó la dilucion de una anunciada Pobreza Cero en un objetivo de largo plazo sujeto a revisión bajo un sistemático aumento del valor de los alimentos y carencias sociales. Pero si alguna vez hubo alguna promesa curiosa fue la de la Lluvia de Inversiones. Una panacea que sería no una acción de gobierno sino un evento bajo potestad de terceros que se daría bajo supuestas condiciones. Una reacción probable de un grupo de desconocidos hecha promesa, hecha votos.
Hay varios enunciados que reza el saber popular como si la solución a los problemas argentinos se resolvieran con un solo movimiento maestro. Se dice alegremente que «al país lo único que lo puede salvar es el campo» como si la producción de commoditis pueda resolver la falta de empleo. También se dice «esto se arregla industrializando al país» aunque eso no es debidamente explicado si debe hacerse bajo el modelo de los años ’50 de grandes empresas nacionales o favoreciendo la inversión de capitales extranjeros. Pero cuando se prometió la Lluvia de Inversiones no se aclaró porque no hacía falta, se referían a inversiones privadas como el caso de la flamante planta que inauguró Techint en Abril del 2017 con la presencia de Mauricio Macri con el detalle que fue en EEUU.
A pesar del voto de confianza prestado en las legislativas del 2017, hubo a partir del segundo año de mandato macrista una serie de episodios que fueron erosionando la imagen y la confianza depositada. Esto llegó a tal punto que pudo verse a comunicadores sociales muy influyentes haciendo un giro crítico en sus apreciaciones a pesar de haber arengado la candidatura de los exponentes del Cambio. Pero la labor comunicacional más alarmante no la hacen los dueños de los espacios populares en los medios masivos sino los mismos funcionarios que ante todo son hombres de negocios. Primero fue el Ministro Dujovne que en España sufrió un incómodo momento donde se cuestionaba sus posesiones en banca offshore que de cierto modo invalidaban la invitación de invertir en la Argentina. Pocas semanas después el Ministro Aranguren pasaba por el mismo trago amargo al quedar expuesto confesando que el mismo no tenía confianza en el país como para repatriar sus ahorros. La fiscalia descansa.
EL PRONÓSTICO
En el marco de un dolar en ascenso pero retrasado según las expectativas de la «gente de campo» y con un cuadro de retenciones a las exportaciones casi insignificantes sumado a la libertad de no liquidar las divisas, el ideario de un salvavidas agro exportador es practicamente una fantasía porque lo que produzca el campo quedará en pocas manos, no va a ser partícipe ni el fisco ni el pais en general..
Las inversiones desde las arcas publicas son una gran herramienta movilizadora del mercado interno pero en un cuadro de emergencia fiscal tan grave como el actual parece que solo se justifica desde el redito politico y con muchos reparos. La balanza comercial deteriorada hace del endeudamiento la salida exclusiva al déficit fiscal por lo tanto quedan migajas para la obra pública. La estrella de esperanza respecto a obras públicas son las PPP pero para hacerlas factibles se deberán superar espectativas de ganancias para los privados que rebasen por mucho a la bicicleta financiera.
El contexto no es bueno, ni desde lo interno ni tampoco desde lo externo. Para sortear la frontera política de la actual gestión se puede revisar los números aportados por CEU-UIA desde el 2015 donde se arrastraba una variación interanual de la actividad industrial con un rojo del 0,8%. Para el 2016 fue del -4,9% y para el 2017 un escaso 1,4% que no cubre ni el déficit acumulado ni mucho menos el crecimiento vegetativo del país.
Por el lado externo hoy estamos bajo la lupa de los ojos del mundo que nos ven como el bicho raro de los experimentos económicos. Ya habíamos acaparado la atención al tomar deuda a 100 años pero hoy ya gozamos de privilegios inéditos para la Argentina. Tomamos este rumbo so pena de convertirnos en «Venezuela» como si el nombre del país hermano fuese un adjetivo despectivo que puede asociarse inequívocamente al mal populista con una clara referencia a la década iniciada por Néstor Kirchner. Pero hoy no somos ese fantasma amenazador, somos algo peor. Una tabla publicada por Bloomberg sobre deuda pública de los paises emergentes nos ubica primeros duplicando ampliamente los números de Arabia Saudita, Indonesia, México y Turquía.
Otra tabla en medios especializados en finanzas nos ubican primeros con la tasa de interés más alta respecto al resto de los paises del mundo. Nuestra tasa de interés (que puede verse como rentabilidad financiera o cómo costo del dinero para las inversiones productivas) nos ubica primeros con un 40% seguidos por Surinam (25%), Venezuela (21,7%) y Haití (20%). Si hoy se repitiera el debate presidencial previo al balotaje, Scioli le podría preguntar «en qué nos has convertido Mauricio?»
Por último, porque los datos abundan y ya es claro el punto, el Institute of International Finance (IIF) que son especialistas en sopesar el riesgo para las inversiones, nos ubican como uno de los paises más vulnerables junto a Ucrania, China, Sudáfrica y Turquía.
Es claro que no van a llover inversiones que impacten en producción de bienes o servicios. Habrán inversiones financieras de índole volátil y especulativas con ganancias abruptas para el capital concentrado. El circuito se financiará con deuda interna y externa, con ajuste, pérdida de derechos y precarización.
En fin, no tendremos Lluvia de inversiones, solo se pondrá negro como para llover.
César Briatore. Técnico Superior en Administración Portuaria, Obrero en la Industria Naval, miembro del Sindicato de la Actividad Naval Mar del Plata y autor del libro Economía a la Criolla.
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