¿Es posible que Wikileaks esté apoyado por grupos de la derecha extrema usamericana que pretendan situar la administración Obama en el abismo diplomático internacional para tomar por asalto la Casablanca en 2012? No es imposible, desde luego, cosas iguales o peores hemos visto. ¿Puede Wikileaks estar infiltrado por topos-agentes del HaMossad leModi’in v’leTafkidim Meyuhadim que […]
¿Es posible que Wikileaks esté apoyado por grupos de la derecha extrema usamericana que pretendan situar la administración Obama en el abismo diplomático internacional para tomar por asalto la Casablanca en 2012? No es imposible, desde luego, cosas iguales o peores hemos visto.
¿Puede Wikileaks estar infiltrado por topos-agentes del HaMossad leModi’in v’leTafkidim Meyuhadim que cuiden y abonen los intereses del estado racista y anexionista en la documentación revelada? Puede ser, la sombra del Mossad es muy pero que muy alargada y sus procedimientos son conocidos.
¿Pueden pretender las filtraciones sobre la voluntad de Cristina Fernández de colaborar con Estados Unidos en su estrategia para Bolivia, y sus mismos calificativos de «persona difícil» que habría dirigido al presidente Evo Morales, entorpecer las relaciones de Argentina con Bolivia, Ecuador, Brasil, Venezuela o Nicaragua, en un momento decisivo en la historia de América Latina? Puede, pero no será fácil. El vicepresidente Álvaro García Linera ha sabido disolver ese peligro rápidamente.
¿No están las revelaciones hasta ahora conocidas demasiado centradas en el ámbito político quedando al margen las grandes corporaciones, los grandes centros de poder económico? Wikileaks ya ha anunciado futuras «filtraciones» sobre el comportamiento real de grandes multinacionales.
Los ataques contra Wikileaks, ¿no revelan, sorprendentemente, vulnerabilidades evitables? El error no siempre está alejado de las acciones humanas.
¿No es posible que el complejo poliedro Wikileaks presente caras que ahora no podemos ni siquiera imaginar? ¿No hemos sido ingenuos en multitud de ocasiones con los resultados conocidos? Puede ser; seamos todo lo prudentes que sea razonable.
¿No es acaso significativo que los socios de Assange en París, la web owni.fr, la empresa parisina de periodismo electrónico 22marsSAS a la que Assange solicitó el diseño de la plataforma informática de búsqueda y explotación de los documentos sobre Irak que se publicaron en octubre de este mismo año, exprese su escepticismo con el proyecto tras la alianza de Assange con los cinco grandes medios de (des)información? ¿Qué tiene el ver El País o Der Spiegel, por ejemplo, con la «nueva agencia del pueblo» que decía querer ser Wikileaks en 2009? ¿No son razonables las palabras de Nicolas Kaiser-Bril, el data-periodista y jefe de la publicación francesa, cuando sostiene que uno tiene derecho a interrogarse sobre lo que él considera nueva orientación de Wikileaks? [1] Tiene derecho, desde luego, tenemos derecho, pero Pepe Escobar, por ejemplo, ha argumentado también el probable sentido de la inteligente estrategia que está detrás del acuerdo con esos medios [2].
¿No está adquiriendo un papel demasiado central Julian Assange? ¿No está buscando, y consiguiendo, que los focos de la opinión pública internacional se centren exclusivamente en él? ¿No se habla demasiado del mensajero y un poco menos del mensaje? La vanidad es una tentación al alcance y riesgo de todos y, en este caso, el mensaje, los numerosos mensajes, no parecen que hayan quedado ocultados.
¿Cómo es posible que el Pentágono, la CIA y mil agencias más, no hayan sido capaces de destruir un intento así, que en definitiva parte, si no hay gato encerrado, de la voluntad, capacidad y muy limitados medios económicos de un número reducido de personas de la sociedad civil? Todo poder, incluso los grandes poderes imperiales, tienen hendiduras. Nadie ni nada es perfecto, incluso el kernel del eje del Mal.
¿No son los documentos revelados apenas una punta del inmenso estercolero diplomático? ¿Aportan realmente algo nuevo a personas informadas, puestas en materia? ¿No es cierto que la izquierda resistente ya ha señalado esas mismas barbaridades, y otras afines y no afines, centenares, miles de veces? ¿No existe el riesgo evidente de que las gentes crean que esos desmanes son únicos, que no hay apenas nada más, y se pierdan en el horizonte jupiterino del olvido miles de peores barbaries? Sin duda, pero a los ojos y oídos de centenares de millares de ciudadanos del mundo muchas de las cosas que están saliendo son una novedad y, además de ello, la documentación compromete y el teatro afable de la política internacional ha quedado herido de muerte. Como se ha visto obligado a declarar el miércoles 1 de diciembre de 2010 el portavoz del Pentágono Geoff Morrell: «No empleamos las fuerzas del Cibercomando, porque la revelación de los documentos no nos van impactar negativamente a largo plazo». Y eso por qué podemos preguntarnos. La respuesta de mister Morrell: «El mundo no se relaciona con nosotros porque les gustamos o porque nos tengan confianza. Pactan con nosotros porque no les queda más remedio. Somos el último, el único, poder indispensable que queda». Lo sabido, pero dicho ahora por televisión y puesto ahora por escrito.
Por lo demás, ¿no tiene razón o razones el canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, cuando afirma que las filtraciones de Wikileaks «desnudan la diplomacia imperial», «transparentan sus verdaderas intenciones», la «burda intervención en nuestros asuntos internos», y que van a quedar «pocos ingenuos en este mundo que no hayan entendido que detrás de las sonrisas y palabras amables del presidente de Estados Unidos no ha habido ningún cambio de política ni ética»? ¿No es razonable la opinión del canciller venezolano, Nicolás Maduro, quien ha sostenido que las filtraciones están destapando «una inmensa operación de intriga política, de espionaje, de búsqueda de influencia por vía ilegítima» y revelan la «persecución permanente en contra de la revolución bolivariana, en contra del pueblo venezolano»? ¿No es significativo que Daniel Ellsberg, en que revelara los «Papeles del Pentágono» sobre la guerra del Vietnam, haya pedido el boicot a Amazon, a su vez amenazada por el senador Joe Lieberman y el Departamento de Seguridad Interior, por su decisión de cancelar el servicio que prestaba a Wikileaks? ¿No es igualmente significativo que la extrema derecha fascista americana pida literalmente la cabeza de Assange? ¿No lo es también que el gobierno francés de Sarkozy, en connivencia con el norteamericano, intente impedir que Wikileaks encuentre un sitio donde alojar su página web y sus contenidos? ¿No es prueba de alta tensión que el ministro de Industria, Eric Besson, haya amenazado a todas las empresas que trabajen o colaboren con Wikileaks? Teatro, puro teatro. Puede ser, pero no está demostrado que sea así necesariamente.
¿No está Assange en peligro? ¿No hay órdenes de detención contra él? ¿No suena a montaje policial, no parece una trampa diseñada, la acusación de la fiscalía sueca? ¿No hay posibilidades reales de que sea extradito a Estados Unidos? ¿No tiene razón Assange cuando señala que su seguridad no es ya un asunto privado sino un asunto público que nos concierne a todos? ¿No debe la izquierda defenderle? ¿No es un atropello inadmisible la caza y captura a la que está sometido?
En síntesis: seamos dialécticos esta vez y que sirva además de precedente, y recordemos el panta rei, el todo fluye. No toda esta senda de la tradición fue una búsqueda insensata de lógicas alternativas imposibles y metodologías indocumentadas. El «Watergate de los calles» no es el Primer Motor inmóvil, es un proceso. No es una foto ni una situación fijada para siempre, inalterable como el Ser parmenídeo. Va transformándose y, probablemente, con movimiento uniformemente acelerado en los próximos días. Ahora, en estos momentos, presenta una cara que merece el apoyo de toda la izquierda y toda la indignación que comporta lo que vamos conociendo (o reconociendo). Veremos cómo evoluciona. Apoyemos mientras tanto todas las causas justas que se deriven. Por ejemplo, las acciones emprendidas por la familia del periodista asesinado Jose Couso.
La búsqueda y captura de Assange prosigue y adquiere nuevas dimensiones. Que el Imperio e INTERPOL le busquen, por los motivos que lo buscan, no garantiza desde luego la bondad de su empresa. Peores hemos visto, muchas sorpresas nos ha dado ya la vida. Pero la prudencia no nos debe hacer inactivos ni mermar un átomo nuestra solidaridad activa con alguien que ha arrojado luz sobre la barbarie e injusticias de la diplomacia internacional, ni con la organización, Wikileaks, que le es anexa.
Notas:
[1] Andrés Pérez, «Los socios de Assange en París critican el nuevo rumbo». Público, 4 de diciembre de 2010, p. 11.
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