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Suelas calientes

Fuentes: Rebelión

Hay una lava lenta que avanza debajo de nuestros pies, debajo de las suelas descalzas de los pobres del mundo, y por eso se echan a andar. Los ricos, siempre más previsores, empiezan a prepararse para enfrentar el estallido, los estallidos. El neoliberalismo en crisis y sin consenso, se torna cada vez más violento para […]

Hay una lava lenta que avanza debajo de nuestros pies, debajo de las suelas descalzas de los pobres del mundo, y por eso se echan a andar. Los ricos, siempre más previsores, empiezan a prepararse para enfrentar el estallido, los estallidos. El neoliberalismo en crisis y sin consenso, se torna cada vez más violento para sostener su hegemonía. Hegemonía: consenso mas fuerza, si no hay consenso, hay fuerza.

Entonces llevan adelante un golpe de Estado en Honduras, para medir cómo está la cosa, para corregir el tablero, para amenazar al resto. Sin embargo, a pesar de la tibia (casi mezquina) dirección zelayista, que ante la violencia terrible de los golpistas, sigue insistiendo en el camino «pacífico» que deben sostener las protestas, el pueblo generoso sigue derramando su sangre «pacíficamente». Sigue resistiendo después de más de cien días. Firme, en las calles. Las paredes hondureñas dan muestra del sentir popular.

Pero Honduras es sólo parte de un tablero global. Honduras sólo es parte. Basta mirar la situación mejicana, donde durante el gobierno de Calderón, la pobreza extrema creció de 14 millones a 20 millones de personas. De seres humanos. Y donde casi 3 millones perdieron el empleo desde el 2006. Tres millones de seres humanos. Pero el entramado es complejo, las fichas se mueven a un lado pero también a otro. Así, cruzando el océano, en Sudáfrica el Congreso Nacional Africano (ANC) dirigido por Jacob Zuma, arrasó en las últimas elecciones prometiendo un importante giro a izquierda. Veremos si cumple, veremos si puede resistir el empuje que viene desde abajo. El tablero es complejo, las fuerzas a izquierda y derecha, abajo y arriba, se enlazan de manera extraña en lo interno de cada nación, y también a nivel internacional, y todo enrarece el aire, enrarece ese calor que sube desde debajo de la tierra.

Acá, en lo interno, hacer una lectura es complejo. Una cuestión instintiva, casi de supervivencia, hace que uno apoye las iniciativas impulsadas por el gobierno nacional. Si ellos (los militares, la iglesia, la oligarquía, los ricos) atacan las iniciativas del gobierno, uno tiende a defenderlas. Así, por ejemplo, con la ley de medios. Sin embargo, si uno bucea un cachito más detenidamente y mira «el otro bando» se encuentra con un rejunte de impresentables, de mafiosos, de neoliberales con discursos disimulados, y sobre todo, se encuentra con una estructura económica que sigue saqueando nuestros recursos naturales, que sigue sangrando por el imperialismo que nos exprime hasta límites insospechados, y además, sigue el hambre. Sobre todo eso, sigue el hambre. Y lo peor, es que no se visualiza ninguna (eso significa ni una sola) medida que se oriente a solucionar ese problema, que es el primer gran problema en este país. Si no solucionamos el hambre no hay más que podamos hablar, en este país se muere gente de hambre. Producimos alimentos para 300 millones de personas, pero hay gente con hambre. Seres humanos. Y no son números, yo los conozco, son caras, son nombres, son vidas. Y para peor, hay abuso policial, hay desempleo, hay discriminación, hay deserción escolar, hay contaminación, hay ladrones que gobiernan, y un largo etcétera. Entonces uno, se aleja espantado de la derecha más derecha, y cuando mira hacia ese lado a donde se corrió instintivamente, bueno, como que le da cosita y también hace un paso al costado y se aleja. Sobre todo porque hay hambre, y mientras haya hambre no hay nada más que hablar. Porque el problema no es sólo que tantos unos como otros son de derecha (algunos más derechos que otros, pero al fin y al cabo, derecha), sino que el problema principal es que tantos unos como otros son de arriba, son ricos. Y uno es de izquierda, pero sobre todo está abajo. Nosotros, abajo y a la izquierda. Ellos, arriba.

Y desde acá el mundo se ve distinto, desde abajo, la lava caliente que crece desde la tierra se siente más, calienta más. Entonces ellos intentas subir el cospel en Córdoba, y acá abajo el malestar crece, y la organización también. Ellos no generan laburo, y entonces empiezan los cortes, las protestas y las tomas de municipios como en Mar del Plata. Ellos persiguen, despiden y reprimen, y suceden luchas firmes como la de Kraft. Suceden escarches como a la embajadora norteamericana, como en Mendoza. El enemigo empieza a quedar claro. El enemigo es el imperialismo. El gobierno defiende a la embajadora norteamericana. Los escrachadores son «intolerantes», dice la presidenta. Siguen sucediéndose abusos policiales por doquier, y la paciencia ya llega a sus límites, y empiezan las respuestas y la organización desde abajo. Y la lava está ahí, carcomiendo la roca, haciendo líquido lo sólido, dejando sin cimientos a la soberbia de los poderosos.

Una lectura posible de lo que sucede, es simplemente eso, una lectura posible. No hay caminos seguros, ni adivinaciones, ni recetas. Sin embargo, mientras los de arriba sigan teniendo acuerdo en lo básico, que es defender a la embajadora yanqui, que es sostener un sistema donde los pobres sigan estando abajo, tan abajo, mientras todo esto suceda, la lava va a seguir ahí, carcomiendo, latiendo, avanzando y quemando (como hace la policía con nuestros pibes). Faltan opciones desde los de abajo, opciones reales, masivas, populares, de izquierdas. Sin embargo, la lava sigue avanzando. Quizás si los que no entendemos el hambre como única salida, quizás si los que vemos el mundo desde abajo y a la izquierda comenzamos a encontrarnos, quizás, quién sabe. El mundo está viviendo tiempos raros, tiempos de alineamientos, de preparación, de opciones, quien crea que puede continuar dos, tres, cinco, diez años, viviendo sin tomar partido, es demasiado ingenuo, y sepa que ya lo está haciendo por mantener el statuo quo. Esa lava no se enfría si no desaparecen las causas que la generan, sino se apaga el volcán que genera hambre y desprecio, si el sistema no cambia. Esa lava se acumula, esa lava finalmente un día estalla. Una lectura posible, es simplemente eso, pero el hambre está ahí, y eso no es una lectura, es una herida que no cierra.