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Discurso de Clausura de Álvaro García Linera, Vicepresidente de la República de Bolivia, en el Primer Encuentro de Pueblos y Estados por la Liberación de la Patria Grande, Sucre, 29 de octubre de 2006.

Cómo desmontar los cuatro pilares del neoliberalismo y con qué sustituirlos

Fuentes: Rebelión

(Transcripción de audio grabado, por Agencia Boliviana de Información, ABI; subtítulos Heinz Dieterich; más resultados y documentos del Encuentro del Bloque Regional de Poder Popular (BRPP), en Sucre en la página www.bloquerpp.org)

El saludo de Evo Morales

Compañeros y compañeras:

Permítanme hacerles llegar el más cariñoso y fraterno saludo de nuestro presidente Evo Morales, presidente que ha seguido paso a paso este Encuentro Continental, que ha vibrado con ustedes en cada uno de los debates, y que por razones de un trabajo muy complicado que todavía está pendiente de negociaciones y de temas que tienen que ver con petróleo y minería no pudo venir acá. Pues les ha mandado un saludo fraterno, cariñoso y agradecido a todos ustedes.

Tres temas de reflexión

Permítanme reflexionar tres puntos con ustedes: el tema de cómo salir del neoliberalismo, el tema del Estado y los movimientos sociales y el tema del socialismo.

1. Los cuatro pilares del neoliberalismo

Nuevamente en el continente, desde hace unos cinco a siete años, lentamente los pueblos, la gente digna, la gente trabajadora, la gente humillada ha comenzado a levantar procesos de movilización, procesos de lucha y de enfrentamiento contra lo que llamamos neoliberalismo. No cabe duda de que el componente latinoamericano es la vanguardia de la lucha contra el régimen neoliberal que se ha consolidado y que se ha ido implantando en los últimos veinticinco años en el mundo entero.

Parafraseando a Marx, se puede decir que el fantasma del antineoliberalismo o del posneoliberalismo recorre el continente, desde Oaxaca, en México, hasta Tierra del Fuego, en Chile; pasando por Venezuela, Ecuador, Brasil, Bolivia, etcétera. Es el continente también que está a la vanguardia de la reflexión y de la movilización planetaria: ¿cómo salimos del neoliberalismo?, ¿qué viene después del neoliberalismo?

Y para escudriñar qué es lo que viene después del neoliberalismo, por qué estamos luchando, es importante recordar los tres o cuatro grandes puntos centrales de lo que es, de lo que sigue siendo el neoliberalismo.

En primer lugar, neoliberalismo significa un proceso de fragmentación, de disgregación de las estructuras, de las redes de apoyo, de solidaridad y de movilización de los pueblos. En el mundo entero -Europa, América Latina, Asia-, el neoliberalismo se ha consolidado a medida que ha ido pulverizando, descuartizando, fragmentando al viejo movimiento obrero, al antiguo movimiento campesino, al antiguo movimiento barrial que se formó desde los años cincuenta, desde los años ochenta.

La fragmentación de la sociedad, su división interna, la destrucción de sus redes de solidaridad, de su tejido de asociación es lo que ha permitido la consolidación del régimen neoliberal.

En segundo lugar, el neoliberalismo se ha consolidado, o avanzó, imponiéndose en el mundo mediante la privatización, mediante la apropiación privada de las riquezas colectivas, de los bienes públicos -llámese empresas del Estado, llámese ahorros públicos, llámese tierra, llámese fondos de pensiones, llámese bosques, llámese minerales-. El neoliberalismo se consolidó privatizando esos recursos.

En tercer lugar, el neoliberalismo se implantó «gibarizando» el Estado, empequeñeciendo el Estado; en la medida en que el Estado es -mal que bien- cierta idea de lo común, de lo colectivo, el neoliberalismo tenía que destruir esta idea del Estado como colectivo, como común, para implantar un tipo de corporativismo de Estado que se fue apropiando y usufructuando de las riquezas colectivas muchas veces acumuladas por dos, por tres, por cuatro o por cinco generaciones.

En cuarto lugar, el neoliberalismo se implementó expropiando la participación del pueblo, reduciendo la democracia al acto ritual de poner un voto cada cuatro años, pero donde las decisiones ya no radicaban en el ciudadano, en el votante, sino en pequeñas roscas, pequeñas elites de políticos que se arrogaban la representación del pueblo.

Cuatro entonces fueron, cuatro son los pilares del neoliberalismo: fragmentación de los sectores laborales y de trabajadores, de sus organizaciones; privatización de los recursos públicos; empequeñecimiento del Estado, y exportación o anulación de la verdadera participación de la gente en la toma de decisiones.

Cómo desmontar los cuatro pilares del neoliberalismo y con qué sustituirlos

Si ésos son los cuatro puntos, los cuatro pilares del neoliberalismo que tanta pobreza, tanta marginación y tanta desgracia han creado en el país, entonces claramente hay que desmontar esos cuatro pilares y sustituirlos por otras estructuras, por otros mecanismos que le devuelvan a la sociedad, que les devuelvan a las patrias, que le devuelvan a la gente común, sencilla y trabajadora el derecho a decidir su destino.

En lo que se refiere a la fragmentación social, Bolivia es el ejemplo; pero también podemos mirar Ecuador, podemos mirar México, podemos mirar Argentina. La mejor forma de haber luchado y de estar luchando contra el neoliberalismo es mediante la consolidación de movimientos sociales, de redes populares, de organizaciones autónomas, de hombres y de mujeres, y de jóvenes y de obreros, de campesinos y de indígenas, de profesionales y de estudiantes. La organización, el restablecimiento de la sociedad civil, popular, indígena, campesina, es el primer pilar para ir desmontando el régimen neoliberal. En particular, los sectores que más duramente fueron golpeados en estos últimos veinticinco años: clase trabajadora, obrera; sectores indígenas, campesinos y jóvenes, fragmentados, debilitados, marginados, abusados en sus derechos. Hoy, la tarea de reconstruir nuevas formas de organización obrera que correspondan al tipo de trabajo fragmentado de la producción que ya no se concentra en grandes centros productivos, la organización de estructuras campesinas e indígenas en torno a la defensa de sus derechos de reapropiación de la tierra, la movilización de los jóvenes en pos del derecho a la ciudadanía real, para que ya no se conviertan en exiliados económicos del continente en Europa o en Estados Unidos. Ese tipo de trabajo (la reconstrucción desde abajo, desde la base), es la primera gran tarea, la primera gran labor que tenemos que emprender para ir desmontando el régimen neoliberal.

Acá, en Bolivia, hemos dado pasos en ese sentido y nos sentimos muy contentos, y miramos al mundo de una manera sencilla, de una manera humilde para ofrecer un conjunto de experiencias en este proceso de rearticulación del tejido social; quizás ya no por centro de trabajo, sino de base territorial, en torno a temas muy específicos: agua, tierra, hidrocarburos. Son las necesidades vitales, básicas, los puntos de unificación que tienen que ser gatillados para construir nuevas redes de agrupaciones obreras, campesinas, indígenas y populares que han sido desmontadas los últimos veinticinco años.

En segundo lugar, luchar contra el neoliberalismo es volver a socializar la riqueza colectiva, es volver a entregar a sus verdaderos dueños lo que siempre fue de todos y que en las últimas décadas fue privatizado por pequeñas roscas familiares. Y eso significa recuperar recursos naturales, hidrocarburos, agua, tierra, bosques. Solamente mediante un proceso de reapropiación social de la riqueza que es común a todos podremos ir desmontando el núcleo del neoliberalismo. Las experiencias que recorren el continente y en particular nuestra Bolivia, muestran que ése es el camino que la gente, la gente de a pie, la gente de base ha ido pensando y reflexionando de manera directa y autónoma. Acá en Bolivia, los grandes mecanismos de movilización fueron la defensa de la hoja de coca, la defensa del agua, la defensa de la tierra y la defensa de los hidrocarburos. En torno a esos ejes, la sociedad volvió a recuperar confianza; en torno a esos ejes, la sociedad volvió a recuperar capacidad de movilización; construyó liderazgos, construyó redes que unificaban ciudad y campo. Y ha sido gracias a ello que ahora podemos decir que en Bolivia tenemos un gobierno de movimientos sociales.

El tercer mecanismo de lucha contra el neoliberalismo tiene que ir por un potenciamiento del Estado. ¿Por qué el Estado? ¿Por qué en este momento se hace importante un repotenciamiento del Estado? Porque a través del Estado uno puede posesionarse de mejor manera en un contexto internacional adverso, de regímenes políticos transnacionales o de empresas extranjeras que tienen más poder económico, más poder político que dos, que tres o que cuatro Estados juntos. La consolidación de un Estado fuerte en lo económico, fuerte en lo político, fuerte en lo cultural permite a los movimientos sociales un escudo de protección, un blindaje internacional que ha de permitir la expansión de las luchas sociales. Reforzar el Estado, pero no en el sentido del viejo capitalismo de Estado, que fue también una forma de privatización de los recursos públicos. Tiene que ser un potenciamiento del Estado subordinado, permanentemente controlado y atravesado por la impronta, por la insurgencia, por la actividad de los movimientos sociales, que son la única manera de que ese Estado no sea una coartada de nuevos empresarios o de nuevos privatizadores.

Y un cuarto punto de esta lucha contra el neoliberalismo es el despliegue, es la innovación de múltiples maneras de democracia; es decir, de asumir en las manos de uno el control de su destino. Democracia no es solamente colocar un voto cada cuatro años; democracia es tener capacidad de participar en lo que sucede en el país: desde lo que va a pasar con la inversión de un municipio hasta definir si se firma un contrato petrolero o no se firma. Y en América Latina tenemos experiencias múltiples de democracia de base: en nuestras comunidades indígenas, en nuestros barrios populares, en las zonas obreras, entre los desocupados, hay múltiples gérmenes de democracia real, de democracia directa, de democracia comunitaria, de democracia participativa. Y éstos tienen que ser los escenarios de desarrollo, de iniciativas, de propuestas, de conquista de derechos. Porque solamente con la gente peleando por sus derechos, se podrá obtener la legalidad y la legitimidad de los derechos consagrados luego en los Estados y en las leyes.

Cuatro, entonces, son los pilares a desplegarse incesantemente en esta lucha contra el neoliberalismo: múltiples formas de democracia (comunitaria, directa, participativa; articuladas territorialmente, que sean el núcleo, la base de la democracia en nuestras sociedades); recuperación de nuestras riquezas colectivas para un control nuevamente por la sociedad; potenciamiento de un Estado subordinado a la sociedad que le permita ubicarse mejor en el contexto internacional, y procesos crecientes de unificación de movimientos sociales (de campo-ciudad, de indígenas y campesinos, de obreros jóvenes y obreros viejos, de desocupados y de sin techo, de sin tierra y asalariados).

América Latina, la vanguardia de la construcción, del debate y la organización de sociedades posneoliberales

Si esos cuatro pilares los vamos desplegando gradualmente, no tengo la menor duda de que el llamado posneoliberalismo o la sociedad que está más allá del neoliberalismo habrá de consolidarse inicialmente en el continente; y de ahí, si tenemos la suficiente fuerza y capacidad, irradiar a otros continentes. América Latina está a la vanguardia de la construcción, del debate y la organización de sociedades posneoliberales.

2. La dialéctica entre Estado y movimientos sociales

Pero aquí surge una pregunta que está implícita en el nombre mismo del encuentro: ¿cómo trabajar la relación entre Estado y movimiento social? Porque parece algo contradictorio. Estado por definición, es concentración de decisiones; por definición, Estado es monopolio de decisiones. Y movimiento social, por definición, es expansión de decisiones, socialización de decisiones. Ésta es una tensión que tenemos que afrontar, y solamente la práctica resolverá cómo avanzamos en ello: Estado como concentración, movimiento como socialización, son una tensión permanente.

Y les hablo de la experiencia de nuestro gobierno. Permanente tensión entre decisiones de los movimientos sociales -desde la selección de una persona para la burocracia estatal hasta la elaboración de una ley-. Pero, por otra parte, necesidad de tomar decisiones que puedan ser ejecutadas e impuestas sobre el resto opositor de la sociedad. Éste es un viejo debate que se remonta a la Comuna de París, que es retomado por los soviets de Lenin, que es retomado por los consejos húngaros que hubo en Europa, y que aquí en Bolivia tiene una larga experiencia, desde Catavi, desde el 52, y que ahora se vuelve a repetir: cómo construir un Estado dirigido y liderado por movimientos sociales, pareciera contradictorio. Pero no. Es quizás en esta tensión entre socialización y concentración, concentración, monopolio de decisiones y democratización de decisiones por la que las revoluciones del siglo XXI tienen que avanzar en las siguientes décadas.

Los movimientos sociales aquí tienen una gran responsabilidad; porque de resolverse esta tensión, desde América Latina podríamos postular y proponer a otros movimientos sociales en el mundo.

El debate hasta el año 2003 fue: los movimientos sociales no entran en el Estado. O era el debate de la vieja izquierda: el Estado tiene que estar solamente controlado por un partido, al margen de los movimientos sociales. El siglo XXI pareciera hacer marcar, a partir de nuestra experiencia como latinoamericanos, otra ruta: tensión permanente, dialéctica permanente entre Estado y movimientos sociales, entre socialización y concentración.

Y aquí los movimientos sociales tienen el siguiente reto: cómo lograr liderazgo social. Porque no basta entrar al Estado y tomar decisiones. Para que estas decisiones se legitimen, tienen que contar con el respaldo de otros sectores sociales, que no son movimientos sociales o que no son obreros o que no son indígenas. Y en Bolivia, para nuestro movimiento indígena está ese reto: cómo lograr seducir, cómo lograr conquistar, cómo lograr atraer a las clases medias que no están organizadas, cómo lograr atraer a los sectores profesionales que no están movilizados, cómo atraer al noventa por ciento de la sociedad.

Si eso lo logramos -compañera Silvia-,[1] si eso lo logramos, el éxito será garantizado; porque no solamente será un gobierno de movimientos sociales sino que habrá sido un Estado de movimientos sociales con la capacidad de articular, de unir a la Patria en su conjunto, a la sociedad en su conjunto.

3. Pos-neoliberalismo y socialismo del siglo XXI

Queda el tema: ¿qué tiene que ver una lucha contra el neoliberalismo, o qué tiene que ver el posneoliberalismo con el socialismo? ¿Es ya, de entrada, el posneoliberalismo un socialismo? Ése es otro debate entre movimientos sociales, entre intelectuales, entre líderes. Es un debate también en el interior de nuestro gobierno.

Está claro que el socialismo, entendido como una sociedad de felicidad donde la gente recupera el control de sus decisiones económicas, culturales y políticas de manera comunitaria no es algo que se construye ni en un año ni en diez ni en cincuenta ni algo que se define por decreto. Ese socialismo está anidado en las luchas contra el neoliberalismo. Y los revolucionarios, lo que tenemos que hacer, es potenciar esas tendencias que están presentes no en el papel, en los hechos prácticos. En el caso de nuestra sociedad, hay que potenciar la capacidad de organización de las comunidades indígenas, asediadas, golpeadas, fragmentadas por el colonialismo, pero que internamente tienen un potencial de comunitarización de la riqueza, de la producción, del uso de la tierra, del agua, de la técnica y de los materiales. Es deber de los revolucionarios potenciar, en esta lucha contra el neoliberalismo, esta tendencia de una sociedad socialista que en el fondo es reapropiación colectiva, social, de nuestras riquezas. En nuestras comunidades indígenas, que hay en México, que hay en Ecuador, que hay en Guatemala, que hay en Chile, que hay en Bolivia, que hay en el Perú, está anidado este potencial. Y hay que despertarlo, hay que impulsarlo, hay que expandirlo como una propuesta que vaya más allá del simple posneoliberalismo.

Movimiento indígena campesino y nuevo movimiento obrero podrían generar la potencialidad social real de un socialismo del siglo XXI en el continente

Pero también se requiere otras dos cosas. El viejo movimiento obrero de sindicato de gran empresa ha desaparecido, pero no ha desaparecido la clase obrera. Hay más obreros que antes. La mayoría mujeres, jóvenes sin sindicato, sin asociación, sin derechos, fragmentados en pequeños talleres dispersos. Es deber de los revolucionarios este proceso de rearticulación de un nuevo movimiento obrero, con nuevo discurso, compuesto por mujeres y jóvenes que tienen otro tipo de perspectivas, que hay que agruparlos por barrios, por oficio y ya no como empresa. Porque ahora cinco trabajan aquí, diez allá, veinte allí, treinta más allá; no forman una comunidad compacta. Hay que inventar mecanismos de repotenciamiento de un fuerte movimiento obrero continental; porque pareciera ser que en el continente latinoamericano, la unión virtuosa del movimiento indígena campesino más un nuevo movimiento obrero pudiera generar la potencialidad social real de un socialismo del siglo XXI en el continente.

El socialismo del siglo XXI como estructura planetaria

Quedan entonces, compañeros y compañeros, muchas tareas. Y estas tareas uno las emprende en su país, en su barrio, en su sindicato, en su universidad. Pero la lucha de uno es insuficiente. La lucha de una persona o de un barrio o de una región o de una provincia o de un departamento o de un solo país no es suficiente. Porque el neoliberalismo, y más aun el capitalismo, es una estructura planetaria; y la única manera de superar a una estructura planetaria es mediante otra estructura planetaria, mediante luchas planetarias que se expandan en la reivindicación de derechos, de necesidades.

Sepan todos que la lucha de ustedes es también la nuestra

La presencia de ustedes acá nos regocija, no estamos solos. Y les agradecemos por venir acá a nuestra patria, a decirnos: «bolivianos, no están solos». Muchas gracias por venir acá.

Sepan todos que la lucha de ustedes es también la nuestra. Nosotros sabemos que no habremos de triunfar si usted no triunfa, o si usted no triunfa, o si usted no triunfa. O ganamos todos o perdemos todos. Es el designio del siglo XXI. Y por eso -lo que dice la compañera-, estamos obligados, para poder ganar donde estemos, a globalizar las luchas. Y ahí tiene que haber una articulación de movimientos sociales y de Estados progresistas que permitan seguir expandiendo los lazos de solidaridad.

Y es muy importante, compañeros, que entendamos sus luchas; es muy importante que ustedes estén aquí y nos enseñen lo que están haciendo: qué está pasando en el Ecuador, qué pasa en la Argentina, qué pasa en México, qué pasa en Francia. Necesitamos aprender. Y no solamente unos cuantos intelectuales que podamos compartirlo. Hoy ésta es una obligación, una necesidad de cada campesino, de cada indígena, de cada obrero ansioso de aprender de ustedes y ansioso también de colaborar en las cosas que vienen haciendo.

Compañeras y compañeros, a nombre de nuestro presidente de la república, a nombre nuestro, agradecemos su presencia acá.

Les pedimos que no nos abandonen; y tengan la seguridad que nosotros tampoco los abandonaremos en cada una de sus iniciativas, en cada una de sus luchas, en cada una de sus victorias.

Muchas gracias.

Nota:

1. Se dirige a Silvia Lazarte, presidenta de la Asamblea Constituyente de Bolivia.