No queda otra que persistir en hacer notar las graves contradicciones entre las intenciones presidenciales expresadas en sus discursos y sus actos de gobierno concretos. La finalidad exclusiva es aportar a la comprensión de los hechos cotidianos tal como se nos presentan en la búsqueda de mejores días para el país. Así, el presidente boliviano […]
No queda otra que persistir en hacer notar las graves contradicciones entre las intenciones presidenciales expresadas en sus discursos y sus actos de gobierno concretos. La finalidad exclusiva es aportar a la comprensión de los hechos cotidianos tal como se nos presentan en la búsqueda de mejores días para el país.
Así, el presidente boliviano de visita en San Salvador, en plena Cumbre Iberoamericana, ha reiterando su discurso de hace pocas semanas en la sede de la ONU en Nueva York, afirmando que sería un error «salvar al capitalismo que ha provocado una crisis mundial financiera, alimentaria, energética e incluso el cambio climático».
En su diagnóstico el presidente boliviano coincide casi plenamente con el expuesto y largamente difundido informe sobre el cambio climático y sus graves efectos en la economía mundial elaborado por el ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, y un experimentado equipo de expertos.
Los excesos del sistema son evidentes ante los ojos de todos, incluyendo de sus impulsores. No es, sin embargo, nuestro objetivo dilucidar si es por la vía de la «destrucción del capitalismo», como sugiere el primer mandatario o por otros mecanismos y políticas como exponen otros líderes políticos mundiales.
La última crisis financiera global, originada en deplorables y cuasi delincuenciales prácticas «financieras» y bursátiles de Estados Unidos, ha develado ante el mundo entero que la economía de ese país es virtualmente una cáscara vacía a punto de reventar y que para sobrevivir necesita indefectiblemente que el resto del mundo mantenga su financiamiento del déficit fiscal y su gigantesco déficit de balanza comercial.
La única forma de salvar el capitalismo nortemaericano pasa, entonces, por mantener ese financiamiento mundial al dispendio ilimitado de esa economía.
China, India, Japón y otros varios países asiáticos ayudan a ese cometido porque gran parte de sus fondos soberanos y reservas internacionales han ido a parar al ávido y deficitario Tesoro norteamericano, el que les entrega a cambio Bonos (papeles impresos que representan una deuda) de largo plazo. Esos países tienen vivo interés en mantenerse como acreedores porque, mediante ese mecanismo, en realidad financian las compras masivas de bienes producidos en sus países con destino a norteamérica, acrecentando día a día la formidable deuda. Al final, el dinero vuelve a sus respectivos países mediante el comercio internacional cuya balanza les es ampliamente favorable.
Pero nuestro presidente también colabora en los hechos con salvar (guardando las diferencias de escala, obviamente) al capitalismo norteamericano tan denostado por el presidente boliviano, prestándole al menos cerca al 15% de las reservas internacionales acumuladas en el Banco Central, cuyo monto ahora asciende a los 8,000 millones de dólares. La diferencia es que la balanza comercial entre Bolivia y Estados Unidos es ampliamente favorable a este último. En suma, la salvada es real y pone en riesgo a nuestro país.
Por ello, sin pretender que con esa medida se hundiría el capitalismo como pretende nuestro presidente, con sólo dejar de enviarles prestados al Tesoro norteamericano esos más de 1000 millones de dólares de nuestras reservas y destinarlos, como él mismo quiere, a financiar la actividad petrolera, entre otros aspectos, daría un mínimo de coherencia al discurso con los hechos de su propio gobierno.