I. LA TRAMA Y EL HILO
Existe una teoría de Wikileaks, la producida por sus promotores y concretamente por Julian Assange en diversos escritos y entrevistas. Quizá el texto teórico más importante que hasta el momento ha producido y publicado el inspirador y fundador de Wikileaks sea
State and Terrorist Conspiracies (Estado y conspiraciones terroristas), publicado en 2006 en su blog junto con otra versión reelaborada del mismo texto titulada
Conspiracy as Governance (La conspiración como modo de gobierno). En sustancia, la teoría del poder de Assange sostiene que existen unos poderes que, valiéndose del secreto, impiden que exista un buen gobierno (good governance) basado en la justicia y la transparencia: «Cuando se conocen detalles del funcionamiento interno de los regímenes autoritarios, vemos interacciones conspirativas entre la élite política, no sólo por obtener preferencias o favores dentro del régimen, sino como la principal metodología de planificación primaria que subyace al mantenimiento o el reforzamiento de un poder autoritario. Los regímenes autoritarios hacen surgir fuerzas que se oponen a ellos oprimiendo la voluntad individual y colectiva de libertad, verdad y autorrealización. Una vez descubiertos, los planes de los que se vale el gobierno autoritario suscitan resistencia. De ahí que los poderes autoritarios que logran sus fines oculten esos planes. Esto es suficiente para definir su conducta como conspirativa» (State and Terrorist Conspiracies).
Es sumamente interesante ver en el mismo texto cómo se analizan las redes conspirativas en términos casi idénticos (modelo matemático de los «grafos conectados» incluido) a los que emplean los organismos de seguridad antiterrorista y el ejército de los EEUU. La conspiración, según Wikileaks, se organiza así en redes organizadas alrededor de algunos nodos principales de comunicación que sólo funcionan mediante el secreto. Si se desvelan los secretos de la conspiración, o se filtra al menos una parte de ellos, la trama queda dividida y parcialmente neutralizada. El objetivo es revelar el suficiente número de secretos para que la trama como tal deje de existir. La historia es así, básicamente la de dos fuerzas: una conspiración de los poderosos para mantener sus privilegios y su poder arbitrario y la resistencia de quienes persiguen la libertad, la verdad y la autorrealización. Detrás del poder existe pues una subjetividad ccon intenciones claras para ella misma, aunque ocultas al público. Lo que ocurre es que se trata de una subjetividad transindividual capaz de sumar distintas aportaciones de sus miembros (inputs) y producir como resultado (output) el siguiente acto de la conspiración.
El esquema es básicamente el desarrollado por
John Boyle, el teórico norteamericano de la contrainsurgencia en su esquema del «OODA loop» y posteriormente aplicado por Arquilla y Ronfeldt en su teoría de la
netwar o «guerra red». El
OODA loop o «bucle de Observación-orientación-decisión-acción» parte de la idea de que la posibilidad de victoria se decide antes del combate. Es así necesario interrumpir el circuito OODA en la primera fase posible, para que el enemigo no pueda llegar a la siguiente y atacarnos. Este esquema que posteriormente ha sido desarrollado por la doctrina militar y antiterrorista norteamericana -basándose también en el clásico taoísta de la guerra Sun Tzu- es esencial para actuar frente a un enemigo que funciona en red. Cortar la red es privarle de capacidad de observación (privándolo de fuentes de datos), orientación (perturbando la interpretación de los datos), decisión (cortando las cadenas fiables de mando) y acción. Así, afirma Assange, fiel a esta teoría, aunque pretende utilizarla contra el propio poder que la formula y desarrolla, que: «Una conspiración autoritaria que no puede pensar eficazmente, no puede actuar para preservarse frente a los oponentes que genera. Cuando consideramos una conspiración como un conjunto orgánico, vemos un sistema de órganos que interactúan, un cuerpo con arterias y venas cuya sangre puede espesarse y fluir cada vez más lentamente hasta que el organismo cae, incapaz de comprender y controlar las fuerzas de su entorno.»
La diferencia entre esta doctrina militar adaptada a los nuevos paradigmas biopolíticos y cognitivos y la doctrina anticonspirativa de Wikileaks es que en la primera no se parte de la idea de una conspiración , sino de una estructura cooperativa no necesariamente oculta. Ello se debe a que los teóricos militares omiten enteramente la dimensión política e ideológica de la soberanía para centrarse en los modos en que las relaciones de fuerzas se determinan en un marco de poder a todos los efectos post-soberano (y post-fordista). La dimensión de la conspiración tiene, sin embargo, un papel fundamental en la teoría de Assange, pues,
como ya señalábamos en este blog, sólo el mantenimiento de la dimensión del secreto puede a la vez preservar las apariencias de la soberanía (el secreto de Estado) y justificar el programa de la leal oposición liberal de aumentar la transparencia de la vida pública. El punto de vista de los gobernantes como el de la leal oposición parten de dos actitudes igualmente utópicas y complementaias frente a lo real del poder: quienes ostentan el poder piensan que es posible ocultar los resortes de su funcionamiento, que existen realmente unos «arcana imperii» o secretos de Estado, quienes buscan la transparencia y quieren desenmascarar el poder creen que se puede llegar a descubrir ese secreto, que puede saberse toda la verdad del poder. ¿Y si simplemente ese secreto no existiera? ¿Si la intimidad del poder se manifestara como su más completa exterioridad, como lo que Lacan denominaba su extimidad? ¿Si inversamente, por mucho que el poder se haga transparente, su exhibición no puede no dejar un residuo, una dimensión no simbolizable que constituye al poder como tal? La obediencia al soberano, la servidumbre voluntaria en que La Boétie reconoció la clave del poder moderno, sólo pueden funcionar mediante la creencia en la excepcionalidad del soberano en el hecho de que este posea algo que los demás no tienen y que no es sino la oscura causa del deseo de obedecer. De este modo, tanto para el poder soberano como para su leal oposición liberal en la que milita Assange la creencia en el secreto de Estado es un dogma de fe. Del mismo modo que el blasfemo afirma a Dios con cada una de sus blasfemias, Wikileaks afirma y refuerza el mito de la soberanía en el momento en que todos los hechos desmienten la realidad de ésta.
En ese aspecto, Assange es un tal vez insospechado discípulo del gran autor moderno de la teoría de la conspiración, el abate Barruel. Barruel, un sacerdote contrarrevolucionario y legitimista publicó un largo memorial (
Mémoires pour servir à l’histoire du jacobinisme, Hamburgo 1798) para demostrar que la revolución francesa había sido el resultado de una conspiración urdida por una secta, la de los jacobinos, y que esta secta, a su vez, formaba parte de una trama mucho más dilatada en el tiempo y el espacio cuyo punto inicial se sitúa en el asesinato por el rey de Francia Philippe le Bel de los principales dignatarios de los templarios. Los templarios supervivientes se mantuvieron ocultos en espera de su venganza y se unieron a otros enemigos del trono, del altar y la sociedad como los Illuminati de Baviera y los masones, para acabar haciendo ejecutar al rey de Francia. Desde el punto de vista novelesco, la narración de Barruel tiene mucho interés, pero aquí nos interesa su aspecto epistemológico.
La tesis principal de Barruel es que la historia tiene un sujeto, que detrás del carácter aparentemente aleatorio de los acontecimientos, existe una voluntad oculta que mueve los hilos y termina realizando su propósito. Los enfrenamientos sociales claros y abiertos que se produjeron en las distintas fases de la Revolución francesa no tienen así para Barruel la más mínima importancia: en realidad todos fueron inspirados por los jacobinos-templarios-iluminados: «
Bajo el nombre desastroso de Jacobinos, ha surgido una secta en los primeros días de la revolución francesa, que enseña que todos los hombres son iguales y libres, pisoteando, en nombre de esa libertad, de esa igualdad desorganizadoras, altares y tronos, llamando en nombre de esa misma igualdad, de esa misma libertad, a todos los pueblos a los desastres de la rebelión y a los horrores de la anarquía.[…] En esta revolución francesa,todo, hasta sus crímenes más espantosos,todo ha sido previsto, meditado, combinado, resuelto, decidido: todo ha sido resultado de la más profunda inspiración criminal, pues todo ha sido preparado, impulsado, por hombres que eran los únicos que llevaban el hilo (le fil) de las conspiraciones ha tiempo urdidas en esas sociedades secretas y han sabido elegir y apresurar los momentos propicios para las conjuras.»
Cabe destacar en el fragmento que acabamos de citar la curiosa coincidencia terminológica con los textos del siglo XXI a que nos hemos referido más arriba, pues nos encontramos incluso con la metáfora del hilo que en la problemática de Assange sirve de material para construir su ejemplo didáctico de la red en que consiste el grafo conectado de la conspiración. La conspiracióntiene que ver con los hilos, los hilos que constituyen ocultamente una trama o una red. La modernidad de Wikileaks coincide con el tradicionalismo del abate en considerar el poder como algo misterioso, algo que está en manos de algunos que mueven sus hilos. Con ello el abate y el hacker ignoran por igual las correlaciones de fuerzas que efectivamente constituyen el poder contribuyendo así eficazmente a la mistificación sobre su origen.
II. LA LIBERTAD DE PRENSA Y LA CASA DE CRISTAL
La teoría de Wikileaks tiene, sin embargo, otra vertiente, pues realiza, junto a su denuncia de la conspiración y del secreto una firme reivindicación de
la transparencia en la vida social y política. Todo ello en nombre de una capacidad de autorregulación de la sociedad que exige como condición para su realización efectiva que cada uno de los sujetos disponga de los datos necesarios a fin de efectuar opciones racionales. El objetivo de Wikileaks es a corto plazo perturbar la opacidad de los gobiernos «autoritarios», a largo plazo, establecer una gobernanza basada en la transparencia. Esto es lo que explica el propio Assange en una
entrevista a la revista Forbes:
«¿Diría de Vd. que es partidario del libre mercado?
Sin la menor duda (absolutely).Tengo una opinión menos definida respecto al capitalismo, pero me encantan los mercados. […]
¿Cómo encajan las filtraciones dentro de todo ésto?
Dicho de manera sencilla, para que exista un mercado, tiene que existir información. Un mercado perfecto requiere una información perfecta».
En esta búsqueda de una utópica transparencia, Wikileaks no es sino el reverso progresista del proyecto TIA (Total Information Awareness– Conociemiento total de la Información) un plan de control absoluto de toda la información mundial formulado por el almirante Poindexter después del 11 de septiembre y hoy sólo parcialmente aplicado. El proyecto TIA tenía la imposible misión de impedir que exista nigún tipo de secreto haciendo que todas las comunicaciones estén de un modo u otro interceptadas. El problema fundamental de ese proyecto es que, por un lado es imposible definir lo que es información y aún más qué es toda la información, por no hablar de lo que significa el «conocimiento» de la información y esa imposibilidad no es contingente, sino estructural, pues la lógica (Gödel) y el psicoanálisis (Lacan) demuestran que no existe ningún conocimiento que pueda aspirar a la totalidad..
Poindexter formula un proyecto que aspira a hacer a los súbditos transparentes en nombre la seguridad, mientras que Wikileaks pretende que el poder sea transparente el poder en nombre de la libertad.
En realidad, no existe contradicción alguna entre las dos transparencias cruzadas: la del poder para el ciudadano y la del ciudadano para el poder. Jeremy Bentham, quien Marx considerara el epítome de las libertades de mercado (Libertad, igualdad, propiedad …y Bentham) defendió con la máxima energía ambas transparencias, considerándolas no sólo compatibles sino claramente complementarias. Bentham no es sólo el diseñador del modelo formal de cárceles, escuelas y hospitales denominado «panóptico», sino también el utopista de la sociedad transparente en la cual todos los actos públicos deberían realizarse como si cualquiera los pudiera ver y todos los actos privados e incluso íntimos deberían suponerse observados por un poder transparente y benévolo. De ese modo, en dos párrafos memorables de su Deontology, que conviene transcribir sentará a la vez las bases de la libertad de prensa y de la sociedad de control:
«Cuanto más viven las personas en público, más sensibles son a la sanción moral. Cuanto mayor sea la dependencia en que se encuentran las personas cuando están en público, esto es cuanto mayor sea la igualdad que existe entre ellas, más claramente se abre paso la evidencia, mayor es la certeza de sus resultados. La libertad de prensa coloca a todos los hombres en presencia del público. La libertad de prensa es el mayor coadyuvante de la sanción moral.» (J. Bentham,
Deontology) De este modo, gracias a la transparencia que se obtiene en la esfera pública, la observación recíproca de sus conductas por parte de los hombres conduce a todos ellos a cumplir con su deber a la vez que realizan su interés bien entendido. En esto se inspira la idea liberal de la libertad de prensa: una libertad que facilita la autorregulación social y contribuye a la buena gobernanza. No es esto, sin embargo lo único que sostiene Bentham, pues, la transparencia, además de en esa dirección ascendente que, según la tradición liberal permite al ciudadano controlar al poder, puede también ejercitarse de arriba a abajo del gobernante al súbdito:
«Sería deseable que el nombre de cada hombre estuviera escrito en su frente así como en su puerta. Sería deseable que no exisitiera el secreto -que la casa de cada uno fuera de cristal, con ello necesitaríamos menos ventanas abiertas a su corazón. Las acciones son una interpretación tolerablemente adecuada de los sentimientos,.cuando la observación nos ha dado la llave de aquellas.»
Este poder para el que las casas han de ser de cristal como la propia urna desde la que nos observa pótumamente Bentham, va imponiéndose cada vez más en numerosos países en nombre de la libertad, la seguridad y el respeto del consentimiento de los agentes del de mercado. Un lugar donde este tipo de poder que Michel Foucault denomina «pastoral» ha triunfado es Suecia, país donde los márgenes de libertad e inseguridad propios de la práctica sexual ya pueden ser objeto de una severa inspección por parte de la justicia. Puede someterse así a prueba si ha habido durante un acto sexual rotura del preservativo y si en todo y cada uno de los momentos de un coito se contaba con el consentimiento de ambas partes. En esto, la transparencia postmoderna coincide con el celo inquisidor de lo íntimo de los manuales de confesión católicos que son precisamente una de los instrumentos de ese poder pastoral. Julian Assange puede hoy verse en su propia piel como un apóstol y un mártir de la transparencia y como una víctima de la propia voluntad de transparencia del poder. Con todo, no hace falta estar de acuerdo con ellos para manifestar una activa solidaridad con Assange y con Wikileaks. Los amenaza toda la rabia de un poder impotente.
Fuente: http://iohannesmaurus.blogspot.com/2010/12/wikileaks-del-abate-barruel-jeremy.html
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