La Reforma Universitaria de Córdoba en 1918 fue, ante todo, una rebelión, un intento de revolución, en tiempos de rebeliones y de revoluciones. Fueron tiempos de crisis orgánica, como el momento actual que vive el mundo y con él todas las instituciones que lo componen y lo ordenan. Fue la irrupción de un sector popular […]
La Reforma Universitaria de Córdoba en 1918 fue, ante todo, una rebelión, un intento de revolución, en tiempos de rebeliones y de revoluciones. Fueron tiempos de crisis orgánica, como el momento actual que vive el mundo y con él todas las instituciones que lo componen y lo ordenan. Fue la irrupción de un sector popular revolucionando a la Universidad colonial y oligárquica.
Contrariamente a lo que se quiere instalar, no fue un hecho aislado de la comunidad universitaria de entonces. La Reforma fue, más bien, la irrupción de las y los que quedaban afuera de la Universidad, del «otro» de la totalidad universitaria de la época, tanto de su ingreso como de su legítima representación y gobierno. Fue el choque de una Universidad para pocos, en un país que brotaban muchos.
Por primera vez en la historia argentina, las clases medias y populares habían inundado la política y llevado a Yrigoyen a la Presidencia de la Nación. El mundo se encaminaba a la crisis del liberalismo, que estallaría definitivamente con la crisis económica de 1929. Los acontecimientos de aquel 1918 se enmarcaron en la primera guerra mundial,en la Revolución Mexicana y en la Revolución Rusa.
Basta leer lo que Deodoro Roca, líder del movimiento universitario de la época y autor del «Manifiesto Liminar» de los estudiantes, ha escrito sobre tales hechos. En dicho Manifiesto no aparece ni una sola vez la palabra reforma y sí, en repetidas ocasiones, el término revolución.
Cuando hablamos de revolución, hablamos de «sentido de momento histórico y de cambiar todo lo que deba ser cambiado» (Fidel Castro). Y eso era lo que se propusieron los mal llamados «reformistas del 18», que eran, ni más ni menos, parte de un Movimiento Popular en lucha permanente, como no puede ser de otra forma en momentos de crisis.
Sin la lucha profunda, que incluía la negación de las instituciones universitarias de la época, mediante tomas de las instalaciones como ocurrieron también en la Argentina de 2018, no hubieran sido posibles las transformaciones que estas vivieron posteriormente. Sin embargo, también vale recuperar que no fue sino hasta la intervención del poder ejecutivo nacional que se avanzó con los cambios concretos.
Y no sólo la avanzada popular se legitimó con una intervención estatal. También su contrarreforma, de la que nadie habla, tuvo su impulso estatal con el gobierno de Marcelo Torcuato de Alvear, apenas cuatro años después, en 1922, cuando se derogaron los estatutos de 1918. Es decir, ni por voluntad plebeya, ni por voluntad oligárquica, la Universidad puede quedar aislada del momento y del proceso político nacional, regional y mundial.
La dialéctica de la Reforma
Si se comprenden los hechos de Junio del 1918, en su movimiento, en su proceso, concretamente en su dialéctica, pueda realizarse una observación en torno a los medios y fines que la envuelven.
La Reforma fue consecuencia del atrincheramiento de la oligarquía agoexportadora en la Universidad. Oligarquía que, desplazada por la incipiente crisis del campo económico con el advenimiento de una creciente clase trabajadora inmigrante tecnificada y de profesionales, y corrida del campo político por los nacientes partidos de masas, principalmente de las capas medias (como la Unión Cívica Radical), se atrincheró en la Universidad para intentar mantener sus privilegios de clase (y de manejo del Estado).
Por eso el Movimiento de 1918 tenía que atacar esta estratificación conservadora. La única forma de combatir y controlar éstos arbitrios era mediante la participación de los estudiantes en el gobierno de la Universidad y la necesidad de establecer la libertad de cátedra por ley estatutaria.
La Reforma es dialéctica porque los reformistas van pasando -en su lucha- de horizonte en horizonte, incorporando exterioridades a cada paso, con la liberación nacional y latinoamericana como brújula de su guía política. Y es dialéctica su lucha también porque las acciones que llevaron adelante desataron las reacciones más brutales de la oligarquía conservadora, que defendió la institucionalidad universitaria del momento y la docencia hereditaria por algo concreto: sus intereses de clase.
Por lo tanto, lo que se toma muchas veces hoy como el fin último de una revolución universitaria de hace 100 años no fueron más que los medios que encontraron y fueron construyendo los estudiantes en ese momento para el único fin que perseguían: poner la Universidad en unidad con la clase trabajadora, con una declarada vocación anti-imperialista y al servicio de un nuevo proyecto de nación.
Democracia, legitimidad y representatividad universitaria
Entendiendo a la Democracia como participación y protagonismo popular, y no como mera razón instrumental-procedimental, existen, en términos generales, dos formas antagónicas de ejercer el poder en representación de una comunidad política:
1) de forma positiva, como fortalecimiento del poder potencial de la comunidad, lo que podemos llamar poder obediencial, «las y los que mandan obedeciendo». Es un ejercicio del poder liberador, de empoderamiento.
2) de forma negativa como debilitamiento del poder potencial de la comunidad, negando a la potencia de la comunidad, y afirmándose como origen soberano del poder sobre representadas y representados. Es un ejercicio del poder dominador. El ejercicio autorreferente del poder se cumple para beneficio del gobernante, de su grupo, su claustro, su clase,de «las y los que mandan mandando«.
La comunidad universitaria, en una dinámica de organización y con pretensión de aportar a un proceso de liberación, debe pensar cómo ejerce el poder en los ámbitos en los que le toca tener representantes (Consejo Superior, Centro de Estudiantes, gremios no docente y docente, entre otros): ¿Cuán democrático-participativo-
La legitimidad última es la del conjunto de la comunidad universitaria y la de la sociedad (comunidad total) donde la Universidad está inmersa.
Comunidad universitaria organizada
La estrategia para construir día a día una sociedad más justa, no puede ser otra que la construcción de una fuerza social heterogénea, consiente y organizada capaz de ir sacudiendo una a una las estructuras empolvadas que sostienen un sistema injusto, también dentro del sistema universitario.
Similar a 1918, es momento de pensar en el otro, el que queda fuera de la Universidad, ya sea un claustro sin (o con escasa) ciudadanía universitaria política o el muchacho/muchacha del barrio que ni siquiera tiene en su horizonte la ilusión de ingresar a la Universidad. No se transforma la Universidad sin transformar la sociedad (y viceversa). No existe la Universidad Popular en un país colonial, así como es impensado un país soberano e independiente con una universidad colonial.
Luego de las enormes manifestaciones universitarias argentinas de fines de agosto de este 2018, una comunidad universitaria organizada es lo que hay que fortalecer y empoderar. Eso que se empieza a visibilizar en el conflicto educativo y social de la Argentina de hoy, aunque sea de manera incipiente y se encuentre en proceso de organización. La lucha ahora se enmarcará en la discusión presupuestaria, con los preceptos del Fondo Monetario Internacional (FMI) como telón de fondo.
La tarea tiene que ser, entonces, en representación positiva de la única fuente de poder y legitimidad: la comunidad, de «adentro» como de «afuera» de nuestra «educación superior».
Ir construyendo en el día a día los cimientos de una comunidad universitaria que se deba a la sociedad, que cambie todo lo que deba ser cambiado, sobre todo a sí misma, que pueda aportar en organización popular y sin perder jamás la visión del horizonte de una Patria Grande, económicamente independiente, políticamente soberana y socialmente justa.
Daniel Feipeler. Analista Programador Universitario y Consejero Superior Graduado de la Universidad Nacional del Centro (Unicen) de Argentina. Redactor-Investigador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (estrategia.la).
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