De acuerdo con Joseph W. Bastien, antropólogo norteamericano que anduvo entre kallawayas y chipayas, en el imaginario social andino existe una relación de semejanza entre la montaña y el cuerpo, por lo que una montaña también contiene órganos y funciones inherentes a los hombres, es decir, metafóricamente contiene cabeza, cuerpo, extremidades y venas interiores[i]. Además […]
De acuerdo con Joseph W. Bastien, antropólogo norteamericano que anduvo entre kallawayas y chipayas, en el imaginario social andino existe una relación de semejanza entre la montaña y el cuerpo, por lo que una montaña también contiene órganos y funciones inherentes a los hombres, es decir, metafóricamente contiene cabeza, cuerpo, extremidades y venas interiores[i]. Además de esta identidad morfológica y fisiológica, entre hombre y montaña existen relaciones de complementariedad y reciprocidad alimentaria: así como la montaña le da riqueza al hombre, así también el hombre alimenta a la montaña, particularmente cuando éste muere y es sepultado en cuerpo entero en las entrañas de la tierra. Cuando esto ocurre, entonces puede proseguir el ciclo de la reencarnación del hombre o de la mujer en la montaña, gracias a esto, una montaña puede ser hembra o macho[ii]. Y si un hombre o una mujer son enterrados incompletos, mutilados, cercenados o fragmentados, entonces pueden no reencarnarse y truncar su ciclo de vida, cosa muy temida por los andinos, lo cual explica también su temor a las cirugías y extirpaciones biomédicas.
Esto que fue evidenciado por Bastien, según Marco Valencia, cirujano radicado en Potosí, era parte del imaginario andino tanto en el tiempo prehispánico como en el tiempo colonial, pero que terminó convirtiéndose en una técnica atroz de enfrentamiento social utilizado por los propios indígenas y por los españoles que, siguiendo a los consejeros de Indias (hoy llamados consultores, delegados, politólogos, proctólogos y ogros), utilizaron esas representaciones sociales para completar la desestructuración del mundo andino y, en este caso particular, la desintegración del pensamiento analógico de los indígenas. Desde entonces, mutilar, cercenar, desmembrar los cuerpos y enterrarlos fragmentados tenía el propósito de interrumpir el ciclo de la reencarnación andina, consiguientemente, atemorizar a los indígenas frente al poder colonial y desterrarlos en su propio mundo. Por esto, los Mesías andinos fueron mutilados, otros degollados y enterrados sin cabezas que se exhibían en las plazas[iii].
Como no existen pruebas al estilo del derecho positivo, las evidencias antropológicas nos permiten colegir que el desmembramiento de Tupac Katari en 1781, correspondía a esta técnica de dominación (para lograr gobernabilidad dirían algunos politólogos). El poder colonial lo fragmentó en cuatro (como el Tawantisuyu) y lo enterró en distintas partes a objeto de impedir su reencarnación y evitar que este Mesías siga protegiendo y alimentando a los suyos desde y como una montaña. Probablemente el propio Tupac Katari sabía que esta forma de eliminación física pretendía impedir su reunificación y reencarnación según la normativa andina, pero, en vez de aceptar la fatalidad de esa normativa, Tupac Katari transformó su tragedia en una potencialidad social, de manera que su destino no quedó trunco sino que se reprodujo en el espíritu de millones. Entonces, la fatalidad de no ser reencarnado en la montaña nos explica por qué Tupac Katari, antes de morir, habló de «volver» pero «convertido en millones», no convertido en montaña y, en efecto, retornó una y otra vez, en las mil y un batallas indígenas y populares, grandes y chicas.
Las metamorfosis de Tupac Katari
El cuerpo de Tupac Katari retornó en distintas épocas, lugares y bajo diversas formas de masa: en las luchas federales y en defensa de las tierras comunitarias, en las luchas urbanas y rurales, en las tierras altas y las tierras bajas. Tupac Katari, entonces, tiene la cualidad de retornar convertido en millones que asumen distintas formas de lucha, semejantes a las estrategias de sobrevivencia que emplean algunos animales: de picar y desaparecer (plan pulga), de atacar en la noche y esconderse en el día (plan añutaya = zorrino)[iv], de marchar en columnas por extensos territorios (plan hormiga), que alcanzan mayor significación y eficacia en tanto se subordinan y/o alimentan a una estrategia mayor: el cerco katarista o la estrategia de aislar ciudades, instituciones y poderes.
El plan hormiga es creación del proletariado andino. En 1984, miles de mineros marcharon desde las minas de Oruro y Potosí hasta la ciudad de La Paz para plantear sus demandas directamente a los gobernantes, provocando un gran impacto por varios días y a medida que se aproximaban a la Sede de Gobierno. Gracias a esto, este tipo de marchas se ha constituido en una forma de lucha recurrente e internalizada por mineros, indígenas, campesinos cocaleros, obreros jubilados y otros. Diríamos entonces que esta es una de las formas en que el cuerpo de Tupac Katari se revela: millones caminando en forma de hormiga. A veces, las cámaras de televisión de helicópteros militares los retratan haciendo zetas por las montañas.
Las otras formas de revelación: millones actuando en forma de pulga y en forma de zorro. Dado que el enemigo es militarmente más fuerte y sofisticado, los indígenas y los movimientos sociales urbanos desarrollan acciones «relámpago» y lejos de la mirada de los represores, bloqueando caminos, celebrando mítines, quemando instituciones estatales, es decir, picando y desapareciendo como las pulgas. O, actuando en la oscuridad de la noche, cuando el control militar y policial está semidormido y no puede percibir ni evitar que los caminos sean «alfombrados» con piedras que luego, al día siguiente, serán «desalfombrados» por los soldados para nuevamente ser «alfombrados» por los añutayas indígenas.
El próximo retorno de Tupac Katari
El último retorno de Tupac Katari ocurrió en octubre del 2003. Igual que en 1781, la ciudad de La Paz quedó sitiada por parias e indígenas. Si en 1781, el cerco tenía el propósito de recuperar el territorio andino de manos del poder colonial, en el año 2003, el cerco demandó la recuperación de la riqueza del subsuelo y la instalación de una Asamblea Constituyente para redefinir una nueva distribución de la riqueza, establecer un nuevo orden social y acabar con ese ciclo histórico de latrocinios y saqueos, cuyo ejemplo más patético es el Cerro Rico, cerro macho que, a causa de su depredación, ya no tiene venas interiores, en vez de eso, sobra en huecos y túneles oscuros, parecidos a los de un hormiguero gigante sin vida.
Como las demandas de octubre del 2003 no han sido atendidas hasta hoy por los actuales gobernantes y ante el riesgo inminente de que lo que pasó con el Cerro Rico se repita con los yacimientos del Chaco boliviano que han sido entregados a la voracidad neocolonial, y que esas riquezas sean explotadas sin beneficio alguno para el país que acusa condiciones de vida, salud y educación entre las más deplorables del mundo, Tupac Katari, ese cuerpo social compuesto por millones, anuncia su próximo retorno para evitar que ese poder neocolonial -cual ciclópeo y kharisiri[v]- siga devorando las entrañas de la Pachamama, es decir, para evitar que el subsuelo, o el ukhu pacha, se convierta en ch`usaj ukhu (interior vacío) sin haber alimentado primero a los hijos de esta tierra.
En otras palabras, el cuerpo de Tupac Katari retornará: a) para recuperar nuestras riquezas que se encuentran en tierras altas y tierras bajas, particularmente reservas de gas y petróleo que tienen un valor de 120.000 millones de dólares; b) para dejar de comprar nuestra propia riqueza (gas y petróleo) de manos de las transnacionales, c) para industrializar nuestras riquezas naturales en territorio boliviano, sin poner en riesgo el equilibrio ecológico; d) para reorganizar nuestras empresas públicas que fueron desmembradas igual que Tupac Katari; e) para generar fuentes de empleo nacional y redistribuir el excedente en forma más equitativa, invirtiendo en educación, salud, caminos y servicios básicos, f) para recuperar nuestra soberanía y dignidad nacional y, finalmente, g) para refundar nuestro país en la próxima Asamblea Constituyente. En suma, para nacionalizar nuestras riquezas y nuestras instituciones.
¿De qué manera retornará el cuerpo de Tupac Katari? ¿Bajo qué componentes y formas? Oscar Olivera, dirigente obrero, inicialmente mencionaba cuatro componentes: unidad, organización, programa y movilización, pero, en una de tantas reuniones celebradas con organizaciones de base, un trabajador campesino del oriente agregó un quinto componente: dirección política. Es decir, cinco componentes que hacen un cuerpo completo que tiene dos pies, dos manos y una cabeza. Definamos cada uno de ellos: a) unidad de todos los movimientos sociales y agrupaciones políticas patrióticas; b) organización de todas las formas de lucha (plan hormiga, plan pulga, plan añutaya y el cerco katarista) que tiendan al logro de objetivos nacional-populares; c) programa o propuesta consensuada sobre Ley de Hidrocarburos, Asamblea Constituyente y otros; d) movilización y asedio permanente a los poderes instituidos en contra del interés nacional y, e) dirección colectiva, legítima y transparente.
Pero es preciso advertir que estos cinco componentes están en construcción, proceso ciertamente atravesado por grandes dificultades de origen interno y externo a ese cuerpo social. Sólo resta abrigar la esperanza que esas dificultades se resolverán en la medida que ese cuerpo empiece a revelarse y caminar, para volver a celebrar que lo que en 1781 parecía una derrota se convirtió en un mito victorioso.
Notas
[i] BASTIEN, Joseph W.: «Etnofisiología andina. (Evidencia lingüística, metafórica, etiológica y etnofarmacológica para conceptos andinos sobre el cuerpo)». mimeo, 1985.
[ii] BASTIEN, Joseph W.: «La montaña del cóndor». Hisbol, La Paz. 1996.
[iii] VALENCIA, Marco A.: «El cuerpo entre cirujanos y originarios». Willaqkuna, Potosí. 2002. Es necesario apuntar que lo que españoles hacían con los indígenas, éstos, en defensa propia, también lo hacían con los españoles. Valencia, citando a Robins, añade que en la sublevación general de 1780-1781, los cuerpos de los españoles asesinados eran generalmente descuartizados y mantenidos unos cuatro días sin ser enterrados; de esta manera, los indígenas se aseguraban que los españoles no volverían nunca más, pues no podrían llegar a renacer por no haber sido enterrados completos.
[iv] ESPINOZA, Claudia. Semanario Pulso, 26, IX, 2003.
[v] Kharisiri = ladrón de grasa humana, de líquidos vitales. Por extensión, se dice kharisiri a todo «chupasangre».