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Conflicto México - Francia

Presidentes sin estatura

Fuentes: Rebelión

La tragicomedia franco mexicana El enfrentamiento entre el gobierno francés y el mexicano, en un derroche de desatinos diplomáticos, ha hipotecado la realización en Francia durante el 2011 de cerca de 300 actividades culturales y académicas bajo la convocatoria del denominado Año de México en Francia. El origen del conflicto no está en las discrepancias […]

La tragicomedia franco mexicana

El enfrentamiento entre el gobierno francés y el mexicano, en un derroche de desatinos diplomáticos, ha hipotecado la realización en Francia durante el 2011 de cerca de 300 actividades culturales y académicas bajo la convocatoria del denominado Año de México en Francia.

El origen del conflicto no está en las discrepancias que pueden tener Francia o México sobre el caso de la ciudadana francesa Florence Cassez, condenada a 60 años de cárcel por secuestro y portación de arma de fuego. El conflicto escaló por la arrogancia conque Calderón y Sarkozy confundieron los intereses de la Nación con sus intereses personales y llevaron a juicio mediático un tema sensible, que debió arreglarse en una negociación discreta y eficaz.

Una equivocada noción de la diplomacia por parte del Ejecutivo mexicano ha impedido la difusión de la cultura y la creación intelectual mexicana en Francia. Por su parte, con el mismo enfoque erróneo de la diplomacia, el Ejecutivo francés ha cerrado las puertas de Francia a la cultura y la intelectualidad mexicanas.

Cancelando el «Año de México en Francia», lo que ambos presidentes aplican es un acto de censura – autoritario y vertical – que impide a los mexicanos hablar, actuar, bailar o exponer en Francia y que arrebata a los ciudadanos franceses su derecho a informarse, a conocer las diversas formas de expresión cultural mexicana, algunas de ellas con muchos siglos de existencia.

Culpables o inocentes

En esta versión 2 de la Guerra de los Pasteles no se trata de andar buscando culpables o inocentes, porque los asuntos judiciales no guardan relación con el «Año de México en Francia» y porque no hay elementos suficientes para saber qué pasa realmente.

Del lado galo, al mismo tiempo que la justicia francesa se desgarra la vestiduras por Florence Cassez, quiere deportar a España a Aurore Martin, también de nacionalidad francesa, acusada de «participación en una organización terrorista» por la Audiencia Nacional debido a su actividad como vocera entre 2005 y 2008 en Batasuna, ilegalizada en España pero no en Francia, por supuestos vínculos con la organización terrorista ETA. 60 parlamentarios vascofranceses hicieron público su apoyo a la ex dirigente de Batasuna presentando una declaración a la prensa en la que aseguraban que acogían a Aurore en sus casas y apartamentos porque se oponen a su entrega a España. ¿Dónde queda la coherencia?

¿No será que ante los fracasos de su política exterior y reiteradas ineptitudes de la Canciller Michéle Alliot Marie en África y Medio Oriente, el presidente francés se quiere dar baños de pureza con el affaire Cassez?

Del nada glorioso lado de la justicia mexicana, los mismos mexicanos que se horrorizan ante casos como el de Jacinta Marcial, mujer indígena otomí, de 46 años, condenada injustamente a 21 años de prisión por el delito de secuestro contra seis policías y que Amnistía Internacional adoptó como presa de conciencia. Esos mismos mexicanos que asistieron por televisión a la liberación de Sergio Barraza Bocanegra, asesino confeso de su esposa Rubi y que culminó en el asesinato de la madre de la víctima, la activista de Derechos Humanos Maricela Escobedo, frente al Palacio de Gobierno del Estado de Chihuahua y también televisado para todo el país gracias a las cámaras de seguridad.

Mis cuates vaya, esos que aplauden la película «Presunto culpable» que basada en un caso real demuestra cómo a un joven mexicano se le condenó por homicidio sin prueba alguna; pues estos mismos se envuelven en la bandera patria y se lanzan desde el balcón de la dignidad nacional para defender la condena a 60 años de Cassez, sin tomarse un minuto de racionalidad para analizar las incoherencias y vacíos jurídicos que el caso arrastra desde el primer día (que para acabar pronto es el segundo).

En México, el 41% de los presos son torturados por la policía y el 93% nunca vieron una orden de aprehensión cuando fueron asegurados y si los mexicanos progresistas no toman conciencia de que se está avalando a corruptos como Gerardo García Luna para que mañana viole los derechos de cualquiera de nosotros, estamos retrocediendo en materia de democracia.

A la canciller mexicana no se le puede criticar nada porque no hace nada. Al Ejecutivo si se le puede cuestionar la total ausencia de una política exterior madura y que se extravió creyendo que con un buen embajador en Washington y algunos incompetentes aduladores en Los Pinos bastaba para mantener las relaciones y la imagen del país.

 

Ni la arrogancia colonial de Sarkozy hacen más culpable a Florence Cassez, ni la torpeza de Calderón y la corrupción de la justicia mexicana la hace más inocente. Eso debe determinarlo una Justicia competente y no corrupta. El enredo que armaron los dos presidentes es ajeno a la diplomacia y las relaciones culturales y está motivado por asuntos de política interna y la proximidad de las elecciones en ambos países. Con lo cual se demuestra que el tamaño de sus egos es inversamente proporcional a su estatura política.

Diplomacia o relaciones internacionales

A pesar de que la globalización se ha extendido a la mayoría de los campos de la sociedad, la diplomacia se resiste a que grupos sociales, individuos, miembros de la política o la academia entren en «su dominio».

Las cancillerías y las academias diplomáticas cierran las puertas a todos los actores que pudieran opinar o actuar más allá de los intereses del Poder Ejecutivo. Como si hoy la gestión del Estado fuera una especialidad de la elite y los ciudadanos no tuviéramos nada que decir respecto a las decisiones que se toman -en nuestro nombre- sobre las relaciones con otros Estados u otros ciudadanos.

A lo mucho, en medio de un enarbolar de banderas chauvinistas y a nombre de los llamados «intereses patrios», se le pide a los medios de comunicación respaldar una iniciativa gubernamental y lograr que el grueso de los ciudadanos, a fuerza de verla y verla y oírla y oírla, la hagamos nuestra y la defendamos acríticamente.

Al mismo tiempo que los Jefes de Estado y sus diplomáticos le dan la espalda a la vitalidad de las sociedades contemporáneas, grandes sectores ciudadanos actúan, inciden y se relacionan de manera horizontal a través de todo el mundo. Las más de las veces, consiguen generar estados de opinión en otros países mucho antes que la primera «nota verbal» llegue por correo diplomático o el primer «enviado especial» haga antesala en algún ministerio de relaciones exteriores.

 

El mundo se hace chiquito y hoy la sociedad ha dejado de ser un actor pasivo para convertirse en un actor más de las relaciones internacionales. Si éstas se llaman así, es porque son «entre naciones» y no entre selectos iniciados. Las comunicaciones inmediatas vía Internet, la horizontalidad de las relaciones de la sociedad-mundo, los vínculos directos y permanentes entre socios económicos, culturales, religiosos y asociaciones de todo orden, hacen que la idea de internacional exceda largamente al concepto de «razón de Estado».

Sólo que los presidentes y Jefes de Estado, aunque se dicen enterados, todavía no han incorporado en sus prácticas políticas el tomar en cuenta la opinión de los ciudadanos y sus capacidades para operar novedosas y expeditas formas de interrelación con el resto del mundo. Ni Calderón ni Sarkozy se detuvieron a preguntar la opinión de sus ciudadanos de la mejor manera de llevar adelante la crisis. Se dejaron llevar por esa visión anticuada y autoritaria de las «relaciones entre las naciones» que prescinde de la opinión ciudadana.

Habrá que dejar atrás la diplomacia clásica, ya no más «notas verbales» (que son escritas) y «enviados especiales» que de especiales sólo tienen el salario. Diversificar los actores, delegar las decisiones en manos de los que van a realizar las acciones específicas, contribuir a una multilateralización democrática de las relaciones diplomáticas.

La mejor estrategia de relaciones internacionales es aquella que logra hacer de cada ciudadano un embajador de buena voluntad. Así, el diseño de la política exterior quedará en manos de los especialistas, pero la ejecución se democratizará y ya habrá menos posibilidades de confundir las rabietas personales con los incidentes diplomáticos.

Qué resultados arrojaría una encuesta que pregunte a los ciudadanos franceses ¿Está de acuerdo con la decisión de Sarkozy de impedir la presencia de la cultura mexicana en Francia durante un año? ¿Y qué resultado arrojaría una encuesta que les pregunte a los ciudadanos de México si confían en la transparencia de la justicia mexicana?

Lo más aconsejable es someter el caso de Florence Cassez a la Corte Internacional de Justicia, la misma donde México defendió a 51 conciudadanos sentenciados por EEUU sin respetar el debido proceso, y que se apliquen los mismo parámetros para determinar si hubo o no vicios de origen.

Los demás rescatemos el » Año de México en Francia » que no les pertenece a los presidentes sino a los ciudadanos, que tenemos derecho a la cultura y a relaciones fraternas y creativas. Tal vez bastaría con recordarle a Sarkozy y Calderón respectivamente aquello de «Tanto entre los individuos como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz» así como los principios universales de «libertad, igualdad y fraternidad».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.