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Una historia de vigilancia

Fuentes: Washington Post

Traducido por Maylí Milián Zamora y revisado por Mabel Rivas González, del Equipo de Traductores de Cubadebate y Rebelión

Su primer presentimiento de que algo andaba mal lo tuvo en el verano del 2002 cuando abrió a puerta a un agente de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) para entrar a una oficina de AT&T en San Francisco.

«¿Qué diablos hace la NSA aquí?», se preguntó Mark Klein, ex técnico de AT&T.

Aproximadamente un año después, Mark Klein se topó con unos documentos que, según dijo, por poco le hacen caerse de su silla. Los documentos, añadió, mostraban que la NSA había obtenido acceso a una enorme cantidad de correos electrónicos, sitios de búsquedas y otros registros de Internet de más de una docena de proveedores de telecomunicaciones regionales y mundiales. AT&T permitió que la agencia se conectara a su red en una instalación de San Francisco y, según Klein, es probable que muchas de las otras compañías de telecomunicaciones no supieran nada de lo que estaba sucediendo.

Klein se encuentra en Washington esta semana para narrar su historia con la esperanza de persuadir a los legisladores para que no concedan inmunidad legal a las firmas de telecomunicaciones que ayudaron al Gobierno en sus esfuerzos antiterroristas.

Klein, de 62 años de edad, dijo con su habitual franqueza que tal vez sea la única persona en el país que tenga información de primera mano para hablar sobre un aspecto importante del programa de vigilancia nacional de la Administración Bush. Ya Klein está jubilado, por lo que no le preocupa perder su empleo. Tampoco tenía nivel de acceso a información clasificada y los documentos en su posesión no eran clasificados, afirmó. No tiene ningún cargo de conciencia con respecto a «entregar», como dijo él, a la compañía para la que trabajó durante 22 años hasta su jubilación en el año 2004.

«Si ellos han hecho algo muy ilegal y anticonstitucional… bueno, entonces tienen que afrontar las consecuencias», afirmó Klein. «No tengo por qué sentir pena por ellos. Ellos mismos se lo buscaron. Usted puede estar seguro de que los que actuaron de manera incorrecta son personas que ocupan altos cargos en la compañía. No son los colegas con los que disfruté trabajando».

En una entrevista realizada ayer, Klein afirmó que la NSA había creado un sistema que extraía toda la información de Internet y las llamadas telefónicas de los estadounidenses con la cooperación de AT&T. Contrariamente a lo aducido por el Gobierno de que su programa de vigilancia estaba dirigido contra los terroristas en el exterior, dijo Klein, gran parte de la información enviada a la NSA por conducto de AT&T era puramente de origen nacional. Klein cree que la NSA estaba analizando los registros para determinar tanto los patrones de uso como su contenido.

Según Klein, la NSA habilitó una sala especial para recibir la información extraída por conducto de la sala de Internet de AT&T con «vínculo entre pares», o conexiones principales a otros proveedores de telecomunicaciones. Klein dice que el mayor de los vínculos entregaba 2,5 gigabits de información –equivalente a la cuarta parte del texto de la Enciclopedia Británica– por segundo, cuyos documentos y declaraciones de testigos presenciales conforman la base de una las primeras demandas entabladas contra los gigantes de las telecomunicaciones después de que el New York Times hiciera un reportaje en diciembre de 2005 sobre el programa de vigilancia del Gobierno que no requería orden judicial.

Claudia Jones, portavoz de AT&T, dijo que no tenía comentario alguno respecto de la acusación de Klein. «AT&T se ha comprometido plenamente a proteger la privacidad de nuestros clientes. No hacemos comentarios sobre cuestiones de seguridad nacional», añadió. La NSA y la Casa Blanca rehusaron emitir criterio alguno sobre las acusaciones de Klein.

Klein está exhortando al Congreso a que no bloquee el caso Hepting v. AT&T, acción judicial mancomunada pendiente en el tribunal federal de San Francisco, así como tampoco otras 37 demandas en que se acusa a empresas de telecomunicaciones de colaborar ilegalmente con la NSA. Ayer Klein iba acompañado por abogados de la Electronic Frontier Foundation (Fundación de Fronteras Electrónicas), quienes habían presentado el caso Hepting v. AT&T en el año 2006. Juntos, están instando a importantes senadores estadounidenses a que se opongan a la aún pendiente cláusula de inmunidad respaldada por la Casa Blanca, que en efecto invalidaría las demandas. Se espera que el Comité Judicial analice la medida el jueves.

En el verano de 2002, Klein se encontraba trabajando en una oficina encargada de los equipos de Internet cuando llegó un representante de la NSA para entrevistar a un directivo técnico con miras a realizar un trabajo especial cuyos detalles eran secretos.

«Ahí fue cuando se me dispararon mis antenas», dijo, pues sabía que supuestamente la ASN trabajaba con las señales de inteligencia en el exterior.

El trabajo entrañaba crear una «sala secreta» en una oficina de AT&T ubicada a diez cuadras de distancia. Por casualidad, en octubre de 2003, Klein fue trasladado a esa oficina y ubicado en la sala de Internet. Allí preguntó a un técnico sobre la sala secreta del sexto piso, y el técnico le respondió que se encontraba un piso arriba conectada a la sala de Internet. El técnico, quien estaba a punto de retirarse, le entregó algunos diagramas de la conexión.

«En ese momento me di cuenta de todo», dijo Klein. «Están enviando toda la información de Internet hacia la sala secreta».

Según explicó, el diagrama mostraba un separador (splitter), prismas de vidrio que separan las señales de cada red y las convierte en dos copias idénticas, una que va a la sala secreta y la otra a su destinatario.

«El separador se lo llevaba todo, como si fuera una aspiradora», afirmó. La ASN lo está recibiendo todo. Estas son grandes tuberías que se llevan no solo lo de los clientes de AT&T, sino también lo de todos».

Uno de los documentos de Klein incluía vínculos a 16 entidades, como Global Crossing, gran proveedor de servicios de voz e información en los Estados Unidos y en el exterior; UUNet, gran proveedor de Internet en Virginia del Norte, en estos momentos propiedad de Verizon; Level 3 Communications, que brinda servicios locales, de larga distancia y de datos en los Estados Unidos y en el exterior; y nombres que son más conocidos como Sprint y Qwest. También incluía intercambios de datos de MAE-West y PAIX, o Palo Alto Internet Exchange, instalaciones en que las empresas de telecomunicación se intercambian el trafico de Internet.

«Me entró pánico», dijo. «Están copiando toda la información de Internet. No están seleccionando nada. Quizás lo hagan más tarde, pero al momento de la entrega el Gobierno la obtiene completa.»

Qwest no ha sido demandada ya que, según dijeron los medios de difusión el año pasado, la compañía no quiso participar en un programa de la NSA destinado a crear una base de datos de registros de llamadas telefónicas nacionales porque les preocupaba la legalidad del programa. Según Klein, lo que el documento muestra es que, al parecer, la NSA estaba reuniendo las telecomunicaciones de varias empresas, probablemente sin su consentimiento.

Otro documento mostraba que la NSA había instalado en la sala un analizador semántico de tráfico creado por Narus que, según Klein, indicaba que la NSA estaba analizando los contenidos.

Steve Bannerman, vicepresidente de Narus para los asuntos de marketing, planteó en una entrevista que el sistema NarusInsight es «el motor de procesamiento de tráfico de Internet más poderoso del mundo». Según dice, se utiliza para detectar virus, así como para captar informaciones que pueden ayudar a las autoridades a poner fin a las actividades delictivas. Steve Bannerman dice que puede rastrear el origen y el destino de la comunicación, así como conocer su contenido. No quiso hacer comentarios sobre el uso del sistema por parte de AT&T.

Klein dijo que se había decidido a revelar estos hechos después de que el Presidente Bush, en su defensa del programa de vigilancia de la ASN, dijera que solo se limitaba a recopilar las llamadas telefónicas entre presuntos terroristas en el exterior y personas en los Estados Unidos. Klein dijo que el alcance del programa era mucho más abarcador.

La última vez que Klein estuvo en Washington fue en 1969 para participar en una protesta contra la guerra.

Ahora, dijo con una sonrisa, estaba aquí vestido de cuello y corbata para cabildear.

El investigador del rotativo Richard Drezen contribuyó a esta historia.