Salvo excepciones muy contadas, la escasez de investigación, el bajo perfil del personal docente, las bibliotecas vacías, y la innegable mercantilización del pregrado y el posgrado, son las causas del deterioro paulatino de la educación superior en Bolivia, que trae consigo tres nefastas consecuencias: la fuga de cerebros, el incremento del desempleo, y la frustración […]
Salvo excepciones muy contadas, la escasez de investigación, el bajo perfil del personal docente, las bibliotecas vacías, y la innegable mercantilización del pregrado y el posgrado, son las causas del deterioro paulatino de la educación superior en Bolivia, que trae consigo tres nefastas consecuencias: la fuga de cerebros, el incremento del desempleo, y la frustración de miles de jóvenes a los que sólo les queda muchas veces el travail au noir o el «exilio económico».
Escasez de investigación y bajo perfil docente
No se investiga, sino se dicta clases magistrales. Tal es la receta de la mayoría de los catedráticos bolivianos. Este anhelo de encontrar a los alumnos abajo – siempre abajo – del atril y recitar como un loro endiosado frases, conceptos mágicos e irrefutables, es una auténtica patología narcisista que todavía se practica. Y ni qué decir de quiénes todavía dictan letra a letra como cotorras a sus pobres alumnos universitarios, los hay, y son muchos.
Basta para confrontar estos hechos, revisar cuántas revistas especializadas se publican en las Universidades bolivianas, cuántos doctorados de calidad existen, cuántos doctores (doctores con título de doctor, valga la redundancia) son catedráticos. Y claro está, asistir a los sermones de los auténticos iluminados.
Este bajo perfil docente tiene su agravante en el hecho que es el sistema educativo el que promueve estos vicios. En efecto, existen catedráticos que se llaman a sí mismos «taxis», es decir, van de una Universidad a otra para impartir clases de diversa especie; y hay los «taxis», por ejemplo, que enseñan asignaturas tan diversas como el derecho romano, el derecho municipal, y el derecho internacional privado. ¡Auténticos ratones de biblioteca!, pensarían los más ingenuos. Pero lo cierto es que su nivel de producción literaria – si es que con demasiada excepción existe, siquiera – no pasa por lo general de la publicación de algún folleto o apunte.
Bibliotecas vacías, cabezas muertas
Cualquiera que revise las Bibliotecas de las «grandes» o «medianas» Universidades bolivianas se dará cuenta que sus bibliotecas son deplorables desiertos. A quién desee investigar – para dar algunos ejemplos – la filosofía existencialista, la sociología del conflicto, la literatura portuguesa, la historia del derecho indiano, no le quedará más remedio que emigrar. No hay un área del saber humano dónde se pueda investigar a fondo, es decir, en serio. Pero el colmo de estos colmos es que se privilegia los campus universitarios (los parques, las obras arquitectónicas y hasta los rincones de jarana y pasarela) antes que la Biblioteca. ¡A falta de investigadores no se precisan bibliotecas, pensarán estos mercaderes del pensamiento!. Todo en círculo vicioso.
Los catálogos de las bibliotecas universitarias encontrados en internet corroboran esta afirmación. Y hay muchas otras universidades que ni siquiera tienen ya un catálogo; seguramente por el pavor que ocasionaría a estos comerciantes que sea el mundo entero quién juzgue su avaricia. Un solo ejemplo demuestra tan grotesco escenario: visité una «Universidad», así, entre comillas, que tenía un solo manual y ni un libro, ensayo o artículo más de derecho romano, pese a que ésta es una asignatura obligatoria del pregrado. Y hay más de una biblioteca universitaria con estudios de derecho que no tienen más de doscientos libros en la materia, es decir, nada. No hay el menor pudor, sí, en que estas «casas de estudio» afirmen con rimbombantes ecos de grandiosidad, que tienen departamentos y hasta facultades de derecho.
Quizás la más honrosa excepción boliviana – que valdría la pena imitar – sea la Biblioteca Jurídica Valenciana de Santa Cruz de la Sierra, perteneciente a la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, que es un auténtico oasis en medio de tan penoso Sahara.
Mercantilización de la educación: casas de mercaderes
En los periódicos de circulación nacional se ofertan tesis elaboradas para maestrantes por costos que rondan los doscientos a quinientos dólares americanos. No es como pensarían algunos un trabajo de corrección de textos; sino la venta pública de tesis de maestría. Tarea fácil para un maestrante que lo quiere todo sin utilizar materia gris.
La misma Universidad pública no está lejos de esta nueva oleada comercial, y muchas ofertan cursos de posgrado por más de cuatro mil dólares americanos, lo que representa unas cincuenta veces el salario mínimo nacional. En Bolivia, la matrícula de un máster de una Universidad pública suele ser más cara que en Alemania, Francia o España. Increíble, pero cierto. Por el contrario, los catedráticos del posgrado, son por lo general gente orientada en el campo profesional y no investigativo, no son personal de planta sino temporal – sin seguro social y sin estabilidad laboral – lo que supone que no cuentan con la formación investigativa necesaria, ni mucho menos el incentivo suficiente para formar nuevos maestrantes y especialistas de excelencia.
¿Y el pregrado?. Está todavía peor. Nadie se salva de la rapacidad de los mercaderes. A falta de una Ley de Universidades que regule con precisión las mallas curriculares y el contenido de los programas, los loros y las cotorras son el pan de cada día, así como las universidades que ofertan la finalización de la licenciatura en dos años menos que en otras. También existen las que ofrecen curiosos programas llamados de «anticrético», por los que el estudiante se matricula con una suma elevada de dinero que le será devuelta en su integridad a la finalización de sus estudios. ¡Buena fuente de financiamiento para otros fines económicos de sus dueños!.
Universidad viciosa, sociedad viciosa
No me referiré ya en este artículo a otros vicios comunes: impuntualidad de los profesores, informalidad académica y administrativa, inexistencia de verdaderos departamentos de investigación, falta de laboratorios experimentales e investigación para el estudio de las ciencias, elevada politización de las universidades públicas y privadas, inexistencia de prácticas profesionales o bolsas de trabajo, ancianidad de profesores – ancianos por su formación caduca, más que por sus canas -, todo lo cuál configura un panorama sombrío de una universidad viciosa que sólo está capacitada para formar una juventud viciosa. ¡Ahora se explica porqué en Bolivia el carnaval, la entrada folclórica universitaria y la cerveza son tan apreciados por moros y cristianos, gobernantes y gobernados!.
Un filósofo boliviano que ha sido reconocido internacionalmente declaró un día que no era profesor universitario en este país, porque veía que era una pérdida de tiempo. Quizás haya dicho esto más por la frustración e impotencia de un sistema opuesto, que por una falta de vocación docente.
El desarrollo nacional depende en gran medida de planificar y ejecutar políticas orientadas a la innovación y la ciencia. ¿Quién se atreverá a revolucionar la educación superior boliviana?.