El mayor problema de los grupos oligárquicos del país reside en que, pese a su poderío económico y padrinazgos foráneos, carecen de un liderazgo nacional, capaz de enfrentar con éxito a Evo Morales en elecciones presidenciales, comicios anticipados o referéndum con alcance global. Su atomización presente no tiene remedio. Su principal figura, el ex Presidente […]
El mayor problema de los grupos oligárquicos del país reside en que, pese a su poderío económico y padrinazgos foráneos, carecen de un liderazgo nacional, capaz de enfrentar con éxito a Evo Morales en elecciones presidenciales, comicios anticipados o referéndum con alcance global. Su atomización presente no tiene remedio. Su principal figura, el ex Presidente Jorge Quiroga Ramírez (2001-2002), de PODEMOS, ha perdido el respaldo de los prefectos de la «media luna» por haber aprobado la consulta revocatoria, propuesta por el oficialismo, lo que ha sido calificado como grave deslealtad a las aspiraciones autonomistas. Las encuestas de apoyo ciudadano al también ex Presidente Carlos Mesa (2003-2005) o al aspirante René Joaquino (alcalde de la ciudad de Potosí, que trató de ser candidato vicepresidencial de Gonzalo Sánchez de Lozada) muestran que carecen de horizonte. Los prefectos (o gobernadores) de Santa Cruz, Rubén Costas; de Tarija, Mario Cossío; de Cochabamba, Manfred Reyes Villa, de Beni, Ernesto Suárez; y de Pando, Leopoldo Fernández, pese a contar con relativo respaldo en sus respectivas regiones, no tienen posibilidades de apoyo en toda la geografía patria.
Es obvio que los primeros en constatar esta realidad son los sectores que perdieron el control económico del país, como resultado de las elecciones generales de diciembre de 2005, en las que Evo ganó con el 54 % de los sufragios. Frente a esta realidad, decidieron destruir al gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) no a través de una confrontación nacional, sino mediante el control de las regiones opositoras, que podrían llegar a seis de los nueve departamentos del país. En esa dirección, Bolivia tiene un Jefe de Estado que, hoy por hoy, tiene dificultades para ingresar a las capitales de Chuquisaca, Santa Cruz y Tarija. Riesgos similares se ciernen para su ingreso a las sedes de las Prefecturas de Cochabamba, Beni y Pando.
El estandarte del separatismo ha cobrado vuelo en manos del ex dirigente agropecuario de Santa Cruz, José Céspedes, quien, cuando la multitud daba vivas a la autonomía en oportunidades pasadas, organizaba grupos que coreaban «independencia», «independencia». En la misma línea, el ex vocero de la «Nación Camba», Carlos Dabdou, asistió a las reuniones para plantificar el autonomismo a ultranza, junto a representantes de la región de Zulia, de Venezuela, y Guayaquil, de Ecuador. El ex Presidente del Comité Cívico de Tarija, y senador de PODEMOS, Roberto Ruiz Vas Berner, exigió la realización de un solo referéndum, relativo a definir la capital plena de Bolivia, a sabiendas que se trata de un problema en el que las posiciones de La Paz y Sucre son incompatibles, salvo que se atienda una inteligente solución salomónica propuesta por dos abogados de Sucre, Carlos Alarcón y Franz Barrios.
Para desesperación de la enorme mayoría ciudadana que quiere preservar la integridad del país y que sufre la impotencia de no poder detener el deterioro institucional, la pérdida del principio de autoridad y la ruptura de la estructura jurídica, Evo y su vicepresidente Alvaro García Linera se niegan a abandonar la descabellada consigna de poderosas ONG de mantener el reconocimiento a 36 naciones indígenas en el proyecto constitucional del MAS. Este proyecto, que reconoce igual validez oficial a 36 idiomas, con derecho a ser usados en todas las oficinas públicas de la agonizante República, a la que se pretende convertir en auténtica torre de Babel, impide al presidente indígena levantar la bandera de la unidad nacional, que es la única que podría salvar a Bolivia y también a su gobierno suicida.