Durante los días 13 y 14 de enero los referentes del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) en los distintos Estados de la República se reunieron en Distrito Federal para responder a la urgencia organizativa a la que se enfrentaban a finales del año pasado. De esta reunión salió un pronunciamiento que […]
Durante los días 13 y 14 de enero los referentes del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) en los distintos Estados de la República se reunieron en Distrito Federal para responder a la urgencia organizativa a la que se enfrentaban a finales del año pasado. De esta reunión salió un pronunciamiento que denota, al menos, una voluntad de organización y un deseo de llegar a ser un movimiento nacional.
Por fin se detectó una necesidad real de sentar bases, objetivos y estrategias para que no se desvanezcan los esfuerzos que se llevaron a cabo durante el año pasado. Y es que durante nueve meses se han logrado muchas de las cosas que lo hacen un movimiento inédito, con una narrativa distinta en el que el centro son las víctimas de la guerra de las drogas. Ellas decidieron empezar el movimiento y juntarse en el camino con los pueblos indígenas que sufren también la violencia estructural del país. Conocieron sus tradiciones organizativas, inspiradoras en muchos aspectos para muchos de los integrantes del Movimiento por la Paz que partían de cero en términos de activismo social y organización.
No se trata de un movimiento que necesite nuevos líderes sino de que todos sean líderes. Y esta es la lectura que puede hacerse del pronunciamiento publicado el 16 de enero por el Movimiento por la Paz después de la reunión nacional a la que acudieron sus representantes en 14 entidades de las 32 que conforman la República. Este pronunciamiento pone en claro cuales son los objetivos y principios esenciales del joven movimiento: «detener la guerra y continuar con la lucha a favor de la justicia y la dignidad» y «tejer una red nacional e internacional que articule a todos aquellos ciudadanos y organizaciones sociales que luchan por la justicia para las víctimas y la paz para los mexicanos».
Parece que todo esto va tomando forma y que la voluntad organizativa va ganando terreno a la improvisación. Parece que por fin se han dado cuenta de los que son y de que cuanto más organizado sea el movimiento y cuanta más capacitación en la organización comunitaria y la noviolencia activa, más lideres va a tener para tejer estas redes en todo el país y dejar de centralizarlo en una persona (Javier Sicilia, el poeta y periodista quien después del asesinato de su hijo inspiró el movimiento) o en una zona geográfica (el centro de la República). Se ha decidido organizar, definir una identidad y una estrategia para seguir caminando sin «crisis» ni desgastes y dejar claro que no son una organización sino que quiere ser un movimiento organizado. Pero el pronunciamiento debe ser el engranaje para que los propósitos que allí se fijan se conviertan en acción.
Respiro de los medios
Por fin, los medios comerciales les dieron un respiro. Esta fue una de las grandes oportunidades para que el Movimiento pudiera hacer este ejercicio de balance, reflexión y definición de objetivos y estrategias. Por fin se acabó con el discurso que confundía a la opinión pública de lo que era o dejaba de ser el Movimiento y ellos mismos están construyendo lo que quieren ser.
Además, ahora los medios están en plena lógica electoral, cosa que ha dejado bien claro el movimiento que no quiere entrar.
«Como movimiento, no aspiramos al poder político, ningún partido político ha hecho caso al llamado de nuestro Movimiento a expulsar de sus filas a corruptos y delincuentes, y a emprender la limpieza de sus instituciones partidistas, que, al ser financiadas por la ciudadanía, son de interés público; tampoco atendieron nuestra demanda de una reforma política que favoreciera el poder ciudadano a través de figuras como la revocación de mandato, el plebiscito y las candidaturas ciudadanas.
Por ello observamos un divorcio profundo entre los discursos de los políticos y la realidad trágica del país, y por eso también, para muchas víctimas de la violencia y la impunidad, no es atendible el llamado de partidos y candidatos a depositar en ellos su representación y su confianza, ni tampoco a adherirse a sus filas y convertirse en candidatos, como es el caso de las declinaciones de nuestros compañeros Javier Sicilia y Julián Le Barón, quienes rechazaron ser postulados a puestos de representación popular.»
Divorcio con el poder político pero con condiciones
Este año en el que entramos es un año electoral para México. Hay elecciones presidenciales y para el Congreso el primero de julio. Los precandidatos, Enrique Peña Nieto, del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y Andrés Manuel López Obrador, de una coalición encabezada por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) se ven como los probables nominados por sus partidos, mientras existe aún competencia para decidir el o la candidata del el Partido de Acción Nacional (PAN) del presidente actual Felipe Calderón.
Con el recién pronunciamiento del Movimiento se aclara perfectamente el debate interno inicial del que se habló en varios medios sobre que posición adoptar frente a las elecciones, y que confundía a la opinión pública: si caer en el proceso electoral, si abogar por un voto nulo o hasta boicotear las elecciones. Con esta declaración queda claro que su posición es: ni apoyo ni interferencia con las elecciones. En lugar de perderse demasiado en este hoyo negro, prefiere seguir auto organizando.
Aún así, este «divorcio» con el poder político envuelve una serie de condiciones: «emplazar a los candidatos a la presidencia de la república y a todos los puestos de elección popular a dialogar, de cara a la nación, sobre la estrategia de paz, la ley de seguridad nacional, la ley de víctimas y las diferentes acciones en favor de la convivencia pacífica y la justicia que deberán llevarse a cabo a nivel municipal, estatal y nacional». Van a llamar a todos los candidatos presidenciales para que comparezcan juntos en un dialogo con familias de victimas de la guerra en una fecha aún por determinar para replicar dichos diálogos al nivel estatal y municipal, pero sin ofrecer apoyo a ninguno ni tomar posturas a favor o en contra.
Es una estrategia loable porque va en la dirección de pedir una posición firme sobre estos temas clave para el Movimiento a los candidatos con el objetivo de que, gane quien gane, se comprometa a seguir con lo que prometió en este emplazamiento. Si no lo hacen, el Movimiento tal vez ahora si que esté en el momento de preparar a sus tropas, que prometen organizarse más que nunca durante los próximos meses, para luego realizar acciones de resistencia noviolenta.
El Movimiento por la Paz deja claro que no aspira al poder político y se define como «una forma organizada y noviolenta de la resistencia ciudadana a la guerra, a la impunidad y a la injusticia». Siendo muy cuidadosos en este aspecto, dejan claro también que no exigen a los que les acompañen en su lucha que abandonen sus simpatías políticas o su militancia en uno u otro partido u organización social, «ni que den su voto a tal o cual candidato u opten por votar en blanco o abstenerse de hacerlo».
Salir de la lógica mediática y electoral es un signo de querer seguir luchando y organizando independientemente de lo que digan de ellos o hasta del partido que ocupe el trono de «Los Pinos» este diciembre de 2012. Cultivar y hacer crecer una base social crítica, organizada, con ganas de cambiar el rumbo del país conscientes del poder que tienen como ciudadanos, como pueblo, no solo por ser mexicanos y tener los vecinos del norte que tienen sino porque fue México el que inspiró en los 90 una forma organizativa distinta en el mundo entero, el zapatismo. Pero ellos empezaron a trabajar con comunidades con una gran tradición organizativa, en este caso, los indígenas del sur del país. El Movimiento parte de cero, de una nueva lógica, en la que se quiere que las víctimas sean el epicentro organizativo, gente de varios puntos del país, de ideologías y tradiciones distintas. Hay que tener paciencia, pero parece que van sentándose las bases para organizar un movimiento nacional noviolento contra la guerra y por la justicia y la dignidad.
El movimiento también decidió impulsar diversas acciones en todo el territorio nacional a favor de la memoria y la verdad y organizar en todos las entidades federativas los trabajos que conduzcan a la realización del Encuentro Nacional por la Paz y la Justicia los días 21 y 22 de abril en Cuernavaca, Morelos.
Video de la campaña del MPJD «Ponte en los zapatos del otro» que llama a la participación ciudadana y que será lanzada el próximo día 30 de enero en el Teatro de la Ciudad en el Distrito Federal.
http://www.youtube.com/watch?
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.