En términos exclusivamente numéricos, el referendo organizado por la oligarquía del Departamento de Santa Cruz, Bolivia, resultó un fiasco. Con un control absoluto del aparato electoral y mediático por parte de la derecha, y con un gran despliegue intimidatorio, la abstención llegó al 39,2 por ciento, de modo que el 85 por ciento que dice […]
En términos exclusivamente numéricos, el referendo organizado por la oligarquía del Departamento de Santa Cruz, Bolivia, resultó un fiasco. Con un control absoluto del aparato electoral y mediático por parte de la derecha, y con un gran despliegue intimidatorio, la abstención llegó al 39,2 por ciento, de modo que el 85 por ciento que dice haber obtenido el gobierno departamental se reduce al 45 por ciento del padrón electoral.
Políticamente es otra cosa, porque el referendo consagra la capacidad de un gobierno local para imponer sus normas al gobierno nacional. Habiendo elegido someterse voluntariamente a las ‘mediaciones’ de la OEA, la Unión Europea y hasta la Iglesia, el gobierno de Evo Morales no hizo ninguna tentativa por movilizar a las masas para bloquear el atropello de la derecha. El estatuto ‘votado’ el domingo pasado es objetivamente secesionista, pues consagra normas ‘constitucionales’, como las que le otorgan la potestad para determinar el régimen agrario de Santa Cruz, que se dan de patadas con las que aprobó hace dos meses la Asamblea Constituyente.
Del mismo modo, el estatuto ilegal otorga facultades impositivas al Departamento y la cogestión de las explotaciones de hidrocarburos. En vísperas del referendo, el gobierno nacional intentó contrarrestar la iniciativa nacionalizando parcialmente a la compañía telefónica y dando el demorado paso de consagrar la mayoría estatal en tres emprendimientos petroleros, para afirmar por esa vía su soberanía en estos rubros dentro de Santa Cruz. Sin embargo, como la nacionalización petrolera, en general, ha sido un fraude, las nuevas medidas no añaden nada al impotente Estado boliviano dirigido por el MAS.
Como resultado de todo esto, tenemos una paradoja por demás significativa: habiendo llegado al gobierno para «refundar» a Bolivia mediante una Asamblea Constiuyente, Evo Morales ha logrado lo contrario: que la derecha haya reunido un apoyo popular para desmembrarla. La otra paradoja es que, habiendo postulado la autonomía de las naciones indígenas (con inclusión de sus normas pre-republicanas), lo que ha obtenido es una semi-secesión de los departamentos más capitalistas. Por más que el gobierno nacional se ampare en el hecho indiscutible de que ni el referendo ni el estatuto autonómico sean constitucionales, porque no están habilitados por la Constitución vigente y la nueva no ha sido aún ratificada, el Tribunal Constitucional que hubiera debido zanjar el asunto se ha callado la boca. La sedición es, entonces, por partida doble: de la oligarquía cruceña y! del contralor constitucional del Estado. De aquí a finales de junio están previstos otros referendos, en Beni, Pando y Tarija, y todo indica que la guía de ruta será la observada hasta ahora.
Objetivamente, la derecha ha impuesto la discusión de un régimen federal para Bolivia, porque incluso el gobierno admite discutir las autonomías departamentales. Esto significa que cede en todo lo relativo a la nacionalización petrolera y la reforma agraria, porque supone un compromiso con la oligarquía latifundista y los pulpos petroleros que operan en el Oriente. La nueva Constitución masista ya había avanzado considerablemente en las concesiones en este terreno, al poner límites descomunales a las propiedades que pudieran ser expropiadas con fines de reforma agraria.
En el gobierno de Evo domina ampliamente la corriente que busca un compromiso con la derecha. En los referendos de 2006, el vicepresidente García Linera, llamó a votar por el Sí a la autonomía departamental, que luego fue incluida en la nueva Constitución que aún debe ser ratificada por el voto popular. Para el referendo del domingo pasado, el mismo García llamó a votar por el No, desautorizando a la corriente mayoritaria que propugnó la abstención. El colmo de todo esto es el respaldo que el gobierno de Evo busca en Argentina y en Brasil, dos Estados cuyos intereses están vinculados con las petroleras (Repsol y Petrobras) y con los latifundistas sojeros (con mucho capital brasileño).
¿Cree Evo Morales que Brasil y Argentina lo van a proteger de Bush y de los manejos del embajador yanqui y de la CIA en La Paz? Si no sirvieron para condenar a Uribe por la masacre en Ecuador, ¿qué le hace pensar que ahora podría ocurrir lo contrario, cuando nuevamente acaban de votar en la OEA, por unanimidad, una resolución que no condena a la oligarquía o al referendo inconstitucional de Santa Cruz? La Colombia de Uribe forma parte del «grupo de países amigos» de Bolivia, incluso es el principal receptor de las exportaciones de soja del capital cruceño. Bush descuenta la cobardía de los Lula, los Kirchner y los Tabaré a la hora de ir por un fraccionamiento de los regímenes políticos que integran la Alianza Bolivariana. Un reciente editorial del Washington Post, en apoyo al referendo ‘autonómico’, revela que Bush no está solo. A Lula tampoco le han! dado, hace poco, el «investment grade» para que vaya a apoyar una reforma agraria que él mismo combate en Brasil.
En la crisis en curso en América Latina, a partir del derrumbe de los llamados gobiernos neo-liberales, se ha puesto en evidencia la envergadura de la crisis de los Estados nacionales, que en la mayor parte de los casos entraron en bancarrota o la miraron de cerca. La de Bolivia es la más acentuada; el nacionalismo pequeño burgués indigenista ha demostrado que no está a la altura de superar esta situación. El planteo de un régimen federal en estas condiciones, simplemente anticipa una aceleración de crisis políticas y revolucionarias. La crisis mundial que se extiende por los países desarrollados, rápidamente afectará a las naciones latinoamericanas, que de todos modos están sufriendo a pleno la devaluación del dólar y la disparada de los precios de los alimentos.
Las informaciones corrientes prevén un escenario de referendos entrecruzados: el de la Constitución Nacional, por un lado, y los de las regiones del Oriente, por el otro. Es ridículo pensar que las fuerzas en pugna se sometan a los vaivenes del voto, e incluso no es claro siquiera que el sufragio se incline decisivamente para alguno de los lados. En el país que ha batido los récords de golpes de Estado y en donde se predicaba la inviabilidad de la democracia, se pretende que un carnaval democrático-electoral resuelva las fracturas y antagonismos sociales.
El proletariado debe tomar conciencia de esta situación y del fracaso irreversible del masismo, para proponer a las masas indígenas-campesinas – del Altiplano y del Oriente- un frente común de lucha contra las autonomías secesionistas y separatistas y por la defensa de la unidad nacional basada en la expropiación sin indemnización de los pulpos petroleros, de los terratenientes y del gran capital agrario, y en el control y la gestión obrero-campesina. Hay que tener fuertemente presente que el Oriente boliviano forma una unidad político-agraria con el norte argentino, el oeste brasileño y con Paraguay, donde crecen los movimientos de trabajadores sin tierra. El grito de lucha contra los explotadores del campo debe resonar en la región como un todo. Desde ya sería necesario un Congreso de los Movimientos de Trabajadores Sin Tierra de los cuatro países.