De territorio boliviano sale a San Pablo, Brasil, un gasoducto con capacidad de 30 millones de metros cúbicos diarios (MCD). Otro conecta a Cuiaba, Brasil, con 2.4 millones de MCD. Un tercero llega a la frontera argentina, con 6 millones de MCD. El gasoducto que conecta a Oruro y La Paz, en el occidente del […]
De territorio boliviano sale a San Pablo, Brasil, un gasoducto con capacidad de 30 millones de metros cúbicos diarios (MCD). Otro conecta a Cuiaba, Brasil, con 2.4 millones de MCD. Un tercero llega a la frontera argentina, con 6 millones de MCD. El gasoducto que conecta a Oruro y La Paz, en el occidente del país, tiene 0.4 millones de MCD. En realidad es una cañería que no merece el nombre de gasoducto. Bolivia, país «gasífero», no cuenta con gasoductos a Beni y Pando, y gran parte de las provincias del país. El gasoducto a San Pablo tiene un diámetro 75 veces mayor que el que llega a Oruro y La Paz. Gracias a su ampliación, exportará 70 millones de MCD, lo que significa que su capacidad será 150 veces mayor que la cañería a las citadas ciudades. El gasoducto a Cuiaba pasa por la mina de oro «Don Mario», de Gonzalo Sánchez de Lozada (GSL), con un diámetro seis veces mayor que el tiene el occidente boliviano.
El gasoducto a la Argentina ampliará su capacidad de 6 millones a 30 millones de MCD. Si ahora tiene un diámetro 15 veces mayor que la cañería a Oruro y La Paz, en poco tiempo tendrá un diámetro 75 veces mayor. Transredes (Enron – Shell), la compañía que se apropió de los gasoductos, oleoductos y poliductos del país, gracias a GSL, se niega a ampliar el saturado gasoducto a Oruro y La Paz, por ser, supuestamente, «antieconómico». En síntesis, hoy existe una sola cañería que transporta 0.4 millones de MCD al Occidente de Bolivia, en tanto exportamos 31 millones de MCD. Al finalizar la presente década, se exportará 130 millones de MCD, si se vende 30 millones de MCD a México, con lo que las reservas probadas de Bolivia se habrán agotado en 20 años. Los que resisten el saqueo son calificados de «premodernos» y enemigos del «libre mercado».
Frente a esta tragedia, el ingeniero Justo Zapata plantea instalar termoeléctricas en Tarija para vender electricidad a Chile y Argentina y construir el gasoducto Tarija-Potosí, que impulsará la actividad minera, y llegará al salar de Uyuni, donde, gracias a la mezcla de azufre y gas, se instalará una enorme industria de fertilizantes, con mercado en el Brasil, así como la producción de quinua, una apreciada gramínea en el mercado mundial, con lo cual Bolivia comenzará a resolver sus apremiantes problemas económicos. La revista cruceña «Energy Press» (29-03-04) informó sobre la factibilidad de instalar una planta de polietileno y polipropileno en Patacamaya (La Paz) y otra de dimetil-eter en Sicasica (frontera entre Oruro y La Paz). El gasoducto seguirá a las ciudades de Oruro y El Alto, en las que se ampliará la instalación de centenares de medianas y pequeñas empresas que exportan manufacturas en cueros, madera y oro.
El país necesita otro gasoducto que conecte a Santa Cruz con Beni y Pando. A la explotación del hierro del Mutún, en Santa Cruz, utilizando el gas como reductor, debe seguir la instalación de la planta de diesel ecológico en Puerto Suárez, con mercado mundial asegurado. La potencialidad ganadera del Beni se multiplicará con termoeléctricas, en tanto que Pando reafirmará su condición de primer productor mundial de castaña. En Pando, el departamento más abandonado del país, se encontrarían los gasoductos de sur a norte (de Tarija a La Paz, pasando por Chuquisaca, con plantas de úrea, Potosí, Oruro y La Paz) y de Santa Cruz a Beni y Pando, con lo cual el gas coadyuvará a consolidar la hoy amenazada unidad nacional. El gas de Cochabamba desarrollará el hierro de Changolla, con destino al mercado interno, ya que el del Mutún será para la exportación.
Con esos gasoductos, Bolivia ya no estará entre los países más pobres del planeta, al que se requiere prestar dinero para que pague rentas a sus jubilados y sueldos a sus maestros y militares. Esos gasoductos, construidos por Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), con el mismo financiamiento que consiguen las petroleras para proyectos rentables, integrará Petroamérica, que articula a Petrobrás, PDVSA y Enarsa y que es la mayor esperanza de detener la succión de las transnacionales.