Desde las Cortes de Cádiz, una singular tradición del constitucionalismo español establecía que los debates del articulado se producían con un molesto sonido de fondo: el de los cañonazos. Esa tradición se rompió en 1978. Y se rompió porque por primera vez en nuestra historia reciente, todas las fuerzas políticas democráticas se unieron en un […]
Desde las Cortes de Cádiz, una singular tradición del constitucionalismo español establecía que los debates del articulado se producían con un molesto sonido de fondo: el de los cañonazos.
Esa tradición se rompió en 1978. Y se rompió porque por primera vez en nuestra historia reciente, todas las fuerzas políticas democráticas se unieron en un frente común, olvidando las diferencias. Y lo más importante, olvidando las ofensas causadas por la lucha en la clandestinidad.
Consta en las hemerotecas, en los libros de historia y en la Wikipedia. La amalgama de fuerzas, que se denominó oficialmente Coordinación Democrática, fue bautizada con un curioso alias: la Platajunta. Fue una alianza histórica de todas las fuerzas de oposición al franquismo en un frente común, desde los democristianos al Partido Comunista, para la consecución de un proyecto civil de convivencia democrática.
Y todas esas fuerzas, unidas en la lucha contra la dictadura, al final no tuvieron más remedio que sentarse a negociar con los que hasta entonces habían sido sus adversarios. El resto ya lo conocen.
Como es arriba, es abajo. La historia siempre se repite, y los bytes reflejan a los átomos: todo lo que pasó en el mundo real vuelve a pasar, antes o después, en el ciberespacio.
En la Red española se están viviendo días decisivos. La obligatoriedad de la gestión colectiva de los derechos de autor, puesta en tela de juicio por las autoridades de Competencia, y objeto de una singular y valiente iniciativa ciudadana canalizada mediante cauces jurídicos, va a forzar un replanteamiento global del nudo gordiano de Internet: la Propiedad Intelectual.
Todas las fuerzas de oposición están limando las aristas y sectarismos de la lucha clandestina. Y dentro de poco veremos un fenómeno similar en las fuerzas del antiguo régimen: ya están apareciendo las primeras brechas.
Una sociedad se construye cuando cesan los cañonazos y aparecen las carretas de los mercaderes: los intereses económicos pretenderán imponerse a las libertades, y habrá que estar particularmente vigilante. La caída de la dictadura del copyright no sólo responde a la fuerza de las masas, sino a la voluntad de aquéllos que quieren forzar la rendición de artistas y escritores, utilizados hasta hace bien poco como escudos humanos, y cuya liberación no puede basarse en un simple cambio de dueño.
Cuando todo esto acabe, volverán a formarse diferentes fuerzas, discutiendo sobre derechos individuales y colectivos, con el melón de la propiedad en medio. La propiedad de toda la vida, la de los átomos, y también la de los bytes. Pero ahora se está construyendo un proyecto colectivo de convivencia. El futuro de la Red, que es tanto como decir el futuro de todos.
Fuente: http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/abogado_navegante/2010/01/20/dias-decisivos.html