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Del colonialismo al racismo actual en Bolivia

Fuentes: APM

Odio, xenofobia y discriminación étnica, son algunas de las cuestiones que protagonizan el escenario boliviano. Condiciones históricas agudizadas en medio del conflicto separatista de la «Media Luna».

La discriminación racial presente en Bolivia comprende un proceso histórico que surgió a partir del rechazo del indígena de la región con la llegada de los colonizadores europeos a América Latina. Desde ese entonces y a pesar de que ya pasaron más de cinco siglos desde la conquista del continente, los indígenas -los pueblos originarios de las tierras sudamericanas- han sufrido una constante persecución y destrucción de sus derechos.

Suena irrisorio pensar que todavía coexisten fuerzas sociales que nieguen la identidad de los grupos originarios y, mas aún, que actúen de manera violenta tanto: verbal, psicológica y físicamente. Es así como impactan de gran manera las imágenes que -en los últimos tiempos- recorrieron el mundo demostrando el inexplicable odio racial existente en Bolivia para con las personas de origen indígena.

Mucho se habla del racismo pero, ¿qué es en definitiva este fenómeno? En la literatura científico-social pueden distinguirse diferentes concepciones. En primer lugar, su ubicación en el campo de las ideologías (como discurso, mentalidad, creencia o mito), en el de las prácticas sociales (como conductas y políticas de discriminación y segregación) o en ambas dimensiones interrelacionadas.

Por otro lado, dependiendo de las características personales y grupales que estén relacionados con las ideas o acciones racistas: raciales (raza física, raza social), culturales (étnicas, lingüísticas, religiosas, nacionalidad) o ambos conjuntos relacionados. Mientras unas definiciones caracterizan el racismo sólo o principalmente como ideología, otras lo hacen como ideología legitimadora de una determinada práctica, tal como sucede en la estructura social boliviana.

La agudización de los actos de violencia racial en Bolivia, se vio propiciada por la lucha interna surgida a partir de los incesantes reclamos de la élite oriental -aglutinada en la llamada «Media Luna»- por conseguir la autonomía de la región y sabotear al gobierno del aymara Evo Morales, primer presidente indígena del país. (Ver: «El conflicto desnuda el colonialismo en Bolivia». APM 26/09/2008).

Los constantes enfrentamientos entre indígenas y «criollos» de clase alta y media forman parte del proceso de colonialismo iniciado en el siglo XV con la llegada europea al continente. Este proceso puede analizarse a través de la teoría del «Complejo Latinoamericano» desarrollada por el periodista argentino Juan Alfaro quien dice:

«Según el concepto psicológico, complejo es un conjunto de ideas, emociones y tendencias generalmente reprimidas y asociadas a experiencias del sujeto, que perturban su comportamiento; y latinoamericano, porque el gran sujeto sufriente de esas fisonomías es cada uno de los habitantes de América Latina».

En este aspecto, los indígenas fueron históricamente menospreciados, subordinados a la mentalidad europea y cristiana que no hizo más que irrumpir en la vida de los pueblos originarios, desarmando sus identidades e insertando una ideología de inferioridad-superioridad en desmedro de los oriundos considerados salvajes y primitivos. (Ver: «La maligna herencia colonial aún persiste». APM 12/10/2007).

A un nuevo aniversario del 12 de octubre de 1492 -día en que se conmemora la llegada de Cristóbal Colón a América- y denominado de manera errónea «Día de la Raza», las razas «inferiores» de acuerdo a la visión foránea de los colonizadores, continúan sufriendo brutales ataques y agresiones que fomentan la desunión de los pueblos latinoamericanos. «La discriminación que existe en Bolivia es de tinte racista desde la época del coloniaje y es una herencia que se refleja en toda la estructura cultural desarrollada en el país», según palabras de Félix Vásquez, diputado quechua.

No obstante, no sólo los indígenas son vistos como inferiores en su propio territorio, sino que el «Complejo latinoamericano» actuó y actúa incluyendo a los mestizos, considerados -tal como los indígenas- inferiores a los «blancos», a los europeos, que propagaban una doctrina de «limpieza de sangre».

Este odio histórico tiene sus huellas en el presente, generando una expansión del mismo que alcanza a los mismos indígenas, los cuales en rechazo de las acciones ofensivas que mestizos y personas de clase alta (los «blancos») realizan sobre ellos, da como resultado la continuación de una línea divisoria social y racial perpetuando la discriminación mutua.

A pesar de que los ciudadanos mestizos poseen muchas más semejanzas con los indígenas en cuanto a nivel psicosocial -ambos fueron considerados inferiores por los europeos- y económico en comparación con las clases oligárquicas bolivianas, estos optan por sumarse a la «lucha anti-indígena» de los prefectos separatistas y sus seguidores, conformando especies de brigadas o logias que tienen como fin exterminar a la «raza indígena».

Es bajo este escenario que sucedió la masacre de Pando, específicamente en la comunidad El Porvenir, que terminó con la vida de 18 campesinos -entre ellos niños y mujeres- que se dirigían hacia una reunión y tras una persecución fueron víctimas de una trampa que culminó en horror. En este sentido, Bolivia se encuentra frente a un plan sistemático y racional por parte de las clases poderosas que buscan -a través de la violencia, el odio y el homicidio- silenciar a los pueblos originarios, que en definitiva son mayoria.

Los collas, acusados de traidores, de «extraños» en su propia tierra, deben sortear cotidianamente la violencia que ejecutan grupos de civiles, al estilo de «ejércitos», contra ellos, prohibiéndoles la libre circulación por las calles del país, la libertad de expresión y pensamiento y, preferentemente, el derecho a vivir en paz. Según la Defensoría del Pueblo, el actual conflicto traducido en pugna racial, genera que grandes sectores de la población sean vistos como «enemigos internos».

De acuerdo a una encuesta nacional llamada «Diversidad Cultural Hoy 2008», realizada por la Fundación UNIR de Bolivia, el 82,2 por ciento de los bolivianos considera que el país es racista. La visión más arraigada es que el departamento más segregacionista es Santa Cruz con más del 70 por ciento, seguido por La Paz, con el 19,6. El 68 por ciento de los encuestados dice que los más discriminadores son los blancos y que las causas de la discriminación son: en primera instancia, «ser pobre», luego «ser indígena», seguido por «tener piel oscura» y, por último, «tener apellido nativo».

Esto se resume en un miedo incesante que se respira en Bolivia pero, sobre todo, en las zonas separatistas tales como Santa Cruz de la Sierra o Beni, dónde las ataques a campesinos e indígenas son cada vez más férreos, crueles e inhumanos, cobrando la forma de apedreos, insultos, golpes de puño, disparos, entre muchas otras representaciones que denotan la violencia presente en el país. (Ver: «¿La violencia como único camino?». APM 20/04/2008).

El odio frente al «indio» se resume en la imagen y las nuevas tendencias políticas populares del presidente boliviano Evo Morales, quien denunció -ya hace un año- la existencia de panfletos que adornaban las calles de Sucre y Santa Cruz bajo la consigna de «Plan para tumbar al indio de mierda» (sic).

Ante la gravedad del problema, la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH) recomendó, hace unos días, la promulgación de una ley en contra de la discriminación y el racismo en Bolivia, tras la realización de un trabajo de observación en cuanto a estos males que afectan a la sociedad toda.

A su vez, la propuesta se basa en la creación de un grupo de agentes sociales que se encarguen de investigar, analizar, prevenir y poner un punto final a la separación intercultural y a la violencia de raza y género, estigma de la sociedad boliviana. No obstante, también se prevén sanciones penales para aquellas personas que lleven a cabo algún tipo de discriminación racial, ya sea de manera pragmática o propagandística.

Para ello, es precisa la actuación conjunta de las autoridades nacionales, de entes no gubernamentales y de los medios de comunicación para concientizar a la población boliviana acerca de los efectos de las tendencias discriminatorias y raciales que acentúan constantemente el odio entre los habitantes del país latinoamericano y actúan en contra de la unidad nacional.

Los ataques descriptos anteriormente no hacen más que denotar la ausencia de convivencia pacífica entre los bolivianos, la escasa comprensión de los intereses del «otro» y la extrema violencia que azota al país. En este sentido, el presidente Morales debería -sin dejar de lado sus proyectos indigenistas- captar la atención de «blancos» «indios» y «mestizos», ya que ello – tal vez – permitiría conciliar posturas y amedrentar el racismo y el crimen étnico.

Aceptar y legitimar el multiculturalismo étnico es el gran desafío que presenta no sólo Bolivia sino también el resto de América Latina.