Por primera vez, Chrome fue más utilizado que Explorer. La noticia reavivó un enfrentamiento por el control de la web que tendrá un nuevo round con la llegada de Windows 8.
Hace quince días me invitaron a la demostración de un nuevo software orientado a los medios digitales. Quien daba la charla, auditorio y proyector mediante, manifestó ya desde su saludo una devoción incondicional a los productos Apple. Incluso cuando no hacía falta, puesto que la notebook que usaba en la presentación era una Mac Book Pro, con el logo frutal altivo y desafiante ante todos los presentes. La pasión del orador hacia las ideas de Steve Jobs era directamente proporcional al escarnio al que sometió durante buena parte de la charla a Google, sus softwares y sus políticas comerciales.
Sin embargo, a pesar de su fanatismo, al momento de comenzar la jornada audiovisual el navegador que abrió el informático para trabajar fue… Google Chrome. Y con él como punta de lanza, siguió explicando cada uno de los detalles de su desarrollo.
Esta acción, que pasó inadvertida para algunos, habría sido impensable hace algunos años. Safari, el navegador de Apple, era la opción lógica y a la vez no; borrando con el mouse lo que había dicho con la boca, el disertante cayó en las redes de la empresa que hasta ese momento había sido el blanco de sus críticas.
Hablar de Internet, de su presente y de su futuro, siempre se encuentra estrechamente ligado al soft que usamos para navegar. La puerta de acceso a la red de redes y de una experiencia grata por parte del usuario reside en su versatilidad y sus funciones, como así también en sus fortalezas y debilidades. De la misma manera que es necesario un vehículo para recorrer distancias largas, y la satisfacción de quien lo utilice dependerá de sus características mecánicas y de la confortabilidad que ofrezca, el explorador tiene un control absoluto sobre nuestra vida en Internet, y tendrá que cubrir todas las necesidades que el usuario requiera para poder convertirse en favorito.
Éste es un punto clave, y precisamente por él es que actualmente se está librando una batalla entre los grandes nombres del mundo virtual, para ver quién se queda con el mayor porcentaje de cuota de utilización de sus respectivos programas; o dicho en otras palabras, quién se hará con el control de Internet.
Por historia, marketing, y porque el sistema operativo más usado del mundo lo incluye como predeterminado, Internet Explorer ha sido durante las últimas dos décadas el «caballo del comisario» a la hora de las preferencias. A pesar de que en más de una ocasión se ha enumerado una gran cantidad de vulnerabilidades que lo afectan, tiene una política de actualización esporádica, y suele llegar tarde a la hora de sumar las nuevas funciones que proponen sus competidores más avispados, hasta ahora el producto de Microsoft no ha encontrado quién le haga sombra. Hasta ahora, porque el domingo 18 de marzo se produjo un acontecimiento crucial, de cara al futuro: ese día, por primera vez Google Chrome registró una marca superior en cantidad de gente utilizándolo.
Chrome registró un caudal de internautas equivalente al 32,7 por ciento del total, mientras que IE quedó rezagado a 32,5. Los números se completan con un digno tercer lugar para Firefox (24,8 por ciento), Safari (7,1 por ciento) y Opera (2 por ciento).
Aodhan Cullen, vocero de la medidora, señaló: «Si Chrome puede llegar a tomar la delantera en las guerras de los navegadores a largo plazo todavía se está por ver, sin embargo la tendencia hacia el uso de Chrome durante los fines de semana es innegable. Cuando la gente es libre de elegir su navegador, mucha selecciona Chrome frente a IE». El analista remarca esto, ya que se marca una diferencia entre cuando el usuario está en su casa y tiene la posibilidad de elegir con qué software conectarse, o cuando se encuentra en el trabajo y utiliza los únicos medios que allí le proponen.
Si tomamos en cuenta que «todo tiene que ver con todo», y la interfaz de IE se encuentra estrechamente ligada a Windows mientras que Chrome se integra a la perfección con el resto de los servicios en la nube brindados por Google, comienza a entenderse un poco mejor el porqué de esta guerra entre corporaciones.
El próximo round llegará con el lanzamiento de Windows 8. Mientras Microsoft anuncia una fusión total entre su nuevo sistema operativo y su navegador, Google no se queda atrás y prepara una versión optimizada de su producto para no perder terreno.
La guerra de los navegadores está más virulenta que nunca, y aún no se vislumbra un ganador. Queda pendiente un análisis sobre las consecuencias de ella, y en qué lugar nos paramos los usuarios ante una serie de maniobras y decisiones que comienzan a tener aroma a actitudes monopólicas. Pero ésa es otra nota.
¿Usuarios o muñecos?
En sus últimas versiones, la plataforma Twitter ha perdido funcionalidades. Los twitteros están indignados.
Las redes sociales nacen, crecen, se reproducen y mueren gracias a sus usuarios. Más allá de que se trata de un razonamiento hijo del sentido común, a veces parecería que las empresas no tienen en cuenta a su gente y están viendo cómo cambiar permanentemente las reglas del juego.
El crecimiento de Twitter no ha ido en concordancia con el soft que se utiliza para interactuar con él. La página oficial atrasa en diseño un par de décadas, y la aplicación para celulares en su minimalismo deja mucho que desear.
El descontento de los usuarios permitió que una serie de proyectos alternativos para acceder a Twitter adquirieran una relevancia muy importante en el gusto de los navegantes, y entre todos ellos uno se quedó con los laureles: TweetDeck.
Tan fuerte fue el impulso del soft que Twitter decidió adquirirlo el año pasado para cambiarle la cara y convertirlo en aplicación oficial. Sin embargo, a lo largo de los últimos doce meses lo único que se ha visto de TweetDeck es una involución, con sucesivas versiones que han comenzado a limitar opciones y prestaciones, perjudicando el funcionamiento en general y opacando lo que en algún momento fue una buena idea.
Las quejas de los usuarios y la migración a otras plataformas no «contaminadas» han hecho reflexionar a los desarrolladores del programa y se anuncia para estos días una nueva versión que no corregiría los errores, sino que «volvería» algunos pasos atrás, al momento en que TweetDeck era el mejor programa en su género.
Más allá de las marchas y contramarchas, hay una pregunta inevitable: ¿Es necesario que los usuarios seamos rehenes de decisiones caprichosas? Como se dijo más arriba, las redes sociales «pertenecen» a los usuarios, y las empresas son las encargadas de brindar el soporte y de llevarse la mayor parte del beneficio por ello. En tanto no se entienda este concepto, nuevos megaemprendimientos caerán mientras proyectos basados en buenas ideas se harán un lugar. Muchos hablan del futuro de Internet, sin recordar que, como siempre, las personas son la clave.
Cuando Goliath se encuentra con David
Desde su lanzamiento a fines de 2008, Google se ufanó de que su navegador era el más seguro del mercado. Esto disparó una creencia popular de que Chrome, a diferencia de sus competidores, era invulnerable. Sin embargo, nada es para siempre, y luego de que en febrero, la empresa de Mountain View lanzara un concurso para que hackers de todas partes intentaran quebrantar su producto, tuvieron que agachar la cabeza.
El ruso Serge Glazunoz, miembro de la compañía francesa de seguridad Vupen, encontró una vulnerabilidad en el navegador que le permitía tomar el control de una máquina. De esta manera, Google tuvo que pagar 60 mil dólares, monto máximo que había estipulado como premio en el desafío.
Veinticuatro horas después de presentado el problema, los ingenieros de Google lo resolvieron mediante una actualización, que ya está disponible para su descarga.
Fuente: http://www.revistadebate.com.ar//2012/03/30/5238.php