Toda agenda económica debe partir de un diagnóstico de la coyuntura económica internacional y nacional. Como planteamos en varias oportunidades, el sistema capitalista mundial enfrenta una severa crisis que se manifiesta a su vez en cuatro crisis. Por un lado, está la crisis energética que evidencia la enorme brecha de consumo de energía entre los […]
Toda agenda económica debe partir de un diagnóstico de la coyuntura económica internacional y nacional. Como planteamos en varias oportunidades, el sistema capitalista mundial enfrenta una severa crisis que se manifiesta a su vez en cuatro crisis. Por un lado, está la crisis energética que evidencia la enorme brecha de consumo de energía entre los países desarrollados y los subdesarrollados, que se manifiesta en los actuales precios internacionales del petróleo que, en febrero de 2009, llegaron a $us30 por barril y hoy se encuentran alrededor de $us78 por barril.
En segundo lugar, aparece la crisis alimentaria por la cual se evidencia una insuficiente capacidad productiva mundial de alimentos frente a una creciente demanda de los mismos, inclusive la FAO en uno de sus últimos informes confirma y cuantifica la presencia de este problema a nivel mundial.
La tercera crisis del capitalismo es la conocida crisis financiera internacional, que estalla el año 2007 y manifiesta sus devastadores efectos hacia el segundo semestre de 2008 y primer trimestre del 2009; de un análisis de los principales indicadores económicos de los países desarrollados, principalmente de Estados Unidos que es el epicentro de la misma, se infiere que todavía este fenómeno persiste, aunque en menor intensidad.
La cuarta crisis que produjo el sistema capitalista es la crisis climatológica, que se expresa en la presencia ahora común de los fenómenos del Niño, la Niña y otros desastres naturales; la burocracia internacional denominó esta crisis como los problemas de cambio climático que los países deben enfrentar, y luego del fracaso de la reunión de Copenhague no existe gran optimismo para resolver este conflicto.
En los últimos cuatro años, el Gobierno Nacional avanzó en políticas para preparar al país contra esta crisis estructural del capitalismo, sin embargo, quedan aún tareas por completar. El primer paso debe ser el de preservar la sostenibilidad macroeconómica, cuya presencia en los últimos cuatro años, definitivamente ahuyentó el fantasma de una «udepización» de la economía boliviana y demostró que la izquierda sabe manejar la economía del país.
Adicionalmente, es necesario profundizar el proceso de diversificación de la economía a objeto de romper gradualmente la dependencia mayoritaria de ingresos del sector hidrocarburos. Es preciso, por tanto, aplicar el programa de gobierno propuesto para el período 2010-2015 que apunta al salto industrial del país con la industrialización, no sólo de los recursos naturales sino también de los recursos renovables y el turismo.
En este sentido, la industrialización del hierro con el proyecto del Mutún, la explotación e industrialización del litio, el complejo agroindustrial de San Buenaventura en el norte paceño, la producción de cobre en Corocoro, las plantas procesadoras de leche (Lácteosbol), las fábricas de cartón y papel (Cartonbol y Papelbol), las fábricas de cemento (Ecebol), son inversiones públicas que, entre otros, apuntan a este objetivo.
Luego del contundente resultado electoral de diciembre de 2009, donde el pueblo boliviano dio su apoyo al programa de gobierno del Presidente Evo Morales, la disputa política por el poder fue resuelta. La Constitución Política del Estado Plurinacional establece la economía plural donde se identifican los actores económicos en el nuevo Estado. Entre ellos, se encuentra el empresariado privado nacional que tiene la oportunidad de trabajar políticas productivas pero ahora bajo el liderazgo del Estado Plurinacional.
Como siempre lo dijimos, dentro del grupo empresarial se pueden clasificar dos tipos de empresarios: aquellos que continuaron invirtiendo, produciendo, generando empleo y obteniendo sus utilidades, que son los buenos empresarios, también están los que sólo priorizaron la agenda política y buscaron beneficiarse del Estado, es decir, los malos empresarios. Por supuesto que confiamos en aquellos que se encuentran en el primer grupo, y ahora que está resuelta la disputa política y, por tanto, quedan mermadas las incertidumbres generadas, podrán efectuar mayores inversiones que generarán producción y empleo.
El Estado Plurinacional debe continuar con el apoyo al sector privado a través de los créditos del Banco de Desarrollo Productivo (BDP) para los micro y pequeños empresarios productivos y la línea sindicada con el sistema financiero nacional para los medianos y grandes productores.
En la presente gestión, también deben establecerse políticas para fortalecer la producción en la economía comunitaria proporcionándoles tecnología y asistencia técnica.
Asimismo, debemos aprovechar la mejora de calificación de riesgo país que Moody´s Investor Service y Fitch Rating –dos calificadoras internacionales– proporcionaron a Bolivia en 2009, con lo que mejoraron las posibilidades para que capitales extranjeros puedan llegar al país bajo las nuevas reglas de juego establecidas en la Constitución Política del Estado.
De la misma manera, se debe continuar con la construcción de la infraestructura caminera integradora del país, a la cual se deben añadir los proyectos hidroeléctricos de gran envergadura como Cachuela Esperanza, en Pando; el Bala, en La Paz; y Rositas, en Santa Cruz. Proyectos que redituarán en el futuro cuando, además de satisfacer la demanda interna de electricidad, se exporte este energético a los países vecinos.
Por otra parte, resulta indispensable elaborar una normativa particular para todas las empresas públicas, para dotarles de un marco legal que les permita ser competitivas, ágiles en sus decisiones y generar utilidades. En especial, es preciso reflexionar sobre el tipo de empresa pública que se necesita para la empresa estratégica más importante del país: Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). Su actual estructura no corresponde a la nueva dimensión y desafíos que debe encarar esta empresa.
En síntesis, en los pasados cuatro años de gestión de gobierno se puso la piedra fundamental para el cambio del patrón primario-exportador hacia el patrón de la industrialización. Queda, por tanto, la consolidación de lo hecho a la fecha y la profundización del salto industrial que requiere el país.