Provincia del Chaco, República Argentina. A doscientos setenta y cuatro kilómetros de su capital, Resistencia, se halla la localidad de Juan José Castelli agonizando de sed en estos momentos por una sequía de más de ocho meses que asola su tierra árida y escasa de vegetales y frutos, en tanto su principal alimento, la carne, […]
Provincia del Chaco, República Argentina. A doscientos setenta y cuatro kilómetros de su capital, Resistencia, se halla la localidad de Juan José Castelli agonizando de sed en estos momentos por una sequía de más de ocho meses que asola su tierra árida y escasa de vegetales y frutos, en tanto su principal alimento, la carne, también se limita debido a que los animales mueren de hambre por sequedad, desecamiento, aridez. En tanto, los burgueses marplatenses se preparan para incrementar sus ganancias en la Cumbre de Presidentes alquilando departamentos y telescopios para avizorar a los mandatarios, y conocer, al menos por medio de larga vistas a la marioneta descerebrada de Bush.
He viajado mucho por mi país y lo conozco bastante. En los años ochenta y cinco, luego de la huida de la Dictadura Genocida, los escritores nos dábamos el lujo de ofrecer Talleres Literarios por todas la provincias en un proyecto generado por la Dirección Nacional del Libro que dependía de Cultura Nacional. Creo que fue la única vez en la vida de Argentina que el dinero de cultura se gastó en cultura. No importa si la Directora fue radical,(la Historiadora Hebe Clementi, una excelente persona ) lo cierto es que el Plan de Lectura se desparramó por todo el país con objetivos de conocimiento y estética. Fue entonces cuando viajé a Castelli debido a una casualidad ya que la profesora designada se enfermó, y también a Hermoso Campo, otra localidad cercana. Ambos lugares me impresionaron muchísimo justamente por la escasez de agua. Sus habitantes expresaron, entre amables y avergonzados que el vital elemento arribaba cada tanto en un tren cisterna y los reservorios se cargaban cuando aparecía el agua. En el modesto hotel, un gran cartel anunciaba la prohibición de baño para los escasos viajantes entre los que me incluía y antes de irme a descansar el encargado me indicó que dejara la «taza servida» expresión, que aún siendo provinciana nunca había escuchado y pude conocer cuando me dirigí a un baño repleto de desechos orgánicos a los que de ninguna manera se podía despedir.
A la mañana siguiente fui a la escuela que estaba situada frente a una amplia plaza colmada de personas que parecían vivir allí porque, siendo muy temprano, todavía dormían en el suelo arropados con frazadas, cubiertos con periódicos y algunos reposando directamente sobre la cáscara agrietada de barro que servía de improvisada cama. El Director del Establecimiento me explicó que se trataba de cosechadores aguardando el tren del agua para montarse ni bien arrancara, porque mientras estaba detenido no les permitían ascender. Trabajadores golondrinas que iban de cosecha en cosecha para poder subsistir. Durante el invierno sus viviendas ocasionales eran huecos resecos armados en la tierra yerma a los que abandonaban vacíos hasta su vuelta, si tenían la suerte de regresar. A la hora del almuerzo, a pesar de estar las actividades suspendidas porque el curso era para maestros, los alumnos acudieron al comedor y los escuché golpetear suavemente las mesas. No les ponían vasos para beber. Ni más está decir que los esperé en la puerta del merendero con el balde que colgaba del pozo repleto de agua, al que todos se abalanzaron a saciar la sed natural en niños de esa edad después de haber comido un buen guiso de arroz. Las maestras me respetaron porque era su profesora y amablemente dieron su explicación: no se ponía agua en la mesa para no desperdiciarla. Este relato ocurrió hace veinte años.
Cuando vivo esas experiencias límites no puedo dejar de pensar en mi burguesa familia o en amigos que viajan y escucho criticar los hoteles que les asignan ya sea en la Costa o en Paris. Ellos nunca han visto nada semejante sufrido por nuestro pueblo. Los humildes habitantes de Castelli, (ojalá todavía viva alguno de aquellos que conocí), continuaron durante todo este tiempo sufriendo de sed y las prometidas obras hidráulicas del RIO BERMEJO jamás se cumplieron.
Hoy Castelli debe de estar pasando uno de sus peores momentos porque se menciona en los periódicos y alguna que otra nota de televisión. Ellos, los sedientos y hambreados habitantes de esa zona que bordea la selva chaqueña del Impenetrable, son argentinos y también seres humanos. Desde entonces hasta hoy ha acontecido el neoliberalismo de Menem y sus continuadores, todos apóstoles del pensamiento único, catequistas de la globalización económica y predicadores de la abdicación a un Imperio que no sabe cuidarse ni a sí mismo. Sólo invade y mata de cualquier manera ya que después de los efectos y calamidades ocurridas en su propio territorio continúan imperturbables y muy bien posicionados en sus empeños guerreros.
¿Y usted, señor del telescopio? Usted seguramente es de los que se organiza para recibir la Cumbre de Mar del Plata adonde llegarán todos los Presidentes menos el no invitado mal ejemplo socialista, el que dice la verdad.
Usted, señor, podrá observarlos a la distancia comer bien, planificar cómo entregar (o recibir) el agua del Acuífero Guaraní, violar el territorio soberano con tropas mercenarias, explotar nuestra mineralogía, saciarse del oro cuya extracción envenena Cuyo, todo en nombre del «libre comercio».
También espiará complacido cómo se vende Latinoamérica al mejor postor y notará la alegría que los embarga cuando brinden con champagne porque pronto democráticamente asesinarán a Chavez, y Fidel no llegará a los ciento veinte años que su salud tiene planificada.
Porque ustedes, señores veraces, nobles y perfectos egoístas, siempre vivirán burlándose de los pobres de Castelli, Hermoso Campo, África, Irak, el mundo entero y se sienten realizados por el hecho de votar en un pluripartidismo mentiroso que los moviliza para seguir gozando de su fantasía de libertad, convertidos en esclavos-amigos de los omnipotentes.
Señores, las palabras huelgan. Sigan alquilando telescopios. Me avergüenzo de ser vuestra compatriota y considero apremiante, necesario e inaplazable recomendarles un urgente trasplante de corazon a quienes piensan como ustedes.
* Escritora argentina