Al compás de una profunda revalorización de sus identidades culturales, las más de 40 naciones indígenas asumen como propio al gobierno de Evo Morales Ayma. Tras poco más de un año de gestión del Movimiento Al Socialismo (MAS), el poder de movilización y presión de los sectores populares en Bolivia sigue intacto y en pleno […]
Al compás de una profunda revalorización de sus identidades culturales, las más de 40 naciones indígenas asumen como propio al gobierno de Evo Morales Ayma. Tras poco más de un año de gestión del Movimiento Al Socialismo (MAS), el poder de movilización y presión de los sectores populares en Bolivia sigue intacto y en pleno avance. Por otro lado, a la defensiva, y fogoneada por el poder transnacional y los Estados Unidos, las mismas elites que garantizaron el saqueo de los recursos naturales y el atraso estructural proponen la vía separatista. Los sectores medios urbanos, minoritarios y carentes de un proyecto propio que aglutine sus exigencias, se recuestan alternativamente entre ambos polos. Desarrollamos algunas claves de un proceso inédito en Latinoamérica:
Los movimientos sociales, de campesinos, comerciantes, trabajadores, profesionales y universitarios -todos ellos integrados en mayor o menor medida por originarios y mestizos, más del 60 por ciento de la población- demuestran en la calle con multitudinarias y combativas acciones, que asumen como propio al actual gobierno. En el primer año, dos de los logros que se enumeran fueron consignas claves que impulsaron las contundentes luchas de los últimos años: la nacionalización de los hidrocarburos y el lanzamiento de la asamblea constituyente.
En tanto, el poderoso Comité Cívico Pro Santa Cruz, cuyos integrantes dicen mantenerse «racialmente puros» impulsan una virtual división del país conocida como la «media luna» que completan los prefectos de Tarija y de los selváticos Pando y Beni. Ante la imposibilidad real de acceder al poder en esta etapa, las elites gasíferas y petroleras resignifican el concepto de autonomía en su beneficio, conformando un bloque autodefinido como «económicamente sustentable» y negándose a centralizar y compartir sus ganancias regionales.
Bajo gobiernos democráticos y militares, el comité y los sectores a los cuales representa, fueron garantes del saqueo histórico del país, encargándose entre otras cosas, de oponerse a la realización de rutas que unan la producción del Oriente y el Occidente bolivianos y de ser fuente de financiamiento para los grupos de choque paramilitares, integrados por jóvenes neonazis, que enfrentan a tiros y palos las movilizaciones de campesinos y estudiantes. Poder Democrático y Social (PODEMOS), con el ex vicepresidente de Hugo Banzer, Ricardo «Tuto» Quiroga a la cabeza, representa políticamente tal proyecto. Desde el discurso, la derecha dice defender la legalidad democrática contra el avance el totalitarismo. En los hechos, apela a enredos legales para trabar la asamblea constituyente, instrumento que movimientos y gobierno entienden, será clave para reafirmar los cambios, y en la que por primera vez hay representantes de los pueblos originarios y campesinos.
Ocasionalmente por fuera de esta polarización, aparecen sectores medios urbanos, votantes en muchos casos de Evo Morales en las presidenciales de Diciembre de 2005, pero de los partidos conservadores en sus respectivos departamentos. Sin comulgar con el proyecto separatista, los habitantes de las grandes ciudades, ante cada escalada de los campesinos definida por los medios como un «indigenismo radical», se repliegan, aislando a los sectores populares y colocando el gobierno de Morales frente a una encrucijada: sostener el consenso sistémico e institucional entre las capas medias o responder automáticamente a las demandas de sus bases de sustento.
Abriendo su juego, el imperialismo traza un cerco regional al potencial del proceso Boliviano. Al tiempo que los gobiernos de Perú y Colombia -socios bolivianos en la Comunidad Andina de Naciones- tienen firmados sendos Tratados de Libre Comercio con EEUU, en el MERCOSUR la situación no es diferente: pese a las apariencias, las políticas del gobierno Brasilero a través de Petrobras y subsidiarias, acompañadas por su socio, la Argentina, repiten actitudes imperialistas a escala reducida. Solo Venezuela funciona como contrapeso de esta disputa por los recursos bolivianos. En este mapa, las posturas del recientenmente asumido presidente de Ecuador, Rafael Correa, aportan nuevos signos de integración en clave antiiemperialista.
Claro es que el proceso de cambio que vive hoy Bolivia encabezado por los movimientos y el MAS, es el único proyecto verdaderamente nacional para el país. A nivel interno, el desafío para ambos y tal como lo lograron en las últimas elecciones presidenciales, es volcar a los sectores urbanos en su favor, sin por ello petrificar los cambios de matriz popular. De la madura fluidez, de la búsqueda de una institucionalidad distinta para el diálogo entre gobierno y movimientos sociales, que impacte firmemente sobre las politicas publicas, dependerá la resolución de esa tensión. A nivel regional e internacional el atraso -condicionante- a nivel infraestructura que generó y posibilitó el continuo saqueo, deja a Bolivia a los ojos del gran capital, como el eslabón más débil a través del cual, cortar la cadena de cambios que varios pueblos de la región parecen proponerse.