En las últimas semanas dos leyes de EEUU desataron un debate global sobre sus alcances y objetivos, las leyes SOPA (sigla en ingles de «Ley de Detención de Piratería Online») y PIPA (Ley de Protección de IPs.) que tienen el objetivo de regular el uso de internet a partir de la «defensa de la propiedad […]
En las últimas semanas dos leyes de EEUU desataron un debate global sobre sus alcances y objetivos, las leyes SOPA (sigla en ingles de «Ley de Detención de Piratería Online») y PIPA (Ley de Protección de IPs.) que tienen el objetivo de regular el uso de internet a partir de la «defensa de la propiedad intelectual» contra «la piratería». Entre otras cosas su aplicación permitiría bloquear desde EEUU el acceso a dominios enteros en cualquier parte del mundo, sin poder de apelación. Su tratamiento por el parlamento y senado norteamericano finalmente «quedó en suspenso» en medio de la oposición popular y el debate desatado entre grandes corporaciones (las discográficas y cinematográficas apoyaban, mientras empresas como facebook, google, twitter o pay pal se oponían o proponían «reformas»). Pero al mismo tiempo que se posponían estas leyes el FBI dió un golpe argumentando las mismas razones (defensa de la propiedad intelectual) con el cierre de la muy rentable «megaupload» (propietaria del sitio de carga y descarga directa de archivos más popular del mundo). Esta «retirada a los tiros» generó un efecto dominó inmediato, y muchas empresas cancelaron sistemas de suscripción y eliminaron archivos de forma masiva. Esta resolución llevó a muchos analistas a hacer una pregunta ¿Si EEUU puede hacer lo que hizo con megaupload, para que hacen falta votar la SOPA y la PIPA? la respuesta es simple: en realidad no se está discutiendo solamente el problema (verdadero) de la «propiedad intelectual» y la rentabilidad empresarial, sino la necesidad de los gobiernos imperialistas de regular, controlar y censurar la red, movimientos preparatorios para un futuro cercano donde el imperialismo no ve precisamente una «ampliación de la democracia mundial».
La «ley SINDE» en el Estado Español, ley «HADOPI» en Francia, la «Digital Economy Act» en Inglaterra, «IPRED» en Suecia, leyes similares en Irlanda, son la previa de «SOPA y PIPA», incluyendo un tratado internacional en curso conocido como «ACTA». Todas se basan en la defensa de la propiedad intelectual, pero plantean un ataque a las libertades individuales, de expresión y de asociación colectiva, que nada tienen para envidiarle al conocido libro «1984» de George Orwell. Todas prevén la desconexión de usuarios que compartan y descarguen material con copyright, la desconexión de sitios y penas de cárcel a los usuarios, y en todas se propone incrementar el monitoreo por parte de las compañías de internet del uso, los gustos y las tendencias de los cibernautas e incluso la denuncia obligada de «actitudes ilegales». En muchos de estos países las leyes ya están vigentes, pero no pueden aplicarse en toda su magnitud porque no se trata de una relación de fuerzas ya establecida, sino de instrumentos legales que les permitan a los Estados actuar para intentar cambiar lo que podríamos llamar «un cambio cultural de masas» que (con todos sus límites) «tomó internet» tendiendo a desarrollar sus potenciales mas progresivos, tanto a nivel social como incluso en la lucha de clases.
Desde el punto de vista social dos tendencias se contradicen, por un lado «millones de piratas» de todas las edades consideran un derecho adquirido «compartir», «subir», «descargar», y «socializar» contenidos, creyendo honestamente en sus fines democráticos, de cooperación, intentando superar barreras culturales. Enfrentado a esto las grandes empresas (como las Discográficas y del Cine) se muestran frenando esta tendencia tan solo por defender sus ganancias, incluso las empresas que explotan las redes sociales como facebook o twitter (y que apelan a estos «valores») en realidad están tomando todo tipo de medidas para restringirlos o «dirigirlos» para fines comerciales. Un medio que potencialmente puede interrelacionar, busca ser llevado hacia la unidireccionalidad y la regulación. Como con ningún otro medio de comunicación nuevo antes de internet, aquí el capitalismo se demuestra reacción en toda la línea.
Desde el punto de vista de la lucha de clases (aunque las leyes son anteriores) la «primavera árabe» que comenzó en Tunez, con su centro de revolución en Egipto; el surgimiento de «los indignados» y el movimiento «ocuppi» en EEUU mostraron el uso de las redes sociales e internet para la movilización, en las primeras respuestas de masas a la crisis capitalista internacional y en medio de la decadencia del imperialismo norteamericano. Tienen razón los gobiernos en alarmarse e impulsar leyes como SOPA y PIPA para fortalecer la censura y el control, ya que en estos movimientos hay tendencias al desarrollo de ideologías potencialmente anticapitalistas (y porque no un terreno para el resurgir del marxismo) que toman la web como medio de expresión.
Algunas cosas pueden afirmarse. Estas acciones de regulación, restricción y censura socaban más la credibilidad de EEUU a los ojos del mundo (y de su propia juventud) y puede promover que surjan vías alternativas para el intercambio. Por otro lado son un golpe a las ideologías apologéticas de internet como una «nube» descentralizada y democrática. También hay que estar seguros que Egipto es una muestra de lo que los Estados decidirán hacer si se ven atacados, recordemos «el apagón» de internet en medio de la revolución ante la amenaza del pueblo. Asistimos a los comienzos, internet es un virtual campo de batalla, pero como decía Marx, entre «dos derechos» lo que termina decidiendo siempre es «la fuerza».
( @javiergabino) www.tvpts.tv Memoria para reincidentes Mi nombre es Trotsky
(El artículo fue publicado en: http://pts.org.ar/spip.php?article19989)