El gobierno cubano ha «expulsado técnicamente» a César González-Calero, al parecer periodista de El Universal, BBC de Londres y Chicago Tribune, por una serie de seis artículos-reportaje que ha publicado haciendo críticas a la situación que se vive en Cuba. Muchos medios de información -como siempre, porque es su obligación- han puesto el «grito al […]
El gobierno cubano ha «expulsado técnicamente» a César González-Calero, al parecer periodista de El Universal, BBC de Londres y Chicago Tribune, por una serie de seis artículos-reportaje que ha publicado haciendo críticas a la situación que se vive en Cuba. Muchos medios de información -como siempre, porque es su obligación- han puesto el «grito al cielo» porque «esto demuestra, una vez más, que en Cuba no hay libertad de prensa ni de información». Pero se olvidan, tramposamente, que tampoco en México, Gran Bretaña o EEUU existe tal libertad. En Cuba ésta es controlada por el Estado mientras en estos tres países es decidida por la iniciativa privada y los mismos medios empresariales. Ellos deciden qué publicar, a quién publicar y cómo hacerlo. Puedes hacer críticas al Estado, pero nadie te publicará si no entras en su línea editorial.
En los países capitalistas, asimismo calificados de democráticos, se permite que se cuelen algunos reportajes críticos que no hagan mucho daño; pero como antídoto han preparado «colchones» de mil y una capas para evitar cualquier golpe y resonancia. Dado que el sistema cuenta con poderosos instrumentos para defender el ágil mecanismo de opresión, para hacer resbalar cualquier acusación o demanda, o con suficientes «bolas de humo» para bloquearlas, las demandas y denuncias terminan por desaparecer sin que la mayoría de la gente se entere. Se puede denunciar que Fox concedió a Televisa la dispensa de no pagar impuestos o que el secretario de Gobernación, Creel, le entregó casas de apuestas y juegos, pero de allí nada pasa, todo sigue igual y la oposición y el pueblo sólo son convertidos en objeto de burla.
¿Qué es la libertad entonces? Para los grandes ricos y explotadores es hacer lo que a cada quien le venga en gana; para los pobres y miserables del mundo -que son el 80 por ciento de sus habitantes- es la posibilidad de resolver sus problemas de alimentación, salud, vivienda y vestido. Incluso la escuela y la libertad de opinión pueden pasar a segundo término mientras no tengan o no hayan resuelto lo primero. Es más, la tan cacareada libertad en esos tres países y otros más -además de la libertad de comercio, de explotación, de acumulación de riquezas y para morirse de hambre- consiste en guardar silencio para no incomodar al empresario o al gobierno. Entonces, ¿de qué libertad hablan estos cínicos representantes del capital sino es la libertad que ellos han gozado por pertenecer a la clase propietaria de esos medios de información?
En México la prensa escrita es solo leída o revisada por un tres por ciento de la población mientras la radio y la televisión son atendidas por más de un 80 por ciento de radio escuchas y televidentes. A pesar de que los medios impresos dan algo de margen para el análisis y la crítica, los medios electrónicos son verdaderos instrumentos de manipulación en los que no cabe la posibilidad de pensar. Locutores como López Dóriga, Beteta, Ruiz Healy, Cárdenas, Gómez Leyva, Ferrís y Alatorre son sólo fieles seguidores de los empresarios monopolistas de Televisa y TV Azteca. La llamada libertad de información sólo beneficia a los poderosos. Fuera de la revista Proceso y el diario La Jornada, solo quedan publicaciones semimarginales que hacen enormes esfuerzos para sobrevivir. El financiamiento y la publicidad son totalmente controlados.
Los asesinos yanquis (gobierno y todos los explotadores de EEUU, no su pueblo) están desesperados porque durante casi 50 años no han podido expoliar al pueblo cubano. Usando a los cubanos de Miami, con pago de fuerte dinero gringo, han buscado invadir la Isla, así como asesinar a Fidel Castro, en varias decenas de ocasiones. Pero el daño mayor, irreversible, es que desde 1961, hace 46 años, instalaron un criminal bloqueo económico y obligaron a todos los países de América a hacer lo mismo si no querían ser merecedores de castigos de todo tipo. Toda la industria cubana controlada desde los cincuenta por EEUU, las refacciones, las piezas e instrumentos de trabajo hechas allí, dejaron de introducirse. Sin el menor sentimiento humano -del que cínicamente hablan- condenaron a Cuba a sufrir hambre si no derrocaba a su gobierno.
¿Pueden imaginarse en qué condiciones dejaron a Cuba y qué medidas había que tomar para evitar las constantes agresiones yanquis y de sus agentes? Aunque estemos en contra, Cuba tuvo que hacer de la necesidad virtud. En primer lugar lograr como contrapeso el apoyo soviético, en segundo lugar instalar un régimen autoritario y vigilante, en tercer lugar un régimen político centralizado. A mi personalmente me hubiera gustado un sistema autogestivo e igualitario, donde no existan explotados ni explotadores, mucho menos trabajo asalariado. Un sistema donde haya periódicos, radio y TV libres, con periodistas, pero sin empresarios. Las condiciones internacionales impuestas determinaron que cualquier país que no obedezca a los yanquis debía ser aplastado, pero también hicieron surgir un liderazgo valiente, radical y con dignidad.
¿De qué libertad de expresión e información nos hablan los grandes medios de prensa, radio y televisión mexicanos si casi todos ellos son propiedad de poderosos monopolios que seleccionan estrictamente sus programas, sus noticias, así como a sus periodistas y comentaristas para que escriban lo que a empresarios conviene? ¿De qué libertad hablan si obligan al público a leer, escuchar y ver las series y noticia que se elaboran en los EEUU para difundir e imponer el estilo y modo de vida estadounidense? En México el asunto López Obrador y Oaxaca es más que evidente para conocer de lo que sirve la llamada libertad de información: primero destruyen la personalidad de AMLO y calumnian la lucha del pueblo de Oaxaca, después -una vez legalizado su aplastamiento- deciden imponer silencio total a todas las protestas. ¡Absoluto cinismo!
Cuando se habla de libertad, siempre hay que saber para quién. Es obvio que no se puede plantear en abstracto en una sociedad como la mexicana, la yanqui o la británica, absolutamente desigual, donde un pequeñísimo sector de la población -¿un cinco por ciento?- impone sus criterios ideológicos a un 95 por ciento de los habitantes. ¿Para que les sirven la libertad de viajar, de poner un negocio, de salir a otro país, de leer la prensa y ver televisión a los millones de indígenas, campesinos y trabajadores cuyos ingresos sólo les alcanza para mal comer, mal vivir y que por generaciones nunca han salido de los pueblos donde nacieron? Nadie podrá estar contra la libertad individual pero, al parecer, primero debe ser social y económica. Además no debe olvidarse que suelen oponerse la libertad y la justicia y que estos conceptos deben aclararse.
Se ha confesado que se quiere «restablecer las relaciones diplomáticas mermadas en los últimos 10 años entre México y Cuba», sin embargo se ha equivocado el método. Se olvida que el menos interesado es el gobierno yanqui y que éste pondrá todo para evitar el acercamiento. Cuba tiene una gran presencia simbólica en la lucha de los pueblos de América Latina en contra de la explotación del imperialismo yanqui. Fidel Castro ha entregado su larga vida y gobierno a desarrollar la conciencia latinoamericana contra ese poderoso imperio que ha sido el saqueador de sus riquezas. El gobierno derechista mexicano sabe lo que representa Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y todos los demás gobiernos que han comenzado a agruparse alrededor del Mercosur y buscan derrotar al ALCA por ser un instrumento de los EEUU. ¿Podrá desdecirse la derecha que construye un proyecto radicalmente diferente?