Un Boeing C17 Globemaster III, de la fuerza aérea estadounidense aterrizó el 10 de febrero en el aeropuerto de Ezeiza, en Buenos Aires. Oscuros incidentes encadenados a partir de ese momento dieron como resultado inicial revelaciones para muchos sorprendentes, un protagonismo excesivo del canciller Héctor Timerman y un conflicto diplomático con Estados Unidos, cuyo alcance […]
Un Boeing C17 Globemaster III, de la fuerza aérea estadounidense aterrizó el 10 de febrero en el aeropuerto de Ezeiza, en Buenos Aires. Oscuros incidentes encadenados a partir de ese momento dieron como resultado inicial revelaciones para muchos sorprendentes, un protagonismo excesivo del canciller Héctor Timerman y un conflicto diplomático con Estados Unidos, cuyo alcance y derivaciones no pueden medirse todavía.
En dos palabras: ha quedado a la luz pública que Estados Unidos continúa sin pausa armando y entrenando a las fuerzas armadas y de seguridad argentinas. Una parte del cargamento del C17 no estaba declarada y hasta el momento no se sabe cuál era su destino. A partir del descubrimiento, se desató el conflicto.
El avión transportaba equipo y personal militar estadounidense destinados a entrenar durante cinco semanas al Grupo Especial de Operaciones Especiales de la Policía Federal argentina (GEOF). Ésa es la primera revelación que, sin los incidentes, hubiese permanecido absolutamente oculta para la población.
La segunda, es que tales ejercicios se realizaron en 1997, 1999 y 2002; fueron interrumpidos en 2003, reanudados en 2009 y debían realizarse nuevamente ahora. En los dos primeros años señalados gobernaba la Alianza y el presidente era el radical Fernando de la Rúa; en 2002, era presidente Eduardo Duhalde, del PJ; en 2009 la titular del Ejecutivo era Cristina Fernández; el jefe del PJ su esposo Néstor Kirchner; en la embajada argentina en Washington estaba Timerman.
Un detalle a tener en cuenta es que en 2008, con el colapso financiero sacudiendo las estructuras del capitalismo mundial, Argentina se había incorporado al G20, grupo reflotado ad hoc por Estados Unidos en medio del marasmo.
También fueron difundidos datos hasta ahora cuidadosamente guardados por la prensa comercial argentina, que en esta oportunidad los saca a relucir con rara fruición. Por ejemplo, que en los últimos siete años «más de 4000 efectivos de las fuerzas armadas y de seguridad argentinas fueron entrenados por oficiales militares de Estados Unidos», según Clarín.
Estos medios tradicionales, desvergonzadamente alineados con Washington, escandalizados por el hecho de que se haya planteado un conflicto con la Casa Blanca, se solazan ahora subrayando que los gobiernos de Kirchner y su esposa «no han cuestionado la condición de aliado extra Otan -único país en la región- que le otorgó Estados Unidos», subrayando además que «entre 1999 y 2010 se entrenaron allí (en Estados Unidos) 5697 hombres, siendo el octavo país entre 36 latinoamericanos y caribeños y el primero entre los cinco del Cono Sur que más efectivos mandó». Sigue diciendo esta nota de Juan Tokatlian, publicada en La Nación el 15 de febrero, que «entre 2004 y 2009 el país recibió armas y equipos estadounidenses por más de 280 millones de dólares, siendo el sexto en América Latina y el Caribe».
No menos inusuales son los facsímiles reproducidos por Clarín y La Nación para respaldar la información de que el ministerio de Seguridad dirigido por Nilda Garré había aprobado el arribo del avión, con su carga reconocida. Con fecha 7 de septiembre, dice Clarín, fue aprobado el ingreso de la nave, sus pasajeros y el equipo formalmente establecido: «El secretario de Planeamiento, Gustavo Sibilla, escribió en la nota 45 7007/10: ‘Tengo el agrado de dirigirme a Usted en vistas a la concreción de la fase II del intercambio sobre rescate de rehenes entre el Grupo Especial de Operaciones Federales (GEOF) y expertos militares estadounidenses, a llevarse a cabo en las instalaciones del GEOF en Buenos Aires. Con la conformidad de esta Secretaría, se remiten las presentes actuaciones a los efectos que estime corresponder'».
Ninguna de estas afirmaciones ha sido desmentida por el Ejecutivo Nacional, voceros oficiosos o medios de prensa alineados con el gobierno.
Según las últimas informaciones dadas por la Cancillería, la Aduana «procedió a liberar la carga ingresada legalmente» al país pero «incautó lo intentado ingresar en contravención a las leyes»; el comunicado informa que «formulará una protesta así como un pedido para la colaboración en la investigación sobre los motivos que la Fuerza Aérea de los Estados Unidos tuvo al intentar violar las leyes argentinas ingresando material camuflado dentro de un cargamento oficial».
El texto detalla que «se hallaron equipos de transmisión, tres aparatos encriptadores de transmisión, mochilas militares, pen drives, medicamentos vencidos y drogas estupefacientes, narcóticas y estimulantes del sistema nervioso. También un sobre verde en cuyo interior se hallaron dos pen drives rotulados y un disco rígido rotulados como ‘Secreto’, códigos de comunicaciones encriptadas y un folleto traducido en quince idiomas con el texto: ‘Soy un soldado de Estados Unidos. Por favor, informe a mi embajada que he sido arrestado por su país'». Según el texto, la nave estadounidense «había intentado ingresar al país material para interceptar comunicaciones, varios GPS de una sofisticación reveladora de su potencia, elementos tecnológicos conteniendo códigos caratulados como secretos, así como un baúl completo con drogas medicinales vencidas».
Conclusiones obvias
El escándalo mediático creado en torno a este episodio, así como eventuales derivaciones diplomáticas, no deberían ocultar lo obvio: al menos cinco ministerios del Ejecutivo argentino (Cancillería, Defensa, Seguridad, Interior y jefatura de Gabinete) han estado involucrados en el adiestramiento, por parte de instructores militares estadounidenses, de alrededor de 4 mil efectivos de las fuerzas armadas y de seguridad argentinas, sea en territorio nacional, sea en terceros países.
Poner el foco del episodio en la maleta no declarada por los invitados suena a burla. Es un mal pase de un aprendiz de mago, que revolea la capa y mueve con gestos grotescos un alicate gigantesco al cortar el precinto de una caja (con el canciller gesticulando y las cámaras de televisión trabajando a gusto)… para que no se vea el avión. ¿El problema es que venían medicamentos vencidos, sofisticados gps y algún arma de porte mayor? ¿Qué se espera en la carga de un avión de guerra estadounidense? La capa del mago no alcanza para ocultar un transportador aéreo de la estrategia imperialista contra América Latina. Ni con ayuda del Mossad se logra semejante birlibirloque.
Aturde el silencio en torno a esta obviedad de tanto candidato girando por programas de televisión y radio. Piden el voto popular y no tienen el mínimo coraje de denunciar algo que está a la vista de todos. El oprobio es mayor al observar que Timerman pasó, el mismo día, de un debate mediante tweeter con una vedette, a su papel de bravo luchador antimperialista (ver reproducción facsimilar del intercambio con la singular contendiente en los diarios argentinos del 14/2).
Más grave, desde luego, es el silencio de la Presidente Fernández, mientras su canciller continúa haciendo el ridículo. Falta su voz pública para condenar toda y cualquier colaboración de militares o agentes estadounidenses en la preparación de militares, policías, gendarmes o especialistas argentinos. Un millón de palabras aludiendo a la soberanía o «la felicidad de los argentinos» se pierden al instante frente a ese silencio. No hay integración latinoamericana con esbirros yanquis entrenando potenciales asesinos y torturadores locales. Todo se convierte en una escandalosa estafa moral. No hay democracia en Argentina con la continuidad de estas prácticas.
«Martínez o Timerman»
¿Por qué entonces la alharaca del canciller? Alguien ingenioso en la Casa Rosada continúa cometiendo errores graves de aplicación. Y a eso se suma la compulsiva creatividad de Timerman. Es por demás evidente que en el Ejecutivo se ensaya un conjunto de artilugios para mostrar a la Presidente como la expresión local de la fuerza revolucionaria, antimperialista y socialista que recorre el continente y se proyecta con fuerza desde Venezuela, Ecuador y Bolivia. Esa maniobra táctica es imprescindible para ganar votos por izquierda, a su vez imprescindibles para intentar una victoria en primera vuelta, ante el temor de que en un segundo turno se verifique el resultado medido en las elecciones del 28 de junio de 2009, cuando con Néstor Kirchner como jefe partidario y principal candidato, además de perder en el distrito clave, la provincia de Buenos Aires, el PJ fue vencido en proporción de 30 a 70% a escala nacional.
Ocurre que en el entramado de esa necesidad oficial está aferrado… el inefable canciller, empeñado además en ganarse la candidatura de vicepresidente tras Fernández.
Elegir a Timerman para una operación de maquillaje antimperialista, es como utilizar una llave inglesa ferrocarrilera para reparar un reloj de precisión. Por eso en el círculo íntimo de la Presidente cunde el descontento y la alarma. De allí la explicación del traspié en Ezeiza que detonó el escándalo: alguien puso la mano para que maleta no declarada se trabara en la aduana. Lo mismo ocurrido con otra maleta célebre, en los días previos a la elección de la actual Presidente, aunque con sentido político inverso (a propósito: el autor de aquell picardía demoró bastante hasta perder su puesto, cálculo que tal vez alienta a Timerman).
Todo indica que el canciller quiere reeditar una poderosísima herramienta electoral utilizada por Juan Perón en 1945. El resultado es esta penosa caricatura del histórico «Braden o Perón».
Sólo que la embajadora estadounidense Vilma Martínez no ha ocupado el lugar protagónico de su lejano antecesor (algo han aprendido los imperialistas). Y también habría que tener en cuenta otro detalle: Timerman es un apellido esdrújulo y no suena bien como consigna al lado de Martínez. Si la argumentación no fuese suficiente, alguien podría comparar las dotes del actual canciller con las del viejo líder…
Ya son muchos los resbalones. Y muy costosos. Listas «colectoras», encarcelamiento de Gerónimo Venegas… para sólo hablar de los más resonantes y dejar de lado, entre tantos otros, el mal paso inicial en la ocupación del parque Indoamericano.
Sería más sencillo salir del G20 y entrar al Alba. Y convocar a las masas a organizarse para enfrentar a los yanquis y sus socios locales. En ese caso, nadie dudaría acerca de la voluntad antimperialista y soberana de Cristina Fernández. Acabaría la zozobra por las encuestas negativas que empujan a cometer tantos errores. Su victoria en octubre estaría asegurada.
Fuente original: www.americaxxi.com.ve