Aunque todos aseguran que sirven a un mismo Señor, unos, los purpurados, hacen de la defensa del latifundio y del esclavismo su evangelio de vida, mientras otros, los más humildes, se sueldan con su rebaño y vivifican la teología de la liberación
En la cumbre, su eminencia el Cardenal Julio Terrazas, bendecido por el Vaticano y el Papa, defiende a la rancia oligarquía boliviana e interpela a todos los pastores que se han puesto del lado de las ovejas.
«No podemos estar contentos con que nos engañen diciendo: hay esclavitud (…) Con qué felicidad se derrama la suciedad entre nosotros, se nos habla de que hay lugares llenos de esclavos (…) No es posible que sigamos condenándonos sólo con slogans, sólo con palabras ofensivas», dijo hace una semana el purpurado en la homilía dominical, trasmitida por la radio, la televisión y los grandes diarios, en la que rechazó todas las denuncias que hablan sobre la virtual esclavitud en la que viven los indígenas guaraníes.
Las palabras del Cardenal fueron casi un soplo divino para los terratenientes y hacendados que en el oriente boliviano se han rebelado contra el gobierno del presidente indígena Evo Morales y quieren legalizar la autonomía de facto en el referéndum del 4 de mayo, en una votación ilegal e inconstitucional pero que les servirá para que nadie toque sus tierras, para que nadie toque a sus esclavos.
Pero muchos, abajo, no comulgan con el evangelio del Cardenal y como buenos pastores están dispuestos a dar la vida por sus ovejas. El cura Wálter Aguirre, más conocido como el «padre Nacho» de la parroquia de Gutiérrez, es uno de ellos y ratifica su testimonio de que en las haciendas del Alto Parapetí, en el oriente boliviano, muchos indígenas guaraníes pasan todos los días por el calvario del carpintero crucificado.
Aguirre, como lo hacen los curas que no han sucumbido ante el poder y el dinero, proclama que los terratenientes de Alto Parapetí están sometiendo en sus haciendas a un régimen de servidumbre y trabajo forzoso a centenares de indígenas guaraníes.
El padre Nacho llama a liberar a los guaraníes, a reconstituir su territorio y a evitar toda violencia, incluso contra los hacendados esclavistas, que en los últimos días han metido bala, machete y palo contra las brigadas gubernamentales e indígenas que querían liberar a los cautivos y sanear las tierras.
Desde la base, la Conferencia Boliviana de Religiosas y Religiosos Regionales de La Paz y El Alto (CBR) censuró la postura de la jerarquía ante las denuncias de esclavitud y la propiedad de tierras. Tras ratificar el contenido de la Carta Pastoral sobre la Tierra, en la que la Iglesia Católica condena desde antaño la servidumbre y salvaje explotación de indígenas y campesinos en los extensos latifundios del oriente y sur del país, los religiosos calificaron de grave «el silencio de la jerarquía católica sobre la propiedad de la tierra que en el oriente fue repartida por gobiernos de facto; y sobre las formas de esclavitud y servidumbre en que se mantiene a familias campesinas en algunas haciendas».
Dolido, el presidente Morales dice estar «decepcionado» de la jerarquía eclesial que no podido/no ha querido sentar a la mesa del diálogo a los prefectos (gobernadores) opositores que, junto a los 100 clanes familiares que son dueños de vidas y haciendas, conspiran para fragmentar Bolivia y para echar abajo al «indio presidente».
En contrapartida, la Arquidiócesis de Santa Cruz expresó este domingo «su adhesión y solidaridad a nuestro Arzobispo Cardenal Julio Terrazas y a su ministerio evangelizador que vive momentos difíciles en nuestro país».
«Rechazamos publicaciones tendenciosas escritas con alevosía, tergiversando sus mensajes (de Terrazas), y sacándolos de contexto», dicen los sacerdotes que han tomado la opción por los más ricos y poderosos.
«Hay división en la Iglesia», dice un diario local, que aparentemente pasa por alto el hecho de que la curia boliviana casi siempre ha tenido dos historias y dos caras, una que llegó con colonización de los indios con la cruz y la espada hace más de 500 años y que siempre estuvo al lado de los poderosos, combatiendo al comunismo y a todos los que no querían amos en la tierra, y la otra que milita en los últimos 50 años en la teología de la liberación en defensa de los oprimidos y los más pobres.
La esencia de esta Iglesia de los pobres sigue viva hoy y no calla ante las injusticias y el dolor de los de abajo. «El teólogo y militante de la Iglesia de Liberación en Bolivia es capaz de gastar su vida por los demás como Luis Espinal, de amplificar la voz del Espíritu Santo a través de un micrófono de radio como Roberto Durette, de marchar con el pueblo en rechazo al ALCA como Gregorio Iriarte, y de comulgar diariamente frente al rostro indio de Dios como lo hace Xavier Albó» (ver: La Iglesia de Liberación en Bolivia, reportaje elaborado en el 2003 por los periodistas de Econoticiasbolivia).