La más reciente muestra de la clase de mentalidad fascistoide del Partido Acción Nacional se conoció gracias a una filtración (¿de qué otra forma se saben las cosas en este país?) que permitió saber que en el municipio de León, estado de Guanajuato, se estaba sometiendo a policías a prácticas humillantes y de tortura como […]
La más reciente muestra de la clase de mentalidad fascistoide del Partido Acción Nacional se conoció gracias a una filtración (¿de qué otra forma se saben las cosas en este país?) que permitió saber que en el municipio de León, estado de Guanajuato, se estaba sometiendo a policías a prácticas humillantes y de tortura como parte de su entrenamiento.
Algunos detalles son éstos:
En dos videos que tiene La Jornada y que fueron difundidos por El Heraldo de León, se puede ver el entrenamiento que recibe el Grupo Especial Táctico (GET) para obligar a los detenidos a proporcionarles información.
El secretario de Seguridad Pública del municipio, Alvar Cabeza de Vaca Appendini, aceptó este lunes que los elementos del GET recibieron un «curso de técnicas de tortura, por la necesidad de tener grupos perfectamente preparados para combatir al crimen organizado».
En el video se observa que las prácticas son conducidas por un extranjero, al parecer estadunidense, y elementos del cuerpo de elite de la policía de León se ofrecen como voluntarios para ser sometidos a tormentos.
Entre las enseñanzas que reciben los agentes leoneses está el famoso tehuacanazo, que consiste en inyectar agua mineral por las fosas nasales al interrogado.
También se instruye a los policías para que amarren a los detenidos, les cubran el rostro y los amenacen con meterles la cabeza a una fosa llena de excremento, técnica conocida como el pocito.
El video muestra que uno de los agentes participantes en el entrenamiento no aguantó la tortura, se desplomó y volvió el estómago. El instructor lo obligó a girar sobre el suelo hacia donde estaba su vómito y otro de los participantes lo arrastró sobre sus desechos.
(La Jornada, martes 01 de julio de 2008. Los subrayados son míos)
Sobre la defensa que del asunto hicieron las autoridades municipales, ahora cito:
El secretario de seguridad pública de León, Alvar Cabeza de Vaca, justificó que en su dependencia se entrene a los policías para torturar, porque «se requiere tener un grupo especial que responda a ciertas condiciones. Vemos claramente cada vez más la inclusión, no sólo en León, sino en todo el estado, del crimen organizado, y necesariamente hay que tener estos grupos», afirmó.
El funcionario municipal argumentó que el curso no fue obligatorio. Los participantes «sabían de que se trataba. Es una capacitación extrema para situaciones extremas».
Al preguntársele a Cabeza de Vaca por qué una dependencia del gobierno municipal ofrece cursos sobre prácticas ilegales que violan los derechos humanos, respondió: «Pos si bien no está prohibido… Yo no sé al final de cuentas como llegó el video (a los medios de comunicación). El capacitador hace las grabaciones para observar y corregir con base en el ensayo» [O sea que no respondió a la pregunta y manifestó ignorancia en la ley, como muestra el diario en el párrafo siguiente:].
La tortura en Guanajuato es un delito: de acuerdo con el artículo 264 del Código Penal del estado, el servidor público que «intencionalmente ejerza violencia sobre una persona, ya sea para obtener información o que constituya una forma ilícita de investigación», enfrentará una pena de prisión de dos a 10 años de prisión.
Alvar Cabeza de Vaca ha ocupado diversos cargos en el área de seguridad pública: fue director de la policía de León en la administración 2000-2003; posteriormente fue subsecretario de Seguridad durante la gubernatura del panista Juan Carlos Romero Hicks.
(La Jornada, martes 01 de julio de 2008. Los paréntesis cuadrados con subrayados son míos)
Algunas de las cosas que este sujeto argumentó son verdaderas aberraciones, como eso de que los policías se ofrecían voluntariamente. En primer lugar, habría que averiguar si realmente era así o parte del entrenamiento dictaba que todos deberían en algún momento participar, de modo que la participación voluntaria no sería tal. Me parece tonto suponer que algunos de los «capacitandos» sólo mirarían. Pero además hay otra cosa, aún más importante: la tortura está prohibida por la ley, y hasta donde yo sé y he leído, la ley no se somete a voluntad de nadie; es decir, que la aceptación del delito no hace que éste desaparezca. De otro modo, bonito estado de derecho sería ése. El cumplimiento de la ley no se consulta, no se plebiscita, no se pregunta. Y que la idea contraria venga de un funcionario público nos habla de su estatura moral.
Por su parte, el alcalde panista de León, Vicente Guerrero Reynoso, declaró que ningún funcionario será destituido y pidió a los medios de comunicación: «Por favor, sean más éticos, sean más responsables. Den la nota con elementos, no con supuestos. Ya basta, ya basta de este tipo de cosas. Le hacen mucho daño a la sociedad. Actúen éticamente, por favor» (…) «a ustedes (los medios de comunicación) les toca hacer la difusión de las notas en forma ética y profesional» (La Jornada, miércoles 02 de julio de 2008).
Tanto cinismo es increíble. Resulta que los periodistas, quienes cumplen con la función de permitir que la sociedad sepa lo que sucede, son quienes le hacen daño a ésta. Es la clara mentalidad del bribón que no quiere que le saquen sus trapos al Sol. Ahí quedó de manifiesto su desprecio por los más elementales principios de una sociedad democrática. Si algo no le gusta entonces lo califica como falto de ética…sólo se le olvidó a este patán disfrazado de servidor público un detalle: quien está violando la ley es él y no los medios que se aventaron a dar a conocer el hecho (y que los grandes medios tuvieron que reproducir porque ya no les quedaba de otra).
En fin, son las típicas declaraciones de un funcionario de un país donde reina la impunidad, donde la gente no se hace respetar y por lo tanto saben que pueden decir cualquier estupidez sin que peligre su salario. En otros países eso les costaría el puesto.
Sería largo y hasta molesto citar y analizar otras declaraciones zafias de este sujeto, así que sólo retomo algo: ¿qué significa dar «elementos» y no «supuestos»? ¿Se refiere con ello a las críticas en el sentido de que así se enseña a los policías a torturar? Dentro de un ratito volveré sobre ello, pero ahora cierro con lo dicho por el director de la policía de León, Carlos Tornero Salinas, quien dijo que los cursos son para que los elementos de la corporación puedan enfrentar situaciones de «alto estrés», pero que «esto no implica, y ahí si quisiéramos la aclaración, que se esté adiestrando para la aplicación de medios de tortura». Asimismo no perdió ocasión para decir nuevamente que la difusión de los videos «busca precisamente desacreditar a la institución, de una forma u otra. ¿Quién tiene en un momento dado el interés? No sabría yo decírtelo. La policía de León tiene un manejo profesional, con instructores de altas condiciones». (La Jornada, miércoles 02 de julio de 2008).
Es la maniobra de la descalificación: «si no puedes con el mensaje, entonces desprestigia al mensajero». Desde luego, tal estrategia es inútil con mentes maduras y cultas.
Bien, hay que centrarnos ahora en la argumentación principal: que el entrenamiento es para «endurecer» a los alumnos y no para que aprendan a torturar a otros. Aún suponiendo que efectivamente no aprendan a torturar, hasta ahora no he escuchado ni leído que alguien toque un punto que me parece medular: los resultados psicológicos de dicho entrenamiento.
Hace unos pocos años la sociedad argentina se estremeció cuando se hizo público que el ejército de su país realizaba prácticas de tortura como parte del adiestramiento. En la edición de La Jornada del 16 de enero de 2004 verán imágenes parecidas a las que vieron ustedes en su tele hace unos días. Cosas similares a las que se denunciaron en León y otras peores que tal vez también acá sucedieron, pero no se sabe aún. Se documentó que esa práctica se realizó regularmente desde los tiempos de la dictadura e incluso en los gobiernos «democráticos» de Raúl Alfonsín y Carlos Menem; que tales prácticas son características de los cursos dictados por el Comando Sur de Estados Unidos, la facción del ejército gringo encargada de controlar América Latina (recuérdese que en los videos de León aparece un instructor de tipo anglosajón, cuya identidad las autoridades municipales se han negado a revelar). Durante el escándalo en Argentina inevitablemente se recordó que esos cursos son aplicados en USA a los mariners y a los boinas verdes con el argumento de que son para endurecerlos, para preparar su resistencia si caen en manos del enemigo (¿les sonó familiar?), pero organismos de derechos humanos resaltaron entonces que la idea central es su «bestialización», para que no tengan piedad con quienes caigan en sus manos.
Ahí está lo grave.
El artículo menciona brevemente las torturas que se aplicaban a los solados en Perú, conocidas -otra vez- por un video difundido por Amnistía Internacional, así como las declaraciones de una joven que realizaba un curso para ser oficial del Servicio Penitenciario y que fue sometida a torturas porque sus superiores la consideraban «débil» para el trabajo.
Todo tiene un común denominador: si alguien vive con un trato inhumano se vuelve inhumano. Quienes hayan estudiado El arte de amar de Erich Fromm saben que lo que se recibe es lo que se da, tanto en un sentido como en otro. La mejor forma de convertir a alguien en una bestia es tratándole bestialmente.
Durante la dictadura en El Salvador los soldados recibieron muchos cursos de instructores estadounidenses y como resultado efectuaron actos que representan lo más sórdido del ser humano. Cosas tan macabras que en lugar de citarlas prefiero remitirles al libro «Lo que realmente quiere el Tío Sam», de Noam Chomsk, donde reproduce algunos informes publicados por organizaciones humanitarias. Lo que sí voy a citar de ese libro son algunos de los aspectos del entrenamiento, lo cual pudo saberse por declaraciones de un desertor que logró la atención de algunos medios similares a aquéllos que el alcalde de León acusa de no actuar con ética y profesionalismo:
«Según el desertor, los reclutas tenían que matar a perros y buitres mordiéndoles o retorciéndoles el pescuezo, y tenían que mirar a los soldados torturar y matar a disidentes sospechosos -sacándoles las uñas, cortándoles la cabeza, cortando sus cuerpos a pedazos y jugando con los brazos desmembrados por diversión»
En la película «Full metal jacket» (presentada acá como «Cara de guerra») de Stanley Kubrik se dedica un buen rato a mostrar cómo los reclutas son brutalmente vejados en su entrenamiento y cuando llegan a Vietnam son unas bestias dispuestas a hacer con seres indefensos lo mismo que a ellos les hicieron cuando estaban indefensos. Es así de sencillo el principio en el que se basa tal estrategia.
Alguien podría objetar que lo que acabo de mencionar es algo extremo y que lo que sucede en León está muy por debajo. Cierto, pero la base no es tan diferente. Además, estas cosas son siempre parte de un proceso, no algo coyuntural. Siempre se empieza por lo menos y si nada lo impide, las cosas van subiendo de tono. México no vive en una dictadura abierta, pero sí gobierna un atajo de cavernarios que no han dudado en estrechar lazos con gente tan fanática de la represión y de la violencia de Estado como Álvaro Uribe, presidente de Colombia. Cada vez que nos enteremos de iniciativas de «reformas energéticas», de planes «Mérida» para aceptar ayuda del Tío Sam dizque para combatir al narcotráfico…o de policías locales que son torturados durante su entrenamiento, es NECESARIO que nos hagamos una pregunta: «esto es el primer paso hacia ¿qué?» Eso significará que ya entendimos que estas cosas siempre tienen un proceso histórico detrás y a su vez serán una cadena más en el mismo. Además, es la forma de evadir la trampa cretina del alcalde de León, quien descalificaba a quienes se hacían tal pregunta afirmando que eran «supuestos». No, que no nos engañen. Quienes han dedicado tiempo importante de su vida a estudiar estas cosas saben que no son especulaciones, sino conclusiones que se desprenden de las enseñanzas de la maestra suprema: la historia.
Si los policías leonenses aplicarán o no las mismas técnicas que ellos sufrieron es algo que hasta cierto punto no importa y que más bien nos puede llevar a un falso debate con las autoridades, que están tratando de llevar la discusión hacia allá para evadir lo principal: ese entrenamiento los convertirá en bestias sin compasión, tal y como ha sucedido recientemente en otras latitudes de México, como Atenco y Oaxaca. No dudemos en ningún momento de que la Policía Federal Preventiva que gloriosamente restauró el Estado de derecho en esos sitios, a base de asesinatos, torturas y violaciones, recibió un entrenamiento similar.
Quienes defiendan tales cosas argumentando que son para endurecer al policía son ignorantes o embusteros. Nadie con un poco de cultura y de decencia se pone frente a un micrófono público a decir tales cosas; y menos aún con el menosprecio y el cinismo con que lo hacen los políticos de fuerzas cavernarias como las del PAN
Insisto: México se está hundiendo en un fango derechista del cual sólo saldremos aumentando nuestra cultura en todos los sentidos, incluido el político. Y eso no vendrá de la tele comercial, que precisamente promueve el individualismo y que actualmente nos receta en todo momento violencia y asesinatos de funcionarios con tal de atosigarnos, de meternos miedo, de modo que acabemos aceptando bestialidades como la de León «con tal de que así vivamos más seguros». Quienes conocen la historia saben que eso es imposible, porque un gobierno decente jamás recurre a esos medios, y porque una policía entrenada así jamás actúa con humanidad.
La base para el surgimiento de una tiranía es el temor: nunca lo olvidemos.