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Lectura digital. ¿Lo mismo en otro lado?

Fuentes: El blog de libros y bitios

Abordar la lectura digital presenta un problema metodológico importante. Sabemos aún demasiado poco sobre la lectura tradicional, la lectura en papel. Y sin una visión clara de qué ha sido hasta ahora leer, ¿cómo vamos a opinar sobre lo que esta suponiendo la nueva lectura? ¿Existe realmente un desconocimiento de qué es la lectura? Creo […]

Abordar la lectura digital presenta un problema metodológico importante. Sabemos aún demasiado poco sobre la lectura tradicional, la lectura en papel. Y sin una visión clara de qué ha sido hasta ahora leer, ¿cómo vamos a opinar sobre lo que esta suponiendo la nueva lectura?

¿Existe realmente un desconocimiento de qué es la lectura? Creo que sí: veamos cómo dos especialistas lo abordan, desde orillas muy diferentes. Por una parte, un gran tipógrafo:

Sin duda sorprenderá lo mucho que permanece todavía oculto en el terreno de la lectura así como el número de preguntas sin responder. Una facultad que todos empleamos cada día y que parece funcionar por sí misma, se basa en un conocimiento incompleto [1] .

Y veamos el polo opuesto, otra notable especialista, en este caso en el efecto que provoca la lectura:

la contribución de la lectura a la reconstrucción de uno mismo, tras una desilusión amorosa, un duelo, una enfermedad, etc. […] es un experiencia común , y ha sido descrita por numeros escritores. […]

La lectura es un arte que, más que enseñarse, se transmite, como lo han demostrado muchos estudios [2] .

Asombroso, ¿no? Una habilidad que parece funcionar por sí misma, que tiene un efecto claro sobre nuestra interioridad; una habilidad sobre la que sabemos poco, y que se califica de «arte» que no se enseña, sino que se transmite…

Y entonces, aparecieron las pantallas.

I

Es importante saber qué significa exactamente leer en pantalla, a todos los niveles. Y es tanto más urgente cuanto que en España, a nivel estatal y autonómico, han surgido unas prisas extraordinarias por que los estudiantes accedan a sus materias por vía digital [3] . No conocemos bien las consecuencias de la lectura digital sobre la comprensión lectora, ni sobre la memorización y el aprendizaje, y estamos lanzando a nuestros estudiantes a ello en aras de una pretendida «modernidad»… además de cargar nuestros presupuestos educativos con grandes partidas de gastos [4] .

Es cierto que no es únicamente una ocurrencia de nuestro país: numerosos sistemas educativos están introduciendo en las aulas el último gadget de moda: dispositivos lectores dedicados (e-books [5] ), arrastrados por una sorprendente presión mediática. Pero en palabras de una persona con amplia experiencia en el mundo editorial:

No me parece que debamos dejarnos avasallar por las amenazas de la tecnología, ni por su ritmo y sus urgencias. La velocidad de los nuevos desarrollos no es una necesidad del consumidor, sino la presión del inversor [6] .

II

A la dificultad intrínseca del tema, a la proliferación de soportes debemos añadir una complejidad más: la amplísima tipología que posee la lectura. En mis conferencias sobre el tema suelo comparar el acto de leer con el de comer: se come por capricho, pero nadie dudará de que hay gente que come por necesidad; hay amantes de la comida sana, y otros de la sabrosa pero contundente; hay quienes comen para reponer fuerzas, y otros lo hacen para celebrar algo; hay gente a la que les encanta comer, y a otros hay que obligarles.

Pues bien: la lectura es todavía más compleja…

Y sin embargo, tanto la lectura para buscar un dato, como la que se sumerge en una ficción, el distraído hojeo del periódico por la mañana, el cuidadoso recorrido del prospecto de un medicamento, el repaso de una lección en un libro de texto antes del examen: todas estas lecturas hacen uso de unas mismas habilidades neuronales y fisiológicas. Y de esas habilidades sabemos dos cosas importantes: que no son «naturales», porque utilizan recursos que aparecieron evolutivamente con fines diversos, y que cambian el cerebro del lector. El lector japonés actual activa unas zonas del cerebro cuando lee ideogramas de origen chino, y otra cuando lee el silabario fonético, formas ambas de escritura que aparecen con frecuencia mezcladas [7] .

No se trata, pues, de una actividad «natural», pero sí de una que acumula siglos de prácticas sociales ligadas a ella. Y esas prácticas han estado indisolublemente unidas a un soporte, el papel, y un formato, el códice. ¿Qué nos depararán los nuevos medios?

III

La primera impresión que puede tener incluso un observador casual es que en la lectura en el medio digital aparecen factores diferentes a la lectura en papel. Se pueden dividir en tres categorías:

a) La calidad de la imagen de las letras en la pantalla (resolución), comparada con el papel. Una ramificación de la cuestión la plantea el uso de pantallas retroiluminadas (ordenadores, smart phones) frente a las de tinta electrónica, llamadas también a veces de «papel electrónico» [8] (Kindle, Sony, Iliad, …), legibles con la luz ambiente

b) La conectividad y facilidad de acceso a diferentes propuestas ajenas al texto foco, típica de cualquier dispositivo digital (ordenadores, e-books o smart phones), comparada con el «cierre» de la obra en papel.

c) La experiencia de lectura en dispositivos fijos (ordenadores o portátiles) o que se pueden mantener en la mano (e-books o smart phones), comparada con la de las obras en papel.

Alcanzado un cierto grado de calidad en la puesta en pantalla de texto y facilidad de lectura (a), las principales especificidades de la lectura digital se refieren a los otros dos aspectos.

Empezaremos por tratar el (b).

IV

¿Hay realmente una dicotomía entre una lectura en papel enfocada, concentrada, y la dispersión en cualquier medio digital?

Cito un reciente artículo en The Atlantic que causó un notable revuelo, sobre todo por su título: «¿Google nos está volviendo estúpidos?».

En los últimos años he tenido la sensación poco confortable de que alguien o algo ha estado hurgando en mi cerebro, remapeando la circuitería neuronal, reprogramando mi memoria. […] Sumergirme en un libro o en un artículo largo [antes] solía ser fácil. […] Ahora mi concentración empieza a flaquear tras dos o tres páginas. […] La lectura profunda que solía surgir naturalmente se ha convertido en una lucha.

Creo que sé lo que está ocurriendo. Durante más de una década he estado gastando mucho tiempo en línea, buscando y surfeando y a veces añadiendo cosas a las grandes bases de datos de la Internet [9] .

Sabemos que la lectura de una noticia deja más información en el usuario que el seguimiento de la misma en televisión [10] . Sabemos asimismo que la asimilación de datos textuales y gráficos es mejor cuando están aislados que cuando se suplementan con la misma información oral, o apoyada además en la imagen [11] . ¿Podríamos afirmar además que la lectura en papel, y por tanto en situación de aislamiento, tiene ventajas frente a la que tiene lugar en pantalla?

Para algunos, la lectura en un ordenador se desarrolla en situación de confusión o ruido, con sus tentaciones locales (posibilidad de pasar a otra aplicación mediante Alt+Tab) y globales (un mundo entero al alcance de un clic en el navegador). Este es el sentido de las palabras de William Powers, columnista de la revista estadounidense The Nation, en su intervención en la 11 Conferencia sobre Público Lector [12]

La mayor fuerza del papel reside en el hecho de que la mente se asienta en un estado de tranquilidad apaciguada que da lugar a reflexiones más acertadas. Ese estado es mucho más difícil de lograr cuando se lee en formato digital donde la información es infinita y donde existen tantas actividades posibles en cualquier momento

Igual opina Steven Johnson [13] :

Por haber estado en gran medida aislados del mundo del hipertexto, los libros impresos han quedado como una suerte de reserva de caza para la especie en peligro de extición de la lectura lineal, enfocada en profundidad.

En el camino hacia esa «tranquilidad apaciguada» de Powers ¿ocupan un lugar los dispositivos dedicados de lectura, o e-books?. Creo que no especialmente. Los e-books ofrecen también en su interior una proliferación de obras, y muchos tienen además conexión inalámbrica que permite acceso a prensa y otros contenidos distractores.

S in embargo, ¿no estaremos atribuyendo a la lectura en papel un grado de concentración que no necesariamente tiene? Porque hay estudios que demuestran también su carácter voluble, poco fijo [14] . Retomo la idea expuesta al comienzo de este artículo: sabemos en el fondo tan poco sobre la lectura «normal»…

V

Y ahora podemos abordar el último elemento que habíamos esbozado (c): ¿hay un diferencia entre la experiencia de lectura en dispositivos fijos (ordenadores o portátiles) o los que se pueden mantener en la mano (e-books o smart phones), y la de las obras en papel?

Incluso ciñéndonos al conjunto de los dispositivos llevaderos en la mano, la relación del lector con el texto varía si la lectura se realiza en un volumen (o diario, revista, …) o en un e-book, porque «leemos con todo el cuerpo», y no sólo con los ojos [15] .

Los elementos hápticos [16] de la lectura en papel son cada vez más tenidos en cuenta. Permítaseme la autocita:

Lo primero de lo que nos informa la obra en papel es de su tamaño: una novela o un manual de 700 páginas no encierra las mismas promesas que su equivalente de 150. Cuando las páginas que quedan por leer a la derecha del volumen forman un pequeño bloque, sabemos que ese encuentro de los protagonistas ha de ser el último que presenciemos, o que el autor considera que ya sabemos casi todo respecto a la materia que estudiamos [17] .

Por otra parte, la postura corporal que exige la lectura ante un portátil o un ordenador de sobremesa se juzga como forzada, frente a la lectura de libros, según un estudio reciente que revisa la bibliografía sobre el tema [18] .

El elemento espacial también es determinante en el terreno del aprendizaje. La experimentación que se ha llevado a cabo hasta el momento corrobora la preferencia de ciertos grupos de lectores (específicamente estudiantes) por la lectura en papel [19] , no tanto porque se juzgue que la calidad de la lectura en pantalla es inferior, como por la facilidad de consulta de distintos documentos distribuidos por la superficie de trabajo. La operación de cotejo, toma de notas, búsqueda de pasajes en paralelo, etc., aunque sea posible en medios digitales, se prefiere inequívocamente en papel. También se confía más en el papel cuando lo que se quiere hacer con un texto es no simplemente leerlo sino estudiarlo.

Que el tema no acaba de estar del todo claro lo demuestra el hecho de que alguna de las instituciones educativas que colaboran con Amazon lo que van a estudiar precisamente es cómo se comportan sus estudiantes con el nuevo Kindle DX en cuanto a «lectura, habilidades de toma de notas y retención de información» [20] .

Sí: algo permanece y algo cambia con la lectura en pantalla. Pero sólo ahora estamos empezando a desentrañar qué…

y VI

Debemos terminar estas reflexiones con una observación complementaria. La mayoría de las experiencias que hemos glosado hasta aquí se refieren a personas forjadas en la lectura tradicional, y que llevan (en el mejor de los casos) dos lustros inmersos en la lectura digital. Se trata, por tanto de inmigrantes digitales, por usar la terminología de Prensky [21] .

¿Qué relación tienen o tendrán con la lectura en pantalla los nativos digitales, los jóvenes nacidos ya en un mundo poblado por consolas de juego, iPods, ordenadores y teléfonos móviles, esas personas multitarea capaces de chatear con un amigo mientras ven un video clip y mandan un SMS? Sin duda su relación con la lectura en pantalla será diferente de la nuestra: de entrada, recordaba Prensky hace ocho años, estos jóvenes habían pasado el doble de tiempo jugando a videojuegos que leyendo. Y aventura incluso la idea de que el cerebro (!), o al menos los procesos de pensamiento, de esa generación habían cambiado.

Sean o no de semejante magnitud las modificaciones que experimenten los nativos, el hecho irrefutable es su familiaridad con los artefactos digitales, que hace aventurar que por lo menos en su caso las barreras de entrada a los dispositivos dedicados de lectura, o en general a las lecturas en pantalla deberían ser menores que para nosotros, los inmigrantes.

Tanto los jóvenes como los que no lo son están leyendo cada vez más en pantalla, incluso en España [22] , pero no habrá una exploración satisfactoria de las nuevas modalidades de lectura digital hasta que no se tenga en cuenta, también, la actitud diferencial de aquellos que han nacido rodeados de pantallas y aquellos que no.

Y al tiempo (o mientras tanto) nos podrán ir sirviendo de ayuda los relatos subjetivos de las experiencias de lectura en las distintas plataformas [23] .

Hay mucho que hacer en este terreno, y vale la pena hacerlo.



[1] Gerald Unger, ¿Qué ocurre mientras lees? Tipografía y legibilidad, Valencia, Campgràfic, 2009, pág. 16.

[2] Michèle Petit, El arte de la lectura en tiempos de crisis, Barcelona/México, 2009, pág. 16.

[3] «El Gobierno negocia a toda marcha un plan de digitalización del sistema educativo […] Durante dos meses editores y técnicos de la Secretaría de Estado del Ministerio de Educación […] han negociado la manera de acelerar los cambios en el soporte de los contenidos», en Neus Caballer, «Zapatero se lanza a la digitalización del sistema educativo», El País, 30/04/2009 http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Zapatero/lanza/digitalizacion/sistema/educativo/elpepusoc/20090430elpepusoc_10/Tes y «Unos 10.000 alumnos podrán substituir los libros de texto por libros y contenidos digitales. Un centenar de centros de secundaria podrán participar el curso que viene en el plan piloto de libros y contenidos digitales. Para participar en el plan, el centro se habrá de comprometer a impartir más del 60 por ciento de los contentidos curriculares por medio de libros digitales o contenidos digitales», Nota de prensa del Departament d’Educació de la Generalitat de Catalunya, 22 de abril del 2009 http://www20.gencat.cat/docs/Sala%20de%20Premsa/Documents/Arxius/educacio_premsa.notaPremsa.57.22.04.09Llibres1240314867192.pdf, traducción mía.

[4] Véase la Introducción de mi Hacia la escuela 2.0. Proyectos con programas gratuitos para formar ciudadanos de la Sociedad del Conocimiento, Madrid, Ediciones SM, 2010 http://previewlibros.grupo-sm.com/09D0B5F7-6F42-43B9-9126-F58E50C376B4.html.

[5] De los dos sentidos usuales de la expresión (el contenedor o la obra), usaré sistemáticamente el primero en todo este artículo: aquí e-book será un dispositivo dedicado de lectura.

[6] Guillermo Shavelzon, «Bienvenida la crisis», en Libros y Bitios, 25 de mayo del 2009 http://jamillan.com/librosybitios/bienve.htm.

[7] Maryanne Wolf, Proust y el calamar, Cómo aprendemos a leer: historia y ciencia del cerebro y la lectura, Barcelona, Ediciones B, 2008. Wolf es la directora del Center for Reading and Language Research, http://ase.tufts.edu/crlr/, de la Universidad de Tufts.

[8] «Electronic paper», en Wikipedia, http://en.wikipedia.org/wiki/Electronic_paper.

[9] Nicholas Carr, «Is Google making us stupid?» en The Atlantic, julio/agosto 2008, http://www.theatlantic.com/doc/200807/google.

[10] Juliette van der Molen, H. Walma^Klijn y E. Marlies, «Recall of television versus print news: retesting the semantic overlap hypothesis», en Journal of Broadcasting & Electronic Media, marzo, 2004, http://www.entrepreneur.com/tradejournals/article/114784040_1.html.

[11] Steven C. Rockwell y Loy A. Singleton, «The Effect of the Modality of Presentation of Streaming Multimedia on Information Acquisition», en Media Psychology, 1532-785X, Volumen 9, número 1, 2007, págs. 179-191 http://www.informaworld.com/smpp/ftinterface?content=a788060660&rt=0&format=pdf.

[12] Organizada por la World Association of Newspapers el 16 de octubre del 2008 (véase un resumen en http://www.wan-press.org/article17907.html).

[13] Steven Johnson, «How the E-Book Will Change the Way We Read and Write», The Wall Street Journal, 21 de abril del 2009 http://online.wsj.com/article/SB123980920727621353.html .

[14] Carl Zimmer, «Stop Paying Attention: Zoning Out Is a Crucial Mental State», en Discover, 15 de junio del 2009, cita las experiencias de Jonathan Schooler, psicólogo de la University of California en Santa Barbara sobre la lectura de Guerra y paz.

[15] Anne Mangen, «Digital fiction reading: Haptics and immersion», en Journal of Research in Reading, Volumen 31, número 4, 2008, págs. 404-419.

[16] Para J.J. Gibson «La percepción del mundo externo adyacente al cuerpo, utilizando el cuerpo» (apud Wikipedia http://en.wikipedia.org/wiki/Haptic_perception)

[17] José Antonio Millán, «Leer sin papel», en El País, 9 de abril del 2009 http://www.elpais.com/articulo/opinion/Leer/papel/elpepiopi/20090409elpepiopi_13/Tes/.

[18] Jesús Varela Mallou (dir.), El libro de texto ante la incorporación de las TIC a la enseñanza, Santiago de Compostela, Unidad de Investigación en Psicología del Consumidor y Usuario, nov. 2008.

[19] Carrie Spencer, «Research on Learners’ Preferences for Reading from a Printed Text or from a Computer Screen», en Journal Of Distance Education/Revue De L’éducation À Distance, Spring/Printemps 2006, Vol. 21, No 1, págs. 33-50.

[20] . Véase Doug Lederman, «Breakthrough, Bust, or Building Block?», en Inside Higher Ed, 7 de mayo del 2009 http://www.insidehighered.com/news/2009/05/07/kindle .

[21] Marc Prensky, «Digital Natives, Digital Immigrants», en On the Horizon, NCB University Press, Vol. 9 No. 5, Octubre 2001 http://pre2005.flexiblelearning.net.au/projects/resources/Digital_Natives_Digital_Immigrants.pdf .

[22] José Antonio Millán, «Los modos de la lectura digital», en La lectura en España, Informe 208. Leer para aprender, Madrid, Federación de Gremios de Editores de España y Fundación GSR, 2009, págs. 299-312 http://www.lalectura.es/2008/millan.pdf.

[23] Ann Kirschner, «Reading Dickens Four Ways. How ‘Little Dorrit’ fares in multiple text formats» en The Chronicle in Higher Education, Volumen 55, número 39, página B16 , 12 de junio del 2009 http://chronicle.com/free/v55/i39/39b01601.htm.

Historia de la elaboración y edición de este artículo: Primera versión, mayo del 2009. Apareció en el libro La lectura, coordinado por Antonio Basanta Reyes, que se publicó en los anejos de la Revista Arbor, del CSIC (Madrid, CSIC, Arbor, mayo del 2010; ISBN: 978-84-00-09097-5). En esta versión he añadido unos pocos retoques. Publicación en esta web, 22 de septiembre del 2010

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