21 de enero de 2006. Tiwanaku. La ceremonia preparada para honrar a los ancestros inundó de solemnidad a los miles de personas congregadas allí, repercutió en los televisores de todo el país y llegó hasta lugares alejados. Para Evo Morales, Presidente de la República de Bolivia, ésta era la real toma de mando; al día […]
21 de enero de 2006. Tiwanaku. La ceremonia preparada para honrar a los ancestros inundó de solemnidad a los miles de personas congregadas allí, repercutió en los televisores de todo el país y llegó hasta lugares alejados. Para Evo Morales, Presidente de la República de Bolivia, ésta era la real toma de mando; al día siguiente cumpliría las formalidades del ritual republicano. De hecho, la ceremonia en Tiwanaku le confería el poder que ningún presidente de este país había tenido: el poder de un pueblo que le entregaba su porvenir.
Cada cierto tiempo, Evo rinde cuentas de esa tarea que recibió hace dos años. Lo ha hecho recientemente, en Cochabamba, a donde siempre retorna para tomar fuerzas. Lo hizo ante las organizaciones sociales que le dieron el mandato. Un mandato que le permite, y a la vez le obliga, a buscar y encontrar los medios para transformar la sociedad en que vivimos.
La vieja resistencia
La república que, teóricamente, liberó a esta tierra del sometimiento a la corona española y, como dice el himno patrio, «cesó su servil condición», de hecho sólo cambió de amo: en vez de tomarse en Madrid, las decisiones se tomaron en Londres y, luego, en Washington. Para tal estructura, sólo debía sustituirse a los capataces: los criollos tomaron el papel de los peninsulares. Por tanto, asumieron todos los derechos, incluso los de seguir controlando la explotación de los grandes sectores sociales, para continuar produciendo lo que exigía la metrópolis de turno.
Pocas cosas conquistaron las clases explotadas a lo largo de 180 años; cada una era alcanzada con grandes sacrificios y una cuota ineludible de víctimas de la represión. Una revolución, a mediados del siglo pasado, le dio derechos políticos pero, en cuanto a economía, siguió siendo explotado. Por los patronos privados o por el Estado, su condición varió muy poco.
18 de diciembre de 2005, el triunfo; 22 de enero de 2006, el comienzo de la tarea. La vieja estructura quedó a la expectativa, anhelando que, en corto tiempo, todo volviera a la normalidad de su mando sobre las mayorías. Las primeras sorpresas fueron ministras y ministros. ¿Cómo?, era un atrevimiento designar a una chola para Justicia y a un indiecito en la Cancillería. Evo Morales se sobrepasaba: ¡no los llamaba a ellos, que sabían gobernar!, ¡estaba nombrando gente que nada sabía sobre la administración del Estado! Pero sonrieron esperando que, en pocas semanas, el presidente indígena les rogara que volviesen a ocupar los sitiales que les correspondía.
No obstante, con ese gabinete de ministros, Evo proclamó el decreto del 1º de mayo sobre aplicación de la ley de hidrocarburos y las toses de los frustrados se oyeron en todo el país: Evo había hecho algo que nunca se atrevieron ellos, enfrentar a las poderosas petroleras. Y cuando estas, seis meses después, firmaron los nuevos contratos, la vieja clase dirigente guardó un día de luto.
La Asamblea Constituyente fue otro duro golpe. Para entonces, se debatían en la desesperación. Acudieron a todas las artimañas imaginables: representación en comisiones, dos tercios para cualquier aprobación, reconocimiento de su exclusiva y excluyente condición opositora (la oposición progresista era ilegítima), definición autonómica antes que cualquier otra, capitalía o capitalidad o traslado de sede. En fin, llevaron a la Constituyente hasta el punto de colapso; sólo una intervención de emergencia pudo salvar esa tarea que representa la formulación de nuevas reglas de convivencia que se aplicarán en esta sociedad.
El repunte de la economía fue algo para lo que no estaba preparada la decadente clase dirigente. Fue en el segundo año que se dedicó, en forma organizada, a sabotear los logros del gobierno. Intensificó el contrabando de combustibles subvencionados, exigió reducción de aranceles y aumento de granjerías, ocultó artículos de consumo popular y subió los precios de los productos que podía controlar.
El bono Juancito Pinto llegó a las clases más necesitadas y los municipios sintieron el impacto de la presencia efectiva del Estado. La protesta fue hasta ingenua: Evo Morales no está respetando las normas burocráticas. Con la pensión vitalicia o Renta Dignidad, las cosas alcanzaron la intensidad de un incendio. Es que, de verdad, se queman etapas en este proceso de cambio.
A todo esto se oponen, porque no quieren mencionar el verdadero motivo de su rechazo: la tierra. Las nuevas disposiciones sobre distribución de tierras, agrede su prebenda. Durante años, burlaron todas las normas para hacerse de grandes extensiones que mantenían ociosas, a la espera de que, la expansión urbana, les permitiese obtener pingües ganancias, sin esfuerzo alguno. Cuando se dictaron reglas aplicando multas a la obtención de grandes concesiones, sacaron a toda su familia. De ese modo esposa, hijos, nietos, padres, hermanos, sobrinos, primos y cónyuges de todos ellos, son dueños de parcelas que, en realidad, constituyen posesión del jefe de esa familia.
Pero la hilacha aparece en donde no pueden ocultarla: los textos de sus estatutos autonómicos, redactados entre empresarios y coreados por sus seguidores en las reuniones públicas que organizan para mostrarlas como cabildos. Allí dictaminan que, la distribución de la tierra será atribución exclusiva del prefecto (a quien le dan ya el título de «gobernador») y, por las dudas, le añaden otra atribución: fijar cuotas de migración interna. Demás está decir que, su «prefecto-gobernador» obedece los mandatos del empresariado.
La nueva impaciencia
Evo Morales ha debido reconocer, en el balance de su segundo año de gobierno, los errores cometidos. Nos falta comunicación, pues los medios masivos se hallan en manos de esa vieja resistencia que da coletazos de agonía, fuertes coletazos que destruyen vidas y hogares, violentos coletazos que mantienen la inseguridad allí por donde azotan.
Esa falta de comunicación permitió que Sucre, la capital de la república, la ciudad que albergó a la Asamblea Constituyente, se sometiese a la violencia de esa clase que se resiste a abandonar el poder. Nuestra incomunicación con Santa Cruz hace posible que una exigua minoría convenza a la mayoría de una propuesta de enfrentamiento con el proceso de cambio.
Los pasos que se han dado hasta hoy son un gran adelanto. Los resultados se verán a mediano plazo. Pero falta mucho por hacer. Y este año 2008, será el año de las definiciones políticas, será la etapa de la batalla de las ideas, pero también será el tiempo de consolidar lo que se alcanzó y avanzar a ritmo más acelerado.
Necesitamos, para esto, contar con nuestros propios medios de comunicación. No podemos depender de aquellos que manejan nuestros enemigos. Pero tampoco podemos pretender contrarrestarlos con medios artesanales. Debemos convocar a nuestros profesionales y poner a su disposición las herramientas necesarias en la medida suficiente.
La comunicación no sólo es información, no sólo es debate político, no sólo es confrontación ideológica. Es, más aún, consolidación cultural. Hemos declarado que, la nuestra, es una revolución cultural en democracia. Hagámosla en concreto. Recuperemos los valores culturales de nuestros pueblos. De los pueblos mayoritarios del altiplano y los valles, de los pueblos menores de los llanos. Hagámoslo ahora. Es parte de la batalla de ideas que debemos enfrentar. 22 de enero de 2008. Al hacer el balance, el presidente Evo Morales está mirando hacia adelante. Hagamos posible que ese futuro se concrete privilegiando las tareas que deben cumplirse: recuperación de la cultura de nuestros pueblos, oficialización de las nuevas reglas de convivencia, lucha contra la corrupción, restitución de la seguridad social, confirmación de los derechos populares para legislar y gobernar con quienes fueron elegidos pero, sobre todo, fiscalizarlos y censurarlos. Esa es la consolidación que debemos alcanzar este año.