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Bolivia y el mandato progresista en Latinoamérica (Segunda Parte)

¿Qué ha logrado la «Nueva Izquierda» Latinoamericana?

Fuentes: Rebelión

Al buscar un modelo para manejar estas tensiones, Morales puede examinar el historial de otras administraciones progresistas que han alcanzado el poder en Latinoamérica. En años recientes, a la Casa Blanca le ha disgustado ver la propagación de gobiernos progresistas en Suramérica. Mientras tanto, los oponentes de la globalización corporativa han invertido una esperanza considerable […]

Al buscar un modelo para manejar estas tensiones, Morales puede examinar el historial de otras administraciones progresistas que han alcanzado el poder en Latinoamérica. En años recientes, a la Casa Blanca le ha disgustado ver la propagación de gobiernos progresistas en Suramérica. Mientras tanto, los oponentes de la globalización corporativa han invertido una esperanza considerable en estas administraciones y han saludado la llegada al poder de Morales.

En sentido general, los gobiernos progresistas de Venezuela, Argentina, Uruguay y Chile han aumentado el gasto social y dedicado mayor atención a las necesidades de los pobres. Sin embargo, raras veces han cumplido las expectativas de los movimientos sociales que ayudaron a llevarlos al poder. Estos movimientos han mantenido un papel de confrontación con el gobierno.

Igualmente, el triunfo electoral en Suramérica ha señalado una reacción a dos décadas de neoliberalismo económico desencadenado. Pero la magnitud con que cada país ha rechazado las políticas del «Consenso de Washington» varía grandemente.

La victoria electoral más reciente de la izquierda en Latinoamérica tuvo lugar en Chile. Allí una coalición de democristianos y socialistas, conocida como la Concertación, ha gobernado desde el final de la dictadura de Pinochet en 1990. El 15 de enero los chilenos eligieron a la socialista Michelle Bachelet como su nueva presidenta. Bachelet es la primera mujer que gobierna el país y la tercera mujer elegida como jefa de estado en la historia latinoamericana. Su familia estuvo en la cárcel y su padre murió a manos del régimen de Pinochet en la década de 1970. Aunque la victoria de Bachelet marca un excitante viraje cultural, la presidenta electa ha jurado «andar por el mismo camino» que el actual presidente socialista, Ricardo Lagos. Lagos apoyó iniciativas neoliberales como el Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA), mantuvo estrechos lazos con Washington y se distanció de gobiernos más radicales en la región. Aunque observadores optimistas internacionales esperan que Bachelet pueda abandonar la moderación de la administración Lagos y enfrentar más agresivamente las duras desigualdades del país, su declaración hasta ahora subraya la continuidad.

Más relacionadas con la situación boliviana son los ejemplos de Argentina, Brasil y Venezuela. Cada uno representa una economía dominante en la región y cada uno ha actuado de manera diferente desde que los progresistas llagaron al poder, ofreciendo lecciones únicas a los líderes del MAS.

Enfrentándose al FMI en Argentina

En 2003 el izquierdizante Néstor Kirchner tomó posesión en Argentina -después del colapso en 2001 de la economía del país y los levantamientos populares que expulsaron del poder a sucesivos gobiernos. Las políticas neoliberales apoyadas por el FMI e implementadas por el Presidente Carlos Menem en la década del 90 fueron consideradas responsables del colapso. Desde entonces Argentina ha sentado un precedente al romper con el FMI y jugar al duro con los acreedores internacionales.

En 2003 el país hizo la creíble amenaza de suspender sus pagos al FMI -algo nunca visto en países de ingresos medios. En respuesta, el Fondo retiró sus exigencias de austeridad y tasas más altas de intereses. Lo hizo por temor de que otros países siguieran el ejemplo de Argentina y suspendieran pagos. El intercambio sacudió el prestigio internacional del FMI y permitió a Argentina terminar una renegociación de más de mil millones de dólares en deuda externa en 2005. La renegociación redujo drásticamente el valor de las obligaciones existentes del país con los acreedores privados. Además, la posición de Argentina en contra del FMI le ha permitido al país basar su recuperación económica en políticas que, aunque no se desvían muy a la izquierda de las reglas keynesianas, son contrarias a las preferidas por Washington. Más allá de la política económica, Kirchner ha apoyado el rechazo a las leyes de amnistía que protegen a los militares. Esta acción ha ayudado a abrir un gran número de casos legales en contra de abusos a los derechos humanos por parte de gobiernos militares argentinos anteriores.

Sin embargo, aún quedan tensiones entre el gobierno de Kirchner y fuerzas como los «piqueteros», o movimiento de trabajadores desempleados. Tales movimientos acusan al presidente de usar posiciones radicales o nacionalistas para encubrir decisiones políticas más conservadoras. Una muestra de este conflicto surgió con el anuncio de Kirchner en diciembre de que el gobierno (después de una medida similar por parte de Brasil), «desendeudaría» a Argentina mediante el pago de $9,8 mil millones al FMI. Citando el dolor que la institución financiera ha causado al pueblo, Kirchner presentó la medida como una decisión para zafarse definitivamente del FMI y sus odiosas recomendaciones. Sin embargo, como señaló el Frente Popular Darío Santillán, una organización de piqueteros, la medida equivale a un pago total de la deuda, en vez de su renuncia. «A pesar de la retórica progresista, la deuda se paga con el hambre del pueblo», dijo el grupo en una declaración citada por Inter-Press Service. Finalmente, la relevancia de la decisión como un modelo para otros gobiernos progresistas dependerá de la capacidad del gobierno de Kirchner de usar su nueva libertad del FMI para trazar un camino económico cada vez más independiente.

La Inocencia Perdida en Brasil

El Partido de los Trabajadores de Brasil (PT) se ha mantenido en un camino más conservador desde que alcanzó la presidencia, para desencanto de muchos que se entusiasmaron al ver ganar las elecciones en 2003 a Luis Inacio «Lula» da Silva. Desde el principio Lula, un ex obrero metalúrgico y líder sindical, ha seguido una política económica «pragmática». Sus cautelosas decisiones están diseñadas para tranquilizar a los inversionistas extranjeros y evitar una precipitada fuga de capitales -una preocupación genuina para cualquier país que desee evitar el colapso económico que Argentina ya había experimentado. Con el tiempo el camino de Lula casi no se distingue de las políticas que el PT criticó duramente en otra época. Lula ha optado por seguir las recetas del FMI y por continuar haciendo pagos por la enorme deuda exterior de Brasil, la cual el Banco Mundial valoró en 2002 como del 49,6 por ciento del PIB de Brasil (o unos $230 mil millones). Durante veinte años el PT había denunciado el pago de la deuda, argumentando que desviaba demasiado dinero de los programas sociales y de la inversión económica productiva. La actual posición del presidente dista mucho incluso de las antiguas denuncias más moderadas de su partido.
La administración de Lula ha sido más agresiva en implantar medidas neoliberales que las que ha exigido el FMI. Los dictados del Fondo piden a Brasil mantener un superávit primario del presupuesto de 3,75 por ciento del PBI. Mientras tanto, Lula voluntariamente ha decidido mantener un superávit aún mayor de 4,25 por ciento, lo que deja dinero sólo para modestos incrementos del gasto en programas sociales. Varios de estos programas -tal como Fome Zero, la iniciativa gubernamental en contra del hambre- han sido lastrados por una pobre implementación y manejo.

Además, mientras el fuerte crecimiento económico fue utilizado en el pasado para justificar el enfoque cauteloso del gobierno, las cifras del crecimiento este año se mantienen en un pobre 2,5 por ciento. Esto ha provocado que incluso economistas de centro critiquen la preocupación del gobierno por controlar la inflación con altas tasas de interés, lo que provoca un alto desempleo.

Las acciones de Lula en la escena internacional también muestran una trayectoria decepcionante. En 2003 la dirigencia del PT en la mayor economía de Suramérica prometió abrir un espacio de posibilidades en las negociaciones internacionales. Lula hablo a menudo de construir una «nueva geografía» de comercio y política, donde los países pobres serían considerados como iguales. Brasil emergió como uno de los países más vehementes en su crítica a la invasión norteamericana de Irak. Y Lula fue una fuerza decisiva en la formación del G20+, un grupo de países en desarrollo que se enfrentó a las exigencias de EE.UU. y Europa en la Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) de 2003 en Cancún. La postura del grupo provocó el colapso de las conversaciones de Cancún.

Sin embargo, el compromiso de solidaridad de Brasil con el resto del mundo en desarrollo recientemente ha sido puesto en duda. En el verano de 2004, negociadores de Brasil forzaron a países más pobres a firmar el «marco de julio» para la agricultura en las negociaciones de la OMC en Ginebra -probablemente porque Lula pensó que el acuerdo podría beneficiar a las compañías agrícolas brasileñas. Esto dio nueva vida a la moribunda institución. Junto con India, Brasil prosiguió su camino de objetivos nacionalistas por sobre la solidaridad del G20+ en las conversaciones de la OMC de Hong Kong en diciembre de 2005. Allí utilizó su influencia para garantizar que el mundo en desarrollo no bloqueara un acuerdo acerca de la continuación de las negociaciones de la «Ronda Doha». El interés en las crecientes exportaciones agrícolas de Brasil también ha causado fricciones entre el gobierno de Lula y el antiguamente amistoso Movimiento de los Sin Tierra (MST), el cual ha criticado el lento ritmo de la reforma agraria bajo el PT.

En un último hecho descorazonador, varios importantes funcionarios del PT han sido implicados en un escándalo de corrupción el año pasado. Esto ha manchado la reputación del partido de mantener normas éticas más estrictas que las de sus competidores; ha posicionado de manera desfavorable al PT en un contexto habitual de la política, cundido de patronazgo y sobornos.

Entre la corrupción y los fracasos de políticas, algunos observadores han llamado con acierto al 2005 el «Año de la Inocencia Perdida en Brasil». En el Foro Social Mundial de 2005, el presidente venezolano Hugo Chávez aconsejó a los críticos de Lula que tuvieran paciencia y dieran más tiempo al gobierno del PT para que pudiera hacer valer su independencia del Consenso de Washington. Un año después, con la popularidad de Lula en descenso y la cercanía de elecciones en el otoño, el tiempo pudiera estar acabándose.

Venezuela como Protagonista

Gran parte del liderazgo progresista que se esperaba de Lula cuando fue elegido ha sido asumido por Hugo Chávez de Venezuela, quien se ha establecido como el principal adversario de la Casa Blanca en la región. A diferencia de otros países en los que los levantamientos populares y las organizaciones establecidas del movimiento social han ayudado a llevar al poder a nuevos gobiernos, Chávez ha usado al estado en gran medida como punto de partida para dirigir una «Revolución Bolivariana», la cual subsiguientemente ha desarrollado dimensiones populares. En los últimos dos años la conformación de esta revolución ha entrado en su camino a medida que Venezuela se recuperó de varias rondas de huelgas petroleras y la inestabilidad de un golpe en 2002, apoyado por EE.UU.

Aunque Chávez a menudo es presentado como una copia de Fidel Castro, varios observadores han señalado que los programas de redistribución que son el cuño de su política social le deben más al Nuevo Trato que al socialismo estatal cubano. Entre los muchos programas gubernamentales que han sido financiados en años recientes por los ingresos provenientes de las ventas de petróleo, se incluyen un ambicioso programa de alfabetización, educación publica gratuita hasta el nivel universitario, y un amplio sistema de clínicas de salud pública. La política económica de Chávez, decididamente anti-neoliberal, ha creado el crecimiento más robusto en el hemisferio, con un aumento del PNB del país de 18 por ciento en 2004 y aproximadamente 9 por ciento en 2005

En la escena internacional, Chávez ha sido el más destacado de los líderes latinoamericanos al proponer un frente unido de la Nueva Izquierda. Ha presentado la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA) como modelo de cooperación regional en contraposición al ALCA. Prestó a Argentina casi mil millones de dólares y ha vendido petróleo a precio reducido a muchos países a fin de beneficiar a poblaciones empobrecidas (incluyendo a residentes de viviendas de bajos ingresos en el Bronx y Boston). En otro acuerdo petrolero de ese tipo, Cuba envió 20 000 médicos para apoyar el sistema de cuidado de salud pública en Venezuela, a cambio de petróleo. En las conversaciones de la OMC en Hong Kong en diciembre, Venezuela presentó una fuerte y coherente voz. En una dramática actitud, la Viceministra de Asuntos Exteriores Mari Pili Hernández insistió en la ceremonia de clausura en denunciar el acuerdo de la OMC, y que constara en acta, antes de que fuera aprobada formalmente por la asamblea

El hecho de que Venezuela sea el principal exportador de petróleo en el hemisferio es básico para la reciente transformación del país. Los altos precios del petróleo -que produjeron $25 mil millones de dólares en ganancias para el gobierno venezolano en 2004, e incluso más en 2005- han dado a Chávez fondos en abundancia y ventaja política para realizar sus planes. Por supuesto, los altos precios de exportación no se traducen necesariamente en desarrollo humano. Las bonanzas petroleras anteriores no hicieron nada por aumentar los ingresos de los pobres o para disminuir la desigualdad. Igualmente Chávez merece elogios por sus esfuerzos por construir la solidaridad entre las naciones latinoamericanas, algo que otros países relativamente ricos a menudo han olvidado hacer.

Sin embargo, el modelo venezolano no carece de problemas. La buena fortuna de la riqueza de recursos naturales del país plantea preguntas acerca de si la revolución bolivariana es exportable. Los países endeudados, con menos libertad para enfrentarse a la comunidad financiera internacional, no pueden darse el lujo de replicar los programas sociales de Chávez y sus protestas públicas. Además, un número de iniciativas estatales han atraído las críticas de los ambientalistas. En un ejemplo, PDVSA -la compañía energética estatal de Venezuela- se unió a Chevron y a Phillips Petroleum para el multimillonario proyecto de Hamaca, que desarrollará un campo petrolero en la cuenca del río Orinoco. Los activistas argumentan que el proyecto tendrá un impacto devastador en el ecosistema circundante.

La centralidad del presidente venezolano como un líder de esfuerzos de reformas también plantea preocupaciones de si la «revolución» puede sobrevivir más allá de Chávez. Con un alto concepto de sí mismo, Chávez se presenta regularmente como un actor histórico clave y a menudo ha trabajado por consolidar su propio poder. Falta por ver de qué manera grupos locales como los «círculos bolivarianos», que actúan como foros de participación democrática en nuevas iniciativas sociales, pueden llegar a madurar a fin de sobrevivir más allá de la permanencia de Chávez en la presidencia y garantizar un modelo diferente al del poder estatal centralizado que tiene Castro en Cuba.

¿Cómo se Compara Bolivia?

Las circunstancias internas, las presiones extranjeras y la propia inclinación política de Morales determinarán si Bolivia andará por uno de los caminos iniciados en Argentina, Brasil o Venezuela, o si trazará un curso totalmente diferente. En términos de condiciones políticas, Bolivia es una amalgama de sus vecinos suramericanos. Al igual que Argentina, Bolivia ha experimentado una crisis de gobernabilidad con rápidos cambios de presidentes. Una presión fuerte por parte de los movimientos sociales ha creado un mandato para enfrentarse a las instituciones financieras internacionales. Pero al igual que Brasil, Bolivia debe preocuparse también por la fuga de capitales y los acreedores extranjeros, los cuales pueden paralizar su economía y limitar la capacidad de acción del gobierno. (Irónicamente Petrobrás, una compañía energética parcialmente propiedad del estado brasileño, es uno de los mayores intereses extranjeros en la industria de gas de Bolivia.) Dicho lo anterior, los grandes recursos naturales de Bolivia podrían traducirse potencialmente en palanca para Morales, al igual que el petróleo ha sido una bendición para Chávez. Bolivia posee una de las más grandes reservas de gas natural en el hemisferio, así como grandes depósitos de petróleo. Sin embargo, al menos en el futuro cercano, el país depende de la inversión extranjera para desarrollar estos recursos.

La independencia de la sociedad civil marca una diferencia crítica entre Bolivia y Venezuela. Líderes en el nuevo gobierno de Morales y en los movimientos sociales en el país se han apresurado en declarar que el panorama política boliviano bajo la administración del MAS será muy diferente al visto en Caracas. En una entrevista con la agencia noticiosa española EFE, el Vicepresidente electo Álvaro García Linera aseguró que aunque en Cuba y Venezuela «la sociedad civil ha sido construida por el estado», la sociedad civil boliviana surge casi enteramente de la base. Linera describió la reciente experiencia política del país como una «construcción de múltiples movimientos sociales con una trayectoria de largo alcance y una capacidad organizativa y autónoma que poco a poco ha ido presionando al estado y finalmente ha llegado a ocuparlo».

Cuando hablamos con Oscar Olivera, líder de un movimiento social en Cochabamba, acerca de la nueva administración, explicó: «No estamos luchando para gobernar, estamos luchando para que desaparezca el gobierno y nos gobernemos nosotros mismos». Cuando se le preguntó si está interesado en ayudar a transformar a Bolivia en otra Venezuela dijo: «No creo en líderes militares o líderes ex militares (como Chávez). Cada país es diferente y tiene su propia cultura e historia. Mucha gente en los medios trata a Chávez como si fuera lo mejor que hay. Pero el líder es una cosa y el pueblo otra».

(La semana próxima les ofrecemos el último de esta serie de tres en donde Engler y Dangl discuten la nacionalización del gas y petróleo en Bolivia.)

— Mark Engler, escritor residente en la Ciudad de Nueva York y analista de Foreign Policy In Focus, puede ser contactado por medio del sitio web http://www.democracyuprising.com. Benjamin Dangl es el editor de UpsideDownWorld.org y autor del libro El precio del fuego: guerras de recursos y movimientos sociales en Bolivia y más allá, de próxima aparición. Kate Griffiths brindó ayuda en la investigación para este artículo.
Traducido por Progreso Semanal