¿Habrá un privaci-apocalipsis el 1 de marzo cuando la nueva política de privacidad de Google entre en vigor? En realidad no. Si rediseñan su política de uso de tus datos personales es porque tienen tus datos personales. De haber algo parecido a un privaci-apocalipsis, éste sucede cotidianamente, día a día, con cada click que hacemos, […]
¿Habrá un privaci-apocalipsis el 1 de marzo cuando la nueva política de privacidad de Google entre en vigor? En realidad no. Si rediseñan su política de uso de tus datos personales es porque tienen tus datos personales. De haber algo parecido a un privaci-apocalipsis, éste sucede cotidianamente, día a día, con cada click que hacemos, cada dato que entregamos a Google (y similares, que nadie se confunda). Este movimiento, que llegará en marzo como la traición a César, estaba escrito hace tiempo y no constituye traición alguna, ni ruptura alguna de promesa, digan lo que digan.
Observando la historia del capitalismo el patrón está claro: cada revolución comercial ha nacido al convertir en producto algo que hasta entonces o no se valoraba o se producía de forma doméstica con mentalidad de autoconsumo. Observando, además, la historia reciente y lo que tenemos alrededor, no nos queda duda: la próxima revolución comercial vendrá de convertir en producto nuestra cotidianeidad, nuestros pequeños actos diarios que hasta hace nada eran efímeros y ahora siempre quedan recordados en alguna parte.
La idea no es nueva, aunque ahora todo el mundo hable de la nube (o el cloud) y del big data. Los creadores del término big data en realidad querían decir big money, pero si lo dicen así, la primera sensación que generan es de rechazo a ese «99%». En 2008 escribí en estas páginas un artículo que titulé La vida privada como producto. En él desglosé los frentes del cambio social que Internet promete en tres bloques:
- Software libre. Capacidad para tener software libre, que podamos adaptar fielmente a nuestro propósito. Es básico para poder no sólo tener ordenadores personales que nos hagan libre, sino para usar esa libertad de forma que tengamos una presencia y una identidad online verdaderamente autónoma.
- Propiedad intelectual. La lucha por evitar que con la excusa de la restricción de copia nos priven de muchas libertades. Entre ellas, la libertad básica de ganarnos la vida como mejor podamos, como bien argumenté en La neutralidad de la Red.
- Bases de datos. Con mucho, el tapado de los grandes conflictos de la era digital. En 2008 no había llegado su momento de cara a la opinión pública de los movimientos de software libre
En aquel artículo hacía un poco de historia del capitalismo:
«La historia del capitalismo indica que toda nueva revolución comercial se ha cimentado convirtiendo en productos industriales producidos y comercializados en serie y de forma masiva objetos que hasta ese momento eran fabricados de forma artesanal. Así sucedió con la revolución textil en Flandes y con la invención de los transportes masivos de pasajeros (sobre todo el ferrocarril) en la Inglaterra del siglo XIX. Henry Ford convirtió, a su vez, el transporte individual en producto industrial fabricado en serie y, más tarde, la industria de los electrodomésticos nos creó la necesidad de toda clase de pequeños aparatos que hacían las tareas que anteriormente se hacían a mano. Por último (hasta ahora), la industria del entretenimiento hizo de nuestro tiempo libre un objeto de negocio.
Tal como están las cosas, la próxima revolución comercial no podría más que convertir en objeto de mercadeo lo único que queda: nuestra vida privada. Usar la información sobre nuestra vida privada para adaptar los productos que se nos ofrecen, los anuncios que se nos muestran y las tarifas de los seguros que contratamos (un ámbito en el cual la biometría y la genética jugarán también su rol). Hacer minado de datos de toda esa información contenida en las cada vez más numerosas y más grandes bases de datos existentes para conocer al detalle todo sobre nosotros.»
Esos dos párrafos se incluyeron, con leves cambios de estilo, en La sociedad de control. Pocos discuten ya que las leyes de propiedad intelectual son un lastre a la producción de inmateriales, cuando los necesitamos más que nunca (toda vez que la economía digital merma las rentas de lo físico y toda ventaja competitiva proviene de nuestra capacidad de innovación). Y tampoco duda nadie ahora de que quien controla el software lo controla todo y que, si no lo evitamos, en el futuro tendremos más limitaciones a lo que podemos hacer con nuestros ordenadores y a través de Internet.
Las bases de datos y el valor que atesora quien las controla, el gran tapado sobre el que hace unos años sólo llamábamos la atención unos pocos, es ahora el tema de moda: hablan de ello incluso en Financial Times.
La cantidad de datos que producimos y almacenamos crece exponencialmente. Y continuará siendo así en el futuro, porque eso es precisamente lo que hacen las computadoras: facilitan la recogida sistemática de información y su posterior procesamiento. El asunto no es ya que todo quede registrado en alguna parte (algo un tanto inevitable), sino qué es lo que queda registrado, a quién pertenece y, sobre todo, quién puede usarlo y con qué fines.
Con su reciente cambio de política acerca de datos personales, Google no traiciona nada, sino que da un paso en la dirección que más conviene a sus accionistas. Este rumbo fue evidente desde el hace años: la de la rentabilización exhaustiva de sus bases de datos y la puesta en valor de su poderosa infraestructura de computación. Estos días mantuve alguna conversación al respecto con personas de diferentes perfiles (techies, no techies, linuxeros, macqueros y otros que están contentos con su windows; mucha diversidad). Los comentarios eran muy parecidos: «¿tengo que dejar de usar Google?», «yo huyendo de Facebook y éstos hacen exactamente lo mismo». Quizá alguien aún pensaba que usar Facebook o Google es gratis. Nunca lo fue: pagas con información personal.
No es que Google sea malvado, es que Google, Amazon o Facebook se deben a sus accionistas (otro día hablamos del principal-agente), y con la próxima salida a bolsa de Facebook, los tres tendrán además el trabajo adicional de alimentar la ficción de un crecimiento exponencial para poder mantener la cotización alta que le permita seguir comprando a otras empresas. Repito, no es que sean malvados. Esto no va de «buenos contra malos». Tan sólo tienen sus propios intereses que, seguramente, no están alineados con los tuyos, ni con los del resto del mundo.
No es buena idea, y nunca lo fue, tener nuestros datos en infraestructuras bajo el control de grandes compañías como Google, Facebook o Amazon, los tres principales actores en este escenario que mezcla el uso de economía de escala (tan propio del mundo de los átomos) con la capacidad de cálculo de un montón de ordenadores en red. No es buena idea porque al final la Red es más centralizada, está más bajo el control de muy pocos actores que pueden distorsionar el sistema para su beneficio.
No habrá un privaci-apocalipsis el 1 de marzo, porque lo hay cada día. Cada dato que les das es una piedra, como una muerte chica. No habrá un privaci-apocalipsis porque cada día hay privaci-apocalipsis de escala diminuta. Lo malo es cuando los microdominios magnéticos donde fueron a parar los smilies de nuestro chat y nuestros +1 acoplan sus dipolos. La solución es la de siempre: es más sano (para cada uno en lo personal, pero también como sociedad-red) no dárselos a las mismas empresas de siempre.
Estar en Internet es importante, usar la Red es imprescindible pero, ¿qué Red quieres tener? Si lo concentramos todo en los tres o cuatro supergigantes de Internet el resultado es desastroso. Cada dato que entregas hace más fuerte su infraestructura, cada euro que les ayudas a ganar hace más centralizada la Red. Cada euro que gastas apoya algo, ¿sabes bien qué estas apoyando?
http://www.versvs.net/anotacion/el-privaci-apocalipsis-cotidiano-ante-perspectiva-del-1-de-marzo