Dunia Mokrani Chávez es analista política, integrante del Grupo Comuna, conformado por intelectuales que apoyan críticamente al gobierno, investigadora del Centro de Estudios Andinos Amazónicos y Mesoamericanos (CEAM), y coordinadora del Comité de Seguimiento a Conflictos del Observatorio Social de América Latina (OSAL-CLACSO). Es una de las fundadoras del colectivo de mujeres Samka Sawuri (Tejedoras de Sueños), promotora de variadas acciones relativas a la visibilización de la mujer y debates de género. Con este y otros grupos Mokrani ha compartido distintas etapas del proceso de cambio político boliviano, incluyendo la elaboración de la nueva Constitución.
¿Por qué son necesarias las organizaciones de mujeres en Bolivia?
Porque hay una forma de dominación que es específica, que es la que viene del dominio patriarcal. Esa es la discusión actual, y lo bueno es que no es una discusión reducida a algunos círculos de mujeres feministas, sino que se está generalizando. Si las mujeres no nos organizamos para hacer frente a este tipo de opresión, ésta no se va a resolver. Que se resuelvan las otras opresiones no va a resolver por añadidura la de origen patriarcal.
Por eso es importante el tema incluso dentro de las propias organizaciones específicas, como es el caso de las Bartolinas [Federación Sindical de Mujeres Campesinas Bartolina Sisa] donde hay toda una historia de por qué ellas decidieron visibilizarse también como mujeres campesinas, no sólo dentro de la CSUTCB [Central Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia]. Pero también hay un cuestionamiento a esto; desde muchas organizaciones populares y laborales algunas mujeres sienten que el discurso feminista genera división, y que ante todo está su condición de clase y su condición étnica. Todo esto se resuelve en la práctica, cuando las mismas compañeras dicen nuestra lucha no es contra los hombres, sino por que se escuche nuestra voz.
¿Cuáles son los peores ejemplos del dominio patriarcal?
La violencia es quizá la forma más clara. Desde la violencia cotidiana hasta la política, económica, sexual y social. Por ejemplo, hay muchos casos de mujeres concejalas que han sido obligadas a renunciar para que asuma el suplente varón, incluso con casos de violencia física cuando alguna se resistía a renunciar. Esto porque había una ley de cuotas que obligaba a los partidos a llevar su porcentaje de mujeres; entonces muchas veces esas mujeres han entrado a la vida pública partidaria muy a pesar de esas estructuras patriarcales, que las ponían como titulares para después sacarlas. O por ejemplo una compañera nos contaba que ser diputada ha significado su divorcio, cuando un diputado hombre nunca va a tener problemas por no estar en su casa, pero la mujer sí. Esas son cosas que no están resueltas.
Otro tema es la invisibilización laboral, por ejemplo, el trabajo a domicilio [trabajo productivo realizado en el hogar por encargo o para la venta a cuenta propia]: una de las razones por las que ese trabajo no es considerado como tal es porque está en el ámbito doméstico. Eso es invisibilización del trabajo de las mujeres.
Otras pruebas a la vista de la existencia del patriarcado son los espacios de mujeres dominados por hombres. De los trabajadores del comercio, 99% son mujeres pero tienen a la cabeza dos hombres. En el caso de las enfermeras, son en su mayoría mujeres pero quien lleva la batuta es un hombre. ¿Y por qué? Ellas mismas lo dicen: los hombres manejan bien ciertos miedos. Y hay muchos casos de dirigentas que han sido mal miradas por los mismos vecinos a quienes ellas representaban, por ser mujeres. Es que algunas charlas, debates, reuniones, son en bares. Representantes de sindicatos y federaciones se reúnen en bares, y si una mujer entra en un bar a discutir, ya es mal mirada. Entonces para que no la miren mal, o por los hijos o por el esposo, prefiere dejar el cargo.
¿Hay discriminación contra las mujeres?
Las mujeres que han sido golpeadas o asesinadas en octubre en El Alto [guerra del gas, 2003)] o las que eran golpeadas en Santa Cruz [simpatizantes del partido de gobierno perseguidos y golpeados por grupos cercanos al gobierno cruceño, agosto 2008], o las que eran golpeadas en Sucre [humillación de campesinos e indígenas en manos de la derecha, mayo 2008], o las que han matado en Pando [masacre de Pando, disparos de paramilitares contra marcha campesino-indígena en octubre 2008], eran mujeres indígenas campesinas, y para muchos agresores esas vidas valen menos que la de una mujer profesional o de la ciudad o que de un hombre. Ha habido un ensañamiento especial contra las mujeres en medio de un rebrote de racismo. Allí se veía el machismo y el fascismo juntos.
Las mujeres han participado activamente en espacios asamblearios o de movilización social, pero luego eso no se traduce proporcionalmente en escaños, en espacios institucionalizados de toma de decisiones. Y sobre esto hay «curiosas teorías»; un diputado hablaba sobre una supuesta superioridad de los hombres, y «su evidencia empírica» era lo que mencionábamos antes, que los gremiales son en su mayoría mujeres pero han necesitado un líder varón. Les dicen a sus compañeras que las mujeres no tienen capacidad. Y nosotros les decimos que esto es lo que las clases dominantes siempre les han dicho a los indígenas a lo largo de la historia, y ahora se reproduce de los varones a sus propias compañeras de lucha.
¿Qué están haciendo para cambiar ese estado de cosas?
Dentro del colectivo también estamos reflexionando sobre cómo articular estas luchas, la descolonización y despatriarcalización. Creemos que para descolonizar también hay que despatriarcalizar. Que mucho de este Estado colonial tiene su carga señorial patriarcal. Desde el Estado esta cuestión sigue subordinada, no tiene la suficiente atención. Se corre el riesgo de que al creer que las otras luchas van a asumir las luchas de las mujeres, esto quede subsumido. Y las condiciones ahora no son fáciles para trabajar el tema de género, el ser de izquierda no te quita necesariamente lo machista, y con eso es medio difícil ahora luchar.
Vemos que hay algo que no se ha discutido lo suficiente: la estructura liberal en el tema social había generado toda una serie de compartimentos, ministerios de asuntos indígenas, de asuntos de género, de asuntos generacionales, etc. Entonces, está claro que un gobierno como éste no va a tener un ministerio de asuntos indígenas, y es lo primero que dijo el presidente Evo Morales, «los indígenas no somos ya un asunto» y estamos en todo, pero un poco han trasladado ese razonamiento al tema de las mujeres, y simplemente lo resuelven diciendo que las mujeres también estamos en todo, cosa que no es real. Desde un punto de vista, ahora la institucionalidad liberal que nosotras hemos criticado, pasa a ser hasta una necesidad frente a una simple negación del tema; que se enuncie que las mujeres estamos en todas partes no nos da acceso a todos los espacios.
Entonces no está claro cómo este proceso de cambio asume las luchas de las mujeres. Incluso nosotras hemos escuchado a diputados del [partido de gobierno, Movimiento al Socialismo] MAS decirles a sus compañeras diputadas que las mujeres no tienen capacidad para asumir la representación. Entonces ahí hay algo que todavía no está claro, que es cómo este proceso va a asumir esas luchas, que no subordine estas luchas. Hace falta una postura militante más clara para enfrentar estos tipos de opresión.
¿Cuál es su visión sobre el momento actual del proceso de cambio?
Este proceso de cambio ha sido producto de una alianza de organizaciones, y ahora lamentablemente se ha convertido en «el poder», en una disputa sobre de quién es el proceso de cambio, si del MAS o de las organizaciones que se han quedado al margen lamentablemente, porque casi todas han sido subsumidas por el MAS, y se nos está queriendo arrebatar un proceso de cambio que ha sido generado por todos o por lo menos los que hemos querido ese cambio, y que no debería estar atrapado en un Estado, en un partido; creo que hay pequeños avances pero también grandes retrocesos por estas cosas.
A veces no sabemos cómo hacer, porque nosotras también queremos generar cambios, y las mujeres necesitamos que esos cambios sean más rápidos. De todas maneras, a pesar de dar sólo pequeños pasos, nos mantenemos unidas para seguir soñando. Nos han cuestionado el nombre de «Tejedoras de Sueños», creo que las condiciones ahorita no están dadas y por eso creo que todavía estamos soñando.
Hay un cambio, de nada a algo, y está sobre todo la esperanza porque ha llegado un indígena a ocupar la presidencia; como dicen muchas de las mujeres ancianas en el campo, uno de sus hijos ahora está manejando el Estado. Pero este cambio ha sido producido por otras formas de hacer política, y en este momento hay un Estado colonial con todas sus viejas formas, incluyendo todas sus luchas y avances -porque no es el mismo Estado de hace 200 años-, pero que ha estado ocupado siempre por las clases dominantes, y ahora ese Estado está ocupado por otros actores, y no necesariamente para cambiarse a sí mismo. Tú ves entonces a algunas compañeras, por un lado empoderadas bien, pero por otro lado empoderadas contra sus propias compañeras, remedando caudillismos, porque somos una sociedad de caudillos también.