Con Evo Morales Aima, Bolivia inicia una nueva etapa de su historia política y social. Ahora comenzarán a sonar apellidos más bien excluidos, como Condori y Mamani. Por ejemplo, David Choquehuanca integra con Juan Ramón Quintana la comisión política designada en un ampliado popular del MAS en Cochabamba para negociar la transición con el gobierno […]
Con Evo Morales Aima, Bolivia inicia una nueva etapa de su historia política y social. Ahora comenzarán a sonar apellidos más bien excluidos, como Condori y Mamani. Por ejemplo, David Choquehuanca integra con Juan Ramón Quintana la comisión política designada en un ampliado popular del MAS en Cochabamba para negociar la transición con el gobierno saliente.
La novedad es que por primera vez en 20 años hay un período de transición entre dos gobiernos. La mayoría absoluta de Morales hizo innecesaria ‘la segunda vuelta del Congreso’, que solía designar al presidente apenas un par de días antes del plazo fatal y, por lo demás, sin que importaran los votos obtenidos por el afortunado, que podía ser el segundo o el tercero.
La asunción de Morales será la primera en que un presidente asuma en el Congreso sin la pompa y circunstancia de la vestimenta convencional. ‘Vamos a ver si me pongo traje, todavía no hemos considerado ese aspecto’, dijo Evo Morales, hablando ante una asamblea del MAS en Cochabamba. Y probablemente haya una segunda versión popular, con rituales indígenas, en la Plaza San Francisco, escenario tradicional de grandes manifestaciones de La Paz.
Pavorosa realidad
Suena exagerado, pero la pobreza hizo de Bolivia un pedazo de Africa enclavado en el Altiplano, aunque con mejores esperanzas que Haití, de donde ya prácticamente se llevaron todo, hasta los árboles. Bolivia en cambio, aún tiene hidrocarburos, o sea, gas y petróleo.
Afirmar que existen formas de esclavitud suena todavía más exagerado. Las redes de radios católicas Fides y Erbol transmiten rutinariamente avisos de la UNESCO contra el ‘trato de personas’, es decir, tráfico de seres humanos, mejor dicho, esclavos, principalmente mujeres menores en cautiverio sexual. Los testimonios de las niñas son atroces, denigrantes, desgarradores… Un enorme drama en un aviso de un par de minutos.
En las haciendas de Santa Cruz, la provincia dominada por grandes terratenientes blancos, existen ‘relaciones laborales’ bajo nuevas formas de esclavitud. En el Beni, los señores feudales campean en pueblos guaraníes como Araona, Baure, Chimán, Ese Ejja, Itonama, Leco, Mosetén, Movima, Moxeño, Nahua, Pacahuara, Tacana y Yuminahua cuyos habitantes recolectan castañas en condición de esclavos.
La denuncia no proviene de los partidarios de Morales, sino de Rosario Baptista, consultora de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Bolivia. El ministerio del Trabajo no tiene información ni autoridad respecto a estos abusos. Los indígenas terminan endeudados y obligados a permanecer en barracas hasta el fin de la zafra castañera para pagar deudas en especies que los obligan a regresar al año siguiente.
En un régimen muy parecido al de las antiguas salitreras del norte de Chile, el trabajo no se paga en efectivo, sino en especies. ‘Ellos usufructúan la mano de obra barata de los trabajadores que están en condiciones de semiesclavitud, porque la retribución salarial se hace a través de alimentos y ropa a precios muy altos y no existe equitativa compensación económica’, afirmó Alicia Muñoz Ala, senadora del MAS por Oruro.
La disciplina es dura. ‘En algunas casos, cuando no cumplen sus tareas son golpeados o reciben latigazos’, dijo Francisco Limaco, dirigente indígena de Riberalta, zona castañera de la provincia Vaca Díez, del Beni. Limaco recordó que su padre fue atado a un árbol y castigado en público con 20 latigazos por una ‘falta laboral’. Las tareas son vigiladas por guardias armados.
Mayoría indígena
En Bolivia no se ha dictado –ni necesitado– ninguna ley de apartheid, como en Sudáfrica. La pobreza urbana de La Paz convive hacinada con el tráfico automotor y el tumulto de las calles céntricas, en aparente sumisión pacífica a su infortunio, simplemente porque así lo quiere Dios, como predican las radios evangélicas que abundan en Bolivia. Para los evangelizadores, el problema es otro: ‘Si estás contra las drogas, el aborto y la delincuencia, …piensa muy bien por quién vas a votar’, proclamaba la propaganda radial electoral de las múltiples filiales locales de sectas protestantes estadounidenses y sus numerosos avisos en radioemisoras propias y ajenas. Hubo una ‘guerra sucia’, encubierta y mediática, que varió de ‘alta’ a ‘baja intensidad’ con la llegada de observadores internacionales en el último tramo de la campaña electoral. Y la verdad es que la campaña sucia sirvió de poco. Más bien concitó mayor apoyo hacia Morales.
En las calles de La Paz y Santa Cruz conviven ganadores y perdedores, como en tantas urbes latinoamericanas. Pero aquí los perdedores pertenecen a etnias que hablan quechua, aymara, chiquitana o guaraní, y por supuesto, el idioma de Cervantes. Los afortunados caminan rápido o circulan en automóvil, mientras los estratos de perdedores menos desafortunados –la pobreza también está segmentada– administran sus minúsculos comercios ambulantes, en tanto otros simplemente piden a cambio de nada, como suele ocurrir también en Santiago. Quienes tratan de rasguñar algo que comer con la venta de cualquier cosa mantienen a los niños durmiendo el hambre sobre las veredas, metidos en una cesta, con el clásico gorro indígena que deja libre la nariz, los ojos y unas mejillas coloradas, abrigados con chombas tejidas por ellos mismos.
Industriosas mujeres de edad mayor hilan lana de llama con una pequeña rueca de madera que gira como un trompo, tal como lo vienen haciendo por siglos, sentadas sobre las veredas, a la espera de clientes para sus tejidos, mientras otras mujeres más jóvenes conversan en sus lenguas amamantando a hijos que se ven demasiado grandes como para ser lactantes, pero no tienen otro alimento que darles. Todo esto ocurre al paso de los transeúntes y a 3.400 mt de sobre el nivel del mar. A pesar de la altitud de La Paz, las mujeres trotan en subida para alcanzar un mini-bus japonés, cargando sobre la espalda un bulto que bien puede pesar unos 20 kg y que muchas veces incluye a un niño. Resulta increíble ver a tanta mujer indígena cargada como si fuera una mula, ‘cholas’ aparentemente robustas, de amplias caderas, cubiertas además por varios kg de pesada indumentaria, tanta que siembra dudas sobre la naturaleza real de su apariencia gorda.
En ciertas esquinas clave hay mercados de mujeres que ofrecen su fuerza de trabajo doméstico paradas verticalmente sobre la vereda, impasibles, bregando por alguna pega de lavado o planchado que les permita pasar a la jornada siguiente. En este espectáculo del siglo 21 no hay nada parecido al circo romano: la muerte por hambre es aséptica, nada vistosa, sin sangre fluyendo sobre el empedrado. Y los gladiadores que sucumben son mayoritariamente indígenas y, por añadidura, pobres, personas de tercera o de ninguna clase, genérica y peyorativamente llamadas ‘cholas’ sin son hembras. ¿Qué pasará ahora que un cholo es Presidente? Para esa gente renace una esperanza.
Panorama económico
Bolivia es rica en hidrocarburos, pero la ley aprobada en el gobierno de Carlos Mesa no estableció la participación boliviana de 50% a que aspiraba el MAS. Empero, esas regalías (o ‘royalties’) ya produjeron más de 400 millones de dólares que benefician a prefecturas y municipios, según el senador MAS Antonio Peredo Leigue, periodista y hermano de Coco e Inti, los legendarios camaradas del Che. Las exportaciones de este año ascenderán a 2.500 millones de dólares, un récord para Bolivia. El futuro es promisorio, también para las compañías petroleras.
Morales desea cambiar las reglas del juego y hacer que las petroleras paguen más, pero necesita modificar la ley de hidrocarburos. El presidente electo anunció nuevas relaciones con el capital extranjero, ‘en calidad de socio, no de patrón’. Y tiene mayoría poco holgada en la Cámara Baja, con 66 legisladores seguros –sobre un total de 130– por haber obtenido 51% de los votos de diputados, pero la situación es más crítica en el Senado.
En Bolivia hubo tres elecciones más. Aparte de la presidencial, se eligieron 27 senadores que integran la Cámara Alta a razón de tres por distrito, 130 diputados y, por primera vez, se eligió a prefectos o gobernadores de las nueve regiones o departamentos del país. En el Senado hay un virtual empate entre el MAS y el Poder Democrático Social (Podemos) –del derrotado candidato Jorge Quiroga–, nuevo nombre de Acción Democrática Nacionalista (ADN), fundada por Hugo Bánzer cuando dejó de ser dictador (1971-1978) para regresar al poder como presidente elegido (1997-2002), con Quiroga como vicepresidente, quien debió completar el período.
El MAS y el Podemos tienen 13 senadores cada uno. El voto dirimente pertenece al Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) de El Beni, el partido de Víctor Paz Estensoro que condujo la revolución de 1952. Pero este este esquema podría cambiar durante los 25 días que, según la ley, puede tardar el recuento oficial, es decir, hasta el 12 de enero. La transmisión presidencial será el 22.
La otra oposición
Dejando de lado la ‘guerra sucia’ previa a las elecciones, la oposición política se ha portado ‘caballerosamente’ desde que los demás candidatos (hubo ocho aspirantes presidenciales) reconocieron el triunfo de Morales, cuyo primer oficio fue pastorear llamas, antes de erigirse en líder de los sindicatos campesinos de El Chapare y adquirir proyección nacional e internacional. La amenaza proviene de algunos líderes de organizaciones empresariales de ganaderos y propietarios de tierras de Santa Cruz. Por ejemplo, el dirigente Boris Marincioni dijo (lunes 19) que ‘los empresarios no están obligados a respetar la democracia si Morales cambia las reglas’.
Hay sectores más moderados, comenzando por las propias petroleras, a quienes Bolivia necesita forzosamente para aprovechar su riqueza en el actual esquema mundial de la industria de hidrocarburos. Y el presidente electo exhibe más capacidad de ‘gobernabilidad’ que cualquiera otra figura política de su país, por su extraordinario ascendiente sobre una masa empobrecida que no tiene nada que perder.
Esta semana Morales intercambió garantías de estabilidad con la banca privada. Después relató, ante una asamblea del MAS en Cochabamba –donde suelen efectuarse sus reuniones masivas–, que los banqueros garantizaron ‘trabajo por la estabilidad macroeconómica’ y aseguró que su futuro gobierno ‘otorgará garantías plenas al sector privado’, probablemente concitando escozor en ‘la oposición de izquierda’. La próxima semana irá a Santa Cruz a dialogar con las organizaciones empresariales locales.
Todos estos contactos de ‘gobernabilidad’ suscitan estridentes críticas en la izquierda radical. El dirigente sindical Ramón Loayza, a la vez senador del MAS, dio también a Morales un plazo de 90 días para una nueva ley de hidrocarburos, sólo que lo hizo antes de las elecciones. El MAS no es un partido vertical como otras tiendas latinoamericanas de cualquier signo. Es un movimiento de organizaciones sociales y sindicales, cuyos dirigentes suelen levantar exaltados discursos destinados más bien a los oídos de las bases.
Los ’90 días’ fueron repetidos por la Central Obrera Boliviana (COB), la Central Obrera Regional (COR) y otras representaciones más simbólicas que reales, cuyas amenazas adquieren generosa resonancia en televisión. Mucha gente de clase media, pequeños comerciantes urbanos, taxistas y oficios diversos sin militancia alguna, votó por Morales para que Bolivia regrese a la ‘gobernabilidad’, después de años de todo lo contrario.
Morales debe conciliar hacia izquierda y derecha. ‘Con humildad y firmeza (…) hacemos de nuevo un llamado público a que todos los sectores se sumen, no sólo los movimientos sociales’, dijo en Cochabamba, ante una ovación de sus seguidores. ‘Vamos a demostrar que podemos gobernar y la gobernabilidad la garantizamos con los movimientos sociales, los partidos que apoyan al cambio y la comunidad internacional’.
Desde Cochabamba, Morales criticó a los sectores radicales y organizaciones de vecinos de El Alto, cerca de La Paz, que insisten en ‘los 90 días’ para nacionalizar los hidrocarburos. ‘Tenemos una enorme responsabilidad histórica y en este marco los plazos que dan algunos son el mejor instrumento del imperio y de la oligarquía (…); en cambio nosotros hemos ganado para los próximos 50 años’, aseguró Morales en presencia de dirigentes de una veintena de organizaciones sindicales, senadores y diputados electos en Cochabamba.
El apetito por los cargos también es grande. El senador Antonio Peredo aclaró que Morales consulta a los sectores sociales antes de elegir a sus ministros, pero en última instancia tiene derecho a designar a sus colaboradores. ‘No se trata de que las organizaciones sociales, dirigente del MAS y parlamentarios elijan ministros sino que en el MAS hay la práctica de la consulta, pero esto está balanceado por la facultad del presidente para nombrar a sus ministros’, aclaró Peredo.
Algunas organizaciones formulan ‘el plazo de 90 días’ para demostrar a sus seguidores que cobran su apoyo electoral. Pero agobian al presidente electo solicitándole cargos y ministerios. Morales dijo claramente que no habrá ‘pegas’ como retribución a votos.
Perú, Paraguay, Argentina, Brasil, el Príncipe de Asturias, el economista uruguayo Enrique Iglesias y varios premios Nóbel han confirmado su presencia en el acto de cambio de gobierno del domingo 22 de enero. El presidente Ricardo Lagos anunció que no iría, pero de manera poco cortés y nada diplomática, gesto que no tuvo cuando asistió a las exequias del ex dictador Bánzer. El desaire afecta más al presidente saliente, abogado como él, encargado de invitar a uno de los cambios de mando más concurridos de la historia del país, con unos 700 periodistas, camarógrafos y fotógrafos más interesados en registrar espectáculos de consumo mediático que en informar sobre la realidad de este esperanzado país.
* Ernesto Carmona, periodista y escritor chileno.