INTRODUCCIÓN. Y sí, resulta que por fin ha concluido la primera parte de la Otra Campaña; pero existe la tentación de echar la vista atrás y mirar qué se fue quedando y qué construyendo. Entonces puede pasar lo que a Orfeo cuando bajó al inframundo por Eurídice y perderse todo, incluyendo el amor, que a […]
INTRODUCCIÓN.
Y sí, resulta que por fin ha concluido la primera parte de la Otra Campaña; pero existe la tentación de echar la vista atrás y mirar qué se fue quedando y qué construyendo. Entonces puede pasar lo que a Orfeo cuando bajó al inframundo por Eurídice y perderse todo, incluyendo el amor, que a luego parece ser más valioso que la vida, nada más porque no se aguantaron las ganas de cerciorarse que no se estaba solo o sola.
Porque ésa y no otra es la sensación que ha imperado a lo largo de este año: la soledad. Una soledad que a dúo con Pablo se siente acompañada sólo si se camina con la soledad de las otras, de los otros; hombres, mujeres, niñas, niños, ancianas y ancianos que solitas o solitos, o en familia, grupo o colectivo, se dieron a la tarea de construir abajo y a la izquierda eso que llamamos la Otra Campaña.
Es fácil perderse en este camino, y habrá quienes digan que quienes nos mantuvimos en él somos quienes nos hemos perdido. Veremos. Lo que sí es que salirse de él o seguir en él no ha sido fácil, y en esas condiciones, insistimos, lo que sí es bien fácil es perderse. Pero está cabrón darse cuenta a tiempo, y sucede que cuando ya la pérdida es de plano bien evidente es porque lo que se ha perdido es una misma, uno mismo.
Y claro, para reencontrarse o por lo menos para no perderse toditos o toditas, pues se puede echar mano de la memoria; la historia ésa tejida con muchas otras historias más chiquitas, que sólo se ven si se mira a través de un espejo de obsidiana. Y así, con la memoria a cuestas, echada al hombro en un morral o guardada en los bolsillos, como que se puede caminar mejor, con más peso, más firme. Se puede entonces ser más atrevida, o atrevido, y hasta animarse a levantar la cabeza, ora para mirar hacia donde se va, ora para voltear y descubrir que hay un arriba, o sea: para no olvidar.
Nosotr@s, quienes habiendo suscrito la Sexta Declaración de la Selva Lacandona hoy llegamos hasta aquí no tan enter@s como lo hubiéramos deseado, hemos querido entonces de una manera muy corta decir de dónde venimos. Y eso puede empezarse diciendo que somos de abajo, porque abajo nacimos y hacia abajo hemos mirado, aunque el oficio nuestro a veces nos haga voltear para arriba; pero que no siempre hemos sido de izquierdas, o al menos no de las izquierdas que ahora somos. Podemos adelantar también que nacimos en estas tierras, o sea que como quien dice somos chilang@s; pero un@s chilang@s muy otr@s porque somos de abajo.
El Teatro, y con él el arte, la recreación y la cultura se volvieron nuestra segunda ciudadanía; así que además de ser hij@s de nuestras madres y nuestros padres, somos algo así como aprendices de brujo, discípul@s de un oficio que entendemos como una comunión donde venimos a reconocernos herederos de otras historias, y si teatralmente nuestra genealogía se extiende hasta las carpas, el circo rascuachi, los carros de comedias, los juglares, el cómico de la legua, el mitoti o el mismo Tespis; políticamente somos hijos de la huelga en la UNAM, de la militarización del país, de la cultura del narcotráfico y el crimen organizado, de la esperanza maltrecha y el derrumbe de los sueños todos (o casi) para con una izquierda que se ha de haber autoexiliado como idea tras los regímenes autoritarios en Europa del Este y Asia que se autonombraron comunistas, o los sui géneris gobiernos «socialistas» en América que van desde encarcelar escritores y homosexuales hasta pedir préstamos al FMI.
Pero, quizás de manera más determinante, somos hijos políticos del zapatismo, el fraude electoral de 1988 y los sismos de 1985: la negligencia gubernamental fue el signo de nuestras infancias, y con ella la muerte y el despojo; la imposición del salinismo como versión corregida y aumentada del neoliberalismo tibiamente iniciado con De la Madrid, marcaría nuestras adolescencias con la certeza de que el poder de arriba no se va a dejar quitar así como sí los privilegios que a lo largo de la dictadura perfecta ha cosechado, y menos mediante las urnas; y la dignidad reencontrada, pero una y otra vez vuelta a ser pisoteada y engañada, burlada como lo fueron la voluntad popular en 1988 y la esperanza de sacar a tiempo a nuestros amigos, familiares y vecinos de entre los escombros en 1985, vendría a convertirse de un modo más particular que colectivo en la pequeña llama que alumbraría nuestro caminar de jóvenes en medio de un quehacer teatral que no se está ni arriba ni abajo. Y ya entrad@s en gastos, hasta nos sentimos hereder@s del 71 y el 68, del 65 y el 58, y fantaseamos de más jóvenes con la idea romántica de estar presos en Lecumberri junto a don Heberto Castillo o alzados en armas bajo las órdenes de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas.
Pero no, a nosotr@s nos tocó un México que se ha venido cayendo a pedazos desde hace décadas, mochado como el águila del Fox, desgarrado, y que aun así todavía le queda mucho por dar. Un México que modificó su Carta Magna para autorizar la intervención de las fuerzas armadas en tareas que no son de su competencia y legalizar el despojo al campo. Un México que todos los días ve morir a sus hijos intentando cruzar el río Bravo y a sus hijas por el sólo hecho de ser mujeres. Un México donde quienes reciben un mandato popular en las urnas terminan creyéndose las y los mandamases, usurpando una soberanía que no reside en ellas ni en ellos y haciendo de la política algo deleznable. Un México donde tener techo, trabajo, alimentación, salud o educación dignas es más un lujo que un derecho. Un México cuyos funcionarios culturales están más preocupados por subvencionar individualidades que luego colocarán tras aparadores en fastuosos y rimbombantes mercados, que por propiciar un encuentro serio entre los cada vez más escasos públicos del arte y la cultura y las y los hacedores, creadores, trabajadores o artistas, según quieran llamarse desde su discurso proletarizado o desde su vanidad elitista. Un México donde se construye una sola pero enorme biblioteca, mientras se quita el subsidio a las casas editoriales, se intenta aplicar el IVA a los libros, se mantienen las ínfimas redes de librerías existentes y se condenan al franco deterioro las también escasas bibliotecas municipales. Un México que ha ido perdiendo su industria cinematográfica a pesar de las repetidas muestras de sus talentos y que decreta la muerte por inanición a la red más grande de teatros de América Latina esperando la oportunidad para convertirlos lo menos en estacionamientos. Un México donde la oligarquía y el clero marcan el ritmo financiero y político del país, desde los bancos «heroicamente» rescatados hasta los púlpitos convertidos en agencias de ministerio público. Un México donde la estupidez se ha vuelto práctica de gobierno y la complicidad con el crimen organizado su modus operandi, y donde se está más seguro y cómodo si se es narcotraficante o secuestrador (o los dos sintetizados en gobernador) que si se es periodista o maestro. Un México, en fin (y no porque sea todo), donde decir lo que se piensa y exigir justicia es un delito, la democracia se viste de engaño, la libertad está encarcelada tras un código de barras y la paz sólo está en los sepulcros.
De allí que, para ir contestando, opinemos:
PUNTO UNO.
LAS CARACTERÍSTICAS FUNDAMENTALES DE LA OTRA (SU IDENTIDAD COLECTIVA).
Creemos que la Otra Campaña tiene que ser en sí misma, de una manera clara e intransigente, algo en verdad muy otro que la coloque lejos de las reglas del actual juego político de arriba. Ello exige por principio de cuentas de quienes aspiramos y a veces suspiramos por su construcción cambios profundos, revolucionarios, que van desde lo individual hasta lo colectivo; cambios que no serán de la noche a la mañana, es cierto, pero que tampoco creemos que se tengan que postergar para un pasado mañana histórico que quizás no llegará.
Coincidimos, a reserva de ir profundizando la discusión, con quienes ven a la Otra Campaña como un movimiento necesariamente abajo y a la izquierda, anticapitalista y antineoliberal, que luche por la democracia, la libertad y la justicia para l@s mexican@s tod@s, incluyendo quienes se han tenido que ir al extranjero en busca de mejores opciones de vida.
Coincidimos también con quienes apuestan a hacer de la Otra Campaña un proceso de construcción hacia otra forma de hacer política basada en el servicio para con l@s demás y no en el servirse de l@s demás; por lo tanto, con sacrificio, dedicación, honestidad y cumplimiento de la palabra. Una política muy otra que incluya lo que el zapatismo resumió en su frase «mandar obedeciendo», pero que viene a significar un profundo quehacer democrático contrario a los modelos de la democracia representativa de la burguesía (como el electoral) para emparentar con otros de la llamada democracia directa o participativa.
Igualmente, coincidimos con quienes creen que la Otra Campaña tiene que plantearle al pueblo de México en primer lugar y al resto de la nación una nueva Constitución que no sólo sea política; sino también social, económica y cultural. Lo que sin duda repercutiría en un nuevo orden en estos ámbitos, sin que uno de ellos quede por debajo de los otros; pero sin que tampoco uno sólo pueda resolverse sin el concurso de los demás. Así, ratificamos las trece demandas enarboladas por el zapatismo de: trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, información, cultura, independencia, democracia, libertad, justicia y paz verdaderas y dignas.
Lo anterior obliga a la Otra Campaña y sus adherentes a plantearse luchas hacia un modelo (o varios) de producción distinto al capitalista, para garantizar acceso universal al trabajo y la tierra. Un modelo de producción que no debe perder vista que tenemos un solo planeta como casa y hogar de tod@s y que por lo tanto debe vigilarse para encontrar el justo equilibrio entre la explotación y la generación de los recursos naturales y culturales, priorizando ésta última, la generación, y no la primera: la explotación.
Ello obliga a su vez a adoptar nuevas, variadas y siempre creativas formas de relacionarnos con nuestro entorno de manera respetuosa; es decir, una nueva cultura, una cultura muy otra, que modifique sustancialmente nuestros nidos personales y familiares, el modo en que nos alimentamos y la manera en que nos cuidamos. No podemos suponer que cambiaremos el modo de producción capitalista y su cultura de consumo si seguimos aspirando a tener las viviendas que los capitalistas han diseñado, basadas en el desperdicio de la energía eléctrica o el agua; soñando en seguir comiendo, sin alimentarnos, avasallando plantas y animales sólo porque somos tan estúpid@s como para creernos eso de que somos la especie «más inteligente» del planeta. Vivimos y comemos, pues, como el capitalismo nos ha dictado, y ello repercute en nuestra salud, padeciendo enfermedades que o son producto de la carencia en situaciones de miseria o del abuso cuando sucede lo contrario, de suerte que la gente se muere de hambre o cáncer. No basta entonces con exigir mejores condiciones de vivienda, alimentación y salud si lo que vamos a pedir es vivir en casas, comer la chatarra y sobrevivir como el capitalismo nos dice que hay que hacerlo; hay que saber qué techo, qué alimentación y qué salud vamos a exigir; techo, alimentación y salud que tendrán que ser, como la Otra Campaña, muy otr@s.
En esto juegan un papel fundamental la educación, la información y la cultura; que tendrán que ser igualmente muy otras. Aquí compartimos la mirada de quienes opinan que la Otra Campaña bien puede ser un proceso educador, transformador, liberador; que construya conocimiento compartido de cómo luchar mejor, que priorice el oído y apueste por la fuerza moral confiando en la organización civil y pacífica; un proceso que por todo esto tendrá que ser muy creativo para no detenerse; es decir, en revolución permanente.
Ello implica arrebatar el control de la información a los medios corporativos de dizque comunicación, así como el dictado de los modelos educativos a los grandes centros del poder financiero y político. Ambos aspectos son fundamentales en la construcción de otra forma de cultura, distinta a la cultura institucional, oficial, dominante y hegemónica del capitalismo. Pero estamos equivocad@s si sólo el tomar los medios nos hará distint@s al capitalismo; por el contrario: tomar los medios (de producción, de comunicación, de creación artística) en nuestras manos sin hacer que nuestras manos (y con ellas nuestra palabra, nuestro pensamiento, nuestro sentir y nuestro actuar) sean unas manos muy otras; pues lo único que modificaremos será la relación entre oprimid@s y opresor@s, pero no erradicaremos la fórmula explotado/explotador que sirve de base a la ecuación del capitalismo.
Por eso, la cultura a la que aspire la Otra Campaña, como su política, tiene que ser Otra Cultura. La cultura no es algo que se pueda imponer por decreto, desde arriba; responde más a una dinámica múltiple y horizontal, o mejor dicho, a una dinámica de dinámicas: una red de dinámicas. Se crea a sí misma y se transforma en un ir y venir de l@s individu@s que produce y la cultura que ést@s a su vez producen, que no es otra que ella misma. Símbolos, valores, actitudes, habilidades, conocimientos, significados, formas de comunicación y de organización sociales y bienes materiales que hacen posible la vida de una sociedad determinada y le permiten transformarse y reproducirse como tal de generación en generación, son los ingredientes de la cultura; si la Otra Campaña no se plantea en serio revolucionarlos nunca será más que un proyecto con buenas intenciones, pero paralelo a los muchos que el capitalismo produce y que le sirven de pretexto para decir que «adquiere un rostro humano», y entonces seguirse perpetuando.
Hay para quienes la revolución tiene como punto de partida la adopción de un modelo de producción distinto al capitalista, porque éste está basado en la explotación de seres humanos y recursos naturales de manera indiscriminada; pero los modelos de producción que sueñan no son sino explotación aún, aunque en apariencia menos salvaje que el capitalista. Para nosotr@s, la revolución comienza en la red siempre cambiante de lo cultural, porque ya no basta con pensar en modelos de producción que lo son siempre de explotación, así sea racional, moderada y hasta sustentable y sostenible; pero explotación al fin y al cabo que nos llevarán irremediablemente al cabo y al fin.
El capitalismo nos dicta una manera de relacionarnos con el mundo, con lo que le mantiene en pie, con quienes nos rodean y con nosotr@s mism@s; la Otra Campaña, si en verdad quiere ser anticapitalista, tiene que apostar a cambiar dichas relaciones o de lo contrario siempre tendrá en sí misma el germen de la contrarrevolución. Ésa manera de relacionarnos desde la Otra Campaña pasa necesariamente no sólo por «levantar al sojuzgado», «redimir al oprimido», «liberar al explotado» (sobre todo si tod@s quienes construimos la Otra Campaña somos sojuzgad@s, oprimid@s y explotad@s); sino por hacer de éstas relaciones unas relaciones abajo y a la izquierda: léase tolerantes, respetuosas, autocríticas, fraternas, solidarias, leales, igualitarias, justas y dignas.
De allí que estemos de acuerdo con quienes opinan que la Otra Campaña tiene que ser tanto antiimperialista, anticolonialista y antifascista, como no-sistémica, no-autoritaria, no-jerárquica y no-discriminatoria. Para ello, además de una cultura de respeto a la naturaleza que repercutirá positivamente en nuestra salud, nuestra alimentación, nuestra vivienda, nuestra tierra y nuestro trabajo muy otr@s; además de una cultura en revolución permanente de los modelos educativos y los medios de comunicación, también muy otros; es primordial modificar la relación entre nosotr@s mism@s como especie y, esencialmente, como género; por ello, la Otra Campaña tendría que ser, según nuestra opinión, también antipatriarcal.
Los dolores más dolorosos que tenemos como sociedades oprimidas por el capitalismo tienen una intrínseca relación con el patriarcado y, nuevamente, esto tiene sus raíces echadas en lo cultural. Luchar por trabajo, techo, tierra, alimentación, salud, educación, información y cultura; pero sin tocar la relación de maltrato, explotación, abuso y discriminación que padecen y padecemos las mujeres por el sólo hecho de ser mujeres es, desde nuestra perspectiva, contrarrevolucionario. Si ello no se cambia radicalmente, luchar por independencia, democracia, libertad, justicia y paz será simplemente una falacia: no hay independencia real si una sola mujer obedece los dictados de un «su» hombre sólo porque cree que le pertenece, no hay democracia verdadera si la palabra de una sola mujer es menospreciada, no hay libertad posible si una sola mujer es esclava de su casa y hasta menos importante que el televisor y no hay ni habrá nunca una paz digna mientras una sola mujer sea víctima de abusos, violaciones y asesinatos por el grave delito de no tener pene.
Respeto a la naturaleza, a quienes rentan su fuerza de trabajo, a quienes piensan diferente a nosotr@s, a quienes no tienen el sexo del poder de arriba, no es, como algun@s suponen, tolerancia; pues la tolerancia es más pariente del «me aguanto las ganas de romperle lo rompible que tenga»; cuando el respeto es pareja del «entiendo» ergo «convivo». Así, respetar es entender a es@s otr@s que no son como nosotr@s; o sea, entender a tod@s l@s demás. Porque nadie es como nosotr@s, tod@s somos diferentes a tod@s. Entendiéndolo así, los otr@s dejan de ser entonces «diferentes», pues la diferencia nos hace iguales. Esto tiene que ver quizás con el Punto Cuatro: El lugar de las diferencias; pero viene a lugar de éste, el Punto Uno, porque las diferencias, que las tenemos tod@s, no pueden ser excusa para atacar o hacer burla de la libertad sexual que algun@s de nosotr@s pudiéramos adoptar como trinchera abajo y a la izquierda, y que algun@s otr@s tildamos de «diferencia sexual» para justificar la discriminación y el desprecio para con lo que no entendemos.
Respetar entonces la libertad de cada quien a sentir y amar como cada quien quiera, tiene que ser según nuestra opinión una característica básica de la Otra Campaña; tan importante como el respeto a las formas de lucha y organización que tienen los pueblos, las comunidades y las organizaciones. ¿Por qué? Porque ésa forma de querer, sentir y amar muchas de las veces es el modo de luchar más íntimo y más personal que algun@s tenemos en contra de un capitalismo que nos dice cómo hay que amar y a quién hay que querer, porque de allí se desprende qué modelo de familia es el aceptado y cuál no lo es, en virtud de que ésta, la familia, es el núcleo en el que se sustenta la sociedad; así, para una sociedad capitalista, una familia igual.
Un modelo familiar que respete, no que tolere, todas las maneras de amar y querer posibles; se convierte no en un modelo único e inamovible, sino en uno cambiante donde todos sus integrantes cuentan con el respeto y el amor de aquell@s con quienes comparte sus sueños, luchas y esperanzas más cotidianos. De entre est@s, l@s integrantes más importantes según nuestra manera de pensar, son las niñas y los niños. Ellas y ellos, niñas y niños, deberían ser el motor de La Otra Campaña; el aliciente moral que sostenga la ética de éste movimiento. Ellas y ellos, poseedor@s de una capacidad inmensa de recreación, entendida ésta como espacio de cambio lúdico y permanente donde las reglas de la sociedad se verifican, afirman y ratifican, y no sólo como pérdida sin sentido del tiempo, son la fuente misma de todo proceso revolucionario. En sus manos quedará tarde o temprano La Otra Campaña, y en brindarles un mundo nuevo y mejor de cuya construcción ell@s mism@s sean parte reside la continuidad no nada más de La Otra, sino de la humanidad entera.
Por ello sostenemos que La Otra Campaña debe caracterizarse también por dar un lugar digno a las niñas y a los niños. Así, respetando lo supuestamente más pequeño, porque en verdad es lo más grande, podemos garantizar el triunfo en aquello otro que etiquetamos en tanto adult@s como «lo importante»; que sin duda lo es, aunque no más que lo otro. Y, ¿qué es «lo importante»? Una serie de principios que para nosotr@s deben ser fundamentales también al interior de La Otra Campaña; que deben significarla ya no sólo en el plano de lo personal o lo familiar, sino en el de lo social y lo colectivo también; que le darán cohesión y sentido de ser a La Otra Campaña como lo que creemos debe ser: un movimiento social, cultural, político y económico revolucionario, abajo y a la izquierda.
Es decir, anticapitalista, y por ello no puede dejar en segundo término la lucha por la liberación y la presentación con vida de l@s pres@s y desaparecid@s polític@s; como parte de la lucha en contra de la represión en todas sus formas. Tampoco la solidaridad para con las luchas emprendidas por otros pueblos del mundo en contra del capitalismo y el neoliberalismo, así como otros ismos igual o parecidos basados en la explotación, la miseria, el despojo, la burla, la mentira y la represión; lo que incluye la lucha en contra de todas las guerras y el deslinde para con regímenes autoritarios y explotadores de sus pueblos, vístanse del color con que se vistan.
Quizás no haya quedado claro; pero por su carácter democrático, distinto al de la falsa democracia que arriba los dueños del dinero pregonan, La Otra Campaña no se debería de mover según nuestro parecer en el terreno de lo electoral; pues ello determina tiempos y modos políticos que no son los de abajo y que violan la democracia verdadera que pudiera construirse en las organizaciones sociales y/o políticas. Sin embargo, creemos que La Otra Campaña debe ser respetuosa de las formas de lucha de los pueblos indios, las organizaciones, los colectivos, los grupos, las familias o las personas que en ella se articulan; no porque La Otra Campaña sea electoral, es decir, porque sus integrantes apuesten a ocupar los mal llamados puestos de elección popular, sino porque dichos pueblos, organizaciones, grupos, colectivos, familias y personas creen que lo electoral es también un camino abajo y a la izquierda.
En lo particular, a nosotr@s nos parece lo anterior una contradicción: no creemos que lo electoral sea un camino abajo y a la izquierda; pero en tanto La Otra Campaña se está planteando transformar al país creemos que por principio de cuentas no se puede arrogar la posesión de la verdad única y pura, pues sería como convertirse en un espejo más del capitalismo que todo lo quiere hacer a su imagen y semejanza. La que sí puede y creemos debe hacer La Otra Campaña, es dejarles en claro a dichos pueblos, organizaciones, grupos, colectivos, familias y personas que respetamos su caminar; pero que no lo compartimos. Que ello no quiere decir que no estaremos atent@s a su caminar y los resultados del mismo; pero que por nuestras propias definiciones (y no por purismo político o infantilismo) nosotr@s tomamos decisiones que nos hacen caminar otros senderos; finalmente, si ell@s caminan abajo y a la izquierda, terminaremos encontrándonos. Y, de esa suerte, podemos pedirles a ell@s que también tomen una decisión y entiendan que si deciden caminar por lo electoral muy probablemente no caminaremos con ell@s. ¿Por qué? Porque lo electoral está directamente involucrado con la lucha por el poder de arriba, con los mecanismos en como se construye gobierno desde arriba; es decir, con las reglas de opresión, exclusión, despojo y represión del capitalismo. Lo electoral es la democracia y la soberanía que reside en tod@s y cada un@ de nosotr@s depositada en una sola persona o un grupo muy reducido de personas que terminan por decidir el futuro de todas las demás; dejando de ser ése un ejercicio soberano y democrático, ya que la soberanía y la democracia residen en todo tiempo no cada tres o seis años. Así, quienes luchan en lo electoral, deben asumir que no están luchando en el terreno de lo democrático, sino en el de lo que el capitalismo y sus lacayos dicen que es democrático, que no es lo mismo, y tomar la decisión de caminar o no con La Otra Campaña, pues ésta ya tendría su camino decidido.
Hemos dejado para el final la que nos parece debe ser una de las características fundamentales de la Otra Campaña: la lucha junto con los pueblos indígenas por el reconocimiento de sus derechos colectivos y sus culturas. Reconocimiento que sin ser especialistas creemos que no debe hacerse desde posiciones paternalistas, pues sería de nueva cuenta regresar a las formas de hacer política que arriba se vuelven modus operandi. Creemos que son los pueblos indios quienes con su sangre han forjado eso que algunos llaman patria; cada uno de los capítulos de nuestra historia nacional está cimentado en el sacrificio de dichos pueblos y la nación mexicana tiene pendiente una deuda con ellos. De la misma manera, consideramos que hay dinámicas de exclusión, principalmente para con las mujeres, en el seno del entramado cultural de los pueblos indígenas; pero estos y otros aspectos que se dan no nada más entre ell@s no pueden ser discutidos con justeza ni justicia si son dejados de lado en el nuevo pacto nacional que impulse la Otra Campaña. En los pueblos indígenas, pues, tenemos la más larga y digna tradición de resistencia de nuestros pueblos mexicanos; tenerlo presente y sumarnos a su caminar será la principal garantía de que tendremos la victoria de nuestro lado.
PUNTO DOS.
LA ESTRUCTURA DE LA OTRA CAMPAÑA (CÓMO NOS RELACIONAMOS ENTRE NOSOTR@S).
Sugerimos que la Otra Campaña, en tanto esfuerzo colectivo de construcción hacia otra forma de hacer política, tenga una estructura de red que permita a la Otra no ser nada más el movimiento de una sola clase, un solo sector, un solo grupo o un solo actor; sino un movimiento amplio, diverso y plural, donde clases, sectores, grupos y sectores sociales nos coordinemos y nos unamos en contra del enemigo común que hemos identificado en el capitalismo y el neoliberalismo.
Coincidimos, pues, con quienes opinan que la forma de relacionarnos entre nosotr@s sea la de una red de redes que nos vincule, coordine, reciba y devuelva permanente, constante y oportunamente la información, debates, consultas, posiciones, decisiones y acuerdos (y desacuerdos) que se generen en cualesquiera de los nodos de su vasto tejido. Una red de redes, además, horizontal, flexible, laxa y abierta, que promueva todo el tiempo la multiplicación de iniciativas nacidas desde las bases, de l@s de abajo, y que haga residir la responsabilidad esencial del propio movimiento, siempre en el conjunto de todos sus integrantes. E incluso y más allá, que tienda a disolver esa vieja relación piramidal entre ‘líderes’ y ‘bases’. Pero que, sin embargo, no impida la unidad de acción cuando esta se requiera, ni la marcha por un solo camino común, ni tampoco la coordinación efectiva de iniciativas, esfuerzos y prácticas diversas. Es decir, el oxímoron de una organización muy horizontal y muy flexible, pero al mismo tiempo muy unida y acompasada, siempre que las circunstancias lo requieran.
En esta lógica, el mecanismo principal de toma de decisiones de la Otra Campaña, pensamos que deberá de ser el de la consulta universal a tod@s sus integrantes. Basada esa consulta, en un previo y muy serio proceso de difusión lo más amplio posible de toda la información disponible, lo mismo que de discusiones, de búsqueda de consensos, y de expresión totalmente irrestricta y abierta de todas las posiciones.
Además y en cualquier caso, la Otra Campaña deberá tener siempre muy en cuenta las opiniones de las minorías, teniendo un su modo de decidir siempre dialógico, basado en la discusión y en la interlocución con tod@s l@s múltiples otr@s que abajo somos; manteniendo siempre el oído alerta a los puntos de vista de las diferentes minorías como garantía permanente de alimentación y enriquecimiento de los puntos de vista definidos como consensuales, o en otro caso como mayoritarios.
PUNTO TRES.
QUIÉNES ESTÁN CONVOCAD@S Y QUIÉNES NO (QUIÉN ES COMPAÑER@ Y QUIÉN NO).
Compartimos la opinión de quienes piensan que la Otra Campaña debería convocar en principio a tod@s l@s que abajo somos, pero a partir de definiciones teóricas y/o prácticas de izquierda en contra del sistema social y del proyecto civilizatorio capitalistas, en todas sus múltiples expresiones. Por lo tanto, además de convocar a l@s pobres, discriminad@s, humillad@s, ofendid@s, olvidad@s y marginad@s de todo tipo que ya se hayan definido como de izquierda y anticapitalistas, creemos que la Otra Campaña debería también convocar a quienes estén participando de la construcción de procesos individuales o colectivos para definirse de igual forma; como obrer@s y campesin@s que luchan por democratizar sus organizaciones o agrupaciones sindicales o de gremio; como hombres y mujeres que luchan por relaciones igualitarias y lejos del ejercicio de la violencia de género; como jóven@s, niñ@s y ancian@s que día a día intentan hacer de sus espacios y quehaceres territorios físicos y virtuales libres de la burla, el abuso y el maltrato; o como lesbianas, homosexuales, bisexuales o transexuales que buscan romper con la cadena de ignorancia y desprecio a su alrededor.
Así, las organizaciones y movimientos que participan del juego electoral en las reglas que éste está actualmente diseñado, dando pie a la generación de luchas que consideramos dignas pero que luego son negociadas a espaldas de quienes las protagonizan en aras de hacer acuerdos cupulares que luego serán impuestos a las bases, deberían primero deslindarse precisamente de dicho juego electoral en cualesquiera de sus etapas y formas para ser parte de la Otra Campaña; pues creemos que ésta, la Otra, debería erigirse más como una fuerza de presión y cambio social sobre l@s gobernantes para exigirles que cuando manden «manden obedeciendo», no como trampolín para la toma del poder por conducto de un partido político que por más abajo y más a la izquierda que diga y quizás esté, al ascender y jugar las reglas de la política dictada arriba, invariablemente terminará por reproducir la lógica de la voluntad popular supeditada al partido que deposita sus decisiones en el comité central que dimite a favor de una sola persona, quien por esa vía será quien decida el futuro y el destino del pueblo todo.
Porque no creemos que la Otra Campaña deba convocar a la clase política, entendiendo por ésta a quienes ocupan algunos de los puestos operativos o de toma de decisiones en cualesquiera de los autonombrados poderes de la Unión o niveles de gobierno oficiales; ni a l@s ric@s, dueñ@s del dinero y de las fábricas, explotador@s al frente de las empresas; ni l@s poderos@s, patriarcales y machistas, que discriminan a niñ@s, jóven@s y ancian@s; ni a l@s homofóbic@s, racistas y autoritari@s; ni a l@s intelectuales al servicio de la estupidez y la mentira que en el poder de arriba se vuelven mercenari@s; ni a l@s conservador@s y reaccionari@s; ni a tod@s l@s que se beneficien injustamente del trabajo y del esfuerzo de l@s otr@s.
O sea que las líneas de quien está convocado y quien no, y quien puede ser nuestr@ compañer@ y quien no puede serlo, pasan otra vez por las líneas que dividen a l@s hegemónic@s de l@s subaltern@s, a l@s procapitalistas de l@s antisistémic@s, a la derecha de la (verdadera) izquierda, a l@s reformistas de l@s revolucionari@s. Pero también a l@s ric@s de l@s pobres, a l@s autoritari@s de los libertari@s, y a l@s defensores del statu quo frente a l@s subversiv@s de todo tipo; entre otr@s.
PUNTO CUATRO.
EL LUGAR DE LAS DIFERENCIAS (DÓNDE ESTAMOS).
En tanto red de redes plural, de sujetos (clases, sectores, grupos y actores) sociales que abajo se articulan en contra del capitalismo y, por lo tanto, revolucionarios y de izquierda, la Otra Campaña es espacio de encuentro y reunión de múltiples y variadas «diferencias»: tod@s somos iguales en que somos diferentes. No creemos, pues, que las «diferencias» nuestras deban tener lugar especial, entendiendo a éste, como dijeran algun@s compañer@s, cual si de casitas aparte se tratara; pues se convertiría entonces en una práctica de discriminación o exclusión disfrazada de distinción; algo así como el Otro VIP, porque es el de la Otra Campaña.
Así, coincidimos con quienes opinan que la Otra Campaña debe cuidar que ninguna de nuestras luchas sea promovida sobre las otras y marginarlas a segundo plano, pues todas tienen su importancia específica y todas son igualmente vigentes y cruciales en estas circunstancias inmediatas; al mismo tiempo que remarca el sentido radical y emancipatorio de cada lucha particular, orientándola hacia la confrontación en contra del sistema capitalista.
Citando una vez más a Carlos A. Aguirre Rojas, desde nuestro punto de vista, el límite que distingue a una diferencia fraterna de una clara posición divergente es el que destaca, por ejemplo, a quienes quieren darle un contenido genuina y radicalmente anticapitalista a la lucha de las mujeres por sobre de quienes defienden el feminismo en abstracto; pues creemos que existe una gran diferencia entre ambas posiciones, como la hay entre quienes desean promover la autonomía de los pueblos indios en tanto autogobiernos populares y de reconstrucción de otro orden social en donde la cultura, la identidad y la cosmovisión indígenas pueden dialogar y convivir libremente con otras culturas, identidades y cosmovisiones dentro de un mundo realmente libre en donde caben muchos mundos, sin exclusiones, jerarquías, opresiones, explotaciones o discriminaciones de ningún tipo; y quienes defienden la autonomía indígena en sí misma cayendo a final de cuentas en actitudes racistas por indigenistas.
PUNTO CINCO.
POLÍTICA DE ALIANZAS DE LA OTRA CAMPAÑA (A QUÍEN APOYAMOS Y A QUIÉN NOS UNIMOS).
Éste es para nosotr@s uno de los puntos más importantes a discutir en el seno de la Otra Campaña; pues de ella saldrá en buena medida el rostro, la palabra y el caminar que dirá a otros esfuerzos organizativos qué es y qué no es la Otra. En ése sentido, coincidimos con quienes hacen distinción entre las alianzas tácticas o coyunturales (a quién apoyamos) y las estratégicas o programáticas (a quién nos unimos); instalándose además en el plano nacional y en el internacional. Así, pensamos que en tanto no se define claramente el Programa Nacional de Lucha, la Otra debería tener como punto de partida para sus alianzas los criterios con los que decida quiénes están convocados y quiénes no, lo mismo que las características fundamentales que la definan.
Así, aquellos esfuerzos susceptibles de ser apoyados por la Otra Campaña tendrían que colocarse necesariamente abajo y a la izquierda, tener un carácter decididamente anticapitalista y antineoliberal; luchar por democracia, libertad y justicia verdaderas sin simulaciones; articularse por trabajo, tierra, techo, alimentación, salud y educación dignas; comprometerse por garantizar el acceso universal a la información veraz, oportuna y objetiva como parte sustancial de una cultura distinta a la institucional, oficial, dominante y hegemónica; pugnar por relaciones tolerantes, respetuosas, autocríticas, fraternas, solidarias, leales, igualitarias, equitativas y justas entre sus integrantes, independientemente del género, sexo, edad o condición social al que pertenezca; manifestarse activamente por la liberación y la presentación con vida de tod@s l@s pres@s y desaparecid@s polític@s y en contra de todas las formas de represión habidas y por haber, y denunciar abiertamente a quienes tienen la explotación, la opresión, la discriminación, el despojo y el maltrato como modus vivendi y operandi.
Partiendo de aquí y mirando los distintos esfuerzos políticos con incidencia más o menos nacional que distinguimos, creemos que respecto a la Promotora Nacional de Lucha contra el Neoliberalismo y el Frente Sindical, Campesino, Indígena, Social y Popular, así como de los Diálogos Nacionales que, entendemos, intentan erigirse como el espacio donde ambos esfuerzos coincidan, la Otra Campaña no puede establecer alianzas tácticas o coyunturales, es decir, no puede apoyarlos, pues en el seno de éstos participan organizaciones que no se han deslindado clara ni decididamente del proyecto neoliberal capitalista, aliándose con partidos políticos que tienen entre el clientelismo y la traición a la palabra empeñada sus modos de hacer política y volviéndose cómplices de los sectores industriales y empresariales que más explotan y oprimen a obrer@s y campesin@s. Sin embargo, creemos que con algunas organizaciones, si bien no se pueden establecer alianzas estratégicas o programáticas, sí se pueden tejer alianzas tácticas; pero más en un sentido de relación bilateral directa con éstas y no con el esfuerzo organizativo (Frentote, Promotora o Diálogo Nacional) en su conjunto.
De igual manera, y de hecho aún de modo más determinante, creemos que la Otra Campaña no puede apoyar ni unirse a la Convención Nacional Democrática lopezobradorista ni, mucho menos, al Frente Amplio Progresista que bajo reglas electorales han conformado el Partido de la Revolución Democratica, el Partido Convergencia y el Partido del Trabajo; pues ninguno de estos esfuerzos organizativos han virado de manera mínima a la izquierda y actúan políticamente en los terrenos de lo electoral; es decir, arriba.
Finalmente, vemos en el proceso de lucha protagonizado por la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) un importante esfuerzo organizativo con el cual la Otra Campaña sí puede establecer alianzas, por lo pronto tácticas o coyunturales, y que, más aún, dado el recrudecimiento actual de las hostilidades hacia ella y para con las organizaciones, grupos, colectivos y personas que en ella se articulan, la Otra Campaña debe apoyar de manera decidida sin titubeos. Es verdad que el proceso de lucha de la APPO tiene como punto de partida una lucha que no necesariamente es anticapitalista aunque sí partiera de abajo; pero, a lo largo de los meses y de la respuesta conjunta de la clase política y los sectores en el poder en su contra, con una escalada represiva que sólo habíamos visto en Texcoco y Atenco y que inclusive ya le ha rebasado, ésta se ha radicalizado y convertido en ejemplo de digna resistencia para la Otra, como lo es la lucha autonómica de los Municipios Autónomos en Rebeldía Zapatistas y sus Juntas de Buen Gobierno.
A estas alturas, la APPO ya no va sólo por la renuncia de un mero gobernante estatal ni por mejores salarios y condiciones de trabajo; sino por darle vuelta a la página de opresión que el sistema político mexicano representa constituyéndose en un poder abajo y para l@s de abajo que tendrá que ser necesariamente anticapitalista o no será, y la Otra Campaña está obligada a caminar a su lado.
Creemos que estos ejemplos sirven para determinar qué esfuerzos organizativos apoyamos y qué esfuerzos no, en el ámbito nacional; en cuanto a lo internacional, retomamos de nuevo a Aguirre Rojas cuando opina que la Otra Campaña debe estar con el Movimiento de los Sin Tierra de Brasil y con los sectores más radicales de los piqueteros argentinos, lo mismo que con los grupos más avanzados de la CONAIE, y con las comunidades indígenas bolivianas más de izquierda. Y puede entonces mirar con simpatía y apoyar a los grupos y a las clases subalternas venezolanas en muchas de sus actuales iniciativas populares, y también a ciertos procesos de la llamada revolución bolivariana, sin dejar de criticar los evidentes límites e inconsecuencias de Hugo Chávez, apoyando también a las clases subalternas de Bolivia, mientras mantiene, no obstante, una clara distancia crítica respecto de la tibia y oscilante actuación de Evo Morales. Quizás, para terminar este punto y pasar al siguiente, nosotr@s agregaríamos una actitud similar para con los pueblos cuyos gobiernos latinoamericanos se ostentan como de izquierda pero resultan funcionales al neoliberalismo y al capitalismo, o que terminan por reproducir mecanismos de control social, político, cultural y militar más propios de la derecha que de la izquierda; entre los primeros ubicamos a los dignos pueblos ecuatoriano, uruguayo, argentino, chileno o nicaragüense, y entre los segundos distinguimos al ejemplar pueblo cubano. Es decir, volviendo a Aguirre Rojas, que la Otra Campaña debe apoyar a los de abajo que están a la izquierda y que son anticapitalistas, mucho más que a los líderes políticos o a los presidentes, o a ciertos dirigentes que pretenden representar y acaudillar a esos subalternos latinoamericanos; que en el plano internacional tienen sus reflejos en los pueblos de Palestina y Euskal Herria.
Por último, ahora sí, y en tanto hombres y mujeres de teatro; de manera particular no estamos de acuerdo en que la Otra Campaña se ligue a personalidades que si bien parecen estar a la izquierda lo hacen del mismo modo que quienes se asocian con partidos políticos y grupos empresariales o industriales explotadores. Hombres y mujeres como Víctor Hugo Rascón Banda, Jesusa Rodríguez, Elena Poniatowska, Luis de Tavira o Roger Bartra son sin lugar a dudas faros intelectuales que quienes estamos en la Otra Campaña no deberíamos dejar de visitar ni de mirar con honesta atención, pues de su palabra o su accionar pueden surgir llamadas de atención que nos impidan caer en sectarismos y divisionismos que de nada nos son útiles en la lucha contra el capitalismo; pero, dicho lo anterior, no habría que perder de vista las alianzas que ést@s tienen con el sistema, los partidos políticos o inclusive la derecha, vía expresiones supuestamente de izquierda como la llama socialdemocracia.
No se trata de caer en actitudes puristas ni de terminar pareciéndonos a los panistas que queda que piensan en la palabra cultura se llevan la mano a la pistola; pero si laboralmente nosotr@s mism@s quizás tuviéramos relación con algun@ de ell@s, no creemos que ésta se deba traducir en una relación política, salvo ciertas alianzas tácticas que tengan que ver, por ejemplo, con la lucha por la liberación y presentación con vida de l@s pres@s polític@s (pues creemos que ésta es una lucha que deberíamos adoptar tod@s). Así, y para que se tome en cuenta, decimos que tejer alianzas con VHRB es hacerlo también con alguien que lo mismo negocia con el PRI, con el PAN o con el PRD; con Jesusa, una declarada perredista, y algo parecido sucede con Paco Ignacio Taibo II y Elenita; con Roger Bartra, sería hacerlo con quien supone que del panismo y en particular de Calderón Hinojosa saldría la izquierda moderna que este país necesita, y con De Tavira, es aliarse con el maestro que cada montaje puede llegar a costar el presupuesto destinado a los teatros en comodatos del IMSS de todo un año y con quien inclusive se escondió cuando se le invitara a participar de la primera presentación de Mujeres Sin Miedo.
PUNTO SEIS.
LAS TAREAS COMUNES A TOD@S L@S ADHERENTES (ADEMÁS DE LAS QUE CADA QUIEN TENGA SEGÚN SU LUCHA).
1) Luchar por la liberación y la presentación con vida de tod@s l@s pres@s y desaparecid@s polític@s; en particular l@s de la Otra Campaña.
2) Hacer un balance crítico del recorrido de la Comisión Sexta del EZLN, que nos haga sensibilizarnos como personas, familias, grupos, colectivos, organizaciones o pueblos respecto a las luchas de otr@s adherentes que no asumimos todavía como nuestras y que deberían serlo tanto por afinidad como por solidaridad.
3) Elaborar diagnósticos críticos de cada localidad, región y Estado, en donde se identifiquen los problemas sociales principales que no hayan aflorado en las reuniones de los adherentes y con la Comisión Sexta del EZLN.
4) Establecer el Programa Nacional de Lucha, que definirá los grandes ejes comunes en los que coinciden todos los movimientos y todas las luchas locales, regionales y estatales, a la vez que las grandes demandas colectivas de esa red plural de los de abajo, anticapitalista, de izquierda y revolucionaria que esperamos sea la Otra Campaña.
5) Crear o fortalecer las redes para atenuar los efectos de la represión; principalmente en dos vertientes: mecanismos de seguridad y defensa legal.
6) Crear o fortalecer las redes de inform@cción y comunic@cción (información y comunicación en la acción) para facilitar las discusiones y la toma de decisiones, así como la implementación de acciones.
7) Conformar un piso común en cuanto a formación política toca, lo mismo en la teoría que en la práctica militante, como adherentes de la Otra Campaña.