Millones de mexicanos estarán pegados este viernes a sus televisores y radios para observar una novelesca investidura presidencial, precedida de golpes y amenazas. A empujones, legisladores se disputan el control de la tribuna del Congreso legislativo, donde el presidente electo Felipe Calderón deberá asumir su cargo. Los seguidores de quien será el protagonista de la […]
Millones de mexicanos estarán pegados este viernes a sus televisores y radios para observar una novelesca investidura presidencial, precedida de golpes y amenazas.
A empujones, legisladores se disputan el control de la tribuna del Congreso legislativo, donde el presidente electo Felipe Calderón deberá asumir su cargo. Los seguidores de quien será el protagonista de la ceremonia señalan que pretenden garantizar el acto y los opositores, impedir que se realice.
El futuro mandatario asevera que apostará al diálogo en su gestión de seis años. Sin embargo, para cumplir tal propósito designó a un operador duramente cuestionado por la izquierda y las organizaciones de derechos humanos. Se trata de Francisco Ramírez, ex gobernador del occidental estado de Jalisco, quien será el secretario (ministro) de Gobernación (Interior).
«La política está capturada por los extremos de izquierda y derecha, así no hay espacio para ningún acuerdo o avance, es penoso», dijo a IPS la politóloga Denise Dresser, del Instituto Tecnológico Autónomo de México.
El escritor Germán Dehesa consideró que para los medios de comunicación sería un buen negocio transmitir la ceremonia en la modalidad de «pago por evento». Será todo «un show» digno de la novela en que se transformó la política, acotó.
Las encuestas indican que la población sigue con expectativa los acontecimientos previos a la investidura de Calderón, del gobernante y conservador Partido Acción Nacional (PAN).
El acto será el capítulo central de una agresiva campaña electoral iniciada en enero, que continuó con las elecciones de julio y siguió con las impugnaciones de la izquierda, que considera a su candidato, Andrés López Obrador, víctima de un fraude que le arrebató la Presidencia. López Obrador, líder del Partido de la Revolución Democrática (PRD), la segunda fuerza tras las elecciones de julio, fue investido el 20 de este mes por sus seguidores como «presidente legítimo», y reiteró que desconocería a Calderón, a quien llama «pelele», y que sus legisladores harán lo posible para impedir su asunción al cargo.
Ante esas amenazas, los legisladores del PAN decidieron el martes ocupar la tribuna del Congreso, y los del PRD respondieron intentando desalojarlos. En el lugar hubo empujones y golpes, y pernoctaron representantes de ambos bandos que mantenían sus posiciones.
Sesenta y cuatro por ciento de encuestados se manifestaron en contra de que la izquierda evite la transmisión de mando, señaló un sondeo a 1.010 personas de la firma Ipsos/Bimsa y que según su ficha técnica tiene un margen de error de más menos 3,5 por ciento.
Según esa encuesta, 38 por ciento de consultados «confían algo» y 18 por ciento «confían mucho» en que Calderón, del PAN, hará un buen trabajo como presidente.
Son proporciones mucho menores a las que en su momento tuvo el mandatario saliente Vicente Fox, el primero en siete décadas en derrotar al histórico Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Aunque Calderón ganó los comicios por apenas medio punto porcentual respecto de su contrincante del PRD, las preferencias entre los dos tienen ahora una diferencia de 10 puntos, de acuerdo a las encuestas. Tras la impugnación de López Obrador, éste y su partido habrían perdido respaldo social.
«El PRD está dando patadas de ahogado, y es lamentable, pues la sociedad no quiere eso sino a una izquierda inteligente e institucional, pero de parte de Calderón tampoco vemos mucha inteligencia al nombrar a un secretario de gobernación peligroso y represor», dijo a IPS Patricia Fernández, portavoz del no gubernamental Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez.
La designación de quien será el ministro de la política recibió severas críticas. Las organizaciones de derechos humanos nacionales y las internacionales Amnistía Internacional, con sede en Londres, y Human Rights Watch, con asiento en Washington, repudiaron el nombramiento.
Cuando fue gobernador de Jalisco, Ramírez fue criticado y observado por actos de represión y torturas y por tratar con mano dura a opositores.
Como gobernador, ordenó en mayo de 2004 una dura represión contra cientos de jóvenes que se manifestaban en la occidental ciudad de Guadalajara, en ocasión de la Cumbre América Latina y el Caribe-Unión Europea.
La policía actuó contra los manifestantes, detuvo ilegalmente a 73 personas, torturó al menos a 19 y sometió a otros tratos degradantes a 55, según un exhaustivo informe de la estatal pero independiente Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Ramírez restó entonces importancia a la acusación y dijo que la represión fue adecuada. Además, premio a los policías acusados de maltratar y torturar a los detenidos.
«El nuevo secretario de Gobernación no merece ni siquiera el beneficio de la duda, pues hay pruebas fehacientes del tipo de persona que es y del total menosprecio que tiene por los derechos humanos y el diálogo político», expresó la portavoz de grupo Agustín Pro Juárez, ligado a la orden católica de los jesuitas.
Para el senador del PRD, Ricardo Monreal, la designación de Ramírez «es un presagio negro para el país».
El politólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México, Ulises Corona, opinó que el nombramiento del secretario de Gobernación «es el primer gran error de Calderón, que parece optar más por la mano dura que la negociación».
Pero Calderón y su designado ministro reiteraron que su objetivo central es acercarse a la oposición y alcanzar acuerdos. «Una de las primeras cosas que haré como secretario será buscar a López Obrador para dialogar con él», prometió Ramírez.