Lo peor de la crisis ya pasó pero no se está en el mejor de los mundos
Cada 1 de mayo los trabajadores hacen su balance. Los de Argentina deben constatar que su situación ha mejorado respecto al abismo de diez años atrás. Pero lo que falta es todavía mucho.
Néstor Kirchner solía parangonar la mejoría de la situación económico-social como que se había salido del infierno de la crisis pero que aún se estaba en el purgatorio. Faltaba bastante para el paraíso. Él era conciente de eso.
En cambio parece que a algunos cristinistas se les han subido algunos éxitos a la cabeza y creen que aquí se dialoga con San Pedro, como si estuvieran en el paraíso. Para los trabajadores, jubilados y gente humilde, lo que falta no son solamente cinco minutos sino bastante más.
Para los partidos de la oposición derechosa y los medios de comunicación que los mandan -casos de Clarín y La Nación-, aquí se vive en el peor de los mundos. Según su distorsionada óptica, la situación del trabajo es más ominosa que años atrás, con el agregado de una supuesta «crisis moral». Sumando las dificultades materiales y las de orden moral, el país estaría en el pelotón de los más rezagados e infelices del planeta.
Esta última es una deformación grosera. ¿Es verdad o mentira que desde 2003 a la fecha se crearon aproximadamente 5 millones de empleos y se jubilaron a 2 millones de personas que habían quedado en la banquina social? Es verdad. ¿Los jubilados que tuvieron 9 años un ingreso mínimo de 220 pesos ahora gozan de dos actualizaciones de haberes al año? También es verdad. ¿Cada fin de semana largo, como el de esta semana, hay millones de argentinos que se toman un colectivo y hacen mini-turismo para descansar, visitar parientes o conocer rincones de la Argentina? Huelga la respuesta.
Independientemente de que al cronista le parezca horrible el Rally de alta competición que se corre en Córdoba, es contundente la cifra de la secretaría de Turismo de esa provincia. El fin de semana hubo un millón de personas en las sierras cordobesas viendo esa competencia; muchos eran turistas.
Algunos números grafican bien esa diferencia entre el abismo de la crisis de 2001 y los tiempos actuales. En ese momento había un 54 por ciento de argentinos con las narices hundidas debajo de la ola de la pobreza, con un 27,7 por ciento que era directamente indigente. Esos eran los guarismos del Indec que nadie cuestionaba. Las estadísticas de hoy de ese mismo Instituto, que sí son dudosas, hablan de un 6,5 por ciento de pobreza y 1,7 de indigencia.
Para muchos consultores, incluso algunos afines al kirchnerismo como Artemio López, de Equis, los porcentajes correctos son 20 y 6 por ciento, respectivamente. Dando por válidos estos últimos números, querría decir que muchas familias han mejorado sus ingresos y condición económica respecto a 2001. Eso es bueno y hay que reconocerlo. Quienes lo niegan no pueden entender el 23 de octubre de 2011 y el 54 por ciento de votos para Cristina Fernández de Kirchner…
Lo necesario para vivir
Despejada la incógnita sobre si hubo mejoras o no en la situación de la clase trabajadora, cabe preguntar hasta qué punto continuará ese progreso en las paritarias que se están negociando. En general no parece que vaya a haber mayores conquistas para el sector del trabajo; a lo sumo podrá morigerar o empardar con el aumento real del costo de la vida.
En este punto vuelven a disentir seriamente los números del Indec con los de las consultoras, el «índice Congreso» y sobre todo el de «la inflación del supermercado», como llaman los sindicalistas a los aumentos en las góndolas de alimentos.
Los números oficiales hablan de una inflación de menos de 1 por ciento anual, que redondea 10 por ciento anual. Los otros cálculos hablan del 2 por ciento mensual, que da entre 20 y 24 por ciento anual. La diferencia es importante a la hora de evaluar el grado de mejoras en los sueldos de los asalariados registrados.
La tendencia de lo que vienen ofreciendo las patronales privadas es, como mucho, del 24 o 25 por ciento, como ocurrió con estados provinciales (Córdoba) y privadas (cámaras metalúrgicas para los afiliados de la UOM). En la mayoría de los acuerdos, tal porcentaje es mentiroso porque se compone de tres cuotas a lo largo del año, con lo que ese aumento total se cobrará recién en noviembre de este año. Tarde. Muy tarde.
Si ese es el resultado de las paritarias querrá decir que no habrá habido recomposición ni aumento real de salarios sino empate con la inflación prevista. Y eso si se logran moderar los aumentos de impuestos que se cobran en las provincias y municipalidades, que vienen siendo importantes, en el transporte y otros servicios, así como en productos de consumo masivo como la yerba mate, la carne y demás y alimentos.
¿Cuánto cuesta vivir a una familia tipo?
Y, eso depende, porque hay varias canastas, algunas de mera subsistencia o alimentación, que el Indec fijó en diciembre pasado en 634 pesos; otras, que ese organismo llama «Total» pero que es apenas algo más que alimentos, estipulada en 1.404 pesos. Estos cálculos pueden ser tildados de «artilugios» pues no dan cuenta de la realidad. Con esos valores no vive una familia tipo, salvo la de Mandrake el Mago.
En referencia a los trabajadores registrados, una de las estadísticas más antiguas y menos refutadas (al menos ese estudio, la gestión de Rodolfo Daer es asunto aparte) es la del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Alimentación (STIA). El abogado laboralista Lucio Garzón Maceda la citó: «el STIA estimó en febrero pasado en 6.000 pesos el mínimo ingreso mensual de un hogar tipo». De allí que el planteo de ese gremio en paritarias es de un sueldo mensual de 5.000 pesos para la categoría inicial y un aumento del 25 por ciento.
Para la CTA y gremios adheridos esa canasta está en los 6.200 pesos, en coincidencia con el estudio anterior.
Lo que falta y lo que hay
Entre las Canastas con valores más cercanos a la realidad están las que elaboran varias provincias, de donde resulta un promedio de 3.100 pesos. Sumada a las arriba mencionadas, queda claro que los pobres en Argentina son muchos más que el mero 6,5 por ciento que arrojó la encuesta del segundo semestre de 2011.
Incluso hay muchos trabajadores que son pobres, porque a pesar de que laboran ocho o más horas diarias, sus haberes son insuficientes. Ni qué hablar de los jubilados que perciben la mínima, de 1.800 pesos, o los cooperativistas del plan «Argentina Trabaja», que cobran 1.250, con otros 550 pesos que, según denuncias de varias organizaciones sociales, sólo recibe un 30 por ciento de cooperativas afines al gobierno.
Un informe del Ministerio de Trabajo, en base a datos proporcionados por las empresas a pedido de la AFIP, sostiene que hay 1.3 millón de trabajadores con sueldos en bruto (antes de descuentos jubilatorios y de cobertura de salud) inferiores a 2.000 pesos. Ese segmento es claramente «obrero pobre», que se suma a quienes no tienen empleo y cobran subsidios o bien se desempeñan «en negro», hacen changas, con un sueldo inferior en 30 por ciento o más al del asalariado registrado.
Esa situación le da pie a Clarín (19/3) a regodearse con este título y bajada: «Datos oficiales del sistema de seguridad social. Más de la mitad de los asalariados en blanco gana menos de 4.000 pesos. Son casi 4 millones de trabajadores que apenan cubren el valor de la canasta básica». ¿Acierto de Héctor Magnetto o límite de la política del gobierno? Más bien esto último, aunque no es el responsable único, pues la mitad o más de la responsabilidad recae en los grandes empresarios privados que se oponen al aumento de salarios con argumentos relativos a la inflación, la productividad, etc.
Esa última es una actitud cínica, caso de la cúpula de los monopolios que regentean la cámara patronal de la alimentación, retaceando el aumento de salario de sus empleados pese a su rentabilidad extraordinaria. Como puntualizaba Garzón Maceda, hoy el salario de la categoría inferior de ese convenio es de 19,24 pesos la hora, un sueldo bruto de 3.600 pesos y de bolsillo de 3.000. ¿Con eso viviría alguno de esos popes empresarios del azúcar, la yerba, los lácteos, la harina, las golosinas, los aceites, etc?
Quedan claros los límites del salario y las condiciones de trabajo, cuando el 34 por ciento del empleo es informal, gobiernos de los tres niveles incluidos.
Como no sólo de pan vive el hombre, cabe resaltar, ya que de azúcar se habló, que los trabajadores deben haber recibido con alegría el demorado allanamiento judicial en el Ingenio Ledesma de Jujuy, de los Blaquier, corresponsables del Apagón de julio de 1976, con 400 personas secuestradas y 55 desaparecidas hasta hoy. Que haya juicios es una política democrática. Y, por supuesto, también sobresale el proyecto de recuperación de YPF de manos españolas. Esta es una política nacional, que hace a la soberanía.
Lo democrático y lo nacional son fundamentales, pero el salario y jubilaciones también y hacen a la vida misma.