El diputado Jorge Medina, propuso una Ley contra el Racismo y fue como hurgar en el avispero, pues toda Bolivia se convulsionó y aquí estamos en interminables discusiones y poses a cual más racistas y discriminadoras. Nos patearon en los genes más sensibles. Pero, esto no es nuevo. Lo más cercano de esta controversia se […]
El diputado Jorge Medina, propuso una Ley contra el Racismo y fue como hurgar en el avispero, pues toda Bolivia se convulsionó y aquí estamos en interminables discusiones y poses a cual más racistas y discriminadoras. Nos patearon en los genes más sensibles.
Pero, esto no es nuevo. Lo más cercano de esta controversia se sitúa en 1775. El zoólogo Johann Blumenbach propuso que el Cáucaso era la cuna de la humanidad y de un plumazo aseguró que de allí venían la inteligencia y la belleza. Así la nació la «raza» caucásica. Se propuso cinco pisos para la humanidad.
Arriba los blancos, luego las razas de piel sucia como los nativos australianos, los indios americanos, los asiáticos amarillos y abajo en el sótano, los negros. Aunque este planeta está habitado por una sola raza, que es la humana, nos hicieron creer esa odiosa discriminación.
A fines del siglo XVIII, los reyes de España y Portugal se llenaron los bolsillos con mucho dinero al inventarse los «certificados de blancura». Los mestizos pudientes, por muy oscura que fuera su piel, podían comprarlos y convertirse mágicamente en «blancos».
La discriminación no alcanzó sólo a los humanos, también a la comida salida de América. Por ejemplo, el maíz llevado a Europa fue «discriminado», lo llamaron grano turco, grano de la India y otros epítetos. La desconfianza y el desprecio eran grandes y crecieron cuando se supo su procedencia americana.
Aunque rendía más que el trigo, fue destinado a los cerdos, pues no era digno de las bocas cristianas. A la papa no le fue mejor, fue prohibida en Europa. La acusaron de producir lepra y sífilis. Inventaron que si las embarazadas la comían podían parir monstruos.
La coca fue señalada como hoja del diablo. La iglesia, la incluyó entre las idolatrías a extirpar. Pero las plantaciones se multiplicaron cuando se descubrió que calmaba el hambre de las multitudes condenadas por los conquistadores a escarbar plata donde el infierno tiene sus cuevas.
Las buenas intenciones del diputado Medina, terminaron tocando a los medios de comunicación. Saltaron los dueños. ¿Cuándo no? Gritaron a voz en cuello que se está coartando la libertad de expresión y de prensa. Que se persigue a los periodistas y se los censura. En realidad, la censura existe y es practicada todos los días en las redacciones por su mandato y cumplimiento a través de los jefes que eligen. Los que ganan jugosamente y son «cujes» a su servicio.
En Santa Cruz, un Sindicato de Periodistas Independientes, salió a protestar contra una supuesta Ley Mordaza. Este organismo está liderado por alguien que ni siquiera es periodista. No posee título en provisión nacional y no pisó jamás la redacción de un periódico, una radio o una estación de TV en esa calidad.
Otros, «periodistas racistas» también salieron a protestar. Uno de ellos, aunque nacido en La Paz, se asimiló «camba por ósmosis». No ahorró palabras a la hora de amenazar con seguir denigrando a los collas a quienes identificará con el santo y seña, «ya saben a quiénes me refiero».
El senador Isaac Avalos identificó a otro. Dijo que el potosino Arturo Mendívil, considera a los campesinos como hediondos, chancletudos y collas abarcudos. «Eso, sí vamos a sancionar», dijo el senador al aclarar a quienes afectará la Ley contra el Racismo.
Toque al Poder real
No había razón para «toquetear» a los comunicadores. La discriminación, el racismo y otras intencionalidades para menoscabar la condición de los bolivianos, ya están mencionadas y sancionadas en el Código Penal, la Ley de Imprenta, los códigos de ética y los acuerdos internacionales de los cuales nuestro país es firmante.
Pero, la iniciativa sirvió para alertarnos sobre los tiempos de cambio y advertirnos que la Ley de Imprenta, es cosa del siglo XX, pide jubilación y que en el XXI es necesario pensar en una Ley de Medios, trabajada arduamente y consensuada con los interesados. Estos cambios ya se están produciendo en otros países vecinos y no debemos quedar últimos.
Ante la iniciativa del diputado Medina, los verdaderos periodistas, reaccionaron con mesura, pero los que sí saltaron como «gatos panza arriba» al escuchar la palabra clausura, fueron los dueños de medios y sus sirvientes. ¿Por qué? Pues porque, sin quererlo el proyecto ha tocado al «poder real» a ese que se encuentra en las sombras, detrás del trono, al verdadero poder. Al Poder Mediático capaz de voltear gobiernos y que está en manos de élites.
Las oligarquías mediáticas saben que una ley drásticamente sancionadora podría terminar con su costumbre de actuar en «cuadrilla» o en redes para someter conciencias, crear versiones interesadas de la realidad y someter a su público a las «verdades» que van creando.
Es hora que los consumidores de «medios» vayan liberándose de algunas verdades que el poder absoluto comunicacional quiere imponer y que sólo es «su verdad». Por eso se interesan tanto en formar redes y monopolios. Por eso luchan por apoderarse del mercado de la información y hacer escuchar únicamente su voz. Por eso se aterrorizan al escuchar de «clausura».
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.