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Enseñanzas de 17 años de lucha contra el megaproyecto más lucrativo de la oligarquía mexicana

Los pueblos que vencieron al nuevo aeropuerto

Fuentes: Rebelión

Hay una pregunta que resuena en la cabeza de compañeros y compañeras que luchan en este país, de la gente de izquierda, de quienes se encuentran en la primera línea de defensa popular en contra el saqueo capitalista en México, es decir, en la resistencia contra los megaproyectos: Habiendo tantas luchas en este país en […]

Hay una pregunta que resuena en la cabeza de compañeros y compañeras que luchan en este país, de la gente de izquierda, de quienes se encuentran en la primera línea de defensa popular en contra el saqueo capitalista en México, es decir, en la resistencia contra los megaproyectos: Habiendo tantas luchas en este país en defensa del territorio y los recursos naturales, que se dan en condiciones tan difíciles y que en la mayoría de los casos (hay que decirlo) no logran frenar las imposiciones de los dueños del dinero, ¿cómo es explica que los pueblos de la orilla del lago de Texcoco hayan logrado derrotar a uno de los más importantes, emblemáticos y lucrativos megaproyectos de la oligarquía mexicana: el proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México?

Conviene revisar la historia completa, de 17 años de lucha ininterrumpida.

I.

La primera batalla inició en 2001, en una situación política muy peculiar. El PRI recién había sido derrotado por primera vez en la elecciones presidenciales y teníamos un gobierno foxista que llegó con mucho capital político, pero, ensoberbecido, resultó muy torpe en su operación política.

El desprecio característico de los foxistas por la gente humilde, les hizo pensar que podrían borrar de un plumazo a esos pueblos, que tienen cientos de años de historia. Y así lo intentaron a través de un decreto expropiatorio que desaparecía a las tierras de labor, los ejidos y colocaba en su lugar un aeropuerto.

Esta afrenta, era un insulto hacia todos los pueblos y hacia el conjunto de los habitantes de la zona, por eso la respuesta en los pueblos fue masiva y unánime. A pesar de las diferencias políticas y sociales, del distinto papel que cada quien jugara en la vida interna de las comunidades, casi todos los sectores se sumaron al movimiento, porque la amenaza era sobre era precisamente sobre la vida comunitaria: el aeropuerto desaparecía de facto las comunidades, porque se edificaba sobre las tierras directamente.

La soberbia de Fox y la amenaza de la devastación, agruparon a todo el pueblo.

Surgió el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, que consolidó en poco tiempo un poderoso movimiento de oposición a nivel regional, que pudo catalizar la indignación, la preocupación y la incertidumbre de los habitantes de un territorio común.

Las autoridades locales priístas, que habían ya vendido a sus pueblos, fueron expulsadas y el municipio de Atenco y algunos pueblos aledaños estuvieron bajo control del movimiento en defensa de la tierra durante 10 meses. La tensión social estaba al máximo y la fuerza de la insurrección popular contra el aeropuerto, en los hechos, desplazó al poder institucionalmente establecido en la zona. La gente se adueñó por completo de los territorios.

La organización fue posible también gracias a que existía en la región, como en casi todos los pueblos de México, una tradición de lucha previa y una todavía más profunda identidad comunitaria, que se cristaliza muchas formas de autoridad moral y política en los pueblos (institucionalizadas o no), que activaron valores y estímulos para la movilización en base a una historia propia. Eso se supo provechar para dirigir el descontento social ante la construcción del aeropuerto.

Fueron 10 meses de intensa movilización, de permanente convocatoria a actividades que politizaron rápidamente a los pueblos involucrados en la lucha contra el aeropuerto, y que supo colocarse en la agenda nacional mediante la movilización. Entre otras, las marchas hacia el zócalo de la Ciudad de México con machete en mano, que la policía intentaba sin éxito impedir, hacían imposible que el gobierno pudiera ignorarlos.

Pero también se siguió una estrategia para rodearse de apoyo, una estrategia de solidaridad. Durante el tiempo que el municipio estuvo bajo control del movimiento, el FPDT se hizo presencia con casi todos los movimientos sociales del país. Establecieron vínculos con el movimiento normalista, el movimiento magisterial, el movimiento estudiantil, el movimiento sindical, colectivos globalifóbicos, anarquistas, comunistas, zapatistas y con muchos otros movimientos en defensa del territorio. No eran vínculos de una plática entre dos líderes o dos comisiones de enlace, sino vínculos de movimiento a movimiento.

Manteniendo siempre un línea independiente de los partidos políticos pero sin ningún tipo de sectarismo, la lucha del FPDT se ganó un lugar en el movimiento social mexicano por su firmeza y su irrestricta solidaridad.

Al momento de la definición de aquella primera etapa, cuando la represión del gobierno de Arturo Montiel obligó a Fox a enfrentar al FPDT en la palestra pública, el movimiento supo rodearse de un apoyo de los movimientos y del pueblo de México, que hizo impagable el costo político de una represión contra los pueblos para imponer el proyecto del aeropuerto, tras asestar una derrota política contra el gobierno que hizo que el proyecto se cancelara.

De esa primera victoria, Atenco se ganó un lugar en el movimiento social, como ejemplo de una resistencia exitosa contra el despojo

II

En el año 2006 vino la venganza contra los pueblos. Después de una provocación montada en Texcoco por una conflicto local que derivó en la detención de varios integrantes del FPDT, los tres niveles de gobierno (representando a tres partidos políticos) participaron en la madrugada del 4 de mayo en la toma de Atenco, un operativo típico de la Guerra Sucia,1 marcado por la barbarie y la tortura sexual como método para quebrar al pueblo. Como resultado de aquel operativo, decenas de integrantes del FPDT, organizaciones solidarias e incluso gente del pueblo o que iba pasando, terminaron en la cárcel, con procesos fabricados que resultaban en condenas de entre 30 y más de 100 años.

La represión tuvo varias razones para ejecutarse, distintos objetivos estratégicos para los enemigos del movimiento:

a) La venganza política y la necesidad de dar un castigo ejemplar a una lucha ejemplar, que había derrotado un megaproyecto y un decreto presidencial y se había vuelto emblemática.

b) El uso electoral, la de 2006 fue la elección más cerrada de la historia, y la represión contra Atenco jugó un papel, para que los candidatos se pudieran presentar ante los inversores de megaproyectos como los que podrían garantizar sus intereses, en contra del movimiento social. Fue, incluso, el primer acto de campaña presidencial de Peña Nieto, quien también se apresuró a colgarse la medalla de la represión.

c) La necesidad de golpear a una organización regional que cada vez se hacía más fuerte, el FPDT y allanar el camino para revivir el proyecto del nuevo aeropuerto.

Junto con el fraude electoral que impuso a Felipe Calderón en la presidencia y la salida violenta que se le dio al movimiento de la APPO, la represión en Atenco es parte del inicio de un periodo de difícil en el que el movimiento se ha visto ante condiciones cada vez más adversas, en un país que se hundió en la miseria y la violencia durante los últimos 12 años de ofensiva de un neoliberalismo ya descompuesto y decadente.

Si uno de los objetivos de la represión de 2006 era acabar con la organización que pudiera hacerle frente al proyecto del aeropuerto, en ese punto resultó un fracaso. Porque la organización no sólo no desapareció, sino que se recompuso, logró sacar a todos sus presos de la cárcel y el FPDT siguió existiendo como referente importante de lucha en la zona y en el país

La lucha por la libertad de los presos políticos fue de 4 años, cuatro años en que el país cambió mucho y también las condiciones de lucha:

Aunque el movimiento se recompuso, obviamente no contaba con la misma fuerza que antes de la represión. En esa ocasión, la ruta jurídica jugó un papel preponderante, la estrategia legal permitió colocar el punto como un tema de debía resolver la SCJN, y no en los juzgados del Estado de México controlados Enrique Peña Nieto.

Para la lucha por la libertad y la justicia, el agrupamiento de nuevos sectores sociales fue vital. Además de mantener la presencia y el apoyo del movimiento social y de los sectores ligados a la defensa de la tierra, el FPDT dirigió sus esfuerzos hacia otros sectores y se rodeó del apoyo de organizaciones de derechos humanos nacionales e internacionales y de colectivos de artistas e intelectuales, que permitieron darle proyección y visibilidad a la campaña por la libertad de los presos políticos.

Otro elemento muy importante fue el trabajo que el FPDT realizó a nivel internacional, porque la solidaridad que logró cosechar, volvió como una presión efectiva sobre el gobierno mexicano, ejercida por instituciones como la CIDH, AI, HRW. Además se consiguió el apoyo de ONG´s internacionales para sostener la lucha, se llegó a involucrar a la embajada venezolana en el conflicto, se logró el pronunciamiento de 11 premios nobel de la paz (encabezados por Jody Williams) que pidieron la libertad de los compañeros, así como el pronunciamiento de figuras como Eduardo Galeano, Noam Chomsky o Evo Morales.

Sin dejar de contar como elemento principal la terca movilización, la persistencia en marchas, caravanas, foros, y todo espacio de denuncia al que se tuvo acceso. Esa línea el movimiento nunca la abandonó.

A pesar de las sentencias exorbitantes que eran de facto una cadena perpetua para los compañeros, en el año 2010 se logró la libertad de todos los presos y perseguidos detenidos en Atenco, la organización y la confianza del pueblo se recompuso y se preparó para la nueva batalla. El FPDT derrotó una vez más al Estado. Los pueblos de la orilla del lago remontaron el castigo ejemplar que les quiso dar la oligarquía y, de nuevo, Atenco se volvió el símbolo de una lucha victoriosa.

El símbolo cambió de bando, y la prueba de que el PRI de 68 y de la guerra sucia sigue actuando en el siglo XXI, se reflejó en la represión en Atenco. Se convirtió en una mancha de sangre en las manos de Peña Nieto, un permanente recordatorio de la historia que acompaña al grupo gobernante que él representa.

El movimiento social y popular de la región de Texcoco, siguió siendo un símbolo de la lucha contra los megaproyectos, se mantuvo presente en el imaginario de las luchas ligadas a lo comunitario, a la tierra y la tradición campesina. Pero también se volvió un símbolo para nuevos actores, como un movimiento que había enfrentado a la represión priísta que todos veíamos volver con el arribo de Peña Nieto a la presidencia. Esto se hizo evidente desde la campaña presidencial, con en el movimiento #Yosoy132, que inició justo con la reivindicación de Atenco y su lucha contra la represión en la visita de Peña Nieto a la Universidad Iberoamericana. En ambos casos, era un símbolo exitoso: que supo defender la tierra y supo sobreponerse a la represión.

III

Peña Nieto reinició el proyecto del aeropuerto en el año 2014.

Para entonces, la situación del movimiento, de los pueblos y del país era muy distinta a la de 2001. Durante 8 años el grupo Atlacomulco del PRI (en control del gobierno del Estado de México y después también del Federal), se dedicó a golpetear al tejido social de las comunidades que habían resistido, a dividir a los pueblos: Ejecutaron fraudes para imponer priístas que operaran en favor del aeropuerto desde el comisariado ejidal, la presidencia municipal y otros espacios de acción comunitaria; simularon asambleas de ejidatarios para modificar el uso de suelo y permitir la venta de la tierra; utilizaron a CONAGUA para despojar las tierras que después presentarían como federales; repartieron mucho más dinero; recortaron las obras gubernamentales y el presupuesto municipal, y aumentaron el caudal de recursos dirigidos, para fortalecer al grupo priísta local.

En el nuevo proyecto el aeropuerto no se construiría sobre las tierras que estaban directamente bajo control del pueblo, por lo que no se pudo evitar el inicio de las obras. A pesar de los intentos por resistir a la construcción de la barda perimetral y de los caminos para llevar material a la obra, los campamentos de resistencia fueron agredidos por grupos de choque armados. Peña Nieto endureció su posición hacia el final de su sexenio, y siguió imponiendo su programa a pesar del descontento que crecía por todo el país. Para el movimiento contra el nuevo aeropuerto los espacios de diálogo estaban cerrados, la resistencia vivía un momento difícil. La construcción de la obra, sin embargo se atrasó, tanto por la corrupción de los mismos impulsores, como por los problemas técnicos que encontraron en la zona del lago de Texcoco, no apta para ese tipo de construcción.

En ese contexto llegó la coyuntura electoral de 2018.

IV

La última coyuntura:

López Obrador siempre se opuso al aeropuerto, desde que era jefe de gobierno del DF. Al inicio de su campaña en 2017, sostuvo una posición categórica de rechazo, respecto al NAICM, incluso afirmando que «al día siguiente de ganar la elección, vamos a decirle Peña que se cancela la obra». Esta posición puso de nuevo el tema del aeropuerto como un punto de debate de la agenda nacional. Incluso el jefe de los magnates, Carlos Slim, tuvo que salir a defender el proyecto del que era el principal inversor. En esa etapa de campaña, el movimiento de resistencia hizo lo posible por influir en el debate, increpando a quienes defendían el aeropuerto para exponer sus argumentos en los medios de comunicación, pero el foco electoral le quitó visibilidad a la voz de los pueblos. Como en muchos otros temas durante la campaña, AMLO se fue recorriendo, suavizó su discurso y asumió una posición ambivalente. Los empresarios y sectores beneficiados con el aeropuerto ejercieron presión y antes de la elecciones, López Obrador ya se había replegado a la propuesta de la consulta que definiera el futuro del proyecto aeroportuario.

También en esa etapa, el FPDT, hizo un trabajo muy importante para unir todas las luchas de los pueblos que ya sufrían los efectos de la devastación ambiental por el avance de la construcción del aeropuerto. Ese trabajo fue de vital importancia para acuerpar muchas resistencias dispersas. Fue también un trabajo de concientización de varios meses, que permitió comprender que el problema particular de cada pueblo estaba relacionado con el problema regional del inicio de la construcción del nuevo aeropuerto. Así, una vez más se ensanchó la base de las fuerzas sociales que se organizaban en contra del nuevo aeropuerto y apareció un nuevo sector de lucha que jugó un papel central: los pueblos que se sumaron al resentir los efectos de la devastación ambiental que causó el inicio de la obra.

También se realizó una convocatoria para coordinar esfuerzos con todos los sectores del movimiento y las organizaciones sociales y políticas que veían en la lucha contra el aeropuerto un punto importante de definición política. Sin partidismos, por fuera de la lógica electoral, pero sin sectarismos, dando un lugar en la trinchera a quienes quisieran aportar a la lucha, se sumaron más fuerzas a la resistencia contra el nuevo aeropuerto.

El triunfo de AMLO en las elecciones, y el anuncio de la realización de una consulta para definir el futuro del proyecto aeroportuario, colocó al FPDT y a todo el movimiento de resistencia, una vez más, frente a un nuevo escenario. No sólo nuevo, sino muy peculiar, porque se dio en un periodo de transición (casi de cogobierno), en que Peña Nieto y López Obrador fueron llegando a acuerdos para tomar decisiones. El tema del aeropuerto aparecía como el primero que amenazaba la tersa estabilidad del cambio de poder.

Ante esta coyuntura nueva y peculiar, el movimiento tuvo que recurrir a su tradición propia, a sus principios y a sus ideas, pero también tuvo que innovar formas de lucha.

La ambigüedad con que se presentó en un primer momento la propuesta de la consulta, respecto a sus métodos, contenidos y alcances, generó incertidumbre en los pueblos y en el movimiento de resistencia. La definición en torno a la consulta se hizo muy difícil, porque la cantidad de cuestionamientos que surgían, implicaban también aprender a lidiar con una nueva política, de la cual había una natural desconfianza.

¿La consulta sobre el aeropuerto era un procedimiento para legitimar una decisión ya tomada? Sí y no: Sí porque estaba toda bajo control de López Obrador y él podía accionar para que se resolviera de una u otra forma, movilizando a sus bases o inclinando la balanza. No, porque aún no había una decisión tomada en las fuerzas políticas que rodean a AMLO respecto al futuro del NAICM.

Se puede intuir que para su proyecto financiero, resultó muy conveniente la cancelación del aeropuerto, principalmente porque implicaba cargar con el costo económico de un proyecto que no era suyo, del que él no vería resultados y que estaba diseñado para extraer recursos del erario hacia una mafia ajena y contraria a AMLO. Pero no estaba decidido si el gobierno electo quería cargar con el costo político de cancelar el aeropuerto. Casi explícitamente, AMLO dejó claro que podría cancelarlo si sentía una presión al respecto, un empuje popular que le permitiera enfrentar la reacción a esa decisión, y lo importante fue que sintió esa presión. El reto era generar una corriente de opinión a nivel nacional en contra del aeropuerto, que pesara en la decisión del nuevo gobierno y que permitiera inclinar la correlación de fuerzas en contra del aeropuerto en Texcoco que se reflejara en la consulta.

A pesar de la gran cantidad de observaciones y desacuerdos que se tienen con la propuesta de la consulta (que se hicieron saber públicamente), el movimiento resistió la tentación de centrar el debate en contra del nuevo gobierno, no se atoró en esa discusión. En lugar de poner en el centro del discurso el debate contra el gobierno electo en torno a la consulta, se optó por mantener como el eje principal del debate lo referente a la viabilidad del nuevo aeropuerto, debatiendo contra sus impulsores: el PRI de Peña Nieto y la oligarquía beneficiada del proyecto.

Esa posición estratégica de mantener a Peña Nieto como el enemigo principal, es muy importante para tener en cuenta en la nueva situación. Mantener a la oligarquía como el principal enemigo al que había que derrotar, permitía trazar la línea de definición política que delimitaba el conflicto como un espacio en que se contrapusieron los intereses de los sectores dominantes contra los intereses de los sectores populares y vapuleados de este país, entre los de arriba y los de abajo, los que realmente se beneficiarían de la construcción del nuevo aeropuerto y los que serían afectados, como un conflicto de clase (que se confirma si uno observa los videos, argumentos y consignas de los asistentes a la marcha en protesta por la cancelación del NAICM el 11 de noviembre pasado).

En el contexto actual, en que hay una amplia expectativa de un cambio plausible en el país, definir al enemigo como los que han auspiciado y lucrado con la situación actual, funcionó de modo adecuado. El tema del nuevo aeropuerto se volvió la primera prueba, la primera ocasión en que debía definirse, desde el triunfo de la elección de López Obrador, quién va a tomar las decisiones en el país: si los de siempre (los que logró el movimiento demostrar que son los beneficiados del aeropuerto) o si realmente habría una voluntad de cambio y esta vez se haría valer la voz de los pueblos afectados.

En términos estratégicos, no se podía despreciar la importancia de la consulta, porque su resultado se revestiría de un halo de legitimidad en la lógica del gobierno electo y lo amarraría a hacerlo realidad, sea cual fuere. Por tanto, aún cuando el movimiento anunció correctamente que la lucha contra el aeropuerto seguiría más allá de la consulta, sin importar su resultado, lo real era que si el proyecto de Texcoco hubiera resultado avalado en ese ejercicio, las condiciones de la resistencia serían muy adversas. Estaríamos en una situación contraria a la actual, en que es una posibilidad real a corto plazo, la cancelación definitiva del proyecto.

El espacio de lucha estaba definido sobre todo en la capacidad de influir a la opinión pública, es decir, en la lucha ideológica contra los impulsores del aeropuerto, pero en una situación coyuntural extremadamente compleja que se podría resumir así:

Había que presionar a AMLO sin colocarlo como el enemigo principal. Había que ganar la consulta, sin avalarla, sin amarrarse al resultado de un procedimiento que no estaba bajo control de los pueblos que serían directamente afectados.

El movimiento resolvió la contradicción centrando el debate en su principal enemigo: Se hizo el llamado a todo el pueblo a expresar su rechazo al nuevo aeropuerto en Texcoco, a manifestarse ampliamente en contra del proyecto de Peña Nieto en todos los ámbitos. Nos propusimos ganar el no al aeropuerto en Texcoco en todos los ámbitos de lucha, en las redes, en los medios, en las calles, con las organizaciones, «y también en la consulta de AMLO». Esa fue la formulación con la que se evadieron las telarañas del debate y se centraron las fuerzas en los principales objetivos.

En ningún momento durante este proceso hubo un compromiso de AMLO, con el movimiento de resistencia ni con el FPDT, que asegurara el resultado de la consulta. Su propuesta sólo abría un espacio de debate y esperaba a ver si se lograba generar una posición en contra del aeropuerto que ejerciera una fuerza relevante, pero sin esa fuera, el resultado de la consulta bien podría haber sido distinto.

En ese momento, el lanzamiento de la campaña #YoPrefieroElLago fue un gran acierto de parte del movimiento, porque resolvía de modo adecuado varios temas del posicionamiento político frente a la consulta:

Entre otras virtudes, la campaña permitió no someterse a la dicotomía Texcoco-Santa Lucía con la que el movimiento nunca estuvo de acuerdo; poner el tema ambiental, el punto más débil en el discurso en favor del nuevo aeropuerto, en el centro del debate y quebrar un discurso hegemónico que centraba la discusión en el «progreso necesario» o en el dinero ya invertido. La campaña también logró demostrar, en términos económicos, que el nuevo aeropuerto no era necesario para el desarrollo del país y que representaba un nuevo despojo de quienes se han enriquecido desviando a arcas privada el dinero público; colocar el conflicto como en términos de la disputa entre la vida y el capital, «la madre tierra contra el dios dinero»; definir el acto político de oponerse al nuevo aeropuerto en Texcoco como una manifestación en contra de todo lo representado por Peña Nieto y sus múltiples agravios.

La campaña también dio organicidad y visibilidad a los argumentos técnicos y científicos en contra del aeropuerto en Texcoco, agrupando en la participación concreta a especialistas de diversas ramas que aportaron argumentos imprescindibles para comprender la gravedad de las consecuencias negativas del nuevo aeropuerto. Una tarea indispensable para echar por debajo la campaña a favor del nuevo aeropuerto.

La campaña permitió agrupar nuevas voces que rechazaron el proyecto aeroportuario, incluyendo a la base social de AMLO, pues se logró identificar de manera masiva el rechazo al aeropuerto con la lógica del cambio que se expresó en la pasada elección. Una vez más, se ensanchó el apoyo a la lucha contra el nuevo aeropuerto, y fue ese apoyo de muchos sectores a distintos niveles, la cosecha de 17 años de lucha y solidaridad, el que inclinó la balanza a favor de un resultado tan contundente a favor de la cancelación del aeropuerto en Texcoco. El FPDT no ha transmutado su base de apoyo, sino que la ensanchado constantemente.

V

Entonces, ¿cómo fue que los pueblos de la orilla del lago de Texcoco lograron derrotar al proyecto del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México?

El movimiento de resistencia encabezado por el FPDT, en estos 17 años, ha pasado por las más disímiles coyunturas, y en cada una ha recurrido a diferentes estrategias y formas de lucha para alcanzar sus objetivos. Flexible en la táctica, firme en la estrategia.

– La primera enseñanza de este movimiento es que no hay recetas. En cada coyuntura concreta es necesario que analizar la realidad, observar qué fuerzas se están moviendo en contra del pueblo, qué intereses persisten y qué fuerzas se pueden agrupar en varo del movimiento, sin prejuicios.

– Otro tema de importancia es eliminar los sectarismos, el FPDT siempre ha tenido una no partidista, pero nunca le ha cerrado la puerta a ningún sector para participar. El movimiento mantuvo durante 17 años la línea de agrupar a la mayor cantidad de voces y dar alternativas de participación a todos los que quisieron apoyar la lucha por la la cancelación del nuevo aeropuerto.

– No hay procesos lineales, la lucha sufrió caídas, desgaste, reveses. Pero lo que permaneció fue la firmeza y la persistencia. La decisión de luchar y la terquedad de mantener en alto la bandera de la cancelación del proyecto, aún en los contextos más difíciles, es la otra enseñanza, porque la resistencia es lo que abre la posibilidad de nuevas coyunturas.

Todas las circunstancias deben ser analizadas en concreto. Muchas de las condiciones que se tomaron en cuenta para la definición que tomó el movimiento no se van a repetir en el corto plazo y no son las condiciones en que se desarrollan otros movimientos.

Elementos que se desprenden de la lucha contra el aeropuerto para la los años que vienen:

El rumbo del gobierno que encabezará López Obrador es maleable, no es un juicio sobre su personalidad o sobre su proyecto, sino sobre su práctica política y sobre lo que él mismo ha dejado ver que va a asumir como estrategia de toma decisiones: avanzará donde exista «presión interna». Colocará espacios de debate, obviamente tratará de que estén bajo su control, pero eso no significa que no se pueda influir en ellos. La necesidad del nuevo gobierno de legitimar sus decisiones abre un margen de acción para el movimiento social, con el reto de movilizar las expectativas de cambio.

Es maleable también hacia posiciones conservadoras, porque ahí donde gane la presión de la oligarquía, de la derecha, de los poderes fácticos o de la clase política con la que logró un acuerdo de transición, hará lo que a esos poderes les convenga. Por eso es imprescindible para el movimiento influir en los espacios y sectores que pueden ejercer una presión sobre la toma de decisiones. Pero hay que saber cómo hacerlo. Dirigirse a la base social de AMLO (su principal indicador del sentimiento popular).

Es necesario aprender a posicionarse bajo nuevas condiciones, no sólo políticas o que no sólo tienen que ver con el hecho de que AMLO esté en la presidencia, sino con las expectativas de cambio, con la disposición de lucha, con la sensibilidad y el nivel de conciencia política de nuestro pueblo, de nuestros potenciales aliados, de los sectores que debemos organizar. Hay que reconocer que estamos en un nuevo escenario.

Los poderes reales de este país no han cambiado ni cambiarán con el gobierno de AMLO, la oligarquía tiene amplias posibilidades de salir del sexenio que inicia, intocada. La matriz de producción capitalista que saquea y empobrece a los mexicanos no está ni de cerca bajo amenaza. La clase política criminal y corrupta sigue ahí, en el PRI, el PAN, en el PRD y también algunos ya alienados dentro de Morena y del nuevo gobierno. Los poderes económicos que controlan el país, la oligarquía mexicana, siguen siendo los principales enemigos del movimiento social y el pueblo. Actuarán durante el próximo sexenio para hacer del nuevo gobierno funcional a sus intereses. Pero hay que reconocer que el espacio para disputarles las decisiones ha cambiado, un poco, pero ha cambiado. Más que apresurarnos a AMLO como el nuevo y más importante enemigo, hay que verlo más como una balanza, como un gobierno que se inclinará del lado que logre concitar más peso político.

En esta lógica, es imprescindible no someterse tampoco a los objetivos del gobierno de AMLO. No siempre los intereses del nuevo gobierno van a coincidir con los intereses del movimiento social o de la lucha por la tierra, por lo cual es imprescindible mantener la independencia del movimiento popular, porque sólo así es como se pueden mantener posiciones que respondan sin amarres a los intereses de los sectores oprimidos del país.

Esta característica maleable hace difícil la lectura y caracterización del nuevo gobierno, no esperemos ver una línea política coherente en todos sus actos, en todo caso, puede abrirse un escenario político que refleje con más fidelidad la correlación de fuerzas entre intereses antagónicos. En su afán de conciliar los intereses de todos los sectores de la sociedad, tomará iniciativas contradictorias. Por ejemplo, es previsible que se tomen iniciativas para mejorar la calidad de vida de la gente al mismo tiempo que se busque mantener el margen de ganancias de los dueños del dinero en este país. En esa contradicción hay que saber actuar: no echar todo por la borda todos los espacios que el nuevo gobierno puede abrir para la lucha, pero tampoco entronizar al proceso como la vía segura de un cambio profundo. Desde el movimiento social, observando la contradicción inherente del nuevo gobierno, es necesario atacar con firmeza lo que no le guste, llevar más adelante lo que le parece correcto.

Cualquier proyecto que pretenda conciliar los intereses del capital y de la oligarquía con los intereses populares y del movimiento social, tiene un límite, porque esa tensión es irreconciliable y la balanza eventualmente se rompe. Pero señalar que López Obrador no es revolucionario y que su proyecto no es anticapitalista es como llamar la atención de sobre un olmo que no da peras.

Las experiencias recientes de algunos gobiernos latinoamericanos indican que cuando el equilibrio de intereses que pretenden sostener se rompe, la situación política ha retornado a la lógica de a derecha neoliberal. El reto para los movimientos sociales es cómo generar una alternativa de izquierda, que en estas condiciones avance y consolide espacios y conquistas en esta etapa contradictoria, para ser una alternativa real para un pueblo que, en búsqueda de un cambio verdadero, hoy transita una experiencia inédita, luego de un triunfo electoral largamente ansiado por millones de mexicanos.

Antes de menospreciar la coyuntura que se abre, o catalogar los sectores que emergen en ella, es importante no colocar al movimiento social fuera de la posibilidad de influir en el rumbo del país. Debemos observar las expectativas del pueblo y mantener una política que ayude a que, ahí donde el nuevo proceso genere frustración para los intereses del pueblo, seamos capaces de convertirlo en organización, en grupos de presión, en trincheras para la revolución, en espacios de poder popular que hagan realidad un cambio profundo en este país.

El pueblo pondrá a prueba a AMLO y sus límites, y después buscará nuevas alternativas u horizontes, nuevos referentes. La larga lucha de 17 años de los pueblos de la orilla del lago de Texcoco, y de todos y todas que de algún modo se sumaron a la lucha contra el nuevo aeropuerto, demuestra que los que se creen dueños del país no son invencibles. Demuestra que la firmeza y el análisis de la realidad, los puede derrotar. Tengamos confianza en el pueblo y sobre todo, démosle a sí mismo esa confianza de que puede vencer a los que han hundido a este país en la miseria y al violencia, para construir uno nuevo, más justo, más solidario, del que nos podamos sentir completamente orgullosos.

Nota:

1 Carlos Montemayor. Atenco y la Guerra Sucia: http://www.jornada.com.mx/2006/05/13/index.php?section=politica&article=014a1pol

Gabriel Ramos Carrasco, es candidato a doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM y he participado en el movimiento contra el nuevo aeropuerto en Texcoco, junto con los compañeros del FPDT.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.