Hace unos meses publiqué una nota de opinión Obsesión por derrotar al kirchnerismo, exponiendo el accionar de las «usinas de pensamiento» de sectores vinculados a un pasado que estamos tratando de olvidar. Concretamente me referí al diario La Nación y a uno de sus columnistas estrella, Mariano Grondona. En particular veo conveniente retomar el tema […]
Hace unos meses publiqué una nota de opinión Obsesión por derrotar al kirchnerismo, exponiendo el accionar de las «usinas de pensamiento» de sectores vinculados a un pasado que estamos tratando de olvidar. Concretamente me referí al diario La Nación y a uno de sus columnistas estrella, Mariano Grondona. En particular veo conveniente retomar el tema debido a que sus últimas columnas han sido alarmantemente antidemocráticas.
El día 10 de septiembre publicó la columna «Las oposiciones», donde retoma el concepto maquiavelista de que «una minoría organizada puede derrotar a una mayoría desorganizada» diciendo que las oposiciones sumadas obtuvieron más votos (mayoría desorganizada) que el actual gobierno de Cristina Fernandez (minoría organizada). Su análisis en este caso pasa por saber si es conveniente unir todas las oposiciones independientemente de su signo político «porque el objetivo máximo es derrotar a los Kirchner y, para lograrlo, toda estrategia es admisible» o se debe excluir a los que comulgaron con ellos.
Para echar luz sobre este punto cita la anécdota en donde «cuando a Winston Churchill le objetaron su alianza con Stalin en la Segunda Guerra Mundial, contestó que, con tal de derrotar a Hitler, estaba dispuesto a unirse hasta con Lucifer».
El concepto de aliarse con «lucifer» es de por si bastante siniestro, de la misma manera que traslucir, veladamente, que el actual gobierno es asimilable a la locura hitleriana.
«Toda estrategia es admisible»
Así reza «in abstracto» el párrafo aparentemente inofensivo del columnista, ahora ¿cuáles serían esa «estrategias admisibles»?. La respuesta está en la columna del día 23 de Noviembre «Qué es Kirchner, un líder o un dictador». Allí realiza un análisis acerca de si el poder de Nestor Kirchner sería «tiranía», «dictadura», «cesarismo», «despotismo» o «unicato». Sus disquisiciones semánticas e históricas tienen una deriva que nos lleva hasta la respetable opinión de Santo Tomás de Aquino: «Desde antiguo, muchos autores, como el propio Santo Tomás de Aquino, admitieron que era legítima «la resistencia a la opresión» del tirano; llegaron otros pensadores escolásticos, como el padre Mariana, al extremo de admitir la licitud moral del tiranicidio.» Finalmente llegamos al punto donde una cita aparentemente inocente induce a pensar en la muerte un ex gobernante como algo aceptable para el bien de la nación.
Continúa la columna: «Debe anotarse que el inmenso poder «indirecto» del que goza Kirchner a través de su mujer, los gobernadores y los legisladores que le obedecen tiene un origen electoral y sólo podría ser inhibido por otra elección adversa, recién a partir de 2009. Si esta elección adversa se concretara de aquí a once meses, sólo entonces un Congreso eventualmente antikirchnerista podría someter a la señora de Kirchner a juicio político por no exhibir independencia respecto de las órdenes de su marido, discurriendo en tal caso el poder legítimo en dirección de Cobos.» Afortunadamente recordó el columnista que la mayoría del congreso no tuvo un origen ilegítimo sino electoral.
La alusión de remover a la gobernante «por no exhibir independencia de su marido» es poco seria, y la idea de ver gobernando a un vicepresidente producto de «intrigas cortesanas» y no producto de un genuino consenso popular no resulta una evolución de los valores republicanos. Por otra parte, la idea de ver al vicepresidente Julio Cobos en el poder no es nueva en este diario, ya que había sido esbozada por otro columnista, Carlos Pagni, el 25 de agosto en «La rebeldía que rompió el dique Kirchnerista», en donde rescata opiniones de la oposición que vaticinan un escenario de catástrofe con cambio de mando incluido.
Si todo lo expresado hasta aquí no resulta suficiente para un lector que pretenda conceder el beneficio de la duda a este periodista, puede ver este video de su programa semanal del 7 de septiembre donde insta a la oposición a dar el golpe de knock-out a un gobierno que se derrumba. En boxeo, el knock-out está asociado a la idea de terminar la pelea antes del tiempo reglamentario prefijado, la comparación con una pelea electoral es odiosa y representa una afrenta.
Por lo dicho creo necesario estar atentos para dejar expuestos a estos formadores de opinión a fin de que no instalen en la sociedad la idea de que hay que «resistir» a un gobierno democrático, de que un magnicidio puede ser una «consecuencia natural» del accionar de un gobierno que, si bien irrita con muchas de sus acciones y omisiones, es el mejor que supimos procurarnos.
De esta manera, si realmente existe una voluntad de cambio de gobierno, ésta debe canalizarse a través del ejercicio de los mecanismos constitucionales, y no por vías que impliquen una regresión a épocas de barbarie. También es conveniente puntualizar que oponerse al gobierno es lícito y conveniente cuando ello evita arbitrariedades (que las hay), pero destruir la democracia para cambiar de rumbo político es un suicidio institucional. Finalmente, la oposición debe comprender que si creen ser una opción de cambio, su oferta electoral para 2009 deberá ser superadora de lo que hoy el pueblo puede encontrar en sus actuales gobernantes, y no apelar a instrumentos más deleznables que aquellos que trata de combatir.