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Reflexiones sobre el estado boliviano

Fuentes: tinku.org

Si antes apenas podíamos imaginar valores elementales como la democracia, la igualdad y la libertad, sin pensar en la presencia del Estado, en la actualidad, el rol del Estado como instrumento político es cuestionado cada vez más. Pero si el Estado desaparece, qué vendrá en su lugar? La disputa política en la constituyente, nos ayuda […]

Si antes apenas podíamos imaginar valores elementales como la democracia, la igualdad y la libertad, sin pensar en la presencia del Estado, en la actualidad, el rol del Estado como instrumento político es cuestionado cada vez más. Pero si el Estado desaparece, qué vendrá en su lugar? La disputa política en la constituyente, nos ayuda a pronosticar las características que tendrán, las futuras batallas sobre el Estado. La lucha entre quienes ven al Estado como la solución a los problemas y aquellos que ven al Estado como un problema en si, nos demuestra que estamos ante una de las modernas disputas bolivianas: La lucha sobre el Estado.

La base de este dilema es en el fondo el cuestionamiento de: ¿Qué tipo de sociedad queremos construir? Algunos piensan que las instituciones locales y autonómicas pueden ocupar el espacio del Estado, y los otros opinan que el Estado aún tiene tareas fundamentales por cumplir en Bolivia.

Sin importar cual de esas dimensiones uno adopte, parece obvio que el Estado como institución durante los últimos decenios ha ido resultando ser cada vez menos incuestionable. Se pone en duda al Estado de una manera que antes no era posible. Podemos imaginar una Bolivia donde el Estado ya no es la evidente arena para la vida política y social de sus ciudadanos. Poner en duda al Estado, lo que fue, lo que debe ser, o lo que podría ser, significa también que, se puede estudiar a éste de una manera nueva. Por primera vez, desde la fundación de Bolivia se pueden formular algunas preguntas embarazosas como: ¿Qué es en realidad el Estado? ¿Cómo surgió el Estado? ¿De qué forma alternativa podría ordenarse el país?

De hecho, el Estado nacional así como lo conocemos hasta ahora, esta por irse a la tumba. Para darse cuenta de ello, no hace falta ser diplomático, politólogo, o sociólogo. Basta con una comprensión filosófica del diario vivir, y un poco de reflexión. Organizaciones sociales de base que, antes combatían contra el Estado, «ahora son parte de ese Estado». Empresas nacionales e internacionales que, antes dictaban políticas de Estado, ahora combaten desde afuera, las políticas de Estado. Organizaciones sociales abiertamente anti- neoliberales que antes combatían al Estado neoliberal, son ahora parte del Estado neoliberal. Neoliberales que antaño eran parte del Estado neoliberal, ahora combaten al Estado neoliberal. El poder del Estado, no es suficiente para encontrar alternativas económicas, para solucionar los angustiantes problemas económicos, sociales, culturales, o de identidades. Los ejemplos más claros son Venezuela y Bolivia, y otros más camaleónicos; Brasil, Uruguay, Chile, Perú, etc.

Bolivia se inscribe en lo que Christopher Laschs denomina: «la sublevación de las elites». Las diferencias de clase crecen dramáticamente. El estrato más rico del país se enriquece cada vez más desenfrenadamente, la clase media es reducida, y la clase baja se transforma en pasiva, más a menudo fuera de combate (emigrando), o simplemente espectadora. Las diferencias sociales se ven con más claridad en la escena de las ciudades grandes: la descomposición, ambientes de violencia y criminalidad de los suburbios son colocados contra el vigilado lujo de las elites. Frente a la evidente degradación social esta la cultura narcisista, caracterizada en pocas palabras como egocéntrica y autosuficiente, repleta de contactos superficiales y vacíos de contenido. El estilo de vida es un ego con patas, impulsado por la cacería de la juventud eterna. Laschs denomina a esta situación como una obscenidad moral, como un explosivo político y una amenaza contra la sobrevivencia de la democracia. Las elites nacionales viven tan aisladas del mundo, que no ven la desintegración y la miseria social. Viven separados, se relacionan en el mismo ambiente social, erigen y eligen sus propias escuelas, hospitales, complejos deportivos, etc. El objetivo de las elites es sólo económico-material. Las elites están globalmente enlazadas a través de las bolsas de valores, la red financiera internacional, la avanzada y rápida tecnología. La elite rica domina las riquezas, el conocimiento, el poder y se juntan en un estilo de vida, infinitamente distante de la mayoría. Ellos carecen de suelo patrio, como escribiera una vez Carlitos Marx sobre la clase trabajadora.

La «sociedad boliviana» se descompone. Ex mineros del sector estatal ahora cooperativistas que, ante el 21060 defendieran a vida y muerte la propiedad estatal de sus fuentes de trabajo, ahora, combaten a vida y muerte (Huanuni), la propiedad «privada» de sus fuentes de trabajo, contra la propiedad estatal.

La política cuyo objetivo entre otros, es poner limite al espacio del poder y la supremacía económica, esta siendo desmontado. Se pretende hacer de la política un servidor de la ya dominante clase. Todo lo que agrupa un razonablemente grande apoyo popular, y entra en conflicto con la ideología y los intereses político-económicos de la elite, es tildado de «populista» en su sentido negativo, acaso la verdadera voz de la democracia no es el populismo? Esta realidad se expresa en la interrelación política, donde ninguno de los discursos ofrece luces al oscuro entorno nacional.

Entonces, cabe preguntarse ante que descomposición estamos? Descomposición social, descomposición del Estado, descomposición de los partidos políticos, descomposición de las ideologías, descomposición de qué y de quién? Si reflexionamos sobre la descomposición de los partidos políticos, podríamos afirmar que, el poder sigue existiendo, pero los partidos se difuminan. La pregunta lógica es entonces: es posible hablar de democracia sin la presencia de un Estado partidario, es decir; un partido político en posición del poder? Para dar una respuesta es preciso aclarar primero: a qué me refiero con Estado partidario? Existen indicadores de que éste este en descomposición? Y finalmente, la alternativa al Estado partidario, cómo se ve ésta?

Con el Estado partidario no me refiero al monopartidismo, o a un sistema de partido único. El moderno Estado democrático, pertenece a varios partidos políticos en mutua competencia. La teoría dice; sin una naturaleza partidaria, el Estado democrático se marchita. Sin el conflicto institucionalizado, o más bien, sin las instituciones del conflicto, la voluntad del pueblo no puede reflejarse. Lucha y concurrencia son primarios en relación al compromiso y el consenso. Los intereses van antes que las ideas, el poder es liberado de la moral, en todo caso, si con moral nos referimos a un conjunto de virtudes públicas o representaciones de moralidad que valen igual, y es obligatorio para todos los actores.

El Estado partidario es, si se quiere, un contratista público: él quiere hacer lo mejor para el pueblo. La orientación de las reformas del Estado partidario, realza la ciencia ante las valoraciones. El trabajo del presupuesto es más importante que el trabajo programático. Confesiones- cristianismo, marxismo- deben dar un paso atrás ante el racionalismo y los expertos. El Estado partidario es un auto reclutador de cuadros democráticos. Él cultiva el arte de la deliberación y puede «votarse» a sí mismo a través de las dificultades.

El ambiente constitucional, por lo general, se encuentra bajo una fuerte presión de cambio. La globalización constituye un factor de complemento, y el surgimiento de la sociedad informática otro. Muchos en la actualidad quieren tener un Estado más chico y menos políticos, otros quieren tener un Estado más grande pero, a un nivel donde los partidos, y las comúnmente aceptadas opiniones no tengan un espacio evidente. Seguidamente, el país no es gobernado actualmente por un gobierno fuerte, sino, más a menudo, por fuertes lideres. El parlamentarismo tiende a marginarse del juego cuando claras mayorías no pueden formar bases gobernables, y por lo tanto, también la estructura partidaria como tal, es menos decisiva para las resoluciones que surgen. La función más importante del partido, es de proporcionar una dirección que, no puede ser reclutada en otro lado que no sea el propio aparato partidario. Los partidos políticos, los donadores de vida del Estado, crean carreras, pero es dudoso si estas producen algunas visiones. De alguna manera, los partidos se han convertido en clubes para un nuevo tipo de nomenclatura que, son ajenos ante las contradicciones de clase.

Si este diagnóstico es correcto, estamos ante una embolia. El Estado partidario aún existe pero, parece menos y menos vigoroso. Es posible que se haya agotado. Ello no obstante, los partidos políticos deberían examinar su rol. El partido (el paciente), quizá requiere procurarse un nuevo modo de vida: otras tareas que las actuales, una identidad cambiada, esperanzas más realistas tomando en consideración las circunstancias. Será que estamos asistiendo a la dispersión de los partidos? Creo que tarde o temprano eso vendrá, creo además que será saludable. No creo que sea bueno que, los partidos políticos continúen viendo como su tarea principal gobernar el país, dirigir el Estado y ser las instituciones permanentes de los conflictos políticos.

Los partidos deberían orientarse a influir sobre el pensamiento de las personas, y sus visiones de futuro. Deberían verse más como agentes culturales que burocráticos. Los partidos deberían ser escuelas quizá universidades para poder elevar las aptitudes en la vida política, y garantizar la calidad en el discurso público. Los partidos no deberían dividir sino unir, no subrayar las grietas sino allanar las grietas. No ser ideológicos sino pragmáticos, no ser convencidos sino abiertos, no ser exclusivos sino inclusivos. Y qué del poder? El poder esta siempre en cualquier otro lado del que creemos que esta.