En teoría, al menos, la principal obligación del Presidente es obedecer, cumplir y ejecutar la voluntad soberana(en teoría, al menos)del pueblo que le gobierna. Tal es también la principal obligación del Congreso (sea el Congreso que sea), encargado de traducir en sabias leyes la voluntad soberana del pueblo. Se da el accidente esta vez, o […]
En teoría, al menos, la principal obligación del Presidente es obedecer, cumplir y ejecutar la voluntad soberana(en teoría, al menos)del pueblo que le gobierna. Tal es también la principal obligación del Congreso (sea el Congreso que sea), encargado de traducir en sabias leyes la voluntad soberana del pueblo.
Se da el accidente esta vez, o así aparece desde lejos, de que el pueblo boliviano ha decidido cerrar un episodio de hambrunas, matanzas, miseria, ignorancia y explotación que dura ya dos siglos.
Quiere, en su voluntad soberana, negociar esta vez su gas y su petróleo con ventaja o, de no entenderlo así el mundo exterior, quiere guardarse ese gas y ese petróleo hasta que al mundo le venga en gana un ambiente negociador más apropiado.
Entiéndase esto bien: el pueblo boliviano no quiere vivir sin trabajar (como lo hizo el pueblo árabe saudita durante décadas) gracias a su gas y su petróleo: sólo quiere que ese gas y ese petróleo le den una oportunidad de comer tres veces al día, educar mas o menos bien a sus hijos y dejar de vestir harapos y de comer el amargo pan de los despojados.
(Los árabes sauditas han minado sus campos petroleros con explosivos y Semtex, un material nuclear que enviará esos campos a la luna y a sus invasores al carajo si alguien intenta invadirlos, pero nadie les critica esas cosas porque son amigos del Rey Jorge.)
Si el pueblo boliviano grita y protesta hoy decidido a cambiar su historia dejando de lado a todos sus dirigentes porque todos son unos vendidos, es porque tiene memoria: le robaron la plata, el estaño, buena parte de su petróleo, gran parte de su territorio porque siempre fue humilde, silencioso y paciente, y siempre esperó la buena voluntad de sus enemigos. Esperó 200 años, y hoy vemos lo que sacó con esa sufrida espera.
No que usara mal ese esperar angustiado: hoy es un pueblo «subdesarrollado» que demuestra al mundo la calidad despreciable de sus «dirigentes» y «gobernantes» vendidos al oro foráneo y la evidencia indiscutible de su propia madurez política: se ha lanzado a las calles para reclamar lo suyo sin más camisa que la del hombre feliz original.
Desde su punto de vista, la coyuntura es clara como el agua de lluvia: si muere lentamente de hambre, no tiene techo, no tiene pan desde hace dos siglos y la esperanza se le ha muerto… ¿qué más puede perder?
Muchos le acusan de ignorante: confunden la habilidad de hablar inglés con cierta «educación». No quieren ver la educación política que ese mismo pueblo se ha dado mientras sufría y que le hace ejemplo de sus hermanos en Latinoamérica. Sólo ayer celebraba elecciones municipales que fueron ejemplo de civismo para el mundo. Hay 50 años ya desde su Revolución Nacional traicionada. Ya vemos todos los frutos de la fe desperdiciada en traidores y vendedores de la Patria.
Ahora, después de intentar todo tipo de milagros y de maniobras, el Presidente Mesa (representante no sólo de las «elites» del país, sino de su burguesía (si es que existe) y de su cultura, que es algo más que su folklore) se ha quedado sin patas en que apoyarse, a no ser los cuchillos largos, que le ayudarían a violar su más solemne promesa, la de no mancharse las manos con sangre boliviana.
Es una promesa que se le hace más difícil de cumplir con cada segundo que pasa. Un milagro le ayuda hasta ahora a cumplirla: los militares, portento de siglos es este, se niegan a matar civiles esta vez. Es decir, algunos militares; no debe de faltar uno decidido ya a «liberar» a los bolivianos y hacerse de una fortuna en siete meses.
Pero, aún si los militares hubieran cambiado su sempiterna vocación genocida (¡esa sí que seria la noticia del siglo!) las presiones que sufre Mesa, ya sin patas, son enormes.
Vienen de Washington, de Madrid, de Brasilia, de Santiago, de Buenos Aires…. Y todas vienen envueltas en papel moneda fuerte como anuncio de que obedecer la voluntad soberana de los bolivianos involucra la intervención armada de la OEA, la ONU y otros instrumentos similares del Rey Jorge. Ese será el día en que se haga literal realidad el «morir antes que esclavos vivir» con que recibirían los bolivianos a cualquier invasor.
Son presiones que ponen a Mesa, un intelectual, no un hombre de acción, en una irónica disyuntiva harto boliviana: o es Busch el Mártir, o es Banzer, el tirano asesino. O acaba muerto por intentar cumplir la voluntad soberana de su pueblo, o acaba ametrallando al pueblo.
Mesa es un burgués educado de buen pasar y muchos privilegios; es en verdad estudioso de la historia y no es como el gobernante anterior, que era buen cineasta como filosofo y mal filosofo como cineasta, lo cual no le impedirá llevarse mil muerte bolivianas en la conciencia y más de cien millones de dólares en la chequera.
Aún así, Mesa tiene plata y es «elite». Si tales no son los argumentos para negar al pueblo lo que la voluntad soberana del pueblo le exige, ¿cuál otra razón tendría el Presidente Mesa para continuar burlando esa voluntad?
El Congreso es una casa de putas, es cierto, pero… ¿hubo algún congreso, alguna vez y en alguna parte, que fuera otra cosa? El Congreso no puede ser disculpa que impida que al Presidente el ponerse del lado del pueblo que le gobierna.
Verdad es que el gobernante anterior se ríe de los bolivianos: no le han tocado un pelo y nadie sueña con recuperar la fortuna que asegura un pasar millonario a diez de sus generaciones… Puede vivir como un rey en Miami entre otros empresarios del mismo calibre antes de estirar la pata mañana o pasado.
La raza de Mesa, evidente en su rostro y en sus manos, le hacen más difícil ese papel de apátrida. No puede disfrazarse de gringo aunque robe cien fortunas para vivir «feliz» en USA. Todos lo verían foráneo, aún en Miami.
Pero la tentación es grande: diez generaciones de Mesas viviendo como reyes, así sea en el exterior: si se mira a los Banzer, millonarios hoy en diez capitales del mundo, se ve las ventajas de seguir esa senda.
Por esos motivos es tal vez prudente sugerir al Presidente que adopte la más saludable de sus alternativas: sonría una vez más para consumo popular, tan simpático él, con esos dientes tan sanos, y vuelva al estudio de televisión del que jamás debió salir.
Es posible que encuentre una vocación para hacer cine del bueno (sabemos que eso, puede) y filosofía del poder (ahora, la conoce mejor que muchos). Pero, y es lo más importante: se llevará la conciencia limpia y la bendición de sus compatriotas. Lo cual sería, en su cargo, otro milagro: ¿a cuántos Presidentes del pasado bendicen hoy los bolivianos?