«¡Ibarra, Chabán, la tienen que pagar!». «Olé olá, si no hay justicia qué quilombo se va a armar». «No fue la bengala, no fue el rocanrrol, a los pibes los mató la corrupción». «Yo sabía que a los asesinos los cuida la policía». «¡Kirchner, Ibarra, Chabán, culpables por igual!». «¡Oh, que se vayan todos, que […]
«¡Ibarra, Chabán, la tienen que pagar!». «Olé olá, si no hay justicia qué quilombo se va a armar». «No fue la bengala, no fue el rocanrrol, a los pibes los mató la corrupción». «Yo sabía que a los asesinos los cuida la policía». «¡Kirchner, Ibarra, Chabán, culpables por igual!». «¡Oh, que se vayan todos, que no quede ni uno solo!».
Consignas coreadas en la marcha del primero y tres de enero del 2005, tras los asesinatos en la disco República de Cromañón.
«Hacen muy bien en no confiar, no confíen en nadie salvo en ustedes mismos.»
Presidente Néstor Kirchner. Reunión con los familiares masacrados en República de Cromañón, 4/1/05.
«Quieren Sitiarnos Volvernos Temerosos. Que Silenciosamente Votemos Tiranos. Quieren Saciar Voracidades Tremendas. Que Siniestramente Vendamos Todo. Quieren Sátrapas Vomitivos, Tramoyas. Quemar Sonrisas, Voluntades, Talentos.»
Estrofas del poema colectivo y anónimo en Construcción permanente QSVT, volante y afiche repartido el 20/12/04.
(…) «Estamos en una dictadura del capitalismo, ejecutada por pequeños señores que, estando en campaña nos prometen cosas muy seductoras, y que cuando llegan al gobierno actúan como reyes sin coronas, nos reprimen cuando queremos manifestarnos en contra de algo que les molesta, tal como si fuésemos sus súbditos, y no el soberano. Pero creemos que al criticar este sistema, debemos proponer otro como alternativa. Y para nosotros la alternativa es una democracia participativa horizontal y directa».
Asambleistas de Mar del Plata, 12/04.
En pocas semanas, a los que daban por muerto el Que se Vayan Todos desde página/K, y a los que le contestaban tirándoles con el pueblo por la cabeza para enterrar a la multitud, a ambos, se les quemaron los papeles.
La vieja dicotomía entre espontaneidad y organización, entre intelectual analizante y objeto social a analizar, no sirve para entender como piensa y se mueve la multitud.
En el siglo XXI no se requiere de prensas partidarias como el andamio al costado del encofrado que edifica la organización popular. Hoy la internet, como una gran anónima imprenta del siglo XXI, actúa de vínculo material y afectivo al mismo tiempo. Como canalizador de la catarsis y organizador de la lucha. Como disparador de iniciativas y ágora de disidencias y acuerdos para la acción.
Ante un acontecimiento inédito, una vez mas, la multitud desborda con sus acciones y consignas las previsiones de las viejas vanguardias. En las marchas los gritos de ira no se hacen esperar: «De Kirchner para abajo no sólo tienen que renunciar sino que tienen que ir todos presos».
Después del 30 de diciembre en medio del dolor, entre el duelo y la espera, entre un santuario improvisado y la asamblea, entre la solidaridad y la entrega de los cuerpos que se apilan en la morgue, nace la lucha. Se actúa como multitud y se la integra singularmente. No hay dispositivo externo a la propia práctica que pueda conducir el proceso desatado.
Como aquel accionar destituyente del 20 de diciembre del 2001, como el repudio inmediato a la ejecución de la planificación criminal del 26 de junio de 2002 en el Puente Pueyrredón. De igual modo, el 1 y 3 de enero de 2005, ningún organismo previo a la matanza convocó a los luchadores.
Si por izquierda entendemos una acción destituyente contra el capital-parlamentario que no demanda el Que Se Vayan Todos para que venga la seguridad y el orden al estilo Blumberg, entonces, hay que reconocer que la práctica de la multitud volvió a estar a la izquierda de buena parte de la izquierda partidaria. Sus valientes militantes, el primero de enero, aturdidos pero alertas, se subordinaron a los tiempos de la multitud que estaba escribiendo de manera autónoma una nueva página antisistémica de la historia Argentina. Pero como ninguna lucha comienza de cero, y nadie está impedido de aprender de sus errores, en esta oportunidad y por el momento, la porción de la izquierda partidaria que estuvo en las calles, actuó respetando la autoconducción de la lucha de la multitud. Respetó su dolor y bajó sus banderas cuando así se lo pidieron los familiares y amigos de los fallecidos.
La coloratura de la multitud alberga en su seno a las nuevas figuras del trabajo, pero con ella también se moviliza una porción de la sociedad civil que la expolia. Las dos coinciden cuando irrumpen en el espacio público, tienen circunstancialmente objetivos en común, pero son estratégicamente sujetos sociales antagónicos.
Nada es mas difícil para el poder que conducir a un sujeto que no puede representar, que no aspira a ser Uno, a ser estado, a ser pueblo. Y nada es mas difícil que organizar el poder constituyente de los muchos diferentes que está en las calles. ¿Quién resolverá el acertijo? ¿Quién dotará de conciencia a los adolescentes? ¿Quién terminará con el estado que no está para autodepurarse sino para profundizar el genocidio capitalista? Nadie, absolutamente nadie, está en condiciones de hacer las tares que le competen a la multitud. Ella, y sólo ella, determinará hasta donde está dispuesta a llegar. Cuál será el uso que haga de sus nuevas formas organizativas y cuáles serán los métodos que escoja para obtener justicia en la tierra.
• El ocio es mercancía como el trabajo, pero por otros medios.
Por mas que el poder y sus lacayos quieran ningunear la crisis orgánica en la que están involucrados, la multitud le martilla los tímpanos gritándole el peor de los insultos posibles: ¡Que se Vayan Todos que no quede ni uno sólo!
Los jóvenes, esos millones que los medios quieren invisibilizar y endemoniar preguntándose porqué llevan a sus hijos a los recitales, no hacen mas que fingir comprensión mientras lentamente van transformando a la víctimas en victimarios. Sus familias que hoy son mas de nueve millones de pobres y alguna vez integraron la clase media, ahora, son la multitud.
El 60 por ciento de los 15 millones de argentinos de menos de 22 años son pobres. A su vez tres millones y medio de los niños y adolescentes son indigentes. Un millón de jóvenes no estudia ni trabaja. La pobreza de los púberes se duplicó en sólo 5 años. Pasó del 31 por ciento en el ´99 al actual 60 por ciento.
Los chupatintas de la transversalidad nos aleccionan que volvimos a un país normal ¿Pero acaso que creían que era un país capitalista normal? ¿Cómo entienden que el capitalismo salió de su crisis mas terrible sino con una acumulación originaria a costa de salarios infrahumanos, desocupación estructural y el ahorro de las medidas de seguridad mas elementales que protege a la fuerza de trabajo de la que viven?
La muerte de la multitud a manos de los empresarios tiene muchas caras. Según los datos oficiales que completan la estadística final del 2003, con relación al 2002, hubo 70.514 accidentes laborales mas. Dentro de los damnificados los que sufren mas son aquellos que componen la casta laboral de los empleados precarios, en negro, y con un pie permanente en el desempleo. De los 414.559 siniestrados casi la mitad ganaba menos de $ 600, 200 dólares al mes. Se estima que la tasa de heridos se duplica en el caso de los empleados no registrados. En un país normal, del 2002 Duhaldista al 2003 pingüinista, se incrementó en un 20 por ciento las víctimas laborales del capitalismo. En esto también con «K» estamos peor que antes de su llegada a Balcarce 50.
La distinción entre tiempo de trabajo y tiempo libre para los millones de trabajadores jóvenes, precarios y polivalentes es cada vez menos clara. La diversión también es una mercancía y salir vivo de un espectáculo se ha vuelto todo un trabajo. El reinado de la subordinación de la multitud en el capital, del comando del estado y los patrones que engordan con la mercancía de la actividad inmaterial del esparcimiento, que se transforma en el precio de una entrada a un recital, no es mas, que la continuación de la jornada laboral. El ocio es mercancía como el trabajo, pero por otros medios. Plata, quiero plata, decía Chabán. Frase que podía pronunciar cualquier patrón al que se le acerque un micrófono.
El sistema capitalista para mantener a los parásitos sociales de los patrones y el lucro que los alimenta, les pisa la cabeza a cada integrante de la multitud, tenga o no un empleo, con los nuevos cuatro jinetes del apocalipsis: Pobreza, delincuencia, cárcel y muerte. El imperio del dinero le escupe en la cara a cada joven: Me llevo tu tiempo, cada día de tu existencia, te encierro y si lo necesito te arranco la vida de manera fulminante.
Nada mas claro que el valor de un ticket de concierto para comprobar que ir a escuchar a una banda es un placer que valoriza el capital de los empresarios. Un pasatiempo que se vuelve una práctica riesgosa cuando la vida vale menos que una localidad. En los recitales de cientos de personas que organizan los desocupados, asambleas populares y los obreros de Zanón, nunca hubo un muerto. La policía no existe mientras dura el espectáculo y los asistentes y organizadores se cuidan a sí mismo.
Donde el uso del tiempo no tiene un valor monetario, donde no existe el dinero como forma de la repugnante relación capitalista que todos llevamos en el bolsillo, donde recrearse no tiene precio, la vida no se entrega a cambio de un par de horas de placer.
Esta vez la matanza la ejecutó Omar Chabán y Aníbal Ibarra. Un empresario progre y un gobierno que administra un presupuesto de 5.000.000.000 millones de pesos. El capital mata. Y el estado como forma de capital mata también. Todos los fines de semana es la ganancia de los empresarios que transforman el recreo en capital, la que toma de rehén a 400.000 jóvenes que alimentan su fortuna. Pero en realidad el que mata es el sistema social capitalista de los chabanes y los ibarras que pueblan todo el planeta. El menú es variado: fusilamiento en cortes de ruta y guerras en Irak; tortura policial por ser joven de un barrio pobre y ocupación de Haití; ejecución a la salida de una cancha de fútbol y epidemias evitables en Somalía; prisión por reclamar un salario y hambrunas planificadas en Ruanda; el cierre de las puertas de un supermercado en Paraguay para que durante el incendio los futuros carbonizados no se lleven algo sin pagar y asfixia en una disco de Buenos Aires.
De la pasantía y la cadetería, del taller y el plan social, de la venta ambulante y el cirujeo, de la reposición en el supermercado y la prostitución, del puntero al delibery, del microemprendimiento y las horas desempleadas por un presente sin futuro, se pasa, al recital como fiesta de los cuerpos, el calor de la tribu urbana, los abrazos de clanes suburbanos, el aguante de la carne que no se resigna a morir expoliada por el patrón, la policía asesina y el estado genocida.
Desde el 30 de diciembre la multitud organiza sus propios organismos deliberativos y ejecutivos. No hace falta que nadie le venga a enseñar cómo se redacta un volante, se organiza un marcha, o se hace un cordón de seguridad.
Su uso cínico de los medios masivos es un arma de doble filo con la que está dispuesta a lidiar. No confían en el poder y mientras construyen sus ámbitos y territorios móviles de contrapoder arremeten con cuanto oportunista quiera canalizarlo.
• El aguante de la carne que no se resigna a morir expoliada por el patrón, la policía asesina y el estado genocida.
¿La multitud es homogénea? Decididamente no. Y esa heterogeneidad es su fortaleza y su debilidad. Si fuera compacta como la vieja clase obrera industrial ocupada ya estaría organizada en uno o varios partidos y hace tiempo se hubiera planteado la toma del poder. Su multiplicidad permite que su polifonía de lugar a que el progresismo de todos los colores, de los Graña y los Leuco a los empresarios del rock, de los políticos progres a los pequeños burgueses jacobinos, de los curas a lo Farinello y sindicalistas de la centroizquierda, puedan meter la cuchara.
La multitud es fuerte porque nadie puede mandarla sino es obedeciendo. Y es débil en comparación al pueblo que adoptaba una conducción separada de sí que la dotara de fines mediatos antes sus conatos inmediatos de sublevación. Pero en tiempos posfordistas esa impotencia del pueblo es el baluarte de la multitud. Su emancipación será obra de sí misma o no habrá liberación social. A cada individualidad del común nadie podrá expropiarle su propia revolución.
Con argumentos calcados de la época de la dictadura militar, recreados durante mas de 20 años por Alfonsín y Menem, De la Rúa y Duhalde y ahora por Kirchner, se apela a la miserabilidad de apuntar como infiltrado a todo aquél que vaya mas allá de pedir la cabeza del chivo expiatorio de Chabán y la de algún inspector de zócalos que se olvidó de cambiar la carga de los matafuegos. Para el poder un poco de jaleo es digerible pero a la larga hay que volverse a llorar a la casita, a seguir produciendo plusvalor para el patrón, a vivir de changas y comer salteado. ¡Qué La vida sigue y los políticos saben que hacer! Y si no son Ibarra y Kirchner los que hagan justicia habrá que ser un poquito paciente y esperar. Y los que vengan después, allá por el año 2.015-2.020, o quién sabe cuándo, tendrán su orgasmo con las urnas. Así de patéticos son sus argumentos. Así de ladino ha sido por dos décadas el capital-parlamentario.
Ibarra ya entregó todo lo que estaba dispuesto a sacrificar. No se va a ir por las suyas. Para que se vaya la multitud tendrá que echarlo. El tiene bastante experiencia en esto de «bancarse» insurrecciones. La centroizquierda y los CGP, los peronistas y radicales, la CTA y la mayoría de los organismos de derechos humanos le hicieron el aguante post argentinazo. No olvidemos que fue parte de los muertos vivos que pasaron con su cara de amianto por el incendio del 19 y 20. Mientras tanto Kirchner se hizo el zonzo todo lo que pudo mirando el glaciar Perito Moreno, mientras degustaba un corderito patagónico y mandaba la plata de la provincia de Santa Cruz, de puro nacionalista que es, al extranjero.
Las instancias mediadoras, los sindicatos y partidos, los canalizadores de las demandas antisistémicas que describen todos los manuales de las contrarrevoluciones exitosas quedaron obsoletos ante la nueva forma de dominio que adoptó el capital en la era posfordista. Los nuevos tratados de cómo abortar insurrecciones y rebeliones se están escribiendo mientras el conflicto no está definido. Muchas de sus páginas están escritas en castellano y datan con posterioridad al 2001. Pero ni todos los piqueteros amigos del poder y sus medios compinches, ni todas sus agrupaciones solventadas por el erario público y sus intelectuales autónomos de cotillón, pudieron impedir que el reclamo les explotara, y sin estaciones intermedias le estallara en la cara a la máxima autoridad estatal. El fuego viene de abajo y para los de arriba se transforma en una hoguera que no se apaga ni con todas las promesas de un verano ¡Pum para arriba!, del socio de Hadad, Marcelo Tinelli; el canje de la deuda de, cara de piedra, Lavagna; y el gobierno popular en disputa de Humberto Tumini.
Antes del 19 y 20, Ibarra y De la Rúa, hubieran entregado al jefe de bomberos, a un subsecretario del montón, a los sumo al jefe de policía. Se cerraba la disco por un tiempo y se le hacía caer todo el peso de la ley capitalista sobre las espaldas de un funcionario detestado, y a otra cosa mariposa. En cambio después de la primera insurrección Argentina del nuevo siglo, todas las coordenadas, entre demanda explosiva, carencia de mediación y justicia distraída, han sido alteradas.
• La bronca estalla y los cuerpos resistentes en lucha se co-relacionan y crean campos de fuerzas antagónicos a los dueños del poder.
La multitud madura, ¡Vaya si madura! Pagó con el subconsumo, y con cada libra de su carne enflaquecida, la estafa de la devaluación de los ingresos de los que se reciclaron creyéndose los dueños del Que Se Vayan Todos. Volvió a confiar pero no firmó ningún pagaré en blanco. Cuando se harta saca tarjeta roja y el voto se transforma para los políticos en un irreverente paga dios. Si la Nueva Clase cree que sus cantos de sirena sirven para engrupir a la multitud como si fuera una plebe políticamente analfabeta, o no entendieron el cambio epocal que estamos viviendo, o subestimas al nuevo sujeto histórico.
Las victorias y derrotas del capital son permanentes como las de la multitud. Porque superviviente es la crisis del dominio estatal del capital ante cada potente acción de la multitud cuando creyeron resolidificado su dominio. Son las dos caras de una misma moneda. La que vive de los demás y la que hace todo el trabajo. No son tiempos para que nadie pueda interpretar el estado de ánimo de las masas y actuar como los viejos partidos que enfrían o calientan los conflictos según la correlación de fuerzas. La bronca estalla y los cuerpos resistentes en lucha se co-relacionan y crean campos de fuerzas antagónicos a los dueños del poder.
La multitud no necesita cientistas sociales que la psicoanalicen, ni aspirantes a patrones políticos que la conduzca. Ella misma es quien se autolidera. No precisa organizadores profesionales sino que se autoorganiza. No hace falta enseñarle sobre la antagonía de clase que existe entre ellos y los matones uniformados. La consigna ¡Ibarra, Chabán la tienen que pagar! es una lección política antisistémica de la multitud para quien esté dispuesto a aprenderla. Se unifica en un grito de seis palabras el dominio despótico del estado y el capital sobre la multitud. Desde hace tres años el capital-parlamentario ha sido registrado como el causante del actual estado de postración del cincuenta por ciento de los argentinos en la pobreza. Y de ahí no se volvió. Que sigan soñando los que creen que «K» canalizó esa demanda de hartazgo con la clase política.
¡Ni aún muerto me detendrán dicen las remeras del taller popular de serigrafía debajo de la estampa de Darío Santillán! Sin dudas Darío. Ni aún muerto tus compañeros consecuentes abandonaron tu lucha que fue, y es, la de ellos. Tu singularidad fue parte del común, y lo colectivo que lucha encierra tu singularidad. De igual forma podemos decir que ni aún muertos las víctimas del Cromañón de Chabán dejararán de pedir justicia. Ni a aún muertos sus padres, hijos y amigos, el común de la multitud, dejará que se olvide este crimen social. En cada nueva lucha reaparecerá el rostro de Kosteki y la sonrisa de Cabezas; las caricias de los novios asesinados el 30 de diciembre y las enfermeras del amor detenidas en la legislatura; los 500 años de resistencia de los indígenas expulsados de sus territorios y los obreros que se autogestionan; los asambleístas autónomos que hasta el día de hoy contra viento y marea sostienen el QSVT y los nuevos delegados sindicales clasistas; los presos políticos de Caleta Olivia y los estudiantes revolucionarios; las caras tiznadas de los espectros de Río Turbio y la fortaleza de las madres del dolor; las historias truncas de la AMIA y la ternura de los motoqueros asesinados que salvaron la vida de mas de uno el 20 de diciembre de 2001.
Se podrá decir que la justicia de los ricos no puede hacer justicia de manera completa, y es cierto. Se podrá alegar que Ibarra y Kirchner no se van a ir sino es con una insurrección, y es cierto también. ¿Pero quien puede predecir hasta donde puede llegar la multitud si no ve satisfecha sus demandas? «Si no hay justicia habrá quilombo», bramaban 5.000 almas el primero de enero de 2005. El grito de guerra preanuncia que la batalla no será, ni corta, ni fácil. Se va por la cabeza de los mandamás del estado, que no es poca cosa. De igual modo el 3 de enero Ibarra demostró que, de ahora en mas, Los Pacificadores taponarán la entrada de la Jefatura de Gobierno y los policías de civil actuarán como en la época militar cazando luchadores sin identificarse. La gestapo del capital-parlamentario va naturalizando su accionar posfascista. Los organismos de derechos humanos amigos del «presi» mutis por el foro.
El aprete a familiares por agentes de inteligencia del estado, la música fúnebre que están dejando en sus contestadores, las comisiones que se arman para cambiar algo y entonces nada cambie, son las trampas que está armando el estado porteño y nacional contra la multitud. El nombramiento de Juan José Alvarez en el área de seguridad del gobierno de la Ciudad, con el respaldo de Duhalde y Kirchner, demuestra, que de la transversalidad mas allá del aparato descompuesto del partido peronista ya no queda nada.
La corporación política se blinda contra la multitud. Como siempre en momentos críticos para el capitalismo y sus instituciones, los centroizquierdistas y conservadores, las fracciones nacionales y populares del peronismo y la curia, los medios masivos y los sindicalistas progres que juntaban firmas para el Frenapo mientras la multitud echaba a De la Rúa, todos, absolutamente todos, cierran filas contra los embates por justicia, aquí y ahora, de las familias y los cientos de miles de anónimos que conviven con su dolor. Para el poder, la plebe republicana, los pobres en las calles, los desheredados del capitalismo, la multitud, tiene que abandonar las calles. Se buscará engañarla, disuadirla, embretarla en trámites parlamentarios burocráticos, bloquear sus iniciativas, sobre todo dividirla, y si hace falta, reprimirla y matarla.
El progresista de Ibarra con la anuencia del progresista Kirchner giran aún mas a la derecha. El arribo de Juán José Alvarez es mas de lo mismo. Alvarez llega habiendo acumulando todos los aplazos posibles por parte de la multitud y todas las condecoraciones al valor de los poderosos. Fue subsecretario de presidencia de la nación con Menem, en el 2001 ministro de Seguridad del gobernador bonaerense «hay que meter balas a los delincuentes» Ruckauf. Cuando el 19 y 20 eyectó al guapo de De la Rúa que repartía muerte por todo el país antes de su fuga en helicóptero, Ruckauf, también abandonaba su sillón de gobernador. Ahí «Juanjo» Alvarez dio el salto a la nación y, recomendado por Ruckauf, fue funcionario del ex presidente, por una semana, Rodríguez Saá. Cómo en el peronismo nada se pierde, todo se transforma, siguió con el gobierno de Duhalde. Desde allí hizo sus armas en las grandes ligas del crimen social a gran escala. Pasó a ser Secretario de Seguridad Interior de la Nación , planificando, ejecutando y justificando la cacería contra piqueteros el 26 de junio de 2002 en Avellaneda. Cómo en Argentina nadie va preso, aun sido cómplice de los mas flagrantes crímenes, fue nuevamente convocado. En el 2003 el gobernador Felipe Solá le ofrece el ministerio de seguridad de la provincia de Buenos Aires. Puesto en el que duró sólo dos meses y tras su fracaso arribó León Arslanián. Alvarez es un viejo conocido para propios y extraños. Hombre de Duhalde, en la última década, estuvo con Menem, Ruckauf, Rodríguez Saá, Solá y ahora con el «golden boy» del progresismo Ibarra. Por lo visto para el PJ como partido de poder vale todo. Hoy con uno y mañana con otro. Este es el hombre que eligió Ibarra, Duhalde y Kirchner para la seguridad de la Capital Federal. Un criminal que viene a resolver los crímenes de sus socios políticos de siempre. ¡Kirchner lo hizo!
El asedio en julio del año pasado a la legislatura de la ciudad de Buenos Aires, y el cerco a la jefatura de gobierno porteña el último tres de enero, demuestra, que la bronca tiene muy claro a sus destinatarios. No es un grupo de «loquitos» a quien enfrenta el estado, sino a miles de síntomas singulares de un malestar social multitudinario.
El primero de enero bastaba ver el apoyo que recibía desde los balcones a su paso la marcha. Comprobando que el combate contra la impunidad por la masacre de Cromañón es sólo la punta visible de un iceberg que esconde un repertorio repleto de agravios. La solidaridad activa en las calles de unos cuantos miles, se coteja, con la complicidad compañera de millones de argentinos que respaldan a las víctimas del homicidio múltiple del barrio de Once.
• Estamos ante una política autosoberana.
Es preferible pagar todos los errores que puedan cometer los jóvenes por su inexperiencia que ponerse en manos del mas viejo y probado comité central. Si ningún tipo de autocomplacencia, es mejor ser parte de la lucha de padres y amigos, allegados y colaboradores, todos militantes de la multitud, que confiar en cualquier promesa del estado y sus patrones, propalada, por otros empresarios encargados de vender noticias engañosas y falsas desde los medios masivos de comunicación.
Si en las marchas se dijo «Que no se quiere política», mientras que la política como práctica colectiva de los anónimos tienen acorralado a Ibarra, entonces, bienvenida esta antipolítica. Una hacer autodeterminado que dejó de entender a la política como lo político estatal. Un ámbito de la aristocracia del voto de donde no puedan venir las respuestas y acciones que necesita la multitud para ser feliz. La que está efectuando la multitud es una auténtica y noble pospolítica. Que despide al estado como agenciamiento que piensa por ella y decía saber lo que necesitaba el soberano. Estamos ante una política autosoberana. Y si bien por el momento no resulta una política constituyente posestatal, si lo es, una política destituyente antiestatal.
Para millones de jóvenes la política no es sólo corrupción y negociado. Sino también leyes de flexibilización laboral, despidos de sus padres, una educación y salud colapsada, policía mata gente, políticos de doble discurso, una prensa canalla a su servicio, y patrones negreros.
Es la propia práctica, reflexión e imaginación de la multitud la que le marca la cancha al estado. El capital-parlamentario no es únicamente el gobierno por la fuerza, también es consenso. Y consenso es el acuerdo que le brindan los ciudadanos a las instituciones y leyes del sistema. En este campo es donde lo político estatal es cada vez menos dirigente y mas dominante. Por lo tanto cada vez mas débil y cuestionable. La cultura del joven sumiso dispuesto a morir en un recital, caerse de un andamio a cambio de dos pesos la hora, ser atropellado mientras reparte una pizza en tiempo récord, y delinque o se muere de hambre en silencio en su casa, está fuertemente cuestionada.
Cada epifenómeno reenvía la lucha a una crítica feroz al estado actual de las cosas y se produce un comportamiento antagónico contra el estado carcelero, sus mentirosos funcionarios, los empresarios inescrupulosos y los periodistas cómplices.
Tres años de prácticas autodeterminadas han dejado valiosas enseñanzas. Las experiencias se sedimentan y se sacan conclusiones. Se aprende de los errores. Se mide a los aliados. Se juzga a quienes traicionan. Se confraterniza con el compañero leal. La multitud no es complaciente, siquiera consigo misma. Está alerta contra el estado pero también contra sus debilidades. Es fuerte porque es mas potente que cada uno de sus actos. Es sinérgica, o lo que es igual, unida en la acción y la reflexión vale mas que la mera sumatoria de cada uno de sus integrantes. Es poderosa porque con su energía alimenta al sistema o lo puede hacer colapsar cuando así se lo proponga.
Cada vez que gana el espacio público hace tronar el escarmiento. Alerta al poder ¡Qué ni sueñen! Que está contenta con ellos. Que cuando exista una convicción terminante que la clase política está incapacitada de cambiar un sistema que administra y disfruta, su aliento en la nuca, los perseguirá hasta que se vayan todos.
• La propia lucha contra tanta impunidad es constituyente de la multitud.
La multitud sabrá medir sus tiempos. El cerebro colectivo del trabajo distribuido por toda la trama social es el cuerpo, la inteligencia y el estado de ánimo de la multitud. Todo en uno y al mismo tiempo. Piensa y actúa por sí misma. Se equivoca y corrige. Se detiene y toma aire para esperar el momento oportuno y volver a arremeter contra todo lo que la obstaculiza.
Ha aprendido de su capacidad destituyente. Sabe como organizarse. Corea consignas que después serán gritadas en todo el planeta por todos los que luchan contra el imperio del capital y sus sirvientes. Se reconoce poderosa. Sabe hacer política.
La propia lucha contra tanta impunidad es constituyente de la multitud. La antagonía contra quienes las humilla la transforma y repotencia. Su propio comportamiento autónomo es la medida de su plan. El movimiento es su estrategia. La redes informales su forma de comunicación. La república del común una de sus metas.
Es difícil organizarse asambleariamente mientras el capitalismo es el reino de la diferencia que une separando. Que aísla al productor del político, al gobernante del gobernado, a la multitud del capital. Es difícil luchar mientras se lloran los muertos. Es difícil no equivocarse cuando el estado, las ONGs sistémicas, los empresarios, los medios y los líderes autoproclamadados, le tienden una y mil celadas. Pero es sólo la multitud la que puede resolver las tareas y los desafíos que se le presentan. En su hora dolorosa y con sus sacrificios sobrehumanos se está midiendo con ella misma. Con su tenacidad y lucidez, con sus flaquezas y fortalezas, con su pasión y su resistencia, con su deseo y su astucia. La que enfrenta al poder desde su propia potencia. La que le opone al estado su autoorganización.
La horizontalidad asamblearia es la muerte de la verticalidad del estado. La democracia directa de la gratuidad es el fin de la representación política capitalista. La unidad de la multitud no mediada por el dinero es la sepultura del vínculo social de la mercancía. Pero no estamos en el 2002 donde el cuarenta por ciento del circulante era cuasi monedas y el trueque abarcaba millones de participantes. El imperio de la mercancía se ha restablecido, es por esto, que la tarea de los que luchan es mucho mas difícil. Necesitan comer y para eso venderse a los patrones. Al hacerlo fortalecen al amo que los desprecia y los mata, pero al mismo tiempo, afila su antagonía con reclamos impostergables. Este siempre ha sido el desafío histórico de las mujeres y hombres que quisieron liberarse del capital y el estado. Esta es la tarea que afrontan millones de jóvenes argentinos, y en el mundo entero, en la actualidad. Como destituir a los políticos que representan al ciudadano como forma delegada de la soberanía, y al mismo tiempo, constituirse como sujetos autosoberanos mas allá del dinero, el mercado y el estado.
• Del propio sujeto social autosoberano dependerá que llegue una nueva democracia como autogobierno antipatronal y antiestatal.
¿Quién posee la fórmula para terminar con tanta injusticia, con tanto atropello, con tanta desidia, con tanta explotación? ¿Quién dispone de las llaves del reino de los hombres libres? Las respuestas están en las personas que buscan emanciparse de sus amos. Unicamente la multitud decide en cada momento hasta dónde quiere llegar. El cambio social que hace falta no es un tire y afloje cosmético sino un cambio social de raíz. Para que no exista «Nunca Mas» homicidios en masa como en Cromañón, el futuro, no es un destino histórico al que la multitud llegará por fuerza del destino. Será obra de su propia imaginación, de los lenguajes comunes que cree y de las acciones que afiancen su autogobierno. Si el anticapalismo es la felicidad de multitud, nadie puede imponer la felicidad. Está en los propios sujetos independientemente organizados establecer como quieren disponer de sus vidas.
Dejarse mandar no es de hombres libres. Delegar es padecer. Mandar sobre la multitud es una impostura. La ira, la indignación, y porque no el odio contra los empresarios y el estado, es la cara oscura, la pasión tenebrosa pero indispensable, que alimenta y se trasmuta en el amor entre iguales, la fraternidad de los agraviados, y la amistad entre los millones de anónimos del común.
La autonomía de la multitud, su antagonía contra el poder, llegó para quedarse. Del propio sujeto social autosoberano dependerá que llegue una nueva democracia como autogobierno antipatronal y antiestatal. Un proyecto constituyente de un nuevo mundo que no está en este mundo, pero que se construye en este mismo instante. Una sociedad de mujeres y hombres libres. El anticapitalismo del individuo social que fabrica su destino como integrante de la multitud.
6 de enero de 2005